Juan Carrero de Miranda, Misa de fundación de la
Orden de los Trinitarios, 1666 - Museo del Louvre
EL RESCATE DE ESCLAVOS. — No ha mucho
celebramos la memoria de San Pedro Nolasco, llamado por la madre de Dios a
fundar una orden destinada a rescatar a los cautivos cristianos del poder de
los infieles; hoy, honramos al hombre que fue el primero favorecido con este
pensamiento. Con el nombre de la Santísima Trinidad, estableció una sociedad
religiosa cuyos miembros no tuvieron otro fin que poner sus fuerzas, sus
privaciones, su libertad, su vida al servicio de los pobres esclavos que gemían
bajo el yugo de los sarracenos. La Orden de los Trinitarios y la de la Merced,
aunque distintas, son hermanas por el fin que se proponen y por los resultados que
han producido; en seis siglos de duración han sido causa de la restitución a su
familia y a su patria de más de un millón de hombres, a los que al mismo tiempo
preservaban del peligro de la apostasía. En Meaux, Francia, fue donde San Juan
de Mata, ayudado de su fiel cooperador San Félix de Valois estableció el centro
de su obra. En estos días de preparación para la Cuaresma, en que tenemos
necesidad de reavivar en nosotros la llama de la caridad hacia los que sufren,
¿qué mejor admirable ejemplo que Juan de Mata y su Orden? Su existencia no tuvo
otra finalidad que el deseo de ir a arrancar de los horrores de la esclavitud a
hermanos desconocidos que languidecían en poder de los bárbaros. ¿Hay limosna,
por generosa que sea, que no sea eclipsada cuando se la compara con el
desprendimiento de estos hombres que se obligan por sus reglas, no sólo a
recorrer la cristiandad para recoger los dineros con el fin de dar la libertad
a los esclavos, sino aún a tomar a veces ellos mismos los hierros de algunos de
estos infortunados, a fin de aumentar el número de rescatados? ¿No es esto
imitar, a la letra, tanto cuanto la fragilidad humana lo permite, el ejemplo
del Hijo de Dios que bajó a la tierra para ser nuestro Redentor? Animados por
tales modelos, entraremos con mayores ánimos aún en las intenciones de la
Iglesia que nos recomienda con tanta insistencia las obras de misericordia,
como uno de los elementos esenciales de la penitencia cuaresmal.
CARIDAD.— ¡Oh
bienaventurado Juan de Mata!, regocíjate ahora con el fruto de tus sacrificios
para con tus hermanos. El Redentor del mundo ve en ti una de sus más fieles
imágenes, y se complace en honrar a los ojos de toda la corte celestial los
rasgos de semejanza que tienes con Él. A nosotros nos toca seguir en esta
tierra tus huellas, ya que esperamos llegar un día al mismo término. La caridad
fraterna nos conducirá; pues sabemos que las obras que ella nos inspira, tienen
la virtud de arrancar al alma de las garras del pecado. Tú la has comprendido
tal como ella radica en el corazón de Dios, que ama nuestras almas más que
nuestros cuerpos y que, a pesar de todo, no desdeña en ayudar a las necesidades
de éste. Consternado por los peligros que corrían tantas almas expuestas al
peligro de la apostasía, acudiste en su ayuda y las hiciste comprender el
precio de una religión que suscita tales abnegaciones. Tuviste compasión de sus
cuerpos, y tus manos quebraron las cadenas tan penosas. Enséñanos a imitar
tales ejemplos.
CELO, Que los peligros
a los cuales las almas de nuestros hermanos se hallan expuestos, no nos hallen
insensibles. Haznos comprender aquella palabra del Apóstol: "Aquel que
aparte a un pecador de los peligros de su vida, al mismo tiempo que salva el
alma de éste, cubre las muchedumbres de sus propios pecados". Concédenos
participar también de esa ternura compasiva que nos hará generosos y decididos
a aliviar los males que nuestros hermanos sufren en sus cuerpos y que
frecuentemente son para ellos causa de blasfemar contra Dios y su Providencia.
Fuiste libertador de los hombres, acuérdate en estos días de todos aquellos que
por el pecado gimen bajo la cautividad de Satanás, y sobre todo de aquellos
que, en la embriaguez de las ilusiones mundanas, no sienten el peso de sus
cadenas y duermen tranquilamente en su esclavitud. Conviérteles al Señor, su
Dios, a fin de que recobren la verdadera libertad. Protege a la Orden que
fundaste a fin de que el objeto de su antigua abnegación pueda aún servir a las
necesidades de la sociedad cristiana.
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