De San Tito no tenemos otras noticias que las que San Pablo nos
suministra; y a los datos del Apóstol hemos de acordar su biografía. El primer
dato sobre Tito lo encontramos acompañando a San Pablo a Jerusalén
con Bernabé. El objeto del viaje fue defender Pablo el Evangelio de
Jesucristo frente a los doctores judíos que querían someter a los
conversos a las ceremonias legales del Viejo Testamento, murmurando de San
Pablo porque se oponía a semejante servidumbre. Hacía catorce años que Pablo se
había ausentado de la ciudad santa donde estuvo a raíz de su conversión, tres
años después de la misma. El viaje obedecía a una "revelación" que
tuvo, donde se le ordenó subir allá a verse con las "columnas de la
Iglesia", como llamaban a San Pedro, San Juan y Santiago, a fin
de confrontar su predicación con la de ellos; estando acordes en todo, en
señal de lo cual se dieron las manos, a Pablo y a Bernabé se entiende, y
no a Tito porque era gentil.
Los enemigos de San Pablo pretendían que los conversos se circuncidaran,
ya que le oyeron decir que los cristianos no estaban obligados a aquella
ceremonia. Furtivamente espiaban a Pablo en estas predicaciones, y fue tal la
defensa que hizo de su nueva teología, que "ni aun Tito, que me
acompañaba, con ser gentil, fue obligado a circuncidarse" (Gálatas II, 3).
No era, pues, Tito judío. ¿Dónde, o en qué poblado o ciudad había nacido?
¿Creta, Corinto, Antioquía? Es inútil discurrir a este respecto. Era
sencillamente, gentil. ¿Por qué, siendo gentil, acompañó a San Pablo? La palabra
"gentil" se usaba para denominar a los griegos, según algunos
expositores. En aquel entonces, Tito era cristiano. Venia del
"gentilismo", pero era cristiano, razón por la cual, juzgándose los
judíos cristianos representantes de las dos leyes, la judía y la cristiana,
pretendían que los conversos aceptasen la circuncisión, sosteniendo que sin
ella no podían salvarse (Hechos de los Apóstoles XV, 1). El punto de partida de
San Pablo para este viaje a Jerusalén fue Antioquía, donde había muchos
discípulos del Señor. El y Bernabé "se quedaron allí mucho tiempo con los
discípulos" (Hechos de los Apóstoles XIV, 28). Apareciendo Tito con ellos
en Jerusalén, por deducción, Tito debió ser antioqueno, convertido por San
Pablo a la fe, tomándole desde entonces por "socio" y
"coadjutor" suyo.
Como sujeto de toda garantía espiritual y de un celo grande semejante al
suyo, San Pablo encomienda a Tito, en su tercer viaje a Tiro, Patara, Rodas,
Esmirna, Tróade, Filipos, Tesalónica, Éfeso, Antioquía, dos misiones delicadísimas
a los corintios: la primera desde Éfeso y la segunda desde Macedonia. Los
corintios fueron evangelizados por San Pablo. Les cobró el Apóstol un cariño y
una solicitud grandes; pero no faltaron disidentes y traidores a la causa de la
fe. Algunos judíos conversos dieron nuevas a San Pablo del mal espíritu de
algunos, y los mismos fervorosos cristianos le dirigieron una carta enterándole
de los pecados y disensiones entre ellos. Ya en sus comienzos se vio en la
necesidad de salir precipitadamente de Corinto porque los judíos le acusaron
ante Galión, procónsul de Acaya, de que Pablo "persuade a los hombres a
honrar a Dios contra la ley", la ley antigua (Hechos de los Apóstoles
XVIII, 13).
San Pablo hubo de embarcarse navegando a Siria, bajando después a Éfeso.
En Éfeso estaba Tito. Con lo sabido por él mismo, las noticias que fueron
llegando después de su partida, la carta que los corintios le dirigieron,
consultándole diversos puntos, Pablo escribió su primera carta a los corintios,
encomendando a Tito le sirviera de correo, a la vez que de apóstol y
encomendero suyo para ver de poner paz entre los corintios y reducirlos a la
concordia. El primer punto a coordinar era la división entre los conversos,
llamándose unos discípulos de Pedro, otros de Apolo, otros de Cristo y otros de
Pablo. "¿Está dividido Cristo? —les dice— ¿O ha sido Pablo crucificado por
vosotros?" (Corintios I, 13). Siendo Corinto ciudad internacional, a ella
acudían no solamente los ricos comerciantes, sino los filósofos, los oradores,
los sofistas. Vivían pagados de su sabiduría. "Los judíos piden milagros,
los griegos sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos, locura para los gentiles, mas poder y sabiduría de
Dios para los llamados, ya judíos, ya griegos" (ibidem 22-23).
El espíritu de partido, los pleitos entre los conversos, los vicios de
la impureza, el incestuoso, etc., son temas de San Pablo. Por sabia que fuera
la carta de San Pablo, el intérprete de la misma y el ejecutor había de ser
Tito. Qué tino, qué prudencia, qué sabiduría, qué don de gentes necesitaba el
discípulo para llevar a cabo la paz y la concordia entre todos volviéndolos al
verdadero cristianismo, que era Cristo. Deseando conocer San Pablo el éxito de
su carta y de las gestiones de su ardoroso y fiel discípulo, le citó en Tróade
a donde se dirigía San Pablo a predicar el Evangelio de Cristo. "En medio
de haber abierto el Señor una entrada, no tuvo sosiego mi espíritu, porque no
hallé a mi hermano Tito, y así, despidiéndome de ellos, partí para
Macedonia" (II Corintios XI, 12-13). La inquietud de San Pablo estaba bien
justificada por la ternura que sentía por los nuevos convertidos por él, por la
dificultad creada por ellos en asuntos de gravedad y por el miedo que sentía
por su querido discípulo, por si no lo habían recibido bien o no había tenido
éxito en sus gestiones.
Llegó San Pablo a Macedonia y crecieron sus angustias por nuevas
dificultades. Muy grandes debieron de ser. Tito no estaba allí. "Pues así
como llegamos a Macedonia, no he tenido consuelo ninguno según la carne, sino
que he sufrido toda suerte de tribulaciones, combates por fuera, por dentro
temores" (II Corintios VII, 5). Las grandes penalidades del Apóstol en
Macedonia tuvieron su recompensa con la llegada de Tito. "Pero Dios, que
consuela a los humildes, nos consoló con la llegada de Tito y no sólo con su
llegada, sino con el consuelo que de vosotros nos trajo, al anunciarnos vuestra
ansia, vuestro llanto y vuestro celo por mí, con lo que creció más mi
gozo", La embajada de Tito fue cumplida y triunfante, hasta el punto de
que el Apóstol, que se había manifestado duro con los corintios en su segunda
carta a los mismos, se sincera un poco de su filípica anterior atenuando su
rigor por contraposición al amor que les tiene.
El puro elogio que hace de Tito muestra bien a las claras el valor de su
obra apostólica y del tiempo con que llevó a cabo su misión. "Que si en
algo me glorié con él de vosotros, no he quedado confundido, sino que así como
en todo os habíamos hablado verdad, así era también verdadero nuestro
gloriarnos con Tito. Y su cariño por vosotros se ha acrecentado viendo vuestra
obediencia y el temor y temblor con que le recibisteis. Me alegro de poder en todo
confiar en vosotros" (ibidem XII, 14-16).
Por si había quedado algún leño encendido entre los corintios, y ante
las buenas nuevas traídas por Tito, San Pablo les escribe su segunda carta
desde Macedonia, confiándola al mismo Tito, queriendo que el que tan buen éxito
tuvo en su primera misión, acabara la obra en la segunda. El empeño era más
fácil. Conocían los corintios a Tito y le amaban. Sabían los corintios el celo
del discípulo de San Pablo por ellos y le recibirían y atenderían de mejor gana
que en la primera. Así aconteció. "Y gracias sean dadas a Dios, que puso
en el corazón de Tito esta solicitud para vosotros, pues no sólo acogió nuestro
ruego, sino que solicitó por propia iniciativa partir a vosotros" (ibidem
VIII, 16). En esta segunda carta San Pablo cambia su técnica epistolar,
manifestándose más humano y comprensivo, en atención a las buenas noticias que
Tito le diera de ellos. Les muestra su deseo de ir a verlos, imposible de
realizar por entonces, perdona al incestuoso, canta su libertad evangélica y se
declara heraldo de la verdad… hace un resumen de sus padecimientos por el
apostolado de Cristo y pregona un elogio a los corintios. "Y así como
abundáis en todo, en fe, en palabra, en ciencia, en toda obra de celo y en amor
hacia nosotros, así abundéis también en esta obra de caridad" (ibidem VIII,
7). (Pide a los corintios hagan una colecta por los pobres de Jerusalén). No
deja en el tintero su ascendencia judía y farisaica frente a la vanidad de los pseudo-apóstoles,
a la vez que se absuelve de no haberles sido gravoso en nada ni querer nada
para sí. En esta defensa incluye a Tito,. ¿Os he explotado acaso por medio de
alguno de los que os envié? Yo animé a Tito a ir y envié con él al hermano.
¿Acaso Tito os explotó? ¿No procedimos ambos según el mismo espíritu? ¿No
seguimos los mismos pasos?" (ibidem XII, 17-18). Flaqueza ha sido en el
sacerdocio antiguo el interés. Los nuevos apóstoles suplican algunas limosnas
para los pobres, para ellos nada quieren. Tito sigue a San Pablo en su
desinterés.
En la segunda carta a Timoteo hay otra alusión a Tito. "Date prisa
a venir a mí, porque Demás me ha abandonado por amor a este siglo, desertó del
apostolado y se marchó a Tesalónica, Crescente a Galacia, Tito a Dalmacia"
(II Timoteo IV, 9). ¿Otra misión delicada? Sin duda alguna; porque, al decir
San Pablo que "Demás me ha abandonado", haciendo después mención de
Crescente y de Tito, no significa que estos dos últimos le abandonaran también,
sino que hubieron de dejarlo por su misma voluntad. El viaje de Tito a Dalmacia
y las razones del mismo las desconocemos. Es un inciso que San Pablo dejó en la
oscuridad, mas, conociendo el celo del Apóstol por los cristianos, es de
suponer que su envío allá sería por intereses grandes de los conversos y de la
Iglesia.
Después de su prisión, San Pablo pasó por Creta. ¿Se encontraba en la
isla Tito? ¡Acompañaba a San Pablo en su viaje a la isla? Las palabras de San
Pablo en la carta que le escribe, desde Nicópolis, en el Epiro, da a entender
que Tito trabaja en la viña del Señor de Creta. Dice el Apóstol: "Te dejé
en Creta para que acabases de ordenar lo que faltaba y constituyeses por las
ciudades "presbíteros" en la forma que te ordené" (Tito I, 5). "Te dejé en Creta para que acabases
de ordenar lo que faltaba..." indicación de que allí trabajaba llevando a
cabo una obra que no se había terminado, ordenándole el Apóstol que la acabara.
Fue consagrado obispo de Creta por el mismo San Pablo. En la carta que le
escribe le suplica que deje Creta tan pronto como lleguen Artemas o Tíquico,
que él enviaba, y fuera a verle en Nicópolis, lo antes posible, "porque
tengo el propósito de pasar allí el invierno". Tito le acompañaría en todo
este tiempo. Se ha dicho ya que desde Nicópolis le envió a Dalmacia.
Resumiendo la carta que le escribe San Pablo, aparte de ser una
distinción muy grande, a la vez propone en ella las perfecciones que ha de tener
un obispo presbítero, todo lo cual hace comprender que el modelo vivo de los
obispos era Tito: "porque es preciso que el obispo sea inculpable, como
administrador de Dios; no soberbio, ni iracundo, ni dado al vino, ni
pendenciero, ni codicioso de torpes ganancias, sino hospitalario, amador de los
buenos, modesto, justo, santo, continente, guardador de la palabra
fiel...", "porque hay muchos indisciplinados, charlatanes,
embaucadores, sobre todo, los de la circuncisión, los judíos a los cuales es
preciso tapar la boca... Bien dijo uno de ellos, su propio profeta: Los
cretenses, siempre embusteros, bestias malas y glotones" (Epiménedes de
Cnosos. Siglo VI a. de J. C.). Vienen después los consejos por categorías según
la edad y condición. Finaliza San Pablo la carta dando consejos al mismo Tito:
"Evita las cuestiones necias, las genealogías y las contiendas y debates
sobre la ley, porque son inútiles y vanas". Un final muy ajustado a la
doctrina del Evangelio, en lo social: "... y que los nuestros aprendan a ejercitarse
en buenas obras para atender a las necesidades apremiantes y que no sean
hombres infructuosos". Esta carta se escribía por los años 66-67. Una
tradición registrada por el historiador Eusebio afirma que murió de muchos años
en Creta, siendo enterrado en la catedral. Siglos después fue trasladado a
Venecia, donde descansan sus restos.
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