(738 d. C.) Según su
biógrafo, que quizás habría sido un contemporáneo, san Euquerio llevó desde la
niñez vida de santo. Nació en Orleans y entró en la abadía benedictina de
Jumiéges, hacia el año 714. Seis o siete años después murió Soavarico el obispo
de Orleans, que era su tío, y el senado, el pueblo y el clero de la ciudad,
enviaron una diputación al mayordomo de palacio, Carlos Martel, para pedirle
permiso de elegir a Euquerio como obispo de la ciudad. Carlos Martel dio su
consentimiento y envió a uno de sus oficiales para escoltar al santo desde el
monasterio hasta Orleans.
Euquerio se resistió a aceptar en un principio, rogando a
sus monjes que le retuviesen para salvarlo de los peligros que le amenazaban en
el mundo. Pero los monjes le exhortaron a vencer su rechazo y a anteponer el
bien del pueblo a sus propios deseos. Euquerio fue consagrado en 721 y, a pesar
de la repugnancia con que había aceptado el cargo, fue un pastor ejemplar y se
entregó en cuerpo y alma al bien de su grey, que le dispensó gran cariño y
veneración.
Sin embargo, el favor de Carlos Martel no duró mucho tiempo.
Dicho príncipe tenía por costumbre apoderarse de las rentas de las iglesias,
animando a otros a hacer lo mismo, para pagar los gastos de sus guerras y
recompensar a sus servidores. San Euquerio se opuso abiertamente a tales
confiscaciones y los malos consejeros hicieron creer a Carlos Martel que la
intención del obispo era la de ofenderle. El año 737, cuando el mayordomo
volvía a París, después de haber derrotado a los sarracenos en Aquitania, entró
en Orleans, mandó a Euquerio que le siguiese hasta Verneuil-sur-Oise y desde
ahí le desterró a Colonia. La piedad y el agradable carácter del santo le
ganaron tanta popularidad en aquella ciudad, que Carlos Martel le mandó
trasladar a una fortaleza de las proximidades de Lieja y le puso bajo la
vigilancia directa del gobernador del distrito. Pero el obispo ganó de nuevo a
todos, y el gobernador le nombró limosnero y le dio permiso de retirarse al
monasterio de Saint-Trond, cerca de Maestricht, donde Euquerio pasó el resto de
su vida en oración y contemplación.
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