martes, 31 de agosto de 2021

1º de septiembre NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS, (Méjico)


NUESTRA SEÑORA
DE LOS REMEDIOS,
(Méjico)



   La advocación de Nuestra Señora de los Remedios va unida, en Méjico, a la entrada de los españoles con Hernán Cortés y a la famosa "Noche triste". En aquellos heroicos momentos, fue Ella su auxiliadora y consoladora, llegando hasta a aparecérseles en el cerro de Totoltepec, según asegura la tradición. Todavía se levanta en su honor, cerca de Méjico, una suntuosa iglesia, cuya imagen es llevada a la Catedral , en la Octava de su festividad, para satisfacer la devoción del pueblo fiel.

   Según Cayetano de Cabrera y Quintero, desde 1575 se colocó la imagen en una iglesia nueva, "acabada perfectamente-, y con casi los adornos que hoy tiene; bien que techada como se practicaba entonces, de maderas, y esculpida techumbre, que después, sufriéndolo las primeras paredes, que acaso se hicieron bastantemente fuertes a este intento, se labró, y edificó de bóveda. Añadiremos que en esa iglesia hubo unas pinturas al pincel de Alonso de Villasaña donde se daba cuenta del magnífico portento, o sea la aparición de la Virgen

   Nuestra Señora de los Remedios, gozó de la devoción de los españoles. Por eso resulta conmovedor el empeño de criollos como Cayetano de Cabrera y Quinteto quién señala que si para su tiempo -mediados del siglo XVIII existían dos saantuarios importantes cerca de México, era porque la Virgen quiso tener dos recompensas por los favores que había hecho a los indígenas a quienes se había aparecido y a sus respectivos parientes que sanaron por su intercesión. Esa doble recompensa no era sino "dos templos, y dos casas que fuesen la de la salud para todos; la de Guadalupe, donde se apareció para darla: y la de los Remedios, donde se quiso aparecer para aplicarlos, y donde como en oficina de arcanos mezclando los que -habían traído de la Europa, los templó yy ajustó a nuestro clima, uniéndolos o haciéndolos uno, con los que ya en flores, y sus quintaesencias había alambicado en Guadalupe, y los que como antes a los Indios, quiso franquear aquí a los españoles, poniéndolos como en botica para todos, en la casa de sus remedios, que es muy suya, por serlo el suelo de esta tierra, y más porque se la ingenió y mandó hacer, a su otra imagen, a la que con franqueza de indiana, no sólo labró casa, cuando por conquistadora, y venida de España estaba (como suelen decir) por los suelos, sino que quiso alternar con ella su poder para nuestro bien, y salud especialmente cuando la combatiesen pestilencias".

1 de septiembre SAN GIL, Abad

 

SAN GIL, Abad

Quien se ensalza será humillado
y quien se humilla será ensalzado.
(Lucas, 14, 11).

   San Gil abandonó Grecia, su patria, para sustraerse a los honores que le atraían sus virtudes y sus milagros, y fue a la Provenza a pedir un asilo a su humildad. Perseguido, allí también, por la veneración de los pueblos, resolvió retirarse a un desierto. "Puesto que los hombres se obstinan, dijo, en rodearme de respeto, iré a vivir entre las fieras". Encontró en una roca una cierva que le proporcionó leche. Habiéndolo herido los cazadores del rey por tirar sus flechas sobre ella, no dejó el santo le pusieran nada sobre su llaga a fin de sufrir y merecer más. El rey le hizo edificar un monasterio donde murió santamente en el año 712.

MEDITACIÓN SOBRE EL CONOCIMIENTO
DE LA PROPIA NADA

   I. Considera que por ti mismo nada eres, y que todavía estarías sepultado en la nada, si Dios, por un puro efecto de bondad, no te hubiera llamado a la existencia. Considera, en segundo lugar, que tus pecados han merecido el infierno, y ya estarías en él, si Dios no hubiera tenido misericordia de ti. ¿Por que, pues, te quejas, si se te niegan los honores que ambicionas? Se te hace justicia tratándote de este modo. ¡Oh hombre! conoce tu nada y tu malicia. El más hermosos y el más útil de todos los conocimientos es el de sí mismo; por él se llega al conocimiento de Dios. (San Clemente de Alejandría).

   II. De estos dos principios, que son la base de la verdadera humildad, hay que extraer dos conclusiones: la primera, que debes recibir con alegría todas las humillaciones que te acaezcan, porque no se te podría estimar menos, ni tú colocarte más bajo de lo que mereces; la segunda. que debes tener horror por los honores que se te tributen, porque sabes que no eres digno de ellos. Este pensamiento debe llevarte a evitar todas las ocasiones en las que preveas que se te honrará: debe moverte a cerrar los ojos sobre tus virtudes y tus méritos, para no considerar sino tu nada y tus pecados. Los santos ignoran lasvirtudes de que dan ejemplo. (San Gregorio)

   III. En fin, cuando así te humillares no te imagines que has hecho gran cosa. Digas lo que digas para humillarte, nunca dirás más que la verdad; y todavía no la dirás enteramente. Hagas lo que hagas no harás más que tu deber y siempre serás un servidor inútil.

La humildad
Orad por vuestros superiores.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, Señor. que la intercesión del santo abad Gil nos torne agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que  no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén.

1º de septiembre LOS DOCE HERMANOS MÁRTIRES



LOS DOCE HERMANOS MÁRTIRES

Para poder sufrir más, Cristo no abrió enseguida su costado.
Lo abrió después de morir, para revelar el amor de su corazón,
para enseñarnos que el amor no se hace espiritualmente presente
antes de la muerte del hombre viejo que vive en nosotros según la carne. 
(San Francisco de Borja).


   Se trata de doce mártires, cuyos cuerpos, recogidos en diversas partes de Italia, fueron trasladados en el siglo octavo a la ciudad de Benevento.

1º de septiembre SAN LUPO o LEU, Obispo de Sens

SAN LUPO o LEU, 
Obispo de Sens

   San Loupo o Leu,  perteneciente a una familia noble, nació en Orléans.  Fue elegido Arzobispo de Sens en 609.

   Clotairo, rey de los Francos, entrando en Borgoña, envió a su senescal contra los habitantes de Sens, éste sitió la ciudad. San Lupo, hizo repicar la campana de la iglesia de Saint Eesteban. Los sitiadores, oyendo ese sonido, sintieron tal pánico, que pensaron que no podrían escapar a la muerte, y emprendieron la huida.          

   Habiéndose finamente apoderado de la Borgoña, Clotario envió a Sens a otro senescal. Como San Lupo no acudió a su presencia llevándole presentes, lo difamó ante el rey, y éste lo envió al exilio.  Allí, San Lupo se destaca por su doctrina y milagros.

   Los habitantes de Sens pidieron al rey que llamara a San Lupo del exilio. Cuando Clotario se encontró ante aquel hombre paciente y mortificado, se sintió tan conmovido que se prosternó a sus pies solicitando su perdón. Colmándolo de presentes, lo restableció en su Sede.

   Después de haberse hecho famoso por sus grandes virtudes y milagros, el Santo Obispo entregó su alma a Dios alrededor de 610.

1º de septiembre SANTA VERENA o VENERA, Virgen


SANTA VERENA o VENERA,
Virgen


   Como pasa con tantos santos de los primeros siglos del cristianismo,  no poseemos muchos datos sobre la vida de esta Santa. Las dos "biografías" de Santa Verena, fueron escritas, una en 888, y la otra, alrededor de 1005; además, existe un relato de los "Miracula S. Verenæ” escrito más o menos en 1010, en donde se describe la veneración hacia la Santa que existía en su tumba de  Zurzach en el siglo X.

   Nacida en el Alto Egipto, viajó al Bajo Egipto, en donde se unió a la Legión Tebea cristiana, a la cual siguió hasta Italia. Se queda en Milán, mientras la Legión Tebea prosigue su camino, siendo después masacrada cerca de Agauno (Suiza), `por odio a la fe cristiana, con su comandante San Mauricio, alrededor de 302, por orden del Emperador Maximiano (fiesta religiosa el 22 septiembre).

   Santa Verena pasó por Agauno, Soletta, Koblenz y finalmente se quedó en Zurzach (Suiza), donde encontró una iglesia cristiana, permaneciendo allí hasta su muerta.

   Su vida es un ejemplo del ideal cristiano de virtudes y amor al prójimo, se ocupaba de dar de comer a los pobres y curar a los leprosos.

   Su tumba se convirtió en objeto de culto, y en el testimonio de los primeros pasos del cristianismo en Suiza. El monasterio edificado allí en el siglo X, fue meta de numerosas peregrinaciones de reyes, condes y duques.

   Es una de las santas más veneradas en Suiza. Su altar, capilla y reliquias se conservan aún hoy.

1º de septiembre SAN GEDEÓN Antiguo Testamento


SAN GEDEÓN
Antiguo Testamento



   Los episodios de sagrado libro de los Jueces, "cuando no había rey en Israel y cada cual obraba conforme a su albedrío", parecen todos calcados sobre este sencillo esquema: Pecaba Israel y le castigaba Dios; Israel se arrepentía y Dios le perdonaba, levantando el castigo. El pecado era la idolatría, y el castigo, la opresión de Israel por las gentes de Canaán y sus alrededores. Movido, al fin, el Señor por la penitencia de su pueblo elegido, "le proporcionaba libertadores -llamados jueces- que le sacasen de las manos de sus opresores y le librasen de tan dura servidumbre".
   Uno de tales jueces o libertadores, a continuación de Barac y Débora la profetisa, allá por los años de 1240 antes de la era cristiana -sin que la fecha pueda tenerse por rigurosamente exacta-, fue Gedeón, hijo de Joás, de la familia (clan, dicen los modernos) o tronco de Abiezer, de la tribu de Manasés. Acomodada primero esta familia en la región de Galaad (hoy el reino hachemita de Jordania) al otro lado del Jordán, emigró después, y pasando el río, vino a residir en Efra u Ofra (hoy Et-Taiyibe), a unos doce kilómetros de Beisán, muy cerca de Naím y Endor, al lado del monte llamado Pequeño Hermón.

   En Efra, donde su solar paterno era uno de los principales, si no el principal, nació Gedeón, que significa "cortador". Llamósele también Yerubbaal, Yerubbescheth y Yerubboscheth, como destructor del ídolo ignominioso de Baal y cortador de su bosque. San Agustín y Procopio de Gaza insinúan que fue jiliarjos = capitán o jefe de mil soldados, fundándose en la palabra hebrea "elef" que, sin embargo, en este caso no significa millar sino familia, o estirpe.

   Vimos al principio la situación tan lamentable social, política y religiosa del pueblo hebreo en tiempo de Gedeón. No era mejor la exterior, muy semejante a la que hoy atraviesa el nuevo Estado de Israel cercado por todas partes de naciones árabes que le odian a muerte y, si posible les fuera, le borrarían del mapa. "Pecaron nuevamente —dice el sagrado texto— los hijos de Israel delante del Señor, el cual los entregó en manos de los madianitas por siete años; quienes de tal manera los oprimieron, que los israelitas se vieron obligados a poner su morada en las grutas naturales de los montes, en cuevas artificiales y hasta en ruinas de antiguos castillos."

   El hecho central y culminante de la historia de Gedeón es precisamente la victoria conseguida contra estos madianitas por un medio del todo inadecuado para tan resonante y decisivo triunfo militar. Sabido es cómo en la Edad Media había entre nuestras villas y ciudades comunidad de pastos, que permitían apacentar los rebaños mucho más lejos del propio territorio o jurisdicción municipal; cosa parecida ocurre hoy entre las tribus beduinas, a ratos nómadas, del Oriente; el terreno de cada clan es inviolable y se guardarán muy bien de penetrar los demás en él en plan de dominio; otra cosa es, sin embargo, tratándose del pastoreo, pues se mezclan unas tribus con otras, aunque a veces se sirvan de este derecho para invadir en son de guerra el ajeno territorio.

   Las tribus nómadas contemporáneas y vecinas de Gedeón, so pretexto de apacentar los rebaños, pasaron el río Jordán y en plan de conquista acamparon en la planicie de Jezrael (hoy Zerajin) en la extremidad oriental de la extensa y rica llanura de Esdrelón. Planeóse el ataque colocándose Madián al norte, Amalec al sur y los "Beni Qedem" = Hijos del Oriente, agrupación de diversas tribus nómadas, al este. Del número e importancia de esta invasión nos persuaden estos datos bíblicos: "Cuando venía la sementera, se presentaban los madianitas, los amalecitas y otros pueblos orientales... y no dejaban a los israelitas nada de lo necesario para la vida, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos, desolándolo todo por donde pasaban... Es de advertir que las tiendas de campaña henchían el valle de Jezrael como espesa plaga de langostas y sus camellos eran innumerables como las arenas de las orillas del mar". Dos reyes, Zebee y Salmana, y dos príncipes, Orez y Zeb, capitaneaban aquel ejército que, a juzgar por las cifras bíblicas, se componía de 135.000 hombres. Era ya el séptimo año de invasión.

   Obediente Gedeón a la voz de Dios convocó a toda la cognación de Abiezer y a las tribus de Israel que tenía más cerca. Resonó en los montes el clarín de guerra y los emisarios esparcidos por todas partes intimaron órdenes de concentración. Reuniéronse 32.000 hombres de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí. Hubo Gedeón, indudablemente, de justificar su jefatura recordando primero la reprensión general hecha en nombre de Dios por aquel "varón profeta", que aparece sin saber dónde, ni cuándo; refiriendo después la visita del "ángel del Señor" que le ordenó ponerse al frente del ejército y probó su misión quemando con su báculo (presentóse como caminante) la oblación preparada; participando, finalmente, la íntima y continua comunicación con la que Dios le favorecía, mandándole destruir el altar de Baal, accediendo a la prueba del rocío y el vellocino, y revelándole la victoria por el diálogo de los centinelas madianitas escuchado por Gedeón y su criado Fara.

   Nuevamente habló Dios a Gedeón para decirle que no quería que Israel le disputase la gloria del triunfo a causa del número, y así, hecha la primera prueba, abandonaron las filas 12.000 soldados, practicada la segunda, consistente en el modo de beber (en pie o arrodillados) en la fuente de Harad (hoy Ain-Djalud, en la montaña de Gelboé), quedaron sólo 300, quienes en tres grupos y armados de bocinas en la diestra y de ollas con teas encendidas dentro en la izquierda, irrumpieron de noche por tres sitios diferentes en el campamento y rompiendo las vasijas, sonando las trompetas y gritando: "Espada del Señor y de Gedeón", sembraron la confusión entre los orientales, haciendo que se matasen unos a otros y huyendo los demás. Cortando a éstos los de Efraím el paso del Jordán, completaron la gesta.

   Disfrutó Israel de paz cuarenta años y sirvió a Dios toda la vida de Gedeón, quien murió y fue puesto en el sepulcro de su padre Joás en Efra, a donde se había retirado. Con el oro cogido al enemigo había fabricado un efod, o monumento conmemorativo, causa ocasional de prevaricación de Israel, después de su muerte, por lo que va Gedeón envuelto en la acusación bíblica como causa remota, aunque involuntaria. Respecto a la poligamia (tuvo 70 hijos de varias mujeres), ni es caso único en los santos del Antiguo Testamento, ni la ley evangélica estaba en vigor.

   Completamos esta biografía, proclamando la santidad de Gedeón. "Loados sean también los Jueces, cada uno por su nombre -exclama el Eclesiástico-, cuyo corazón no fue pervertido, porque no se apartaron del Señor; a fin de que sea bendita su memoria y reverdezcan sus huesos allí donde reposan y dure para siempre su nombre y pase a sus hijos con la gloria de aquellos santos varones".

   "¿Y qué más diré todavía? -añade San Pablo a los Hebreos-: El tiempo me faltará, si me pongo a contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas; los cuales por la fe conquistaron reinos, ejercitaron la justicia y alcanzaron las promesas."

   La Iglesia, en una epístola del Común de muchos Mártires, llama Santos a los citados por el Apóstol en dicho texto y ha colocado a Gedeón en el martirologio Romano al día 1 de septiembre, figurando su nombre en casi todos los demás martirológios, dándosele en algunos el título de profeta.

   Califícanle varios Santos Padres de varón justo, amado de Dios, santo, santísimo y le presentan como figura o tipo de Jesucristo.

   Finalmente, aunque la frase que usa la Sagrada Escritura para referirnos su muerte -"murió en buena vejez"- signifique de suyo una edad avanzada, fundándose los exégetas en que también se aplica a otros varones conspicuos (Abrahán, David), la entienden asimismo de la salud, de la tranquilidad, de la fama, de la autoridad, de los méritos y virtudes, de la buena conciencia, de la amistad con Dios, en una palabra, de la santidad.

1º de septiembre SAN JOSUÉ- Antiguo Testamento

SAN JOSUÉ
Antiguo Testamento

   A juzgar por el tiempo que sobrevivió a Moisés, nació en Egipto, durante la esclavitud de los hebreos. Llamábase Oseas = Salvación, pero Moisés, al enviarle con los otros once exploradores a reconocer la tierra prometida, se lo cambió en el de Josué = El Señor salva. Por su padre Nun o Non (en griego Nave) y a través de sus cinco ascendientes Elisama, Amiud, Ladán, Taan y Tale, hermano de Beria, Sara, Rafa y Resef, hijos estos cinco de Efraím, descendía Josué de José, hijo del patriarca Jacob. Realzan su persona tanto el cambio de nombre como el detalle de su genealogía conservada en la Biblia. Elisama, abuelo de Josué, era uno de los doce tribunos, representando en los actos solemnes a la tribu de Efraím.
   Por demás significativos son los epítetos y las frases con que el sagrado texto ha querido reflejar las hermosas cualidades personales de Josué. Oigamos al Eclesiástico: "Esforzado en la guerra fue Jesús (Josué) hijo de Nave (Nun), sucesor de Moisés en el don de profecía; grande según su nombre y más que grande como Salvador de los elegidos de Dios; vencedor de los enemigos de Israel y repartidor de la herencia de su pueblo. ¡Cuánta gloria alcanzó levantando su brazo y lanzando el dardo contra los muros del adversario! ¿Quién antes de él así combatió? Porque el Señor le puso en sus manos los enemigos... Fue siempre en pos del Omnipotente y en vida de Moisés hizo una obra muy buena junto con Caleb, hijo de Jefone, oponiéndose a la revuelta del pueblo para apartar de él la venganza divina y apaciguando el sedicioso murmullo y la maligna murmuración, resolviendo hacer frente al enemigo; estos dos fueron aquellos que del número de 600.000 hombres salieron salvos de todo peligro para conducir al pueblo a la posesión de la tierra que mana leche y miel". En efecto —se nos dice en los Números—, todos aquellos hombres que Moisés envió a reconocer la tierra, y a la vuelta hicieron murmurar al pueblo contra él, publicando falsamente que la tierra era mala, fueron heridos de muerte a la presencia del Señor. Solamente Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, quedaron con vida de todos los que fueron a explorar la tierra. La gran confianza, que en Dios tenía, le hizo clamar contra la infidelidad y perfidia de los otros; y así "Josué por su obediencia llegó a ser caudillo de Israel", pudo escribirse en el libro primero de los Macabeos. Tuvo el espíritu de sabiduría por imposición de las manos de Moisés; y Flavio Josefo le llama "varón de incomparable prudencia y elocuencia, así como fuerte y diligente en el mando supremo".

   No es menos elocuente la narración de sus empresas políticas y militares, que llenan todo un libro de la Sagrada Escritura, al que se ha dado su nombre, considerándole muchos como su autor. Al primer encuentro bélico en Rafidín, cerca del Sinaí, con Amalec, que cortaba el paso a los israelitas, Moisés manda a Josué ponerse al frente de los soldados, mientras él con los brazos en cruz oraba en el monte. Esta designación de Josué como caudillo militar es aprobada por Dios, dándole la victoria y ordenando se escribiese para recuerdo perpetuo. Si Moisés asciende por mandato de Dios a la cumbre del Sinaí, es Josué el único que sube y baja con él y, como parece desprenderse de la narración bíblica, le acompaña también en la visión dentro de la nube. No en vano era para Moisés el principal, el íntimo, carísimo y familiarísimo; tan celoso de la gloria del Legislador que no pudo llevar en paciencia los carismas de Eldad y Medad, por temor a que su ejemplo suscitase la rebelión del pueblo. La misión política y militar de Josué tuvo dos partes: conquistar la tierra prometida y repartirla entre las tribus de Israel. El paso del río Jordán, la circuncisión de los que habían nacido en el desierto, la celebración de la Pascua, la aparición del ángel "príncipe del ejército del Señor", la conquista de Jericó, de Hai, la sumisión de los gabaonitas y el sometimiento primero de la Palestina del norte y después de la Palestina del sur, con la victoria de 31 reyes, son los hechos culminantes de la primera parte de la misión de Josué. En la segunda, asentadas al otro lado del Jordán las tribus de Rubén, Gad y media de Manasés en vida de Moisés, quedó a Josué la tarea de inspeccionar, medir y repartir entre las demás tribus el territorio de la Palestina cisjordánica. Dio cuarenta y ocho ciudades a la tribu sacerdotal de Leví, estableció seis ciudades de asilo (tres a cada lado del río), promulgó las bendiciones y maldiciones en los montes Hebal y Garizín, celebró la fiesta de los Tabernáculos y el año sabático, y colocó en un sepulcro del campo de Jacob, cerca de Siquén (hoy Naplus), los restos de José traídos de Egipto.

   De tantos triunfos militares y políticos obtenidos con el divino auxilio, según la palabra del Señor, que le dijo: "Ninguno podrá resistiros en todo el tiempo de tu vida; como estuve con Moisés, así estaré contigo: no te dejaré ni te desampararé", es necesario destacar cuatro hechos por su evidente carácter sobrenatural: el paso a pie enjuto del río Jordán, el estrepitoso derrumbamiento de las murallas de Jericó, la lluvia de piedras en Betorón y la "detención" del sol en Azeca. "Mañana ha de obrar el Señor maravillas entre vosotros", dijo al pueblo Josué la víspera de pasar el Jordán. En efecto, "siendo el tiempo de la siega, el Jordán había salido de madre" y, sin embargo, sus aguas se dividieron y las que bajaban se detuvieron, "elevándose a manera de un monte", hasta que pasó todo el pueblo protegido por el Arca de la Alianza.

   Al séptimo día de rodear procesionalmente con el Arca de la Alianza el recinto murado de Jericó, levantando el grito todo el pueblo y resonando las trompetas, luego que la voz y el estruendo penetró los oídos del gentío, de repente cayeron las murallas". "¿No es así que al ardor del celo de Josué se detuvo el sol, por lo que un día llegó a ser como dos? Invocó al Altísimo todopoderoso mientras le estaban batiendo por todos los lados sus enemigos y el grande, el santo Dios, oyendo su oración, envió un furioso granizo de piedras de mucho peso."

   Murió Josué de ciento diez años y fue sepultado en su ciudad de Tamnasaret, coincidiendo su historia probablemente con el año 1440 antes de J. C.

   De la santidad de Josué dan testimonio, en primer lugar, las sagradas letras. Ellas dicen que "fue hombre de espíritu, que siempre anduvo en pos del Omnipotente, y en los días de Moisés mostró piedad y no se apartaba del Tabernáculo". Flavio Josefo termina su elogio con estas palabras: "Era en la paz bueno y generoso y además en toda virtud eximio". Josué ha sido tenido por los Santos Padres como figura y tipo de Jesucristo en su nombre y en sus hechos, y San Juan Crisóstomo le llama "Josué casto".

   San Roberto Belarmino, reduciendo a compendio las virtudes de este general hebreo, se expresa de este modo: "Viniendo ya a las virtudes y privilegios de San Josué, diré: Fue el caudillo Josué de una inocencia igual a la del patriarca José, cuyo descendiente era. Otra virtud, y ella singularísima en nuestro Josué, fue la castidad virginal, en la que superó a la castidad del patriarca José y la de su señor y maestro Moisés, En cuanto a la fe en Dios, no sé que haya existido otro mayor que él, y lo mismo creo se puede afirmar de su esperanza y amor a Dios y al prójimo. A todos son notorias su prudencia y fortaleza".

   En la literatura medieval se le cuenta entre los 24 ancianos del Apocalipsis, figurando su nombre al lado de Moisés. Su sepulcro, según San Jerónimo, fue venerado por Santa Paula en su visita a los Santos Lugares de Palestina; los árabes de esta región celebran también su fiesta iluminando el cenotafio tenido en Tibne por el sepulcro de Josué.

   Y, para que nada falte a honrar su memoria, San Gregorio de Tours refiere que se curaban los leprosos bañándose en las aguas termales, que se creían de Josué, de Lévida, ciudad distante unas doce millas de Jericó. El mismo autor escribe que su padre, acudiendo a la intercesión de San Josué, curó de las fiebres y gota que padecía.

   Coptos, griegos y el martirologio Romano le nombran el 1 de septiembre, como también Usuardo y Abdón, quienes le dan el título de "Profeta". Un calendario antiguo, llamado Juliano, le pone el 30 de abril y los musulmanes de Siria acuden a la ciudad de Trípoli en el Líbano para venerar el sepulcro de Josué, que ellos creen estar allí.

1º de septiembre SANTOS VICENTE Y LETO, (Mártires)

SANTOS VICENTE Y LETO,
(Mártires)


La confianza en el Señor jamás salió fallida a nadie:
`Nadie esperó en el Señor y quedó confundido' (Sir. 2:11).
Así que, seguro estoy de ser eternamente bienaventurado,
porque espero firmemente serlo, y porque eres Tú, Dios mío,
 de quien lo espero: `en Ti, Señor, he esperado,
no quede avergonzado jamás" (Sal 30:2; 70:1).
(Beato Claudio de la Colombiere)  

   Contradictorias y sumamente confusas son las noticias que se tienen de los Santos Vicente y Leto. Algunos autores les suponen franceses, diciendo, que Vicente, Obispo, y Leto, presbítero, fueron apóstoles del Occidente, y que murieron martirizados, en cuya última circunstancia todos los escritores convienen. Pero otros autores, y son los más, aseguran que nacieron en la ciudad de Toledo, y que padecieron martirio en su misma patria en el siglo III o IV. Según la carta del rey Silo a Cixia, fueron hermanos naturales de Toledo y martirizados en Libisosa, hoy Lezuca, junto a Alcaraz, Campo de Montiel, por Apolinar de orden de Daciano, en 305. El rito mozárabe los venera desde los más remotos tiempos. En la parroquia de Lezuca, hay unas pinturas barrocas que hacen referencia a estos tres santos.

1º de septiembre SAN PRISCO DE CAPUA Obispo y Mártir


SAN PRISCO DE CAPUA 
Obispo y Mártir

Si no alcanzamos lo que pedimos a Dios, es porque
no oramos con fe, con el corazón bastante puro,
con la confianza bastante grande, o porque no
perseveramos en la oración como debiéramos
(Santo Cura de Ars)

   San Prisco, Obispo, en Capua, fue otro de aquellos sacerdotes que en la persecución de los vándalos, afligidos de diversos modos por defender la fe católica, y metidos en un barco viejo, desde el África arribaron a las riberas de la Campaña de Italia; y esparciéndose por aquel país, y siéndoles encomendado el gobierno de varias Iglesias, propagaron maravillosamente la religión cristiana. Sus compañeros eran Castrense, Tamaro, Rosio, Eraclio, Secundino, Adyutor, Marcos, Augusto, Elpidio, Canion y Vindonio.

1º de septiembre SAN TERENCIANO Obispo y Mártir


SAN TERENCIANO 
Obispo y Mártir

   San Terenciano se convirtió gracias a la fe que veía en los primeros cristianos que llegaron a la ciudad de Todi, Italia. Llegó a ser obispo de Todi. Muchos paganos se convirtieron a la fe de Cristo por su celo pastoral.

   La envidia de los sacerdotes paganos hacia él, crecía de día en día. Por eso, llevados por su envidia y enfurecidos las numerosas conversiones, lo denunciaron al emperador Adriano.

   Por orden del procónsul Licinio, fue atormentado en el potro y con escorpiones; mientras se le iba la vida, repetía: "Señor, sean confundidos los que adoran  a  dioses falsos y se glorían de sus ricas imágenes". Y sucedió que un sacerdote pagano quedó ciego y los templos se cayeron al suelo. Entonces el santo volvió a decir: "Gloria a ti, Jesús bendito, que colmas de bendiciones a quienes creen en ti".

   El juez le preguntó: ¿Dónde está tu Dios? Y Terenciano contestó: "Está conmigo y si tú creyeras en él, encontrarías misericordia".

   Enfurecido, el juez mandó que le cortaran la lengua, y luego le degollaron.

1º de septiembre SAN SIXTO, Obispo y Mártir

 


SAN SIXTO, 
Obispo y Mártir 
(s. I d. C)

El alma que ama a Dios de veras no deja por pereza
de hacer lo que pueda para encontrar al Hijo de Dios.
Y después que ha hecho todo lo que puede, no se queda
satisfecha, pues piensa que no ha hecho nada
(San Juan de la Cruz)

   San Sixto fue discípulo de San Pedro. El mismo Apóstol lo consagró Obispo y fue el primero de la ciudad de Reims; alcanzó la corona del martirio en tiempo de Nerón.

1º de septiembre BEATOS JUAN DE PERUGIA Y PEDRO DE SAXOFERRATO, Mártires

 


BEATOS JUAN DE PERUGIA Y PEDRO DE SAXOFERRATO, Mártires


   Los Beatos Juan y Pedro son de nacionalidad italiana; el primero nacido en Perusa, ciudad de Umbría, y el segundo en Saxoferrato, de la región de los Abruzos. Entraron en la Orden Franciscana en edad avanzada y fueron formados espiritualmente bajo la dirección del mismo seráfico Padre San Francisco. Juan era sacerdote, y Pedro hermano laico. De esto se infiere que Juan era ya sacerdote cuando ingresó en la Orden, porque ni la edad -entró de edad avanzada- ni la organizacióón de la Orden antes del año 1220, que es el tiempo en que hay que colocar la fecha de su entrada en la misma, podían proporcionarle ocasión y coyuntura para adquirir la formación intelectual que entonces se requería para el estado sacerdotal.

   La fecha de ingreso en la nueva Orden, todavía en proceso de fundación, no la conocemos. Ciertamente hay que colocarla después del año 1209, fecha en que comienzan a afluir los primeros discípulos de San Francisco, y antes de 1220, fecha cierta en que aparecen en la ciudad de Teruel.

   Su formación espiritual la recibieron del mismo San Francisco, bajo su dirección inmediata, como todos los primeros compañeros que se le agregaron. Adiestrados en la vida espiritual por tan insigne maestro, bien pudieron realizar en sí el ideal del perfecto religioso franciscano.

   Según la Crónica de los XXIV Generales fueron enviados por el Seráfico Padre al Reino de Aragón «para predicar la fe católica». El Reino de Aragón era el camino que les había de conducir a la España ocupada por los árabes, cuyo punto más próximo era Valencia.

   Hay algo de discrepancia entre los historiadores respecto de la fecha de su llegada a Teruel. En dos capítulos generales envió San Francisco sus frailes a las Misiones: el de 1217, del cual salieron los religiosos principalmente a tierras cristianas, y el de 1219, de donde se dirigen a tierras de moros, pasando por Aragón. La fecha de la llegada de nuestros Beatos a Teruel depende de una u otra de estas dos expediciones, en que debieron de salir a predicar la fe. Algunos sostienen que llegaron a Teruel en 1216 ó 1217, mientras que otros, más numerosos, dan como año de entrada en Teruel el 1220. Esta fecha nos parece más aceptable: primeramente por convenir en ella mayor número de historiadores, y luego por estar más en consonancia con la finalidad de la misión de los religiosos enviados por el Seráfico Padre a la tierra de infieles; más concretamente, la predicación de la fe a los sarracenos de España y Marruecos, cuyo paso natural para llegar allí era Aragón. Resultado de esta misión fueron los protomártires de la Orden en Marruecos y nuestros Beatos, martirizados por los moros de Valencia. Ya hemos dicho que la misión de 1217 tuvo como finalidad la predicación entre fieles y propagar la Orden en las naciones cristianas de Europa; por eso no se produjo ningún martirio.

   Enviados por San Francisco al Reino de Aragón, ellos mismos eligieron la ciudad de Teruel para fijar pie en ella. La causa de esta elección es obvia. El P. Tomás Jordán, cronista del Convento de Zaragoza, lo declara al afirmar que, siendo la intención de los Beatos predicar la fe a los moros, y con ello buscar la gracia del martirio, se dirigieron a Teruel como punto más cercano a Valencia, que es en donde ellos intentaban predicar.

   De su estancia en Teruel, dice la Crónica de los XXIV Generales que, con la oración y la predicación, esparcieron por aquellas tierras el buen olor de su santidad. Su porte humilde, caritativo y sencillamente franciscano les granjeó en gran manera el afecto de todo el pueblo.

   Cuadra aquí muy bien una antigua tradición muy arraigada en Teruel. Apenas llegaron a la ciudad, no teniendo todavía local donde cobijarse, se dirigieron a un hospital, dicen que de leprosos, situado en la plaza de San Juan, donde comenzaron a prestar los buenos servicios de la caridad a los enfermos. Las noches las pasaban en casa de una persona caritativa que los albergaba por amor de Dios. El emplazamiento de esta casa todavía se muestra en la calle llamada de los Santos Mártires, donde hasta hace poco aún existían restos de pinturas antiguas que recordaban este hecho. Hoy lleva esta casa en la fachada unos azulejos con las imágenes de los santo mártires. Este modo de preceder anda en perfecto acuerdo con la primitiva organización de la Orden Franciscana. Los frailes franciscanos no tuvieron residencias fijas hasta después del año 1221. Hasta esa fecha vivían practicando la oración, la predicación y la caridad recorriendo ciudades y villas, siendo siempre sus lugares preferidos los hospitales. Era, pues, muy puesto en razón que al llegar a Teruel los Beatos Juan y Pedro se dirigieran al hospital, según su modo de vivir en Italia.

   Después del año 1220 comienza ya en la Orden Franciscana, recién fundada, la organización de las casas en residencias fijas. La Crónica de los XXIV Generales dice que los Beatos Juan y Pedro, conformándose con la nueva modalidad de la Orden, resolvieron establecer en Teruel residencia fija. El lugar preciso donde construyeron su humildísima morada está bien determinado por las fuentes históricas que refieren el caso. Muy cercana a la ciudad y a la vera del río Turia, se alzaba una pequeña ermita dedicada al Apóstol San Bartolomé. Como ya hemos dicho antes, los santos religiosos se ganaron el afecto de toda la población por su caridad, predicación y buen ejemplo. Ello fue causa de que de muy buen grado les ofrecieran dicha ermita para edificar junto a ella su pobre y pequeña morada. Fabricaron de pobres y humildes materiales dos celditas adosadas al ábside de la ermita, de tal manera que la del Beato Juan correspondía al lado del Evangelio y la del Beato Pedro al lado de la Epístola. Junto a la ermita tenían los Beatos un huertecito en el cual cultivaban las verduras que les servían para su pobre alimentación. Este huerto existía todavía al final del siglo XVII.

   Dentro del actual claustro de los Franciscanos hay un pozo que ya de tiempo inmemorial se tiene como obra de nuestros Beatos. Este pozo es lo único de los santos mártires que ha llegado hasta nosotros. Tiene escasa profundidad y nunca se ha agotado el agua. De la grande veneración en que se ha tenido este pozo y de los prodigios obrados por su agua, ya hablaremos más adelante. Las Relaciones del Proceso de Beatificación de los santos mártires nos hablan de este pozo como obra realizada por ellos mismos, para proveerse de agua en sus necesidades.

   El tiempo que estuvieron en Teruel lo emplearon santamente en la edificación de aquellas gentes con su buen ejemplo, con la oración y la predicación de la divina palabra. Este apostolado no se limitó sólo a Teruel, sino que también se extendió a toda la comarca circundante. En su propia capillita la predicación era muy frecuente y seguramente concurrida, dada la veneración y afecto que les tenía el pueblo. La ermita tenía un púlpito que ellos construyeron o que existía ya al tomar posesión de la misma, de donde solían dirigir la palabra de Dios a los fieles. Este púlpito había de ser, andando el tiempo, como el primer altar que recibiera sus santos cuerpos al ser rescatados después de su martirio y ser traídos en viaje triunfal a Teruel.

   No podemos determinar con exactitud el tiempo transcurrido en Teruel hasta su partida a predicar la fe en Valencia. Waddingo dice que ocurrió su martirio a los diez años de su llegada a Teruel y el P. Vicente Martínez Colomer afirma que moraron en Teruel diez años.

   El tiempo que estuvieron los Beatos Juan y Pedro en Teruel lo podemos determinar con estos datos: su llegada a Teruel ocurrió en el año 1220; podemos dar como fecha más tardía de su martirio el año 1228; por tanto, el tiempo que estuvieron en Teruel no va más allá de ocho años.

   Los dos santos varones Juan y Pedro, almas formadas al calor e irradiación de la santidad de San Francisco, de quien reciben la obediencia para predicar la fe a los sarracenos de España; acrisolados y maduros en las obras del apostolado, de la oración, caridad y predicación entre los turolenses en los ocho años de su permanencia en estas tierras, consideraron ya llegada la hora de dar cima a la empresa que les había sido encomendada. El celo santo de la fe, la salvación de las almas por la predicación de la divina palabra y el ardiente deseo del martirio, fueron los estímulos que empujaron a nuestros Beatos a emprender el viaje a Valencia.

   Para establecer bien los hechos de la fecha del martirio de Juan y Pedro, y el tiempo que medió entre su llegada a Valencia y la muerte de los mismos, hemos de tener presente las circunstancias que concurrieron a su llegada a dicha ciudad.

   Los santos religiosos llegan a Valencia, dentro del año 1228, en los últimos tiempos del último rey moro de aquel Reino árabe, conocido entre los cristianos con el nombre de Azoto, el célebre moro Zeit Abuzeit, hermano de Miramolín, el caudillo de los Almohades, derrotado en las Navas de Tolosa. Rey tirano y déspota, perseguidor de los cristianos para vengar en ellos la derrota de los Almohades en las Navas. Los miraba como a espías de los ejércitos cristianos; por eso permitió el asalto al barrio cristiano de Valencia, donde tantas crueldades y crímenes se cometieron.

   Al llegar a la ciudad del Turia los Beatos Juan y Pedro, la persecución de los cristianos se encuentra en fase aguda, como lo prueba el mismo hecho de su propio martirio.

   Los cronistas andan bastante discordes en el establecimiento de la fecha del martirio de los dos Beatos. En el espacio de una década, desde 1221 hasta 1231, se hallan comprendidos los distintos pareceres en orden al año de su muerte.

Prescindiendo de distintos pareceres, para fijar con bastante seguridad la fecha del martirio de los Beatos Juan y Pedro tenemos en la historia de Valencia de estos tiempos un acontecimiento bien conocido que tomamos como término ad quem del martirio. Este hecho es el destronamiento del rey moro Zeit Abuzeit, ocurrido en el año 1229. Es un dato histórico indiscutible y admitido por todos los historiadores de los santos mártires que el rey moro de Valencia Zeit Abuzeit fue el que ordenó su martirio siendo rey de la Ciudad y Reino. Pues bien: a raíz de la muerte de nuestros santos mártires estalló la sublevación de los moros de la ciudad contra Zeit, al tiempo que la ocupaba con sus tropas un noble jeque de aquella tierra y gobernador de Denia, conocido por los historiadores con el nombre de Zaen. Zeit tuvo que huir y buscar refugio en don Jaime I el Conquistador, a quien encontró en Calatayud. Después de 1229 reina ya en Valencia Zaen. El martirio de nuestros Beatos no pudo ser posterior a esta fecha. Como entre el martirio y la caída de Zeit transcurrió poco tiempo, si Zeit fue destronado en 1229, el martirio debió ocurrir el día 29 de agosto de 1229, o en el mismo día de 1228, como se dice en el Proceso de Beatificación. De estas dos fechas nos parece más probable la de 1228, porque daría más tiempo para producirse los acontecimientos del cambio de Zeit: la rebelión de Valencia, la huida del mismo Zeit y la toma de la misma ciudad por Zaen.

   Acuciados por el celo apostólico más encumbrado por la salvación de las almas apartadas de la fe, y con vivo y ardiente anhelo de dar su sangre por la gloria de Dios, por el año 1228 los Beatos entran en Valencia para dar cima a la obra que se habían propuesto. Tan pronto como llegaron comenzaron a predicar con ardor y valentía la fe de Cristo y la falsedad de la religión mahometana a los sarracenos. Fueron detenidos y llevados a la presencia del rey Zeit, quien les interrogó acerca de la causa de su venida a Valencia, y como primera providencia los encerró en cárcel durísima. Zeit pone todo su empeño en atraerles a la ley musulmana; para ello emplea todos los medios a su alcance. Recurre a los halagos, promesas y todo cuanto de humano pudiera cautivar el interés de los invictos varones. No consiguiendo nada por este camino, recurre a las amenazas, a las que siguen los tormentos. Estas torturas las padecieron atados a un ciprés. No especifican las fuentes de información la clase de tormentos que recibieron atados al ciprés. Sin embargo, no es difícil comprender que al ser atados al árbol era para recibir el tormento de los azotes. Así lo han entendido los escritores posteriores.

   Después del horrendo castigo, nuestros Beatos no sólo quedaron con la fe más robusta, si es que en ella cabían grados, sino que sin dejarse amilanar por los tormentos persistieron en la predicación. Perdidas, pues, todas las esperanzas de atraerles a la ley islámica, Zeit pronuncia la sentencia capital contra ellos.

   Era el día 29 de agosto de 1228, fiesta de la Degollación de San Juan Bautista, como hacen notar todas las fuentes históricas. La sentencia pronunciada sobre los dos confesores de Cristo era la decapitación, la cual había de cumplirse en lugar público. El escenario escogido para el suplicio lo indican bien claro los testimonios históricos más antiguos: la plaza de la Higuera o de la Figuereta, como entonces se la nombraba. Esta plaza estaba junto a la antigua iglesia de Santa Tecla, que correspondía a la actual plaza de la Reina. Con anterioridad nuestros Beatos habían estado en el palacio de Zeit, donde fueron encarcelados y sufrieron los interrogatorios; además, vista la ineficacia de éstos, fueron atados a un ciprés de aquella finca y allí recibieron el tormento de los azotes y demás vejaciones e injurias. Ciertamente, la sangre de los santos Mártires también llegó a santificar aquella regia morada, convertida más tarde en convento.

   Puestos ya nuestros dos santos religiosos en el lugar del suplicio en la llamada plaza de la Higuera, dieron gracias al verdugo por el beneficio del martirio, y puestos de rodillas en tierra, con fervor rogaron por la salud espiritual del Rey, e interiormente recibieron del cielo la convicción de que su oración era atendida. Hincadas las rodillas en el suelo, y después de haber pronunciado unas palabras proféticas referentes a la conversión del tirano Zeit, los Beatos Juan y Pedro fueron decapitados, recibiendo con ello la tan ansiada palma del martirio. Esto ocurría en la fiesta de la Degollación de San Juan Bautista, día 29 de agosto de 1228.

   Ejecutada la sentencia, los cristianos residentes en Valencia se hicieron cargo de los cuerpos y de las cabezas separadas de los santos mártires, hasta las reliquias más insignificantes. En el tiempo que andamos de nuestra historia, existía en Valencia, ya desde los comienzos de la conquista árabe, un barrio cristiano llamado de "Rebetins", que estaba situado entre las calles actuales de la Concordia, San Bartolomé y Portal de Valldigna. A los cristianos, que tenían la costumbre de hacer sus enterramientos dentro de las iglesias, les servía de cementerio la iglesia del Santo Sepulcro, después iglesia de San Bartolomé, enclavada dentro del barrio cristiano. Obtenidos ya los sagrados cuerpos, allí les dieron honrosa sepultura, y allí estuvieron sepultados hasta su traslado a Teruel.

   Según hemos dicho, los gloriosos mártires, habiendo orado por la conversión del rey Zeit y después de recibir aviso del cielo de que su oración había sido escuchada, le anunciaron con palabras proféticas su futura conversión a la fe cristiana. ¿Cómo y en qué circunstancias se cumplió esta profecía? Zeit, consumado el martirio de nuestros santos religiosos, experimentó un cambio radical en su propia contextura psicológica y moral. Torcedores remordimientos y angustiosas tristezas le acompañaban de continuo. Se dijo que alguien le vio entrar disfrazado en el barrio cristiano. Por otra parte, en 1229 estalló la rebelión del pueblo de Valencia contra Zeit, a quien destronó, proclamando en su lugar a Zaen o Zellan. Zeit, con unos partidarios suyos, huyó a Zaragoza, a buscar a don Jaime, con el cual tenía un tratado de amistad, poniéndose a sus órdenes. Según J. Zurita, Zeit fue bautizado en 1233. Ayudó antes a don Jaime en la reconquista de Valencia, y éste le concedió la Señoría de Villahermosa, donde gobernó hasta su muerte, acaecida en 1247.

   La devoción popular a los santos mártires Juan y Pedro comenzó en el punto mismo de su muerte y sepultura. A raíz de su martirio se apresuró el Señor a honrar a sus siervos con el don de milagros obtenidos por intercesión de los mismos. Pronto comenzaron a ser invocados con los nombres de Beatos y Santos, no sólo entre la gente del pueblo, sino también entre las personas de la nobleza y de la familia real.

   Dada la comunicación que había entre Teruel y Valencia por los mercaderes que iban y venían por razón de sus negocios, la noticia del martirio de nuestros Beatos llegó pronto a Teruel. Además, los nobles caballeros Blasco de Alagón y Artal de Luna, presentes en Valencia durante el proceso y martirio de los gloriosos confesores de Cristo, volvieron a Teruel en el mismo año o, a lo más tardar, al siguiente del martirio. Pudieron, pues, referir todos los pormenores de lo acaecido en Valencia. La devoción y afecto que la gente de Teruel sentía por estos santos varones por el olor de santidad que habían difundido en la ciudad y sus aledaños durante los ocho años de convivencia con ellos, hubo de tomar mucho vuelo con la llegada de estas noticias.

   El mismo rey don Jaime sintió viva devoción a los nuevos Mártires, de tal manera que a la intercesión de ellos atribuía los clamorosos triunfos logrados en su continuo batallar contra los moros. Con vivo anhelo deseaba el rey recuperar las santas reliquias, y con no menos singular interés lo deseaban también los turolenses, quienes miraban a los santos mártires como a sus venerandos maestros de espíritu. No era, sin embargo, cosa fácil la recuperación de los cuerpos de los Beatos Juan y Pedro. Las relaciones entre el nuevo régulo de Valencia, Zaen, y don Jaime distaban mucho de ser amistosas. Fue la divina Providencia quien llevó las cosas de manera que con facilidad, y como venidas a la mano pudieran ser trasladadas las reliquias a Teruel.

   La fecha de la entrada en Teruel de los cuerpos de los santos mártires la colocamos en el año 1232. En efecto, aquel año el rey don Jaime se encontraba en Teruel y, a instancia de los turolenses, rechazando la ingente suma que le ofreció el rey moro Zaen, pidió los cuerpos de los mártires como precio del rescate de los nobles moros de Morella, prisioneros del monarca aragonés tras la caída de dicha ciudad a finales de 1231. No era cosa difícil para Zaen encontrar los sagrados cuerpos. Depositados en la iglesia del Santo Sepulcro (San Bartolomé), cementerio de los cristianos, éstos los entregaron al rey moro, quien los consignó a unos mercaderes cristianos, que traficaban entre Valencia y Teruel, para su traslado a esta ciudad. Salieron de Valencia encerrados en una caja en la cual los cristianos valencianos escribieron los nombres de nuestros Beatos en esta forma: San Juan y San Pedro. Y con este título se les ha invocado en el transcurso de los siglos posteriores, y con este título ha quedado aún hoy profundamente arraigada en el corazón de los turolenses la devoción a los Beatos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato.

   El recibimiento de los sagrados cuerpos fue apoteósico. Llegan a Teruel al tiempo en que la ciudad se encuentra visitada por muchos y muy ilustres huéspedes de todo Aragón, convocados por don Jaime con motivo de la magna asamblea para preparar la conquista de Valencia. Este asunto del rescate de las santas reliquias es muy del agrado y de la devoción de don Jaime, y por ello todas estas gestiones las lleva personalmente, por el gran deseo que tenía de tenerlas consigo. De aquí que, al acercarse la comitiva que traía los sagrados despojos, se aparejaron, por orden del Rey, todos los habitantes de la ciudad para recibirlos con gran devoción y compostura y solemne procesión. Y, como advierte el Proceso de beatificación, el propio don Jaime, que presidía esta fastuosa al par que piadosa manifestación, recibió las santas reliquias en sus propias manos, llevándolas con suma devoción y recogimiento hasta el lugar designado para ellas. Este lugar era el mismo oratorio o ermita de San Bartolomé, con las dos celditas que, adosadas al ábside, habían construido ellos mismos. En elegante urna de alabastro fueron colocadas en el púlpito desde donde tantas veces habían predicado la divina palabra a los turolenses.

   Al llegar la caja con los santos cuerpos a Teruel, no faltaba ninguno de los miembros. Sin embargo, las cabezas de los dos mártires, separadas de sus cuerpos por la espada y contenidas también en el arca al llegar a Teruel, no fueron depositadas en el oratorio de San Bartolomé, sino que el rey don Jaime las sacó de la caja y, engastadas en plata, las colocó en su relicario o capilla con suma devoción y ternura.

   La veneración y culto secular a nuestros mártires, constantemente mantenido por la devoción de los fieles, tardó por diversas circunstancias en obtener el reconocimiento oficial de la Iglesia. El 31 de enero de 1705 la Sagrada Congregación de Ritos publicó, con la aprobación del papa Clemente XI, el decreto en el que confirmaba el culto inmemorial de estos santos mártires, lo que equivale a una beatificación formal. Y el 23 de julio de 1723 el Papa Benedicto XIII concedía el Oficio divino y Misa en honor de los Beatos Juan y Pedro, a toda la Orden franciscana, a las ciudades y diócesis de Valencia, Teruel y Perusa, y al pueblo de Saxoferrato.  

1º de septiembre BEATA JUANA SODERINI Virgen

 


BEATA JUANA SODERINI
Virgen 
(1367 d. C)



.
   Los Soderini eran considerados como miembros de una de las familias más nobles de Florencia al iniciarse el siglo XIV. Precisamente en aquélla ciudad, en el año de 1301, y en el seno de la aristocrática familia, vino al mundo Juana, la que habría de alcanzar la gracia de la beatitud. Desde muy temprana edad, demostró ser una niña excepcionalmente buena y con una devoción tan profunda y sincera hacia Dios, que en cierta ocasión dijo a su aya, Felicia Tonia, que, por revelación del cielo, sabía que ella, Felicia, iba a morir muy pronto y ésta, que estaba al tanto del fervor de la niña y de sus continuas oraciones, le creyó y comenzó a prepararse para su próxima muerte. Cuando Juana llegó a la adolescencia, sus padres le concertaron un matrimonio ventajoso, pero ella protestó con tanta energía que, a fin de cuentas y a regañadientes, puesto que Juana era la única hija, consintieron en que tomase el hábito de monja. Por aquel entonces, Santa Juliana Falconieri organizaba la tercera orden regular de los servitas (las "Mantellate") en Florencia y Juana decidió unirse a esa nueva comunidad. No tardó en distinguirse por las austeridades corporales que practicaba y su perseverancia en la oración, pero al mismo tiempo se mantenía activa en los trabajos de la casa y el cuidado de los enfermos que acudían en busca de atención. Voluntariamente y de buen grado, se hacía cargo de las tareas más desagradables y penosas y, en el desempeño de las mismas provocaba la admiración de sus hermanas, por su alegría y mansedumbre. Juana debió padecer duras pruebas espirituales y grandes tentaciones, sobre las que, al fin y al cabo, triunfó y aun adquirió grandes gracias celestiales, incluso el don de profecía. Juana era la auxiliar personal y permanente de Santa Juliana y no se apartó de ella ni por un instante en el curso de su prolongada enfermedad postrera, cuando la fundadora no podía pasar alimento alguno y estaba tan débil que necesitaba ayuda para poder moverse. Por eso, se atribuye a la Beata Juana el descubrimiento de una imagen de Cristo crucificado que, al parecer, quedó grabada en el pecho de Santa Juliana desde poco antes de su muerte. Juana sobrevivió a su amada madre durante más de veinte años, como sucesora suya en el gobierno de la comunidad, hasta que murió, el lº de septiembre de 1367. La Beata Juana Soderini fue sepultada en la iglesia de la Annunziata de Florencia y, durante algún tiempo, su tumba fue un lugar de peregrinaciones. En 1828, el conde de Soderini, pariente de Juana, solicitó al Papa León XII la confirmación del culto que fue concedida a su debido tiempo.

1º de septiembre BEATO GABRA MIKAEL, Mártir


BEATO GABRA MIKAEL,* 
Mártir 
(s. I d. C)



 .

   Poco tiempo después de que el beato Justino de Jacobis llegara a Etiopía, en 1839, conoció a Abba Gabra Mikael,(1) monje de la disidente Iglesia de Etiopía, hombre de unos cincuenta años, que gozaba de gran renombre por su santidad y saber, pero que era mal visto por los otros monjes, ya que había manifestado una decidida inclinación hacia el catolicismo, lo cual se condenaba como un estigma, al considerarse como abertura hacia el arrianismo. Mikael no era sacerdote, pero había estudiado teología tan profundamente como se lo permitían las condiciones en su Iglesia, dedicado a la enseñanza y al estudio de los distintos monasterios. Las actividades de la delegación etíope a Egipto y Roma, de la que fue miembro Gabra Mikael así como el beato Justino, fueron descritas en el artículo dedicado a éste, el 31 de julio. Después de aquellas experiencias y de sus largas conversaciones con el padre Justino, Gabra Mikael regresó convertido en miembro de la Iglesia católica a mediados de 1844.

   El culto abisinio fue un auxiliar muy valioso para el padre de Jacobis, especialmente en lo que se refiere a la enseñanza de los naturales del país que aspiraban al sacerdocio. Juntos, redactaron un catecismo de la doctrina adaptado a las necesidades locales, tradujeron una obra de teología moral al amárico y establecieron un colegio del que se hizo cargo Gabra Mikael. Esto sirvió de pretexto al abuna Salama, jefe de la iglesia disidente, para atizar los sentimientos contra "los francos". La campaña culminó con un decreto del gobierno para desterrar a los dos jefes, que se refugiaron en la isla de Massawa. Allí fue donde Mons. Massaia consagró obispo al padre de Jacobis. Este se las arregló para retornar ocultamente al territorio de su misión y su primer acto episcopal fue la ordenación sacerdotal de Gabra Mikael, en 1851. Siguió un período de sorprendentes éxitos en el trabajo de conversión de los disidentes. Pero entonces estalló la rebelión del caudillo Karsa, que se apoderó de la colonia • ocupó el trono con el nombre de Teodoro inmediatamente se desató la persecución contra la Iglesia.

   Gabra Mikael y cuatro compatriotas suyos fueron arrojados en prisión y amenazados con la tortura para que renegaran de su religión. Desde un principio se negaron y, durante un período de nueve meses, a intervalos regulares eran llevados desde su inmunda celda a presencia de Teodoro II y su metropolitano Salama para ser interrogados y amenazados de nuevo. Cada vez que demostraban su firmeza, eran brutalmente azotados con unos látigos hechos con rabos de jirafa (las cerdas de los rabos de las jirafas son como alambres de acero) y se los sometía a otros tormentos. "En cuestiones de la fe", decía Gabra Mikael al metropolitano Salama, "yo tengo que estar en el campo opuesto al tuyo, pero en lo que concierne a la caridad cristiana, creo que sólo te he hecho el bien". Por cierto que, gracias a la intervención de Gabra Mikael, pocos años antes, se desterró a Salama en vez de ejecutarlo. En marzo de 1855, Teodoro II emprendió una expedición contra el gobernador de Shoa y no quiso dejar atrás a Gabra Mikael que, encadenado, se fue en la comitiva del rey usurpador. El 31 de marzo, se hizo un último intento para que se sometiera y renegara de su fe. En la sala del tribunal se negó y fue condenado a muerte. El cónsul inglés, Walter Chichele Plowden, quien había apoyado la usurpación de Teodoro, se hallaba presente en el juicio e interpuso una suspensión de sentencia en favor de Gabra Mikael, que fue aceptada: se cambió su condena a muerte, por la de prisión perpetua. Por intermedio de un amigo, envió un mensaje conmovedor a los otros prisioneros en Gondar, con estas palabras: "Permaneced firmes para morir en vuestra fe. No tengo esperanzaslver a veros en esta tierra. Si me matan, moriré por dar el testimonio de mi  fe; si me  dejan con vida, no cesaré de predicarla." Decrépito por su avanzada edad, agotado por los sufrimientos y los malos tratos, Gabra Mikael cargado de cadenas, fue arrastrado de un lugar a otro, en la comitiva del rey; jamás se quejaba;  siempre demostraba su serenidad y  su  abnegación, hasta el punto de renunciar a la ración alimenticia que le correspondía, para darla a otros presos que padecían tanto como él; así se conquistó la estimación de todos los que le conocieron, incluso de los guardias. Contrajo el cólera, pero se recuperó; hasta que por fin, al cabo de 3 meses de semejante existencia, el 28 de agosto de 1855 se tendió a un lado del camino para morir . . . Sus guardias se  apresuraron a  quitarle los  grilletes y lo  sepultaron. Gabra Mikael, considerado siempre como un mártir, fue beatificado en 1926.

   Hay una biografía en francés sobre este mártir, escrita por J. B. Coulbeaux (1902y otra  en italiano, por E. Cassiniani (1926). Véase también el estudio de G. Goyau en The Gololden legend overseas (1931) y el Book of Eastern Saints (1938) por D. Attwater, pp. 1 36-147. Cf. la bibliografía del Beato Justino de Jacobis, 31 de julio.



* Vidas de los Santos, Butler - Volumen III.

(1) Gabra Mika'el, i.e. Siervo de Miguel; deriva de la palabra escocesa "Gilmichael". La forma francesa del nombre es Michel Ghébré. En este Sitio, figura también el día 4 de septiembre, con el nombre de "Ghebra Miguel"

31 de agosto SAN RAMÓN NONATO, Confesor


SAN RAMÓN NONATO, 
 Confesor



Os habéis hecho partícipes de los que sufrían
afrenta y tribulación; os compadecisteis
de los que estaban entre cadenas.
(Hebreos, 10, 33-34).


   San Ramón pidió a la Santísima Virgen que le hiciese conocer el camino que debía seguir para llegar al cielo; María le ordenó entrar en la Orden recientemente fundada de la Redención de los cautivos (de la Merced). Enviado a Berbería, rescató a gran número de cautivos, y cuando se le agotaron los recursos, se dio a sí mismo en prenda para la libertad de muchos otros. Vuelto a España, fue nombrado cardenal por Gregario IX. Murió en el año 1240, yendo a Roma, donde el Papa lo llamara para utilizarlo en el gobierno de la Iglesia.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA OBLIGACIÓN
DE SOCORRER A LAS ALMAS
DEL PURGATORIO

   I. Todos podemos trabajar en la liberación de las almas del purgatorio, que están en una cautividad más cruel que la de los cristianos llevados como esclavos. Puedes tú socorrerlas orando a Dios por ellas, encargando se celebren misas, dando limosnas, practicando alguna mortificación, o sufriendo pacientemente las penas y aflicciones de esta vida con miras a satisfacer por ellas a la justicia de Dios. Puedes prestarles este servicio; ellas no pueden ha cer ya nada por su liberación. Considera los suplicios que padecen.

   II. La justicia te obliga a socorrer a tus padres. que te dejaron tantos bienes; la amistad exige que alivies a tus amigos en su abandono cruel; el agradecimiento te impone la obligación de orar por tus bienhechores; y la caridad. que exige que ames a tu prójimo como a ti mismo, te impone el deber de aliviar a esas almas, como quisieras que se te aliviasen si estuvieras en su lugar. Escucha las quejas que te dirigen.

   III. Si ayudas con tus buenas obras a estas santas almas. Dios hará de modo que contigo se haga otro tanto después de tu muerte. Con todo no te fíes en este auxilio; haz provisión de buenas obras antes de partir de este mundo; lleva tu rescate con tigo y pronto estarás libre; haz penitencia en esta vida. ¡Ah! mucho más dulce es lavar los pecados con las lágrimas de la penitencia. que expiarlos en las llamas del purgatorio.

La caridad
Orad por los prisioneros.

ORACIÓN   

   Señor, que habéis dado al bienaventurado Ramón, vuestro confesor, un celo admirable por la redención de los fieles cautivos de los bárbaros, concedednos por su intercesión que, libres de las cadenas de nuestros pecados, cumplamos con perfecta libertad de espíritu todo lo que os sea más agradable. Por J. C. N. S. Amén.

31 de agosto SANTO DOMINGUITO DEL VAL, Monaguillo y Mártir

SANTO DOMINGUITO DEL VAL, 
 Monaguillo y Mártir
 (+ 1250)

Niño monaguillo de la Seo de Zaragoza, 
fue crucificado por los judíos en odio de la fe,
para sacarle la sangre y sorberla en
el rito nefando de su Pascua.
(Misal - Propio de España 31 de Agosto)


   Dominguito del Val nació en Zaragoza, la ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador, vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo el dominio de los moros y en cada pecho español se albergaba un cruzado.
   Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno. "Fue nuestro antepasado -decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia-. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres".

   Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.

   Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. El fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.

   Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.

   La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.

   Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. "Oyemos decir -escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val- que los judíos ficieron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber."

   Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado "que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos". Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo: "Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia".

   Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.

   Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.

   Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.

   Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.

   -Querido niño -le dice una voz zalamera-, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.

   -Eso nunca -dice el niño-. Es mi Dios. No, no y mil veces no.

   -Acabemos pronto -dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.

   Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.

   Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:

   "Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el silencio de la noche."

   Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.

   Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.

   Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran servicio a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.

   Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.

   Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.

   Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.

   La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la historia no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo: "Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos". El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.

   "Divulgado el suceso -escribe fray Lamberto de Zaragoza-, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado."

   Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.

   Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda: "Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo".

Sede Vacante desde 1958

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