lunes, 31 de agosto de 2020

1 de septiembre LOS DOCE HERMANOS MÁRTIRES

 LOS DOCE HERMANOS MÁRTIRES - Vidas de los Santos de A. Butler

(Fecha Desconocida) - Los doce hermanos martirizados que en este día menciona el Martirologio Romano, tienen su correspondiente leyenda donde se afirma que eran originarios de Hadrumetum, localidad del África proconsular, e hijos de San Bonifacio y Santa Tecla, otros mártires cuya pasión y muerte se conmemora el 30 de agosto. Los doce hermanos fueron aprehendidos en Hadrumetum, por el delito de ser cristianos; se los condujo a Cartago y ahí fueron sometidos a la tortura, sin que ninguno renegara de sus creencias. Las autoridades mandaron entonces que los doce hermanos fuesen encadenados uno a otro, con grilletes en el cuello, para embarcarlos así con destino a Italia a fin de que fuesen juzgados. Cuatro de ellos, los llamados Fortunato, Honorato, Aroncio y Saviniano, fueron descapitados el 27 de agosto, en cuanto la cuerda llegó a la ciudad italiana de Potenza. Poco más adelante, en la ciudad de Venosa y al día siguiente, 28 de agosto, se cortaron las cabezas de otros tres hermanos: Septimino, Genaro y Félix. El 29, al llegar la comitiva a Velleiano, se completó la decena con la ejecución de otros tres: Vitalis, Sator y Repósito. Los últimos dos hermanos que aún quedaban con vida, uno, llamado también Félix y el otro Donato, murieron decapiados el 1° de septiembre, en la ciudad de Sentiano.

En realidad, estos mártires de la Apulia no estaban emparentados unos con otros y no tenían relación alguna con San Bonifacio o con Santa Tecla y, probablemente, ni siquiera eran africanos. Pero en el año de 760, el duque Arequio descubrió los restos de los doce muertos y los sepultó en un santuario especialmente construido en la iglesia de Santa Sofía, en Benevento y, a partir de entonces, quedaron indisolublemente asociados en el espíritu y la tradición del pueblo como los doce hijos de los mártires San Bonifacio y Santa Tecla, venidos de las costas africanas para ser martirizados, a su vez, en la Apulia. Así se les ha rendido culto desde entonces

En el Acta Sanctorum, septiembre, vol. I se encontrará un texto que pretende ser una breve historia de estos mártires, pero si se desea hacer una investigación más completa, en cuanto a la composición del grupo, tendremos que recurrir al CMH., pp. 471-472 y 480-482. Cf. también Lanzoni, Le Diócesi d'Italia, pp. 285-288.

1 de septiembre SAN EGIDIO 0 GIL, ABAD

 SAN EGIDIO O GIL, ABAD - Vidas de los Santos de A. Butler

(Fecha desconocida) - de San Gil (Ae gidius), una de las más famosas en la Edad Media, procede de una biografía escrita en el siglo X. De acuerdo con aquel escrito, Gil era ateniense por nacimiento. Durante los primeros años de su juventud, devolvió la salud a un mendigo enfermo, en virtud de haberle cedido su capa, tal como había sucedido con San Martín. Gil despreciaba los bienes temporales y detestaba el aplauso y las alabanzas de los hombres, que llovieron sobre él, tras la muerte de sus padres, debido a la prodigalidad con que daba limosnas y los milagros que se le atribuían. Para escapar, se embarcó hacia el occidente, llegó a Marsella y, luego de pasar dos años en Arles, junto a San Cesáreo, se construyó una ermita en mitad de un bosque, cerca de la desembocadura del Ródano. En aquella soledad se alimentaba con la leche de una cierva que acudía con frecuencia y se dejaba ordeñar mansamente por el ermitaño. Cierto día, Flavio, el rey de los godos, que andaba de cacería, persiguió a la cierva y le azuzó a los perros, hasta que el animal fue a refugiarse junto a Gil, quien la ocultó en una cueva, y la partida de caza pasó de largo frente a ella, incluso los perros que parecían haber perdido el olfato. Al día siguiente, se reanudó la cacería y la cierva fue nuevamente descubierta y perseguida hasta la cueva donde la ocultó el ermitaño y donde se volvía invulnerable. Al tercer día, el rey Flavio llevó consigo a un obispo para que presenciara el suceso y tratase de explicarle el extraño proceder de sus perros. En aquella tercera ocasión, uno de los arqueros del rey disparó una flecha al azar, a través de la maleza que cubría la entrada de la cueva. Cuando los cazadores se abrieron paso hasta la caverna, encontraron a Gil herido por la flecha y a la cierva echada a sus pies. Flavio y el obispo instaron al ermitaño para que diera cuenta de su presencia en aquellos parajes. Gil les relató su historia y, al escucharla, tanto el monarca como el prelado le pidieron perdón por haber alterado la paz de su soledad y el rey impartió órdenes para que fuesen en busca de un médico que le curase la herida de la flecha, pero San Gil rehusó aceptar la visita del doctor, no quiso tomar ninguno de los regalos que le presentaron los de la partida real y rogó a todos que le dejasen tranquilo en su solitario retiro.

El rey Flavio hizo frecuentes visitas a San Gil, y éste acabó por solicitar al monarca que dedicase todas las limosnas y beneficios que le ofrecía, a la fundación de un monasterio. Flavio se comprometió a hacerlo, a condición de que Gil fuese el primer abad. A su debido tiempo, el monasterio se levantó cerca de la cueva del ermitaño, se agrupó una comunidad en torno a Gil y muy pronto, la reputación de los nuevos monjes y de su abad, llegó a oído de Carlos, rey de Francia (a quien los trovadores medievales identificaron con Carlomangno). La corte mandó traer a San Gil a Orléans, donde se entretuvo largamente con el rey en profunda charla sobre asuntos espirituales. Sin embargo, en el curso de aquellas conversaciones, el monarca calló una gravísima culpa que había cometido y le pesaba sobre la conciencia. "El domingo siguiente, cuando el ermitaño oficiaba la misa y, según la costumbre oraba especialmente por el rey durante el canon, apareció un ángel del Señor que depositó sobre el altar un rollo de pergamino donde estaba escrito el pecado que el monarca había cometido. En el pergamino se advertía también que aquella culpa sería perdonada por la intercesión de Gil, siempre y cuando el rey hiciese penitencia y se comprometiese a no volver a cometerla . . . Al terminar la misa, Gil entregó el rollo de pergamino al monarca, quien, al leerlo, cayó de rodillas ante el santo y le suplicó que intercediera por él ante Dios. A continuación, el buen ermitaño se puso en oración para encomendar al Señor el alma del monarca y a éste le recomendó, con dulzura, que se abstuviese de cometer la misma culpa en el futuro." Después de aquella temporada en la corte, San Gil regresó a su monasterio y, al poco tiempo, partió a Roma para encomendar sus monjes a la Santa Sede. El Papa concedió innumerables privilegios a la comunidad y, al monasterio, le hizo el donativo de dos portones de cedro tallados con primor. A fin de poner a prueba su confianza en Dios, San Gil mandó arrojar aquellas dos puertas a las aguas del Tiber, se embarcó en ellas y, con viento propicio, navegaron por el Mediterráneo hasta las costas de Francia. Recibió una advertencia celestial sobre la proximidad de su muerte y en la fecha vaticinada, un domingo lo. de septiembre, "dejó este mundo, que se entristeció por la ausencia corporal de Gil, pero en cambio, llenó de alegría los Cielos por su feliz arribo".

Este relato sobre San Gil y otros que circularon durante la Edad Media y que son nuestras únicas fuentes de información resultan completamente indignos de confianza. Es evidente que algunos de sus pormenores son contradictorios y anacrónicos; además, la leyenda está asociada con ciertas bulas pontificias que, como ahora se sabe, fueron fraguadas para servir a los intereses del monasterio de San Gil, en Provenza. Lo más que se puede saber sobre San Gil es que debe haber sido un ermitaño o un monje que vivió cerca de la desembocadura del Ródano, en el siglo sexto u octavo, y que el famoso monasterio que lleva su nombre afirma poseer sus reliquias. La historia de la cierva se relaciona con varios santos, de entre los cuales, San Gil es el más famoso y, durante muchos siglos, uno de los más populares. Se le nombra entre los "Catorce Santos Auxiliadores" (el único entre ellos que no fue mártir) y su tumba, en el monasterio, fue centro de peregrinaciones de primerísima importancia que contribuyó a la prosperidad de la ciudad de Saint Gilíes durante la Edad Media, hasta el siglo XIII, cuando quedó convertida en ruinas, durante la cruzada contra los albigenses. Otros cruzados bautizaron con el nombre de Saint Gilíes a una ciudad (la actual Sinjil) que fundaron en los límites de las regiones de Benjamín y Efraín, de manera que su culto se extendió por todo el occidente de Europa. En Inglaterra había 160 parroquias dedicadas a él. Se le invoca como protector de los tullidos, mendigos y herreros. Juan Lydgate, un monje poeta de Bury, le invocaba así en el siglo quince:

Gil, santo protector de pobres y lisiados,
consuelo de los enfermos en su mala suerte,
refugio y escudo de los necesitados,
patrocinio de los que miran a la muerte.
Por ti, los moribundos vuelven a la vida . . .

1 de septiembre SAN GIL, ABAD

 SAN EGIDIO, ABAD - El Año Litúrgico - Dom Próspero Gueranguer

Durante largos siglos, San Gil gozó de una celebridad muy extendida. Tanto las innumerables obras de arte que le representan o que recuerdan algún episodio de su leyenda, como las iglesias, capillas, altares puestos bajo su patrocino, dan fe de cuán caro fué su culto a la piedad cristiana. Entre los santos auxiliadores, fué de l°s más invocados.

EL ERMITAÑO. — Su vida fué muy sencilla se le cree de origen griego; y la cosa parece dudosa. Lo que presenta mayores garantías de certidumbre es su vida solitaria en una gruta a orillas del Gardón, donde San Fredemo, su predecesor como eremita, le instruyó en los secretos ae la contemplación. Luego, San Gil dejó a su maestro. Se estableció un poco más al mediodía, en ei bosque que se extendía a lo largo de la ribera derecha del Pequeño Ródano, no lejos de ia costa mediterránea. Y allí permaneció ignorado hasta que un día unos cazadores se lanzaron sobre una cierva y descubrieron su retiro. El animal, a los ladridos de los perros se agazapó entre la maleza, allá junto al santo; la jauría no se atrevió a acercarse; un arquero disparó su flecha y sus compañeros, abriendo camino a través de los zarzales, descubrieron a San Gil con una mano pasada de parte a parte.

Ocurría lo dicho el año 673, o poco después, cuando el rey de los visigodos, Wamba, llamado Flavio, por confusión con su sucesor, acababa de pasar los Pirineos: iba a hacer valer sus derechos en el país que llegaba hasta el Ródano, la Septimania. Los cazadores eran oficiales del rey; el mismo Wamba los acompañaba. Este lance, por lo menos pintoresco y trágico a ciertas luces, se ha convertido en un tema que con frecuencia se ha propuesto a los artistas. Al principio, fué ocasión de fundar un monasterio- Y, en efecto, ésa es la suerte de muchos ermitaños: huyen para sumergirse en el infinito; pero "como la lámpara no puede permanecer debajo del celemín", se convierten en caudillos; su fama se extiende a lo lejos y a veces, a todo el mundo.

No fué esto exactamente lo que ocurrió en ei caso de San Gil, al menos durante su vida terrestre. La historia no nos ha conservado nada de él, pues el relato de sus viajes a Orleans, cerca del Rey de los Francos, o a Roma, a ver al papa Benedicto II, se presta a críticas serias. El primero de estos viajes ha gozado de gran celebridad: con el nombre de Misa de San Gil, se contaba que, celebrando éste el Santo Sacrificio del altar, le dió a conocer un ángel un pecado secreto del Rey; el ángel añadía que la falta sería perdonada por las oraciones del Santo, pues "todo el que le invoque, alcanzará perdón".

EL MONASTERIO DE SAN GIL.— El monasterio, como su titular, permaneció en la oscuridad hasta que se organizaron las grandes peregrinaciones de la Edad Media. Su posición geográfica le situaba al mismo tiempo en uno de los varios caminos de Santiago, y le convertía en itinerario hacia Tierra Santa: como albergue de etapa y puerto de embarque, participaba de esas grandes corrientes de intercambio, a lo largo de las cuales se desenvolvió la leyenda épica de Carlomagno. El mismo San Gil quedó incluido el ciclo, y eso es precisamente lo que hoy hace tan difícil el conocer de un modo exacto su vida al mismo tiempo que es lo que constituye su gloria. Su monasterio figuraba entre las grandes abadías, y lo que nos queda de la iglesia con las esculturas magníficas de las portadas, nos es suficiente para darnos una idea de su impor tancia.

EL SANTO AUXILIADOR. — Antes de embarcarse para una travesía larga y peligrosa, el peregrino se encomienda a San Gil; en él pone su confianza el hombre de armas, que viene a España a guerrear contra los moros. Visitaron a menudo el monasterio o simplemente una de tantas capillas como se levantan por toda la Cristiandad en honor de San Gil, los desgraciados, los afligidos, los pobres, hasta los titiriteros. Fiebres, convulsiones, epilepsia, corren por su cuenta; aquí protege al colono; más allá ampara a mendigos y lisiados; son clientes suyos los juglares y charlatanes: "bondadoso San Gil, patrón de la gente infeliz". Pero su favorito es un señor poderoso: el caudillo del Languedoc tolosano lleva el título de Conde de San Gil, desde que Ramón, el primero entre los grandes feudales, tomó la cruz para liberar a Tierra Santa.

Mas la arena ha invadido el puerto; más cerca ya de la orilla, San Luis construye Aiguesvives. Las peregrinaciones no son, por eso, menos lucidas. Luego, la abadía va decayendo, pero San Gil continuará mucho tiempo aún siendo popular. Los modernos se han olvidado bastante de él aunque su sepulcro ha vuelto a conquistar de cierta celebridad por la vecina romería de las santas Marías que hoy arrastra allí a esa multiud abigarrada de bohemios y saltimbaquis. Y no obstante eso, ya que la Iglesia conserva el culto de San Gil, ¿no habría de haber algún beneflcio o favor para los que le invocan?, y ¿esto principalmente en las iglesias y oratorios puestos bajo su nombre, donde tantas generaciones pidieron la protección de Dios por sus santos?

PLEGARIA. — "Omnipotente y misericordioso Dios, tú has favorecido con especiales privilegios más que a todos los demás santos, a tus gloriosos mártires, Jorge, Blas, Erasmo, Pantaleón, Guido, Cristóbal, Gil, Acacio, Dionisio, Ciríaco, Eustaquio, Catalina, Margarita y Bárbara. Concede, te rogamos, a todos lo que en la necesidad imploran tu ayuda, la gracia que has prometido, y otorga a sus peticiones un efecto saludable'".

SERMÓN 30 de Agosto del 2020 Santa Rosa de Lima - Decimotercer domingo después Pentecostés

 

30 de agosto Santa Rosa de Lima, Virgen, Patrona Principal de América Hispana-


Decimotercer domingo después Pentecostés
SERMÓN :Padre Ariel Damin
San Martin, Mendoza, Argentina
30 de Agosto del 2020

domingo, 30 de agosto de 2020

31 de agosto SANTO DOMINGUITO DEL VAL, MONAGUILLO Y MÁRTIR

 SANTO DOMINGUITO DEL VAL, MONAGUILLO Y MÁRTIR 31 de agosto


Dominguito del Val nació en Zaragoza, la ciudad de la Virgen y de los Innumerables Mártires, el año 1243. Era rey de Aragón Jaime el Conquistador, vicario de Cristo en Roma, Inocencio IV, y obispo de Zaragoza, Arnaldo de Peralta. Media España estaba bajo el dominio de los moros y en cada pecho español se albergaba un cruzado.

Los padres de Dominguito se llamaban Sancho del Val e Isabel Sancho. Su madre era de pura cepa zaragozana, y su padre, de origen francés. El abuelo paterno había sido un esforzado guerrero a las órdenes del rey don Alfonso el Batallador. A su lado estuvo en el asedio de Zaragoza, que fue duro y prolongado. Todos los cruzados franceses se marcharon a sus casas; todos, menos uno. 'Fue nuestro antepasado —decía Sancho del Val a su hijo, siempre que le contaba la historia—. El señor del Val, hijo de la fuerte Bretaña, sufrió inquebrantable el hambre y la sed, los hielos del invierno y los fuegos del verano, las vigilias prolongadas y los golpes de las armas enemigas. Y al rendirse la ciudad, el rey le hizo rico y noble, igualándole con los españoles más ilustres'.

Sancho del Val no siguió a su padre por el camino de las armas. Prefirió las letras. Fue tabelión o notario y su firma quedó estampada en las actas de las Cortes de Aragón, al lado de las firmas de condes y obispos.

Dios bendijo la unión de Sancho e Isabel dándoles un hijo que iba a ser mártir y modelo de todos los niños y, de un modo especial, de los monaguillos. Porque Santo Dominguito del Val es el patrono de los monaguillos y niños de coro. El fue infantico de la catedral de Zaragoza, vistió con garbo la sotanilla roja y repiqueteó con gusto la campanilla en los días de fiesta grande. La imagen que todos hemos visto de este tierno niño nos lo representa con las vestiduras de monaguillo. Clavado en la pared con su hermosa sotana y amplio roquete. La mirada hacia el cielo y unos surcos de sangre goteando de sus pies y manos. Una estampa de dolor ciertamente, pero, también, de valentía superior a las fuerzas de un niño de pocos años. Las nobles condiciones, especialmente su piedad, que se advertían en el niño según crecía, indujeron a los padres a dedicarlo al santuario, al sacerdocio. Cuando fue mayorcito lo enviaron a la catedral. Entonces la catedral era la casa de Dios y, al mismo tiempo, escuela. Todas las mañanas, al salir el sol, hacía Dominguito el camino que separaba el barrio de San Miguel de la Seo. Una vez allí, lo primero que hacía era ayudar a misa y cantar en el coro las alabanzas de Dios y a la Virgen.

Cumplido fielmente su oficio de monaguillo, bajaba al claustro de la catedral a empezar la tarea escolar. Con el capiscol o maestro de canto ensayaban los himnos, salmos y antífonas del oficio divino. La historia y la tradición nos presentan a nuestro Santo especialmente aficionado y dotado para el canto. Por algo es el patrono de los niños de coro y seises.

La tarea escolar incluía más cosas. Había que aprender a leer, a contar, a escribir. Los pequeños dedos se iban acostumbrando a hacer garabatos sobre las tablillas apoyadas en las rodillas. La voz del maestro se oía potente y, al acabar, las cabecitas de los pequeños escolares se inclinaban rápidamente para escribir en los viejos pergaminos lo que acababan de oír. Así un día y otro día. Al atardecer volvía a casa. Un beso a los padres, y luego a contarles lo que había aprendido aquel día y las peripecias de los compañeros.

Uno se resiste a creer la historia que voy a contar. Es increíble que haya hombres tan malos. Sin embargo, parece que la substancia del hecho es verdad.

Los judíos solían amasar los alimentos de su cena pascual con sangre de niños cristianos. La historia nos ha conservado los nombres de estas víctimas inocentes: Simón de Livolés, Ricardo de Norwick, el Niño de la Guardia y Santo Dominguito del Val. 'Oyemos decir —escribía el rey Alfonso el Sabio, en aquellos mismos días de Santo Dominguito del Val— que los judíos ficieron, et facem el día de Viernes Santo remembranza de la pasión de Nuestro Señor, furtando los niños et poniéndolos en la cruz, et faciendo imágenes de cera et crucificándolas, cuando los niños no pueden haber.'

Los judíos eran por entonces muchos y poderosos en Zaragoza. En la sinagoga se había recordado 'que al que presentase un niño cristiano sería eximido de penas y tributos'. Y un sábado al terminar de explicar la Ley el rabino, dijo: 'Necesitamos sangre cristiana. Si celebramos sin ella la fiesta de la Pascua, Jehová podrá echarnos en cara nuestra negligencia'.

Estas palabras fueron bien recogidas por Mosé Albayucet, un usurero de cara apergaminada y nariz ganchuda. Por su frente arrugada pasó una idea negra. Pensó en aquel niño que todos los días al oscurecer pasaba delante de su tienda. Este niño era Dominguito del Val, que volvía de la catedral a casa. A veces solo y otras con un grupo de compañeros. Con frecuencia, al cruzar el barrio judío, de tiendas obscuras y estrechas callejuelas, cantaban himnos en honor del Señor y su Santísima Madre. Seguramente los que acababan de ensayar con el capiscol de la catedral.

Más de una vez los había oído Mosé Albayucet y, desde la puerta de su tienda, los había amenazado con su mano. Le pareció la ocasión oportuna y prometió a sus compañeros de secta que aquel año iban a tener sangre de niño cristiano para la Pascua y bien reciente.

Era el miércoles 31 de agosto de 1250. El atardecer se hacía más obscuro en las estrechas callejuelas del barrio judío por donde pasaba Dominguito camino de su casa. De repente, y antes de pensarlo o poder lanzar un grito, nota que algo se le echa encima. Son las manos de Mosé Albayucet que le cubren el rostro con un manto. Le amordaza bien la boca para que no pueda gritar y le mete de momento en su casa. Las garras de la maldad acaban de hacer su presa.

Aquella misma noche es trasladado el inocente niño a la casa de uno de los rabinos principales. Allí están los príncipes de la sinagoga. Dominguito tiembla de miedo ante aquellos rostros astutos y malvados. Sus manos aprietan la cruz que pende de su pecho.

—Querido niño —le dice una voz zalamera—, no queremos hacerte mal ninguno; pero si quieres salir de aquí tienes que pisar ese Cristo.

—Eso nunca —dice el niño—. Es mi Dios. No, no y mil veces no.

—Acabemos pronto —dicen aquellos malvados ante la firmeza del niño.

Va a repetirse la escena del Calvario. Uno acerca las escaleras que apoya sobre la pared; otro presenta el martillo y los clavos, y no falta quien coloca en la rubia cabellera del niño una corona de zarzas, así el parecido con la crucifixión de Cristo será mayor.

Con gran sobriedad de palabras refieren las Actas del martirio lo que sucedió:

'Arrimáronle a una pared, renovando furiosos en él la pasión del divino Redentor; crucificáronle, horadando con algunos clavos sus manos y pies; abriéronle el costado con una lanza, y cuando hubo expirado, para que no se descubriese tan enorme maldad, lo envolvieron y ataron en un lío y lo enterraron en la orilla del Ebro en el silencio de la noche.'

Todos nos imaginamos fácilmente los espasmos de dolor que estremecerían aquellos músculos delicados de niño. Abrieron sus venas para recoger en unos vasos preparados su sangre. Sangre inocente que iba a ser el jugo con que amasasen los panes ácimos de la Pascua.

Una vez muerto cortaron sus manos y cabeza, que arrojaron a un pozo de la casa donde había tenido lugar el horrendo crimen. Su cuerpo mutilado fue llevado, como dicen las Actas, a orillas del Ebro. Allí sería más difícil encontrarlo.

Los judíos se retiraron a sus casas contentos de haber hecho un gran servicio a Dios. La Seo había perdido a su mejor monaguillo y el cielo había ganado un ángel más. Todo esto ocurría la noche del 31 de agosto de 1250.

Dios tenía preparado su día de triunfo, su mañana de resurrección, para Dominguito del Val.

Mientras en la casa del notario Sancho del Val se oían gemidos de dolor, una extraña aureola aparecía en la ribera del Ebro. Los guardas del puente de barcas echado sobre el río habían visto con asombro durante varios días el mismo acontecimiento. La noticia recorre toda Zaragoza.

Algunas autoridades y un grupo de clérigos se dirigen hacia el lugar de la luz misteriosa. Allí hay un pequeño trozo de tierra recientemente removida. Se escarba y, metido en un saco, aparece un bulto sanguinolento. Se comprueba que es el cuerpo mutilado de Dominguito. Una ola de dolor e indignación invade la ciudad de punta a punta.

La cabeza y las manos aparecen, también, de una manera milagrosa. Aunque aquí la leyenda no concuerda. Según una versión, un perrazo negro gime lastimeramente, y sin que nadie le pueda espantar, al borde del pozo a que fueron arrojados los miembros del niño mártir. Es el perro del notario Sancho del Val. Se agota el agua y en el fondo aparecen las manos y cabeza de Dominguito. Otra versión dice que las aguas del pozo se llenaron de resplandeciente luz, que crecieron y desbordadas mostraron el tesoro que guardaban en el fondo. Pronto se supo toda la verdad del hecho. El mismo Albayucet lo iba diciendo: 'Sí, yo he sido. Matadme, me es igual; la mirada del muerto me persigue, y el sueño ha huido de mis ojos'. El santo niño había de conseguir el arrepentimiento para su asesino. Bautizado y arrepentido, Albayucet subirá tranquilo a la horca.

'Divulgado el suceso —escribe fray Lamberto de Zaragoza—, y obrados por el divino poder muchos milagros, el obispo Arnaldo dispuso una procesión general, a la que asistió con todo el clero la ciudad, la nobleza, la tropa y la plebe, todos con velas blancas, y llevaron el santo cuerpo por todas las iglesias y calles de la ciudad, hasta por la puerta Cineja, mostrándolo a todos y haciendo ver en él las llagas de las manos y pies y costado.'

Hoy mismo es muy viva la devoción que Zaragoza siente por su glorioso mártir. Su fiesta está incluida entre las de primera clase y los niños de coro de La Seo y del Pilar le festejan como Santo patrono. Desde los días del martirio existe la cofradía de Santo Dominguito. El rey Jaime I de Aragón tuvo a honor ser inscrito en ella.

Sus restos mortales se conservan en una capilla de la catedral en hermosa urna de alabastro. Sobre la urna un ángel sostiene esta leyenda: 'Aquí yace el bienaventurado niño Domingo del Val, mártir por el nombre de Cristo'.

31 de agosto SAN RAMÓN NONATO, RELIGIOSO

 SAN RAMÓN NONATO, RELIGIOSO (31 de agosto) - Vidas de los santos - A. Butler

La vida de san Ramón está envuelta en un misterio impenetrable por falta de documentos fidedignos, de suerte que no se puede aceptar sin reservas la narración de Alban Butler, que resumimos a continuación.

San Ramón nació en Portello, ciudad de Cataluña, en 1204. Recibió el sobrenombre de non-nato (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la Orden de los Mercedarios, que acababa de fundarse. San Pedro Nolascorecibió la profesión de Ramón en Barcelona.

Progresó tan rápidamente en la virtud que, dos o tres años después de profesar, sucedió a san Pedro Nolasco en el cargo de «redentor o rescatador de cautivos». Enviado al norte de África con una suma considerable de dinero, Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se le acabó el dinero, se ofreció como rehén por la libertad de ciertos prisioneros cuya situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el sacrificio de san Ramón no hizo más que exasperar a los infieles, quienes le trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado principal, temiendo que si el santo moría a manos de sus compatriotas no se pudiese obtener la suma estipulada por la libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden de que se le tratase más humanamente. Con ello, el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar y alentar a los cristianos y para convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le condenó a morir empalado, pero quienes estaban interesados en cobrar la suma del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por la de flagelación. San Ramón no perdió por ello el valor, sino que prosiguió la tarea de auxiliar a cuantos se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor ocasión de ayudarlos.

Pero, por una parte, san Ramón no tenía ya un solo céntimo para rescatar cautivos y, por otra parte, predicar el cristianismo a los islamitas equivalía a la pena de muerte. Lo único que podía hacer era cerrar los ojos y lanzarse al martirio, de suerte que volvió a instruir y exhortar así a los cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal contumacia, ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen los labios con un hierro candente; en seguida mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó san Ramón ocho meses, hasta que san Pedro Nolasco envió finalmente a algunos miembros de su orden a rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse a asistir a los esclavos en África, sin embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.

A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero él permaneció tan indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el viaje corno el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años. Fue sepultado en la capilla de San Nicolás de Portello. El Martirologio Romano empezó a mencionar su nombre en 1657. San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas, debido a las circunstancias de su nacimiento.

El 28 de enero, hablando de San Pedro Nolasco, hicimos notar cuán poco fidedignas son las fuentes mercedarias que se refieren a la fundación y primeros años de la orden. Los bolandistas no lograron descubrir ningún documento fidedigno sobre san Ramón y terminaron por publicar el relato escrito por Ciacconius (siglo XVI), en su serie de biografías de los cardenales. La falta de documentos no ha mejorado en la actualidad. Todo lo que podemos decir es que en los siglos XVII y XVIII vieron la luz muchas biografías de san Ramón Nonato, generalmente poco voluminosas, como las de Dathia, Echevérez, Eyto, Juan de la Presentación, P. E. Menéndez, F. T. de Miranda, M. Ulate y otros. Dichas biografías, publicadas con la debida aprobación eclesiástica, repiten poco más o menos lo que hemos dicho en nuestro artículo y añaden innumerables milagros. Véase Gams, Kirchengeschichte von Spanien, vol. ni, pte. i. La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir del calendario general esta fiesta.

DECIMOTERCER DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES

 DECIMOTERCER DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES - Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger

La serie de domingos que en otro tiempo arrancaba de la solemnidad de San Pedro o de los Apóstoles, nunca propasaba a este domingo. La fiesta de San Lorenzo daba su nombre a los que siguen, como ocurría desde el Domingo nono después de Pentecostés, en los años en que la Pascua se distanciaba más del equinoccio de primavera. Cuando la fecha de Pascua caía muy próxima a su punto extremo se empezaban a contar desde este Domingo las semanas del séptivio mes (septiembre).

Las Témporas de otoño pueden caer ya en esta semana, pero también puede ocurrir que no lleguen hasta el décimoctavo Domingo. En nuestra explicación seguiremos el orden adoptado en el misal, que las pone a continuación del décimoséptimo Domingo después de Pentecostés.

En Occidente el décimotercer Domingo toma hoy su nombre del Evangelio de los diez leprosos que se lee en la misa; por el contrario, los griegos, para quienes es el Domingo trece de San Mateo, leen en él la parábola de la viña, cuyos obreros llamados a diversas horas del día, reciben todos idéntica recompensa.

M I S A

EL RECUERDO DE LOS TIEMPOS PASADOS.—La Iglesia, en posesión de las promesas que el mundo esperó tanto tiempo, gusta mucho de recordar una y otra vez los sentimientos que llenaron el alma de los justos durante los siglos angustiosos en que el género humano vegetaba en las sombras de la muerte. Tiembla a vista del peligro en que sus hijos se encuentran de olvidar en la prosperidad la situación desastrosa que la Sabiduría eterna les ha evitado, llamándolos a vivir en los tiempos que han sucedido al cumplimiento de los misterios de la Redención. De un olvido así tendría que nacer naturalmente la. ingratitud que el Evangelio del día justamente condena. Por eso la Epístola y, antes que ella el Introito, nos transportan al tiempo en que el hombre vivía sólo de esperanza bien que se le hubiese hecho promesa de una alianza sublime. Esta debía consumarse en los siglos posteriores; mas entretanto el hombre en espera de volver a encontrar el amor se hallaba en una gran miseria, a merced de la perfidia de Satanás y expuesto a las represalias de la justicia divina.

INTROITO

Mira a tu alianza, Señor, no desampares por siempre las almas de tus pobres: levántate, Señor, y defiende tu causa y no olvides las voces de los que te buscan. — Salmo: ¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu furor contra las ovejas de tus pastos? V. Gloria al Padre.

LAS VIRTUDES TEOLOGALES. — Hace ocho días vimos el papel que desempeña la fe y la importancia de la caridad en el cristiano que vive en la ley de la gracia. La esperanza le es necesaria también porque, aunque sustancialmente posea los bienes que le harán feliz por toda la eternidad, la oscuridad de este mundo de destierro se los oculta a la vista; además, la vida presente, como tiempo de prueba en que debe cada uno merecer su corona hace que hasta el final de la misma sientan aun los mejores la incertidumbre y las amarguras de la lucha. Por eso debemos implorar con la Iglesia en la Colecta el aumento en nosotros de las tres virtudes fundamentales de fe, esperanza y cardad; mas, para llegar a gozar en el cielo del pleno cumplimiento de todos los bienes que Dios nos ha prometido, nos es necesaria desde ahora la gracia de amar de todo corazón sus mandamientos, que son el camino que lleva allá y se resumen, según el Evangelio del Domingo pasado, en el amor.

COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, danos aumento de fe, esperanza y caridad: y, para que merezcamos alcanzar lo que prometes, haznos amar lo que mandas. Por Nuestro Señor Jesucristo.

EPISTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Gálatas (Gal., III, 16-22).

Hermanos: Las promesas fueron hechas a Abraham y a su descendiente. No dice: Y a sus descendientes, como si fuesen muchos; sino, como si fuese uno sólo: Y a tu descendiente, que es Cristo. Y yo digo esto: Que el pacto confirmado por Dios no fué abrogado por la Ley, publicada cuatrocientos treinta años después, ni la promesa fué anulada. Porqué, si la herencia viniese por la Ley, ya no vendría por la promesa. Pero Dios hizo la donación a Abraham por promesa. ¿Para qué sirve, pues, la Ley? Fué puesta por causa de las transgresiones, hasta que viniese el descendiente a quien había sido hecha la promesa, y fué promulgada por ángeles y por mano de un mediador. Pero el mediador no es de uno solo; Dios, en cambio, es Uno solo. ¿Luego la Ley va contra las promesas de Dios? De ningún modo. Porque, si se hubiese dado una ley que pudiese vivificar, entonces la justicia vendría verdaderamente de la Ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo del pecado, para que la promesa fuese dada a los creyentes por la fe en Jesucristo.

LA LIBERTAD DEL CRISTIANO.— A lo largo de este dilatado período del Tiempo que sigue a Pentecostés, dedicado a gloriñcar la acción del Espíritu Santo como santiñcador del mundo, la Iglesia se complace en recordar con frecuencia en la Liturgia los acontecimientos memorables que libertaron al hombre del yugo de la ley del temor para someterle al suave y ligero de la ley del. amor. La Epístola de este Domingo décimo - tercero nos recuerda que la obra divina de nuestra liberación se fué preparando muy lentamente. Como los judíos continuaban teniéndose por un pueblo privilegiado y sostenían por eso que la salvación sólo se podía conseguir por la observancia de la Ley mosaica, ley de esclavitud, San Pablo les recuerda al instante que la salvación se prometió mucho antes de Moisés y que la promesa va vinculada no a la Ley mosaica, sino a la fe en el que algún día había de venir al mundo para redimir a los hombres. Al cumplirse esta promesa, la Ley antigua quedó para siempre anulada.

LA PROMESA MESIÁNICA. — Ahora bien, los judíos conocen mejor que nadie esta promesa y sus particulares condiciones. La hizo Dios en la antigüedad a Abraham, la renovó a los Patriarcas y la confirmó con juramento. Esa promesa, en la posteridad de Abraham, siempre tiene en vista al que es la fuente y origen de la bendición. Por eso no dice el texto sagrado que las promesas vayan dirigidas a Abraham y a sus hijos, sino a su hijo, a su vástago, al único de quien históricamente se puede afirmar que es la bendición del mundo.

Cuando un hombre promete, su promesa puede cambiar, y sólo es definitiva después de su muerte; pero, como Dios no puede morir, la firmeza de la promesa divina queda asegurada de otra manera: por su solemnidad, por su reiteración, con un juramento. Siendo así de firmes los designios de Dios, no se puede admitir que la Ley mosaica, que llegó cuatrocientos treinta años más tarde que la promesa, la pudiese anular, como no pudo tampoco romper el pacto hecho por Dios. Por tanto, una de dos: la justificación, filiación divina, herencia del cielo y todo cuanto nos une con el orden sobrenatural, o lo debemos a la ley dada a Moisés o a la promesa que hizo el Señor a Abraham. Mas no cabe duda: todo ha venido a nosotros en atención a la promesa hecha a Abraham y no en atención a la ley que dió Dios a Moisés.

LA LEY Y LA PROMESA. — Pero entonces, ¿cuál fué el objeto, la función de la Ley? ¿Es una institución divina sin por qué? De ninguna manera, pero la distancia entre la promesa y la Ley es inmensa. Así como la promesa proviene de la bondad de Dios, la Ley fué ocasionada por el pecado: es una medida higiénica y provisional. El mundo, cada vez más depravado, olvidaba los preceptos de la ley natural. Dios los promulgó nuevamente y, queriendo venir al mundo, se escogió un pueblo que separó de los otros pueblos y constituyó guardián de la promesa hasta el día en que se cumpliese, es decir, hasta que viniese el retoño en quien debían ser bendecidas todas las naciones.

Y este carácter de la ley, en cuanto es distinta de la promesa, se echa de ver hasta en el modo de su promulgación. La Ley es una institución motivada por las circunstancias, en vez de ser, como la promesa, una disposición espontánea y derivada totalmente del Corazón de Dios. Además se sirvió de los ángeles como intermediarios para instituirla, porque Dios reservaba para sí una intervención personal para más tarde. Finalmente, dicha ley se confió a manos de un mediador, Moisés. Al nacer la Ley, hay un mediador porque hay dualidad, porque hay dos partes qué contratan, pues se trata, dé un pacto entre Dios y su pueblo. Por esto, precisamente la Ley es caduca: por ser un pacto, la Ley está subordinada a la fidelidad de las partes. Si la una se retira, la otra queda libre. Al contrario, en el día de la promesa, frente a Abraham sólo vemos a Dios; de parte de Dios es un compromiso totalmente gracioso; no ha habido intermediario ni condición; la promesa es absoluta y eterna.

LA LEY Y LA FE. — ¿Hay aquí por ventura antagonismo entre la Ley y la promesa, y acaso la Ley, después de muchos siglos, pudo desmentir y anular las promesas de Dios? Nunca jamás. Ciertamente, el Señor es Soberano: podría haber dado a la Ley el poder de conferir la gracia y la justicia. Pero, mientras la Ley sea exterior a nosotros, es impotente y sólo descubre el pecado que nos prohibe. Para ser eficaz y justificante, se precisaría meterla en nuestra vida y grabarla en nuestro corazón, y no cabe duda que Dios podría haber otorgado a la Ley este privilegio de justificar. Pero la Escritura, que nos revela el pensamiento de Dios, nos enseña que hubo una promesa y que, hasta el día de su cumplimiento, Dios quiso que toda la humanidad permaneciese cautiva bajo el yugo del pecado, para que tuviese ocasión y tiempo de reconocer, en medio de su impotencia, que la justicia es manifiestamente el fruto de la promesa y no de la Ley, fruto obtenido por la fe en Jesucristo.

GRADUAL

Mira a tu alianza, Señor, y no olvides para siempre las almas de tus pobres. V. Levántate, Señor, y defiende tu causa: acuérdate del oprobio de tus siervos.

Aleluya, aleluya. V. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Lucas (Le., XVII, 11-19).

En aquel tiempo, yendo Jesús a Jerusalén, pasaba por medio de Samaría y de Galilea. Y, al entrar en cierta aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se pararon de lejos; y alzaron la voz, diciendo: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Cuando los vió, dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y ¡sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Y uno de ellos, cuando se vió limpio, se volvió, glorificando a Dios a grandes voces, y se prosternó ante su pies, dando gracias: y éste era un samaritano. Y, respondiendo Jesús, dijo: ¿No.han sido diez los curados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete: que tu fe te ha salvado.

LOS DOS PUEBLOS. — El leproso samaritano, curado de su horrible enfermedad, figura del pecado, representa, en compañía de nueve leprosos de nacionalidad judía, la raza desacreditada de los gentiles, admitida al principio por misericordia a participar de las gracias destinadas a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La diferente conducta de estos diez hombres con ocasión del milagro obrado en ellos, corresponde a la actitud de los dos pueblos de que son figura, ante la salvación que el Hijo de Dios trajo al mundo. Esa conducta demuestra una vez más el principio establecido por el Apóstol: "No todos los que han nacido en Israel son israelitas, ni todos los descendientes de Abraham son hijos suyos; sino que por Isaac, dijo Dios a Abraham se contará tu descendencia. Esto es, no los hijos de la carne son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son tenidos por descendencia".

La Santa Iglesia no se cansa de recordar una y muchas veces esta comparación de los dos Testamentos y el contraste que los dos pueblos ofrecen. Por tanto, antes de continuar, debemos responder a la extrañeza que tal insistencia tiene que despertar en ciertas almas no habituadas a la sagrada Liturgia. La clase de espiritualidad que hoy reemplaza en muchos a la antigua vida litúrgica de nuestros padres, no los dispone más que a medias para entrar en este orden de ideas. Están únicamente acostumbrados a vivir frente a sí mismos, y frente a la verdad tal como ellos se la imaginan, ponen la perfección en el olvido de todo lo demás; y de esta manera no es de admirar que a tales cristianos les resulte totalmente incomprensible el continuo recordar un pasado que, según ellos, terminó hace ya siglos. Pero la vida interior verdaderamente digna de este nombre no es lo que esos cristianos se imaginan; nunca hubo escuela de espiritualidad, ni ahora ni antes, que colocase el ideal de la virtud en el olvido de los grandes hechos de la hlstoria, de tanto interés para Ja Iglesia y para Dios mismo. Además, ¿qué es lo que sucede con demasiada frecuencia a los hijos que en esto se apartan de la Madre común? Sencillamente, que en el aislamiento voluntario de sus oraciones privadas, pierden de vista, por justo castigo de Dios, el fin supremo de la oración, que es la unión y el amor. A la meditación la despojan del carácter de conversación íntima con Dios que la reconocen todos los maestros de la vida espiritual; por lo que pronto no será más que un ejercicio estéril de análisis y razonamientos en que predomine la abstracción.

Después de la gran obra de la Encarnación del Verbo, que vino a la tierra para manifestar a través de los siglos en Cristo y sus miembros a Dios, no hay hecho más importante ni en el que Dios haya mostrado ni muestre tanto interés como el de la elección de los dos pueblos llamados por El sucesivamente al beneficio de su alianza. "Son sin arrepentimiento los dones y la vocación de Dios", nos dice el Apóstol; los judíos, enemigos hoy porque rechazan el Evangelio, no dejan de ser amados y-aun muy amados, carissimi, en atención a sus padres. Por eso, llegará un tiempo, esperado por el mundo, en que la negación de Judá se retractará, sus iniquidades se borrarán, y las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob tendrán cumplimiento literal. Entonces se verá la divina unidad de ambos Testamentos; los dos pueblos sólo harán uno con Cristo su Cabeza. Entonces, plenamente consumada la alianza de Dios con el hombre, tal como Dios mismo la quiso en sus designios eternos, una vez que la tierra habrá dado su fruto y el mundo cumplido su fin, las tumbas devolverán a sus muertos y la historia terminará en la tierra para dejar a la humanidad glorificada explayarse en la plenitud de la vida a los ojos de Dios.

LECCIÓN DEL MILAGRO. — Volvamos brevemente a la explicación literal del Evangelio. El Señor, más bien que mostrarnos su poder, lo que pretende es instruirnos simbólicamente. Por eso no les otorga a los enfermos la salud con una sola palabra como lo hizo en otro caso parecido: "Lo quiero, queda curado", había dicho un día a un pobrecito leproso que imploraba su socorro en los comienzos de su vida pública, y la lepra desapareció al instante. Los leprosos del Evangelio de hoy quedan sanos tan sólo al ir a presentarse a los sacerdotes. Jesús los envía a ellos, como lo hizo con el primero, dando de ese modo ejemplo a todos, desde el principio hasta el último día de su vida mortal, del respeto que se debe a la antigua ley mientras no sea abrogada; en efecto, esta ley concedía a los hijos de Aarón el poder, no de curar la lepra, sino de distinguirla y fallar sobre su curación.

Pero ha llegado el tiempo de una ley más augusta que la del Sinaí, de un sacerdocio cuyos juicios no tendrán ya por objeto el averiguar el estado del cuerpo, sino el raer eficazmente, mediante la pronunciación de su sentencia de absolución, la lepra de las almas. La curación que en los diez leprosos se obró antes de llegar a presentarse a los sacerdotes que buscaban, debería bastar para hacerlos ver en el Hombre-Dios el poder del nuevo sacerdocio anunciado por los profetas.

Hagamos nosotros con vivas ansias se acelere el momento, tan glorioso para el cielo, en el que reunidos ambos pueblos en idéntica fe mediante el conocimiento de las mismas esperanzas realizadas, clamarán, como en el Ofertorio, diciendo a Jesús: ¡En ti he esperado, Señor; Tú eres mi Dios!

OFERTORIO

En ti he esperado, Señor; dije: Tú eres mi Dios, en tus manos están mis días.

La oblación, colocada en el altar, nos debe alcanzar de Dios el perdón de la vida pasada y las gracias para la que está por venir. En la Secreta le rogamos que acepte para el Sacrificio los dones que la Iglesia le ofrece en nombre de todos nosotros.

SECRETA

Mira, Señor, propicio a tu pueblo, mira propicio estos dones: para que, aplacado con esta oblación, nos otorgues el perdón, y nos concedas lo pedido. Por Nuestro Señor Jesucristo.

¿Cuándo querrán venir los Judíos a probar por fin la superioridad del pan de la nueva alianza sobre el maná del Antiguo Testamento? Nosotros, los gentiles, cantamos en la Comunión las divinas suavidades del verdadero pan del cielo con tanto júbilo cuanto pide el hecho de que, a pesar de haber venido después que ellos, hayamos sido preferidos a nuestros antepasados en el banquete del amor.

COMUNION

Nos has dado, Señor, pan del cielo, que encierra en sí todo deleite, y todo sabor de suavidad.

La obra de nuestro rescate por Jesucristo, como lo expresa la Poscomunión, se consolida y crece en nosotros tantas veces cuantas recurrimos a. los sagrados misterios. La Iglesia pide para sus hijos la gracia de frecuentar provechosamente estos misterios de salvación.

POSCOMUNION

Recibidos, Señor, estos celestiales misterios, te suplicamos hagas que adelantemos en el camino de la redención eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.

30 de agosto SANTOS FÉLIX Y ADAUCTO, MÁRTIRES

 uno de los más antiguos frescos paleocristianos, en el que se representa a san Pedro recibiendo las llaves, en presencia de los santos Esteban, Pablo, Félix y Adaucto

San Pedro recibiendo las llaves, en presencia
de los santos Esteban, Pablo, Félix y Adaucto


San Félix era un santo sacerdote romano, tan feliz en su vida y sus virtudes como lo indica su nombre. Fue arrestado al comienzo de la persecución de Diocleciano. Después de soportar con gran constancia la tortura, fue condenado a morir decapitado. Cuando se dirigía al sitio de la ejecución, se cruzó con un forastero cristiano, el cual se sintió tan conmovido al ver al santo correr gozosamente a la gloria del martirio, que exclamó en voz alta: «Yo profeso la misma fe que ese hombre. También yo confieso el nombre de Jesucristo. También yo quiero morir por su causa». Al oír esto, los magistrados le mandaron arrestar, y ambos mártires fueron decapitados juntos. Como los cristianos ignoraban el nombre del forastero, le llamaron «Adaucto», es decir, «Añadido», porque se había unido a Félix en el martirio.

La historia, muy embellecida por la leyenda, proviene de la siguiente inscripción del papa san Dámaso: «¡Feliz de ti, que con tanta razón y verdad te llamabas Félix, porque, con fe invencible y total desprecio del mundo, confesaste a Cristo y buscaste el Reino de los Cielos! Admirad también, hermanos, la preciosísima fe que llevó victoriosamente a Adaucto al cielo». El sacerdote Vero, por orden de su superior Dámaso, restauró la tumba y adornó el santuario de los mártires. La Depositio Martyrum, que data del año 354, menciona a «Félix y Adaucto, en el cementerio de Comodila en la Vía Ostiense», ello constituye una sólida prueba de la antigüedad del culto de estos mártires, confirmada por el Sacramentario Leonino y otros muchos documentos. Fueron sepultados en el cementerio de Comodilla, en la Vía Ostiense, no lejos de San Pablo Extramuros. La cripta fue transformada por el papa Siricio en basílica, y sucesivamente ampliada y decorada por los papas Juan I y León III. Llegó así a ser meta de pregrinación y devoción hasta bien entrado el medioevo, en el que catacumbas y santuarios subterráneos cayeron en el olvido y fueron devastados. El cementerio de Comodilla y la tumba de Félix y Adaucto fueron descubiertos en 1720, pero la satisfacción del descubrimiento duró poco, porque algunos días después la bóveda de la pequeña basílica subterránea se derrumbó. Los restos cayeron nuevamente en el olvido y la dejadez, hasta el 1903, cuando la basílica fue definitivamente restaurada. Se descubrió uno de los más antiguos frescos paleocristianos, en el que se representa a san Pedro recibiendo las llaves, en presencia de los santos Esteban, Pablo, Félix y Adaucto.

SANTA ROSA DE LIMA La película









30 de octubre de 2017 - Una de las primeras versiones sobre la #vida de Santa Rosa de Lima el audio no es tan fiel pero es una hermosa reliquia en homenaje a la mística patrona de las Américas. Hoy, Santa Rosa de Lima sería perseguida y ridiculizada por la secta bergogliana.


 

30 de agosto SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DE IBEROAMÉRICA Y DE FILIPINAS

 Santa Rosa de Lima

i "La primera flor de santidad que América del Sur dió al mundo: la virgen Rosa..."! Con esta palabra de gozo y admiración comienza la Iglesia el elogio de la joven virgen que en el Nuevo mundo iba a reproducir tantas proezas de la santidad de Catalina de Sena y a servir de preludio a la sencillez de la infancia espiri tual de Santa Teresita de Lisieux.

CONQUISTA DE AMÉRICA. — Apenas había transcurrido un siglo desde aquel día en que Espafla terminada su larga Cruzada contra los moros, se dirigía al poniente y descubría un mundo nuevo y dilatado. Y hacia él envió no sólo sus héroes y sus exploradores, sino también sus mejores hijos, es decir, sus misioneros, con el fln de anunciar a los pueblos paganos la buena nueva del Evangelio, de despertar sus inteligencias al conocimiento del verdadero Dios y consagrar sus obras al divino servicio. Por desgracia, a América no sólo llegó gente desinteresada y sin más miras que implantar la civilización cristiana; fueron también aventureros, cuya crueldad y sed de oro eran el azote de los indios.

Las pobres gentes pronto se vieron saqueadas y exterminadas por aquellos extranjeros que les daban el mal ejemplo de todos los vicios y los trataban como esclavos. En Lima, construida al pie de las cordilleras como la metrópoli de una de las provincias conquistadas, era tal la corrupción, que San Francisco Solano tuvo que imitar al profeta Jonás y amenazarla, como a Nínive, con los castigos divinos.

LA FLOR DE SANTIDAD. — Pero la misericordia de Dios había tomado ya la delantera; la justicía y Ia Vaz se habían dado el beso en el alma de una niña siempre pronta a todas las expiaciones e insaciable de amor. ¡Cómo nos gustaría detenernos a contemplar a la virgen peruana en su heroísmo siempre desconocido, en su gracia tan candida y tan pura! Rosa sólo tuvo suavidades de bálsamo para los que la trataban, y gua dó para sí el secreto de las espinas, sin las cuales no se dan las rosas en este mundo. Como si hubiese nacido de la sonrisa de María, arroba ai Niño Jesús, que la quiere en su corazón. Las flores la reconocen por reina y en cada estación las ve que responden a su deseo; a su invitación, las plantas se agitan gozosas, lo.s árboles inclinan sus ramas, toda la naturales salta de contento, los insectos organizan coros, rivalizan con ella en armonía los pájaros para celebrar al Creador. Ella misma canta recordando los nombres de su padre y de su madre, Gaspar de las Flores y María de Oliva, diciendo: "¡Oh Jesús mío, qué hermoso eres entre las flores y las olivas; no desdeñes tampoco a esta tu Rosa!" Entretanto la eterna Sabiduría se iba manifestando en los juegos del Niño Dios y de esta su amada. Clemente X, en la bula de canonización, nos recuerda que un día en que ella estaba con mayores dolores, el ámantísimo Hijo de la Virgen bendita la invitó a una misteriosa Partida de juego donde la puesta quedaba a la libre elección del vencedor. Gana Rosa y, exigiendo su curación, al punto se la concede. pero Jesús reclama el desquite y, ganándola esta segunda vez, la devuelve los dolores juntamente con el don de la paciencia, y la santa se alegra de haber perdido, porque comprende que ha ganado más en la segunda partida que en la primera.

En las sobrehumanas torturas de su última enfermedad, a los que la exhortaban a tener ánimos, respondía ella: "Lo que pido a mi Esposo es que no termine nunca de abrasarme en los más agudos ardores, hasta que me convierta en el fruto maduro que se digna recibir de este mundo en su mesa de los cielos." Y, como se admirasen de su seguridad, de su certeza de ir derechamente al paraíso, añade con vehemencia estas palabras que revelan otro aspecto de su alma: "Tengo un Esposo que puede todo lo que se puede hacer y que posee las mayores maravillas que pueden existir; y no me puedo figurar que voy a recibir de él cosas pequeñas."

LA GLORIA. — Las promesas y las atenciones del Señor con Rosa justifican sobradamente la confianza que tenía ésta en la infinita bondad Tan sólo contaba treinta y un años cuando, en la noche que antecede a la fiesta de San Bartolomé de 1617, oyó esta voz: El Esposo está aquí, En Lima, en todo Perú, en América entera, el tránsito de la humilde virgen, desconocida de mluchísimos hasta ese momento, quedó señalado con prodigios de conversión y de gracia. "Se pudo asegurar jurídicamente, dice el Sumo Pontífice que desde el descubrimiento del Perú no hubo ningún misionero que produjese un movimiento tan general de penitencia". Y cinco años después se inauguraba el monasterio de Santa Catalina de Sena que debía continuar en el centro de Lima la obra de santificación, de saneamiento y de defensa social, y que se llamaba el monasterio de Rosa porque ella fue, en efecto, la fundadora y la madre. Y esta joven, que no hizo más que rezar y sufrir y que, en medio de la corrupción del mundo, ofreció a Dios su virginidad y no buscó más que la obscuridad y el silencio, es la que ha llegado a ser la Patrona del Perú; y el mismo Papa Clemente X extendió su patronato a las Indias, a las Filipinas y a toda América.

VIDA.— Rosa nació nació en Lima, Perú, el 20 de abril de 1586, de una familia de origen español. En el bautismo la pusieron el nombre de Isabel, pero por la frescura de su tez la llamaron Rosa. En su infancia y vida breve fué probada con dolores y con la pobreza de sus Padres. Tomó por modelo a Santa Catalina de Sena y a imitación suya, vivía en casa como verdadera religiosa y casi reclusa. Amaba la soledad, se imponía rudas penitencias por la conversión de los infieles y de los malos cristianos, y cuidaba y consolaba ,a sus padres. Se inscribió en la Orden Tercera de Santo Domingo cuyo hábito llevaba, y murió a los 31 años, el 24 de agosto de 1617. Dieron fe de su santidad numerosos milagros y Clemente XX la beatificó en 16686 y luego Clemente X el 12 de abril de 1671 la canonizó. Su fiesta se extendió a la Iglesia universal, y sus re liquias se veneran en Lima y, en la Iglesia de Santa María de la Minerva, en Roma.

PLEGARIA POR AMÉRICA. — Patrona de tu patria de este mundo, vela siempre por ella. Corresponde a su confianza, aun en el orden de la vida presente, amparándola en los terremotos y en las conmociones políticas. Extiende tu acción tutelar a las repúblicas jóvenes que la rodean y que te veneran también; de igual modo que a tu tierra natal, protégelas contra el espejismo de las utopías que llegan del viejo mundo, contra las revoluciones y las ilusiones de su propia juventud, contra las sectas condenadas que acabarían por sacudir hasta su fe siempre viva. Y, finalmente, Rosa amada del Señor, echa una sonrisa a toda la Iglesia, que hoy se siente arrebatada por tus celestiales encantos. A semejanza de ella, todos queremos correr en pos del olor de tus perfumes

.....POR TODOS LOS FIELES. — Enséñanos a dejarnos ganar como tú por el rocío celestial. Enséñanos a responder a lo que, tomando la delantera, quiere de nosotros el divino escultor, el cual se te apareció un día entregando a la solicitud e ios que ama los mármoles mejores de las virtudes, para que los pulan y los tallen con la ayuda de las lágrimas y del cincel de la penitencia. Y más que nada enséñanos la confianza y el amor. Dijiste tú que todo lo que obra el sol en la inmensidad del universo, haciendo brotar las flores y madurar los frutos, formando las perlas en el seno de los océanos y las piedras preciosas en los repliegues de las montañas, lo realizaba el Esposo en los espacios ilimitados de tu alma, produciendo en ella toda clase de riqueza, toda belleza, toda alegría, todo calor y toda vida: Logremos nosotros aprovecharnos, como tú, de la venida del sol de justicia a nuestras almas en el Sacramento de unión, no vivir más que de su luz bendita y exhalar el buen olor de Cristo en todas partes.

30 de agosto SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DE IBEROAMÉRICA

 

SANTA ROSA DE LIMA,
PATRONA DE IBEROAMÉRICA


SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA PRINCIPAL DE IBEROAMÉRICA (30 de agosto)
Óleo colonial

Rosa de Santa María, conocida en la Iglesia Universal como Santa Rosa de Lima, nace en la capital de Perú, denominada "Ciudad de los Reyes", el 30 de Abril de 1586 y fallece en la misma el 24 de agosto de 1617.

“Es la primera santa que antes de ser canonizada -sólo 54 años después de su muerte, en 1671- sería proclamada -cosa excepcional- patrona del Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670)”1.

Ella es la primera rosa que el continente americano ofreció al Altísimo, el primer fruto de nuestra Iglesia que, nacida en Oriente, y extendida hacia Europa, recién llegaba a un territorio que le había permanecido oculto, pero que ya encerraba una riquísima historia y cultura que hasta hoy asombra al mundo entero.

En Lima se vivía la denominada “época dorada de la santidad”. Una constelación de santos tuvieron como escenario de vida esta ciudad: Rosa conoció a san Martín de Porres, y san Juan Masías, dominicos, fue confirmada en 1597 en Quives, Canta, por el segundo arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo y oyó las predicaciones de san Francisco Solano y san Juan Masías. 

Ya el poético nombre de Rosa nos habla de su singular belleza.

Nuestra santa era hermosa espiritual y físicamente. Era de rostro ovalado, cabello rubio, tez blanca y sonrosada como una rosa, estatura mas bien alta.

Su carácter fue apacible, desde niña fue mansísima, y mantenía como prioritario todo aquello que concernía a la fe católica.

Debido a su belleza fue pretendida por varios mozos de la aristocracia española y limeña, pero ella rechazaba la idea del matrimonio pues sabía que Dios la llamaba toda para sí.

Fue hija de Gaspar Flores, natural de San Juan de Puerto Rico, arcabucero e hidalgo de segundo rango; y de la limeña María de Oliva.

Este matrimonio tuvo 13 hijos: 

Hernando (1584), quien declaró abundantemente en el proceso de canonización de su hermana; Bernardina (1581), otra que muere a los 14 años; Francisco (1590), Juana (1592), Andrés, Gaspar, Antonio y Matías. 

Rosa nació a las 4 de la tarde aproximadamente y testifica su madre que su parto fue bueno y sin trabajo. 

A los pocos años de la muerte de su bienaventurada hija, María de Oliva ingresaría al monasterio que Rosa había predicho. Tuvo el cargo de portera y murió santamente.

Fue bautizada con el nombre de Isabel Herrera, como su abuela (así consta en el registro de bautizos de la parroquia de San Sebastián, realizado por don Antonio Polanco: "En Domingo día de Pascua del Espíritu Santo, 25 de Mayo de 1586, bauticé a Isabel, hija de Gaspar Flores y María de Oliva, fueron padrinos Hernández de Valdez y María Orosco".

Pero un hecho singular provoca que su madre la empiece a llamar Rosa.

A los tres meses- dice su madre en el testimonio de beatificación - estándola meciendo una india criada en la cuna, teniendo cubierto el rostro, la dicha india se le descubrió por ver si había tomado sueño y lo vio tan hermoso, que llamó a unas niñas que estaban labrando para que la viesen. Y haciendo todas admiración; esta testigo desde el aposento donde estaba la vio hacer extremos y sin decirlas cosa alguna se fue derecha donde estaba la niña; y como la vio tan linda y hermosa y que le parecía que todo su rostro estaba hecha una rosa muy linda y en medio de ella veía las facciones de sus ojos, boca , nariz y orejas como si hubiese puesto su cabecita en una rosa grande de un color muy encendido...aquello fue en un repente sin pensar, y luego se desapareció aquella rosa, quedando el rostro muy hermoso y más lindo de lo que otras veces le había visto ...quedó admirada de ver aquel prodigioso suceso; la tomó en las manos y empezó a hacer con ella mil alegrías y mostrar sumo gozo y contento diciendo con estas demostraciones: "Yo te prometo, hija y alma mía, que mientras viviré, de mi boca no has de oír otro nombre sino Rosa"[1]

Pero, según atestigua uno de sus confesores y prior de Santo Domingo en Lima, Fray Alonso Velásquez, Rosa “entristecíase de ver que la llamasen Rosa, por ser nombre célebre y de mucha hermosura y belleza[2], ya que “en esa época no era usual ese nombre[3].

“La santa tenía 25 años y vistiendo ya el hábito de terciaria dominica, aún seguía prefiriendo el nombre de bautizo. Pero un día, cuenta su madre, llegó a casa Rosa radiante y le decía: “Madre mía, de aquí en adelante no hay sino llamarme Rosa de Santa María

Esto le extrañó a su madre conociendo su repugnancia anterior a dicho nombre y quiso saber el motivo del cambio.

Resultaba que Fray Alonso Velásquez le había señalado “que no se desconsolase (entristeciese) de eso, sino que entendiese que su alma era una Rosa de Nuestra Señora, que la había depositado y puesto en su cuerpo como en un vaso o maceta, para que la guardase, y que así la procurase guardar y conservar con la frescura y hermosura de la gracia[4].

Y entonces, puesta de rodillas delante de la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la Basílica de Santo domingo le ofreció el nombre de Rosa y se consagró a ella, determinándose a llamar así en adelante, siendo este el nombre que usó y con el que Dios había dispuesto desde la eternidad que sea elevada a los altares y reconocida en el mundo entero.

Con lo que concluimos que fue la intervención divina la que guió las circunstancias históricas para dar a conocer cuál era su voluntad respecto al nombre de su hija predilecta.

“Pasados algunos años, el contador Gonzalo de la Maza halló en el convento de San Francisco la vida de Santa Rosa de Viterbo, y se la dio a leer a la sierva de Dios; la cual “mostró alegría en confirmación de que había santa de su nombre”[5].

Santa Rosa fue laica (no fue monja de clausura como a veces se cree).

Vivió en casa de sus padres como terciaria dominica (usando el hábito dominico). Dedicaba la mitad de las horas del día al trabajo manual, tejiendo, bordando y cultivando flores en su jardín para aliviar en algo los gastos de su familia. Además auxiliaba a los pobres y más necesitados de Lima, acondicionando para ello una habitación de su hogar como enfermería. Vivió pues su anhelo de ser toda de Dios en la vida ordinaria. Ya en vida tuvo fama de santidad debido a esta incansable labor para con los menesterosos y olvidados de Lima y a la limpieza de su alma que irradiaba en todo el que le conocía. Esto explica que a su muerte fuese aclamada y llorada por toda la ciudad como "nuestra santa, la Madre de los pobres de Lima".

Su santidad en medio del mundo fue fruto de su intensa Vida espiritual. Si Rosa llegó a la perfección en la caridad hacia el prójimo fue porque su vida espiritual fue muy intensa: la otra mitad de su jornada estaba destinaba a la vida de piedad, llegando por gracia de Dios a las cumbres de la contemplación y unión con Dios (matrimonio espiritual) dejándonos un legado de vida espiritual de la altura de los grandes doctores de nuestra Iglesia. Su escala espiritual la podemos apreciar en sus escritos. Su trato con la Iglesia celeste fue continuo, como veremos más adelante. Pero todo esto vino precedido de un período de 15 años de aridez espiritual (conocida en teología mística como la “noche oscura del alma”). Sus penitencias, ayunos y mortificaciones continuadas aún hoy siguen asombrando al mundo pues nos preguntamos cómo una doncella tan frágil pudo tomar para si tales ofrecimientos, y nos respondemos que ella fue llevada por el encendido amor a Dios que le impulsaba a pedir perdón por sus hermanos.

Muchísimas anécdotas hacen ver que, cuando los medios materiales o humanos no eran suficientes, Dios intervenía en la vida ordinaria de su rosa para confirmarle su amor y ayuda.

El Atlas del Perú nos refiere con maestría un ejemplo del profundo amor de Rosa a la presencia de Cristo en el Santísimo Sacramento.

Rosa fue favorecida con repetidas visitas de la Reina de los ángeles. Tan familiar fue su trato con ella que como buena madre la despertaba en la mañana para ir a la oración. Los imágenes ante las cuales Rosa oraba fueron: Nuestra Señora de la Evangelización (Basílica Catedral de Lima), Nuestra Señora del Rosario (Basílica del Rosario o de los dominicos) y Nuestra Señora de los Remedios (Iglesia de San Pedro, centro histórico de Lima).

Deseaba adornar a nuestra madre ofreciéndole preciosas prendas pero realizó un regalo mayor al componer a la Madre de Dios unos “vestidos espirituales” consistentes en un ofrecimiento de decenas de rosarios, oraciones y visitas al Santísimo Sacramento y otras prácticas de piedad. El amor de Rosa bien puede decirse era originalmente delicado.

No es de maravillar en los amigos de Dios tener amistad y confianza. Rosa la tuvo con Santo Domingo de Guzmán y Santa Catalina de Sena, con su ángel custodio e incluso los ángeles de otras personas.  

Dios también la favoreció al concederle el don de leer en el interior de las personas. Muchas veces ponía en aviso de quien se confiaba a sus oraciones que conocía lo que pedía. Predijo la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Siena, llegando a vaticinar incluso el día de su fundación, las medidas del terreno, el número de monjas que lo conformarían y hasta el sacerdote que oficiaría la primera misa en el santo lugar (fray Luis de Bilbao, uno de sus confesores)

Su santidad fue reconocida en vida: “... Como le sucedería a Santa Teresa de Jesús (m. 1582) en España, Santa Rosa de Lima también fue interrogada por la Inquisición. Dos de sus inquisidores, el padre Juan de Lorenzana y fray Luis de Bilbao -ambos catedráticos de Prima en la Universidad de San Marcos- quedaron pasmados ante la solidez doctrinal y la madurez espiritual de Santa Rosa. Se trataba de un ingenio que por medio de la oración había alcanzado mayores conocimientos de la Divina Esencia que el más docto y pulido de los teólogos... Sea como fuere, la Lima del siglo XVI vio en Santa Rosa un emblema acabado de todas las virtudes de la perfección cristiana.[6]

Al saberse la noticia de su muerte, toda Lima se conmocionó y quería ver a la que ya aclamaban como "su santa". Transcurrieron días sin poder sepultar el sagrado cuerpo como consecuencia de las interminables visitas de toda la población, y su cuerpo, lejos de manifestar señales de corrupción permanecía lozano y sereno como en el mismo instante de su partida al cielo. Desde el Virrey, la Real Audiencia, el arzobispo, el clero, el cabildo, todas las familias religiosas y autoridades hasta el último de los limeños se hicieron presentes en las pompas fúnebres.

Entonces según consta en los archivos de su proceso de canonización, se sucedieron incontables curaciones milagrosas al sólo contacto con su bendito cuerpo o con sólo invocar su nombre. Milagros de todo tipo se sucedieron. Era la canonización anticipada.

Testifica fray Antonio Rodríguez: 

Si el sumo Pontífice se hallara en la muerte de la dicha sierva de Dios... y viera el innumerable concurso de gente que iba a ver el cuerpo y venerarle por santa, sin más averiguación la canonizara, y que en esta opinión de santa está hoy y ha estado siempre” [7]

Recién el día 4 de setiembre se pudieron realizar las honras. Al coincidir este día con el de santa rosa de Viterbo, la gente se admiró y tomó este gesto como señal divina y anticipada de su elevación a los altares.

“Concluidos en 1632 los procesos ordinarios y apostólicos para la beatificación y canonización de la sierva de Dios ... [y] con dispensa del tiempo que aún faltaba, concedida por Alejandro VII el 24 de setiembre de 1664, corrieron los despachos. Como que llegó el decreto de virtudes heroicas firmado por la Sagrada Congregación de Ritos el 03 de marzo de 1665;Clemente IX suscribió el de beatificación en Santa Sabina de Roma el 12 de marzo de 1668;y dos años después, el 11 de agosto de 1670, Clemente X la declaró patrona de América, Indias y Filipinas, al paso que le otorgaba los honores de la canonización el 12 de Abril de 1671”[8]

Muy pronto la fama de su santidad sería mundial y su testimonio de vida impulsaría a la santos como san Antonio María Claret, la beata ecuatoriana Narcisa y la santa Marianita de Quito. Aunque su figura tuvo una gran influencia para la identidad americana, desvirtuaríamos su portentosa huella y mensaje si intentamos poner hincapié en cuestiones sociales o políticas.

Hay algunos datos interesantes respecto a esta santa:

“Es la primera santa que antes de ser canonizada (167l) sería proclamada -cosa excepcional- patrona del Perú (1669), del Nuevo Mundo y de Filipinas (1670)”[9] . Sólo en Perú hay mas de 72 pueblos con su nombre.

Se han escrito mas de 400 biografías sobre ella (y se siguen escribiendo nuevas). La primera fue realizada por uno de “los padres de su alma”, el p. Hansen. Dicha biografía fue culminada tan sólo 2 años después de fallecida.

Rápido ascenso a los altares: su proceso de canonización fue inmediato y en menos de 50 años fue declarada santa para la Iglesia Universal. Pero ya sus fastuosas pompas fúnebres y la aclamación de la población entera al conocer su fallecimiento hicieron que a los 08 días se abriera el proceso de canonización. El Cabildo entero envió una carta al Papa Urbano VIII y el virrey hizo lo propio a la Corona de España.

Varios autores, llevados por el significado poético de su nombre o por su cariño hacia Rosa le han creado relatos fantasiosos y muy hermosos, pero que no son ciertos.

Por ejemplo, no es verdad que:

Que fuera analfabeta. Se conservan varios de sus escritos de puño y letra..

Que supiera tocar el arpa. Sólo tañía algunas cuerdas de la guitarra con la cual elevaba su canto a Dios.

No usó una corona de espinas: lo que usó fue una vincha de plata con 3 hileras de 33 puntas de clavos a modo de silicio llevó perpetuamente y que sólo se quitó cuando tuvo que guardar reposo por la enfermedad que la llevaría al paraíso.

Que haya vestido traje de color pardo. Vestía el hábito propio de la familia dominica: capa y velo negro y túnica blanca. Algunas representaciones pictóricas o esculturas la representan con hábito franciscano, de color pardo, o con velo blanco, esto sólo lo uso un tiempo antes de que Dios le hiciese ver su voluntad.

Que haya hecho profecías apocalípticas o políticas. Su único gran vaticinio fue la fundación del Monasterio de Santa Catalina de Siena.

La casa de Santa Rosa de Lima, conserva aún los lineamientos que tuvieron en el siglo XVI, época en que vivió Rosa. Es visitada anualmente por miles de devotos, peregrinos y turistas quienes recorren los ambientes que estuvieron ligados a su vida.

Aún se conservan como reliquias una ermita donde ella rezaba y un pozo de veinte metros de profundidad, donde sus devotos depositan sus deseos escritos.

La Basílica-Santuario, fue empezada luego de su canonización, con posteriores restauraciones durante los siglos XVII - XX hubo de ser remodelada e inaugurada finalmente el 24 de agosto de 1992, Este lugar es principal punto de peregrinación de todo el Perú y su arraigo popular es comparable a la Virgen de Guadalupe en México.

La figura de Santa Rosa de Lima se mantiene en el corazón del pueblo peruano como un símbolo de integración nacional.

Es Patrona de institutos policiales y armadas: Policía Nacional de la República del Perú y de las Fuerzas Armadas de Argentina, de América y de las Filipinas.

ORACIÓN

Oh esclarecida Virgen, Rosa celestial, que con el buen olor de vuestras virtudes habéis llenado de fragancia a toda la Iglesia de Dios y merecido en la gloria una corona inmarcesible; a vuestra protección acudimos para que nos alcances de vuestro celestial Esposo un corazón desprendido de las vanidades del mundo y lleno de amor divino.
¡Oh flor la más hermosa y delicada que ha producido la tierra americana!, portento de la gracia y modelo de las almas que desean seguir de cerca las huellas del Divino Maestro, obtened para nosotros las bendiciones del Señor. Proteged a la Iglesia, sostened a las almas buenas y apartad del pueblo cristiano las tinieblas de los errores para que brille siempre majestuosa la luz de la Fe y para que Jesús, vida nuestra, reine en las inteligencias de todos los hombres y nos admita algún día en su eterna y dichosa mansión. Amén.

Sede Vacante desde 1958

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