domingo, 28 de febrero de 2021

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

 SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger


LA TRANSFIGURACIÓN. — Propone hoy la Santa Madre Iglesia a nuestra consideración un asunto de capital importancia para el tiempo en que estamos. La lección que el Salvador dio un día a tres de sus Apóstoles, nos la aplica a nosotros en este segundo Domingo de la Santa Cuaresma. Esforcémonos por estar más atentos a lo que estuvieron los tres discípulos del Evangelio de hoy cuando su maestro se dignó preferirles a los demás para honrarlos con favor tan señalado.

LA CONDESCENDENCIA DE JESÚS. — Se preparaba Jesús a pasar de Galilea a Judea para ir a Jerusalén donde debía hallarse en la fiesta de la Pascua. Era esta la última Pascua que iba a comenzar con la inmolación del cordero figurativo y acabarse con el sacrificio del Cordero de Dios que borra los pecados del mundo. Jesús no debía ser ya desconocido a sus discípulos. Sus obras habían dado testimonio de Él a los ojos de los mismos extraños; su palabra de tan calificada autoridad, su bondad tan atractiva, su paciencia en sufrir la grosería de los hombres que se había escogido por compañeros; todo debió contribuir a unírseles a Él hasta la muerte. Habían oído a Pedro, uno de ellos, declarar por inspiración divina que era Jesús el Cristo, el Hijo de Dios vivo; la prueba, sin embargo, que se les venía encima iba a ser tan espantosa, dada su flaqueza, que Jesús quiso antes de someterles a ella procurarles un último socorro para armarles contra la tentación.

EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ — No sólo para la Sinagoga, desgraciadamente, iba a ser la Cruz motivo de escándalo; Jesús en la última Cena decía delante de sus apóstoles reunidos en torno suyo: "Todos os escandalizaréis esta noche por mi causa". ¡Qué prueba cruel para hombres carnales como ellos el verle arrastrado y cargado de cadenas por mano de soldados, conducido de un tribunal a otro, sin pensar en defenderse; el ver salir adelante aquella conspiración de pontífices y fariseos tan frecuentemente confundidos por la cordura de Jesús y el brillo de sus milagros; ver al pueblo que poco antes gritaba Hosanna, reclamar apasionadamente su muerte; verle finalmente expirar en patíbulo infame entre dos ladrones y servir de trofeo a los odios reconcentrados de sus enemigos! ¿No se desalentarán a la vista de tantas humillaciones y sufrimientos esos hombres que desde hace tres años siguen sus pasos? ¿Se acordarán de cuanto han visto y oído? ¿El pavor y cobardía no paralizarán sus almas el día en que se cumplan las profecías que les hizo sobre su persona? Jesús, no obstante quiere ensayar un último esfuerzo en tres de ellos que le son especialmente queridos: Pedro, a quien ha hecho fundamento de su futura Iglesia; Santiago, el hijo del trueno, que será el primer mártir en el colegio apostólico; y Juan su hermano, que es llamado el discípulo amado. Jesús quiere tomarlos aparte y mostrarles por unos instantes el esplendor de la gloria que oculta a los ojos de los mortales hasta el día de la manifestación.

LA TRANSFIGURACIÓN. — Deja, pues, a los otros discípulos en la llanura cerca de Nazaret, y se dirige con los tres escogidos hacia una alta montaña llamada Tabor, que se encadena a las estribaciones del Líbano de que el salmista nos dice que debía exultar al nombre del Señor. Apenas llega Jesús a la cima de esta montaña, de repente desaparece su mortal aspecto a los ojos maravillados de los tres Apóstoles; su cara resplandece como el sol, sus vestidos brillan con la blancura deslumbrante de la nieve. Dos personajes inesperados están allí ante los Apóstoles y platican con su Maestro sobre los sufrimientos que le esperan en Jerusalén. Son Moisés, el legislador, coronado de rayos y Elías, el profeta arrebatado en un carro de fuego sin pasar por la muerte. Estos dos grandes potentados de la religión mosaica —la Ley y la Profecía— se inclinan humildemente delante de Jesús de Nazaret. Y no sólo los ojos de los tres apóstoles son iluminados del resplandor que rodea a su Maestro y sale de Él, sino que sus corazones se ven sobrecogidos de vivo sentimiento de felicidad que les encadena a la tierra. Pedro no quiere ya bajar de la montaña; con Jesús, con Moisés y Elías quiere sentar allí sus reales. Y para que nada faltara a esta escena en que las grandezas de la humanidad de Jesús se manifiestan a los apóstoles, el testimonio del Padre celestial sale de una nube luminosa que acaba de cubrir la cima del Tabor, y oyen proclamar a Dios que Jesús es su Hijo eterno.

Este instante de gloria para el Hijo del hombre duró poco; su misión de sufrimientos y humillaciones le llamaba a Jerusalén. Retiró, pues, dentro de Sí ese resplandor sobrenatural; y cuando volvió en sí a los apóstoles a quienes la voz del Padre había dejado como anonadados, ya no vieron más que a su Maestro. La nube luminosa desde la que había resonado la palabra de Dios se había desvanecido. Moisés y Elías habían desaparecido. ¿Recordarán siquiera lo que vieron y oyeron esos hombres honrados con tan insigne favor? ¿Quedará en adelante impresa en su memoria la divinidad de Jesús? Cuando llegue la hora de la prueba, ¿no desconfiarán, por ventura, de su divina misión? ¿No se escandalizarán de su humillación voluntaria? Los relatos evangélicos que siguen nos contestarán.

LA AGONÍA DE GETSEMANÍ. — Poco tiempo después, habiendo celebrado con ellos su última Cena, guía Jesús a sus discípulos a otra montaña, la de los Olivos al este de Jerusalén; deja a la entrada de un jardín a la mayoría de ellos, y tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan se adentra en aquel lugar solitario; "triste está mi alma hasta la muerte, les dice, quedaos aquí, velad conmigo un poco'". Y se aleja a cierta distancia para rogar a su Padre. Sabemos qué inmenso dolor oprimía entonces el corazón del Redentor. Cuando vuelve hacia sus tres discípulos la agonía ha pasado por Él; un sudor de sangre ha empapado sus vestiduras. En medio de crisis tan atroz ¿velan al menos entonces ardorosos en espera del instante en que han de sacrificarse por él? No; se han dormido; sus ojos se han vuelto abrumados de sueño. Dentro de poco todos huirán, y Pedro el más animoso jurará que no le conoce.

LECCIÓN DE FE. — Más tarde los tres apóstoles testigos de la Resurrección de su Maestro retractaron su conducta con sincero arrepentimiento y reconocieron la previsora bondad con que el Salvador quiso armarles contra la tentación, haciéndose ver de ellos en su gloria tan poco tiempo antes de su Pasión. Por lo que a nosotros cristianos atañe, no aguardemos a abandonarle y traicionarle para reconocer su grandeza y divinidad. Estamos en puertas del aniversario de su sacrificio; nosotros también le vamos a ver humillado por sus enemigos y aplastado bajo el brazo de Dios. No desfallezca nuestra fe ante ese espectáculo; el oráculo de David que nos le representa semejante a un gusano al que se pisotea; la profecía de Isaías que nos le describe como un leproso, como el último de los hombres, el varón de dolores, todo esto se va a cumplir a la letra. Acordémonos entonces de los resplandores del Tabor, de los homenajes de Moisés y Elías, de la nube luminosa, de la voz del Padre. Cuanto más Jesús va a anonadarse a nuestra vista más debemos ensalzarle con nuestras aclamaciones, diciendo con las milicias angélicas, con los veinticuatro ancianos que San Juan, uno de los testigos del Tabor, oyó en el cielo: "Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder y la divinidad, la sabiduría y la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición".

El segundo domingo de Cuaresma se apellida Reminiscere, primera palabra del Introito de la Misa, y también se le llama domingo de la Transfiguración con ocasión del Evangelio que acabamos de explanar.

La Estación en Roma se celebra en la Iglesia de Santa María in Dominica en el monte Celio. Una leyenda nos cuenta que esta basílica es la antigua Diaconía habitada por San Ciriaco donde San Lorenzo distribuía las limosnas de la Iglesia.

MISA

La Iglesia nos espolea en el Introito a la confianza en la misericordia de Dios que nos librará de nuestros enemigos, si le invocamos de corazón. Ansiamos alcanzar dos beneficios de Él en la Cuaresma: El perdón de nuestros pecados y su protección para no volver a caer en ellos.

INTROITO

Acuérdate, Señor, de tus piedades y de tu misericordia, que son eternas, para que nunca nos dominen nuestros enemigos; líbranos, oh Dios de Israel, de todas nuestras angustias. — Salmo: A ti, Señor, elevo mi alma: en ti confío, Dios mío; no sea yo avergonzado. V. Gloria al Padre.

En la Colecta pedimos por nuestras necesidades interiores y exteriores; Dios nos dará el correspondiente remedio si nuestra plegaria es humilde y sincera; estará al tanto de nuestros menesteres corporales y defenderá nuestras almas contra las sugestiones del enemigo que pretende profanar hasta nuestros pensamientos.

COLECTA

Oh Dios, que nos ves destituidos de toda fuerza; guárdanos interior y exteriormente, para que seamos protegidos contra toda adversidad en el cuerpo, y seamos purificados de los malos pensamientos en la mente. Por el Señor.

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses.

Hermanos: Os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que, habiendo aprendido de nosotros la manera cómo debéis caminar y agradar a Dios, caminéis de modo que siempre progreséis más y más. Porque ya sabéis qué mandamientos os dimos de parte del Señor Jesús. Porque la voluntad de Dios es vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación: que cada uno de vosotros sepa conservar su vaso con santificación y honor, y no con afecto de concupiscencia, como los gentiles que ignoran a Dios; que ninguno oprima ni engañe a su hermano, porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os lo hemos dicho y atestiguado. Porque no nos ha llamado Dios a la inmundicia, sino a la santificación, en Jesucristo, Nuestro Señor.

LA SANTIDAD DEL CRISTIANO. — insiste el Apóstol en este paso sobre la santidad de costumbres que debe brillar en el cristiano; y la Iglesia que nos propone estas palabras exhorta a los fieles a aprovechar el tiempo en que estamos para restaurar en ellos la imagen de Dios en la que fueron renovados por la gracia bautismal. El cristiano es un vaso de honor, preparado y embellecido por la mano de Dios; guárdese, pues, de la ignominia que le degradaría y haría digno de ser quebrado y arrojado al muladar con las inmundicias. Gloria es del cristianismo el haber hecho partícipe al cuerpo de la santidad del alma; no obstante nos advierte su doctrina celestial, que esta santidad del alma se empaña y pierde por la sordidez del cuerpo. Restauremos, pues, en nosotros al hombre entero con la ayuda de la práctica de esta santa Cuaresma. Purifiquemos nuestras almas por la confesión de los pecados, por la compunción del corazón, el amor al Señor misericordioso, y rehabilitemos nuestro cuerpo haciéndole llevar el yugo de la expiación a fin de que en adelante sea servidor del alma y su dócil instrumento, hasta que, posesionándose ésta de la felicidad sin fin y sin medida, vierta sobre aquél la sobreabundancia de delicias en que se verá felizmente anegada.

En el Gradual, el hombre, a la vista de los peligros que le asedian, clama al Señor su solo amparo, que puede hacerle triunfar del enemigo casero cuyos insultos frecuentemente soporta. El Tracto es un cántico inspirado por la confianza en la divina misericordia, y al propio tiempo una petición que dirige la Iglesia a su Esposo en favor del pueblo fiel a quien se dignará visitar y salvar con la gran festividad todavía lejana pero a la que nos acercamos, sin embargo, cada día.

GRADUAL

Se han multiplicado las tribulaciones de mi corazón: líbrame, Señor, de mis necesidades. V. Mira mi humildad y mi trabajo: y perdona todos mis pecados.

TRACTO

Alabad al Señor, porque es bueno: porque su misericordia es eterna. V. ¿Quién expresará las maravillas del Señor, y quién contará sus alabanzas? V. Bienaventurados los que guardan la ley, y practican la justicia en todo tiempo. V. Acuérdate de nosotros, Señor, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítanos con tu salud.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo.

En aquel tiempo tomó Jesús a Pedro, y a Santiago, y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un elevado monte: y se transfiguró ante ellos. Y resplandeció su cara como el sol, y sus vestidos se tornaron blancos como la nieve. Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él. Y, respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, es bueno estarnos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías. Aun hablaba él, cuando una nube lúcida les envolvió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: Este es mi amado Hijo, en el que me he complacido bien; oídle a Él. Y al oírlo los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron mucho. Y se acercó Jesús, y les tocó, y les dijo: Levantaos, y no temáis. Y, alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Y al descender ellos del monte, les ordenó Jesús, diciendo: A nadie diréis esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. — Credo.

BONDAD DE JESÚS Y FLAQUEZA DE LOS APÓSTOLES. — De este modo acudía Jesús en ayuda de sus Apóstoles en vísperas de la prueba, y quería estampar profundamente su imagen gloriosa en sus almas, previendo el día en que el ojo carnal no vería en Él más que flaqueza e ignominia. ¡Oh previsión de la gracia divina, que jamás falta al hombre y que justifica siempre la bondad y justicia de Dios! Hemos pecado como los Apóstoles, y como ellos hemos desaprovechado la ayuda que el cielo nos deparaba, hemos cerrado voluntariamente los ojos a la luz y olvidado el resplandor que nos había antes extasiado, y hemos caído de bruces. No hemos, pues, sido tentados por encima de nuestras fuerzas y nuestros pecados nos son en verdad cosa propia. Los tres apóstoles se vieron expuestos a tentación violenta el día en que su Maestro pareció haber perdido toda su grandeza; les era, no obstante, fácil fortalecerse con un recuerdo glorioso y reciente. Olvidados de esto se entregaron al desaliento, y no pensaron en reanimar su fortaleza con la oración; y los testigos afortunados del Tabor se mostraron cobardes y desleales en el Huerto de los Olivos. No les quedó más remedio que echar mano a la clemencia cuando triunfó de sus despreciables enemigos; y lograron el perdón del corazón generoso de su Maestro.

CONFIANZA EN LA MISERICORDIA DIVINA. — Nosotros también acudimos a implorar esa misericordia sin tasa. Hemos abusado de la divina gracia; la hicimos estéril por nuestra deslealtad. La fuente de esa gracia, fruto de la sangre y de la muerte del Redentor, no se ha agotado para nosotros, mientras vivimos en este suelo; estemos dispuestos cada día a acudir a su refrigerio. Nos solicita a la enmienda de nuestra vida, y desciende abundosa a nuestras almas en el tiempo en que nos hallamos; mana abundantemente de los santos ejercicios de Cuaresma. Subamos al monte con Jesús; en esas alturas no se oye ya la baraúnda de la tierra. Fijemos allí nuestra tienda durante cuarenta días en compañía de Moisés y Elías, quienes como nosotros y antes que nosotros santificaron ese número con sus ayunos; y cuando el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos, publicaremos los favores con que se dignó agraciarnos en el Tabor. Nos exhorta la Iglesia en el Ofertorio a meditar los divinos mandamientos. ¡Ojalá nos sea dado amarlos como los amó el profeta rey cuyas palabras relatamos!.


OFERTORIO

Meditaré en tus mandamientos que mucho amo: y elevaré mis manos a tus preceptos, que mucho estimo.

Saquemos de la asistencia a la Misa, al soberano Sacrificio, la entrañable devoción cuya fuente inagotable es, conforme lo pide a favor nuestro la Iglesia en la Secreta, esta hostia que pronto va a ofrecerse; es la prenda y pago de nuestra salvación; merced a ella nuestros corazones fielmente preparados alcanzarán lo que puede aún faltarles para reconciliarse con el Señor.

SECRETA

Te suplicamos, Señor, mires aplacado los presentes sacrificios, para que aprovechen a nuestra devoción y salud. Por el Señor.

A la vista de aquel que es su Salvador y su Juez, presente en este inefable misterio, el alma penitente exclama quejumbrosa con ardor y confianza. Eso intentan las palabras del salmista que constituyen la antífona de la Comunión.

COMUNIÓN

Escucha mi clamor; atiende a la voz de mi oración, oh Rey mío y Dios mío; porque a ti oraré, Señor.

Recomienda especialmente a Dios la Iglesia en la Poscomunión a sus hijos que acaban de participar de la víctima que se ha inmolado. Jesús les ha sustentado con su propia carne; justo es le honre con la renovación de su vida.

POSCOMUNIÓN

Te suplicamos humildemente, oh Dios omnipotente, hagas que los que Tú alimentas con tus sacramentos, te sirvan también con buenas costumbres. Por el Señor.


28 de febrero MÁRTIRES DE LA PESTE DE ALEJANDRÍA

 

La peste había hecho estragos en la mayor parte del Imperio Romano, durante los años 249 a 263. Se dice que en Roma habían muerto cinco mil personas en un solo día. La ciudad de Alejandría fue una de las más severamente castigadas por la epidemia; San Dionisio de Alejandría nos dice que ahí se declaró el hambre, y que esto había provocado tumultos y violencias tan graves, que era más fácil ir de un extremo al otro del mundo conocido, que atravesar de una calle a otra en el interior de la ciudad. A estas desgracias vino a añadirse la peste, que causó tales estragos, que no había casa en la que no se llorara por lo menos a un muerto. Los cadáveres yacían insepultos; el aire estaba cargado de microbios y de los vapores pestilenciales del Nilo. Los sobrevivientes vagaban aterrorizados y el miedo volvía a los paganos crueles, aun con sus parientes más cercanos. En cuanto alguien caía enfermo, sus amigos huían de él; los enfermos eran arrojados de su propia casa, antes de morir.

En tan angustiosas circunstancias, los cristianos de Alejandría dieron gran ejemplo de caridad. Durante las persecuciones de Decio, Galo y Valeriano habían tenido que ocultarse; sólo podían reunirse en secreto, o en los barcos que partían de Alejandría, o en las prisiones. La peste les permitió salir de sus escondrijos. Sin temor al peligro, acudieron a asistir a los enfermos y a reconfortar a los moribundos; cerraban los ojos a los muertos y transportaban los cadáveres. Aunque sabían perfectamente que se exponían a contraer el mal, lavaban y enterraban decentemente a las víctimas de la enfermedad. El obispo de la ciudad escribió: «Muchos que habían curado a otros murieron apestados. La muerte nos ha arrebatado así a los mejores de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos y laicos excepcionales. Su heroica muerte, motivada por la fe, apenas es inferior a la de los mártires». Reconociendo el valor de estas palabras de San Dionisio, el Martirologio Romano honra a esos distinguidos cristianos como mártires. La caridad que mostraron asistiendo a sus perseguidores en las enfermedades, es un ejemplo de lo que debe ser nuestra actitud con los pobres, que no son nuestros enemigos, sino nuestros correligionarios.

 

28 de febrero SAN HILARIO, PAPA Y CONFESOR

 



   San Hilario nació en Cerdeña. Siendo diácono de Roma fue enviado en 449 por el Papa San León I al concilio de Éfeso en calidad de legado pontificio. Aquí se negó a firmar la deposición de San Flaviano, patriarca de Constantinopla. Temiendo las iras de sus adversarios, Hilario partió ocultamente, llevando consigo la apelación que Flaviano dirigía a San León, texto hallado en 1882 por Amelli en la Biblioteca Capitular de Novara. Ya en Italia, el enviado pontificio escribió a la emperatriz Pulqueria, informándole de lo ocurrido. Todavía diácono, despliega otra actividad muy distinta, de carácter litúrgico: encarga a un tal Victorio de Aquitania la composición de un Ciclo Pascual, donde se intenta fijar la verdadera fecha de la Pascua, punto sobre el que aún no estaban de acuerdo griegos y latinos. El mismo Hilario estudió previamente la cuestión; pero, para informarse de los escritos de aquellos, se valió de traducciones latinas, pues, según parece, no conocía bien el griego. Por lo demás, el cómputo de Victorio fue ley en la Galia hasta el siglo VIII.

   Hilario sucedió a San León en la Sede de San Pedro a fines de 461. Durante sus siete años de pontificado no ocurrieron acontecimientos de gran importancia para la Iglesia universal. El mérito del Santo consiste principalmente en la firme defensa de los derechos de la Iglesia en materia de disciplina y jurisdicción. Ya al año escaso de su consagración como Pastor Supremo, tuvo que dirigirse a Leoncio, arzobispo de Arlés, pidiendo informes sobre la usurpación del episcopado narbonense, llevada a cabo por Hermes; el Papa se extraña de que, siendo el asunto de la incumbencia de Leoncio, éste no le haya escrito antes sobre el conflicto. Poco después, presente "numeroso concurso de obispos" reúne en Roma un concilio donde, por bien de la paz, se consiente dejar a Hermes en la sede narbonense, pero, para prevenir futuros abusos, se le priva del derecho de ordenar obispos, derecho que pasa a Constancio, prelado de Uzés. La resolución conciliar fue enviada el 3 de diciembre, año 462, a los obispos de la Galia meridional en una carta donde también se prescribe que, convocados por Leoncio, se reúnan cada año, a ser posible, todos los titulares de las provincias eclesiásticas a quienes se dirige el documento, o sea de Viena, Lyon, dos de Narbona y la Alpina: en tales asambleas se han de examinar costumbres y ordenaciones de obispos y eclesiásticos; si ocurren causas más importantes que no puedan "terminar", consulten a Roma.

   Asimismo tuvo que atender Hilario al asunto del arzobispo de Viena, Mamerto, que había consagrado ilegalmente a Marcelo como obispo de Die. El Papa, manteniendo los principios legales y renunciando a imponer penas (supuesta la sumisión del acusado), remite la cuestión a Leoncio, a quien pertenecía en este caso el derecho de consagrar.

   Abusos semejantes, cometidos en España, fueron considerados en un concilio de 48 obispos que congregó el Papa en Santa María la Mayor (noviembre del 465). En la carta referente a este sínodo, enviada a los prelados de la provincia de Tarragona, que previamente habían consultado a Hilario, manda el Pontífice, entre otras cosas: 1.º Sin consentimiento del metropolitano tarraconense, Ascanio, no sea consagrado ningún obispo. 2.º Ningún prelado, dejando su propia iglesia, pase a otra. 3.º En cuanto a Ireneo, sea separado de la iglesia de Barcelona y retorne a la suya. 4.º A los obispos ya ordenados, los confirma el Papa, con tal que no tengan las irregularidades señaladas en el concilio.

Otro mérito de San Hilario fue el haber impedido la propaganda herética en Roma al macedonio Filoteo, y esto a pesar del apoyo que encontró el hereje en el nuevo emperador de Occidente, Antemio. 

   Tal rectitud de Hilario en lo tocante a la disciplina y a la fe, brota de lo que podríamos llamar norma de su vida y su gobierno: "En pro de la universal concordia de los sacerdotes del Señor, procuraré que nadie se atreva a buscar su propio interés, sino que todos se esfuercen en promover la causa de Cristo" (epístola Dilectioni meæ, a Leoncio, ed. Thiel, 1,139).

   En cuanto a lo referente a la piedad personal y fomento del culto, señalemos que Hilario edificó, entre otros, dos oratorios en la basílica constantiniana de Letrán: el de San Juan Bautista y el de San Juan Evangelista. Otro, dedicado a la Santa Cruz, con ocho capillas, se alzaba al noroeste de aquél. El Papa profesaba especial devoción al santo Evangelista, pues a él atribuía el haberse salvado de los peligros que corrió en el Latrocinio de Éfeso: en señal de gratitud hizo grabar a la entrada del oratorio la siguiente inscripción: "A su libertador, el Beato Juan Evangelista, Hilario obispo, siervo de Dios". A este mismo Papa atribuye el Liber Pontificalis la construcción de un servicio de altar completo, destinado a las misas estacionales: un cáliz de oro para el Papa; 25 cálices de plata para los sacerdotes titulares que celebraban con él; 25 grandes vasos para recibir las oblaciones de vino presentadas por los fieles y 50 cálices ministeriales para distribuir la comunión. El servicio se depositaba en la iglesia de Letrán o en Santa María la Mayor, y el día de estación se transportaban los vasos sagrados a la iglesia donde iba a celebrarse la asamblea litúrgica. También levantó Hilario un monasterio dedicado a San Lorenzo, y cerca de él una casa de campo, probablemente residencia o "villa" papal con dos bibliotecas.

   Murió el Santo el 9 de febrero de 468. Fue enterrado en San Lorenzo extra muros. Largo tiempo se celebró su aniversario el 10 de septiembre, conforme a ciertos manuscritos jeronimianos; pero ya desde la edición de 1922 del Martirologio Romano, se trasladó su memoria al 28 de febrero.  

ORACIÓN

   Haced, Señor, que la intercesión de San Hilario, nos haga agradables a Vuestra Majestad, y que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén.

27 de febrero SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA

    SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA, CONFESOR (27 de febrero) - Vidas de los Santos de A. Butler

Gabriel era hijo de un distinguido abogado, Sante Possenti, quien ocupó una serie de cargos importantes por cuenta del gobierno de los Estados Pontificios. Tuvo trece hijos, el undécimo de los cuales fue el futuro santo, que nació en 1838 y recibió en el bautismo el nombre de Francisco. Algunos de los hermanos del santo murieron en la niñez. La madre falleció en 1842, cuando Francisco sólo tenía cuatro años. El señor Possenti acababa de ser nombrado principal asesor de la ciudad de Espoleto, donde Francisco recibió casi toda su educación, en el colegio de los jesuitas. A diferencia de tantas otras vidas de aspirantes a la canonización, en las que la leyenda ha introducido una serie de hechos sorprendentes de dudoso gusto, la infancia de Francisco Possenti, como la de Santa Teresa del Niño Jesús, fue perfectamente ordinaria. No se cuenta de él que haya tenido visiones a los cuatro años, ni que haya inventado formas extraordinarias de penitencia antes de los ocho. Al contrario, parece que poseía un temperamento vehemente, que no siempre sabía dominar, y que era muy meticuloso en cuestión de vestido y apariencia personal. Leía muchas novelas, era muy alegre e iba con frecuencia al teatro, si bien las piezas que veía no tenían nada de escandaloso. Su carácter alegre y su atractivo físico lo hicieron muy popular. Aunque no hay razones para creer que haya perdido la inocencia bautismal, ni quebrantado gravemente la ley de Dios, lo cierto es que durante su vida de religioso, el santo no veía con buenos ojos esa primera parte de su vida. Más tarde escribió a un amigo:

Querido Felipe, si realmente amas a tu alma, apártate de las malas compañías y no frecuentes el teatro. Yo sé por experiencia, cuán difícil es salir de él en estado de gracia; por lo menos constituye un grave peligro. Evita las reuniones mundanas y las malas lecturas. Creo, te lo aseguro, que, si hubiese permanecido en el mundo, no habría conseguido la salvación de mi alma. Dime: ¿No crees que yo me divertí bastante? Pues bien, el resultado de todo ello no es más que la amargura y el temor. No te rías de mí, Felipe, porque te estoy hablando con el corazón en la mano. Te ruego que me perdones, si alguna vez te escandalicé. Y retiro todo el mal que pueda haber dicho de otros delante de ti. Perdóname y pide que Dios me perdone también.

Probablemente el tono de autoacusación de esta carta se debe a la sensibilidad de conciencia que el santo desarrolló durante el noviciado; pero no es imposible que sus años de juventud hayan sido relativamente frívolos, ya que sus amigos le llamaban, sin duda con cierta exageración, «il damerino», es decir, «el enamoradizo». Tal vez san Gabriel no prestó oídos al llamado de Dios la primera vez que Él se dejó oír claramente en su corazón. Antes de terminar sus estudios, que debían abrirle una prometedora carrera en el mundo, cayó gravemente enfermo y prometió entrar en religión, si recobraba la salud; pero al sanar no hizo nada por cumplir su promesa. Un año o dos más tarde, un ataque de laringitis le puso de nuevo a las puertas de la muerte; renovó su promesa y se encomendó a la intercesión del mártir jesuita San Andrés Bobola, que acababa de ser beatificado. Habiendo recobrado milagrosamente la salud, pidió ser admitido en la Compañía de Jesús. Fue aceptado, pero dilató su ingreso, pues tal vez dudaba si Dios le llamaba a una vida de mayor penitencia, y además no tenía sino diecisiete años. Por entonces, el cólera le arrebató a su hermana predilecta. Impresionado por la fragilidad de la vida humana, Francisco ingresó en la Congregación de los Pasionistas, con la aprobación de su confesor, que era un jesuita. En el noviciado de Morrovalle, a donde llegó en septiembre de 1856, recibió el nombre de Gabriel de la Dolorosa. La vida de Gabriel se convirtió desde entonces en un extraordinario esfuerzo por alcanzar la perfección en las cosas pequeñas. Quienes tuvieron oportunidad de conocerle se sintieron impresionados por su lucidez, su espíritu de oración, su caridad con los pobres, su amor al prójimo, su exacta observancia, su deseo constante de mortificarse más allá de sus fuerzas (sin dejar por ello de someterse al juicio de sus superiores), y su absoluta docilidad en la obediencia. Los testimonios de las actas de beatificación son totalmente convincentes. La vida de san Gabriel de la Dolorosa fue de una generosidad sin límites; pero lo más extraordinario es la alegría con que supo consumar el sacrificio. Naturalmente, una vida así tiene pocos detalles pintorescos. Citemos, como ejemplo de la sencillez con que el santo tendió a la perfección, un pasaje de una de sus biografías, pero recordemos que bajo esa aparente sencillez se esconde la enorme fatiga del vencimiento constante de sí mismo:

Su deseo de penitencia era insaciable. Durante mucho tiempo pidió permiso de llevar un áspero cilicio de metal. Sus superiores se lo negaron pero el santo continuó pidiéndolo modestamente. Su director le decía: «Quieres a toda costa llevar una pobre cadenilla, cuando lo que realmente necesitas es encadenar tu voluntad. Vete y no me hables más de ello». El santo se retiraba profundamente mortificado. En otra ocasión, su director le dijo al mismo propósito: «Puesto que tienes tantas ganas de ese cilicio, te doy permiso de que te lo pongas; pero tienes que llevarlo encima del hábito y a la vista de todos, para que todo el mundo sepa cuán mortificado eres». A pesar de la humillación que eso le causaba, Gabriel se puso el cilicio como su director se lo había indicado; esto hizo reír mucho a sus compañeros, pero Gabriel lo soportó en silencio, sin pedir que le dispensaran de esa mortificación que le ponía en ridículo.

Cuando apenas llevaba cuatro años en religión, en el curso de los cuales el hermano Gabriel ya dejaba adivinar el fruto que recogería en las almas al llegar al sacerdocio, aparecieron los primeros síntomas de tuberculosis. Sus superiores se vieron obligados a dispensarle, muy contra la voluntad del santo, de los deberes de la vida comunitaria. La paciencia en la debilidad y los sufrimientos corporales, y la total sumisión a las restricciones que los superiores le imponían, se convirtieron en las principales características del santo. Su ejemplo impresionaba profundamente a todos; pero él evitaba cuidadosamente hacerse notar y poco antes de su muerte, destruyó todos los apuntes espirituales en los que hablaba de las gracias que Dios había derramado sobre él. Murió apaciblemente en la madrugada del 27 de febrero de 1862, en Isola di Gran Sasso, en los Abruzos. San Gabriel de la Dolorosa fue canonizado en 1920.


sábado, 27 de febrero de 2021

SÁBADO DE LAS TEMPORAS DE CUARESMA

 Tiziano: TRansfiguración del Señor

Se celebra la Estación en la Basílica de San Pedro del Vaticano, donde el pueblo se congregaba por la tarde para asistir a la ordenación de los sacerdotes y ministros sagrados. Apellidábase este día Sábado de las doce lecciones porque se leían doce pasos de las Sagradas Escrituras como el Sábado Santo (El papa Gelasio (492-496) organizó la liturgia del sábado de las Témporas y fijó en este día las ordenaciones). La Misa en que tenía lugar la ordenación se celebraba en la noche, ya empezado el domingo. Posteriormente se anticipó al Sábado esta misa de la ordenación; mas en recuerdo del uso antiguo no se señaló al Domingo otro Evangelio que el que hoy se lee el sábado, de donde resulta la repetición del mismo en ambos días seguidos. Ya hemos observado la misma particularidad el Sábado de las Témporas de Adviento, porque la Misa de la ordenación se adelantó asimismo ese día.

COLECTA

Doblemos las rodillas.

Suplicámoste, Señor, mires propicio a tu pueblo y apartes clemente de él los castigos de tu ira. Por el Señor.

PRIMERA LECCION

Lección del libro del Deuteronomio.

En aquellos días habló Moisés al pueblo, diciendo: Cuando hubiéres dado el diezmo de todos tus frutos, dirás en presencia del Señor, tu Dios: He tomado de mi casa lo que fue santificado, y lo he dado al levita, y al peregrino, y al huérfano, y a la viuda, como me lo has ordenado: no he despreciado tus mandatos, ni me he olvidado de tu imperio. He obedecido la voz del Señor, mi Dios, y lo he ejecutado todo según me lo mandaste. Mira desde tu santuario, y desde la excelsa morada de los cielos, y bendice a Israel, tu pueblo, y la tierra que nos has dado, como se lo juraste a nuestros padres, la tierra que mana leche y miel. Hoy te ordenó el Señor, tu Dios, que ejecutases estos mandatos y juicios, y que los guardases y cumplieses con todo tu corazón, y con toda tu alma. Hoy elegiste al Señor, para que fuese tu Dios y para seguir sus caminos, y para guardar sus ceremonias y sus mandatos y juicios, y para obedecer su imperio. Y el Señor te eligió hoy, para que fueses su pueblo escogido, como te lo dijo, y para que observases todos sus preceptos y para hacerte más excelso que todas las gentes que creó, para alabanza, y renombre, y gloria suya: para que fueses el pueblo santo del Señor, tu Dios, como El lo dijo.

OBEDIENCIA A LAS LEYES DE LA IGLESIA. — Nos enseña el Señor en este paso de Moisés que una nación fiel en guardar todas las proposiciones del servicio divino, será bendita entre todas las demás. Testigo abonado es la historia para confirmar la verdad de este oráculo. De cuantas naciones han perecido no hay una sola que no lo haya merecido por haber olvidado la ley de Dios; y así debe suceder. Aguarda a veces el Señor antes de descargar el golpe, pero es para que el castigo sea más solemne y ejemplar. ¿Queremos darnos cuenta de la firmeza de los destinos de un pueblo? Paremos mientes en su grado de fidelidad a las leyes de la Iglesia. Si su derecho público se asienta en los principios e instituciones del cristianismo, esa nación podrá abrigar algunos gérmenes de enfermedad, pero su temperamento es robusto; la agitarán las revoluciones pero sin disolverla. Si la masa de los ciudadanos es fiel en la observancia de los preceptos exteriores, si guarda por ejemplo el día del Señor, las prescripciones de la Cuaresma, hay en esto un fondo de moralidad que preservará a dicho pueblo de los peligros de la ruina. Tal vez los economistas vean en esto una superstición pueril y tradicional, útil sólo para mantenerla al margen de todo progreso; no importa. Dejad que esa nación hasta la fecha dócil y fiel a los mandatos divinos, tenga la desgracia de dar oídos a esas soberbias y necias teorías; no pasará un siglo sin tener que deplorar que, emancipándose de la ley de Cristo, baje el nivel de la moral pública y privada y sus destinos comiencen a bambolearse. Puede el hombre decir, puede escribir lo que quiera; Dios quiere ser servido y honrado por su pueblo y quiere El mismo dar sus normas de servicio y adoración. Todo atentado contra el culto exterior, que es el verdadero nexo social, recaerá con la mole de su peso sobre el edificio de los intereses humanos. Y aunque la palabra del Señor no estuviera en ello empeñada es de estricta justicia que así sea.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo .

En aquel tiempo tomó Jesús a Pedro, y a Santiago, y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un elevado monte: y se transfiguró ante ellos. Y resplandeció su cara como el sol: y sus vestidos se tornaron blancos como la nieve. Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con El. Y, respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, es bueno estarnos aquí. Si quieres hagamos aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías. Aun hablaba él, cuando una nube lúcida les envolvió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: Este es mi amado Hijo, en el que me he complacido bien: oídle a El. Y, al oírlo los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron mucho. Y se acercó Jesús, y les tocó, y les dijo: Levantaos, y no temáis. Y, alzando sus ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Y, al descender ellos del monte, les ordenó Jesús, diciendo: A nadie diréis esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos,

DIGNIDAD DEL SACERDOCIO.— Esta lectura del Evangelio que mañana oiremos también, va hoy destinada a autorizar la ordenación; los antiguos liturgistas, tras el sabio abad Ruperto, nos dan la clave. Quiere la Iglesia llamarnos la atención sobre la dignidad con que acaban de ser agraciados los sacerdotes que hoy han recibido la unción sagrada. Están representados en los tres apóstoles que Jesús lleva consigo al monte para contemplar su gloria. Pedro, Santiago y Juan solos suben al Tabor. Contarán a los demás discípulos y al mundo, cuando llegue la hora oportuna, el espectáculo de que han sido testigos y cómo el Padre ha proclamado la grandeza y divinidad del Hijo del hombre. "Oímos nosotros esta voz del cielo, dice San Pedro, cuando estábamos con él en la montaña santa. Decía: Este es mi Hijo muy amado en quien he puesto todas mis complacencias, escuchadle". Del mismo modo estos nuevos sacerdotes que acaban de ser consagrados a vuestra vista y por los cuales habéis ofrecido vuestros ayunos y plegarias entrarán en la nube donde reside el Señor. Sacrificarán la víctima de vuestra salvación en el silencio del Canon de la Misa. Dios bajará por vosotros entre sus manos; y sin dejar de ser mortales y pecadores como vosotros estarán cada día en comunicación con la divinidad. El perdón que esperáis de Dios en este tiempo de reconciliación pasará por sus manos, su sobrehumano poder irá a buscarle a favor vuestro hasta el cielo. De este modo acarreó Dios el remedio a nuestro orgullo. La serpiente nos dijo al principio de los tiempos: "Comed esta fruta y seréis como dioses." Tuvimos la desdicha de asentir a tan pérfida sugestión y el fruto de nuestra prevaricación fue la muerte. Dios, empero, quería salvarnos; pero para humillar nuestras pretensiones nos hace efectiva la salvación por intermedio de hombres. Su Hijo eterno se hizo hombre y ha dejado tras sí otros hombres a quienes dijo: "Como mi Padre me envió así os envío'". Honremos, pues, a Dios en esos hombres que hoy han sido objeto de tal distinción y entendamos bien que el respeto al sacerdocio es parte integrante de la religión de Jesucristo.

ORACIÓN

Humillad vuestras cabezas a Dios.

Confirme, oh Dios, a tus fieles la anhelada bendición, la cual haga que nunca discrepen de tu voluntad y siempre se feliciten de tus beneficios. Por el Señor.


jueves, 25 de febrero de 2021

VIERNES DE DE LAS TÉMPORAS DE CUARESMA

 VIERNES DE LAS TEMPORAS DE CUARESMA - Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger

La Estación se celebra en la basílica de los Doce Apóstoles, una de las más augustas de Roma, enriquecida con las reliquias de los dos apóstoles San Felipe y Santiago el Menor.

COLECTA

Sé propicio, Señor, con tu pueblo: y, pues le consagras a tu servicio, favorécele benigno con tu auxilio. Por el Señor.

EPÍSTOLA

Lección del Profeta Ezequiel.

Esto dice el Señor Dios. El alma que pecare, ésa morirá: el hijo no pagará la iniquidad del padre, y el padre no pagará la iniquidad del hijo: la justicia del justo a él se le imputará, y la impiedad del impío sobre éste recaerá. Mas, si el impío hiciere penitencia de todos los pecados que cometió, y guardare todos mis preceptos, e hiciere juicio y justicia, vivirá de veras, y no morirá. Me olvidaré de todas las iniquidades que cometió: vivirá en la justicia que obró. ¿Acaso es mi voluntad la muerte del impío, dice el Señor Dios y no el que se convierta de sus caminos, y viva? Mas, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, conforme a todas las abominaciones que suele cometer el impío, ¿vivirá por ventura? Todas las justicias, que él realizó, serán olvidadas; morirá en la prevaricación con que hubiere prevaricado, y en el pecado en que hubiere incurrido. Y dijisteis: No es justo el camino del Señor. Oíd, pues, casa de Israel: ¿Acaso no es justo mi camino o, más bien, no son vuestros caminos los que son depravados? Porque, si el justo se apartare de su justicia, y obrare la iniquidad, morirá en ella; morirá en la injusticia que hubiere cometido. Y, si el impío se convirtiere de la impiedad que cometió, y obrare juicio y justicia, vivificará su alma. Porque si entrare dentro de sí, y se apartare de todas las iniquidades que obró, vivirá de veras, y no morirá, dice el Señor omnipotente.

RECONCILIACIÓN DE LOS PECADORES. — Echemos una mirada a los penitentes públicos que la Iglesia se dispone a admitir pronto de nuevo a la participación de los Misterios. Pero han menester ser reconciliados con Dios a quien han ofendido. Su alma está muerta por el pecado; ¿podrá por ventura revivir? Sí, el Señor lo asegura; y la lectura del profeta Ezequiel que ayer empezó para los catecúmenos, la prosigue hoy a favor de los penitentes públicos. "Que el impío, dice el Señor, haga penitencia de todos los pecados que ha cometido; que guarde en adelante mis mandamientos; vivirá seguramente y no morirá." No obstante, eso, sus iniquidades saltan a la vista y vocean contra él, su voz se eleva al cielo y provoca venganza eterna. Así es, en verdad; pero el Señor que todo lo sabe y que nada olvida nos declara que no se acordará más de la maldad satisfecha por la penitencia. Y tal es la ternura de su corazón paternal que quiere olvidar la afrenta recibida de un hijo, si ese hijo vuelve sinceramente al sendero de su deber. Así pues, nuestros penitentes serán reconciliados y el día de la Resurrección del Salvador se mezclarán con los justos, porque el Señor no guardará memoria de sus desmanes; serán ellos también hechos justos. Remontándonos con el pensamiento al curso de los siglos nos hallamos de manos a boca con el espléndido espectáculo de la penitencia pública de que la Liturgia, que no cambia, ha conservado hoy los rasgos. En nuestros días no son ya separados los pecadores de los demás fieles, no se les cierra tampoco la puerta de la iglesia, asisten a menudo cabe los santos altares entreverados con los justos; y cuando sobre ellos desciende el perdón no lo nota la asamblea de los fieles por ritos especiales y solemnes. Admiremos la divina misericordia y aprovechemos la indulgencia de nuestra madre la Santa Iglesia. A cualquier hora y sin aparato la oveja descarriada puede volver al redil; aproveche, pues, la condescendencia de que es objeto y en adelante no abandone al Pastor que tuvo a bien recogerla de nuevo. Por lo que al justo atañe no se engría en vana complacencia comparándose con la pobre oveja perdida; medite estas palabras: "Si el justo se apartare de la justicia, si obrare la iniquidad, todas las obras de justicia que había realizado serán olvidadas." Temblemos, pues, por nosotros y compadezcamos a los pecadores. La oración de los fieles por los pecadores durante la Cuaresma es uno de los grandes medios con que la Iglesia cuenta para lograr su reconciliación.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Juan.

En aquel tiempo era la fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y está en Jerusalén la piscina probática (de las ovejas), que se llama en hebreo Betsaida, la cual tiene cinco pórticos. En éstos se hacinaba una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y tullidos, que esperaban el movimiento del agua. Porque el Ángel del Señor descendía de cuando en cuando a la piscina, y se movía el agua. Y el que primero bajaba a la piscina, después del movimiento del agua, sanaba de cualquier enfermedad que tuviera. Y estaba allí un hombre, que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Cuando Jesús vio a este postrado, y supo el tiempo que llevaba enfermo, le dijo: ¿Quieres sanar? Respondió el enfermo: Señor, no tengo quien me meta en la piscina después del movimiento del agua; cuando llego yo, ya ha descendido otro antes de mí. Le dice Jesús: Levántate, toma tu camilla, y anda. Y al punto sanó aquel hombre; y tomó su camilla, y anduvo. Y era sábado aquel día. Por eso decían los judíos al que había sido curado: Es sábado, y no puedes tomar tu camilla. Les respondió él: El que me sanó me dijo: Toma tu camilla, y anda. Le preguntaron entonces: ¿Quién es ese hombre que te dijo: Toma tu camilla, y anda? Pero el que había sido curado ignoraba quién fuese. Porque Jesús se había retirado del tropel agrupado en aquel sitio. Después le encontró Jesús en el templo, y le dijo: Mira, ya estás sano; no vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor. Marchó aquel hombre, y dijo a los judíos que, quien le había sanado, era Jesús.

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.— Volvamos a tratar de los penitentes en la antigüedad; el asunto será fácil a los penitentes de ahora y a nosotros mismos. Acabamos de ver por el profeta la predisposición del Señor a perdonar al pecador arrepentido. Pero ¿cómo será aplicado este perdón? ¿quién pronunciará la sentencia de absolución? El Evangelio de hoy nos lo indica. Ese desventurado paralítico de treinta y ocho años es figura del pecador empedernido; es, no obstante, curado y hele aquí que anda. ¿Qué ha ocurrido? Por de pronto escuchémosle: "Señor, dice, no tengo hombre que me sumerja en la piscina." El agua de esta piscina le hubiera sanado pero había menester un hombre que le introdujera en ella. El Hijo de Dios será ese hombre, y cabalmente, porque se hizo hombre, somos salvos. Como hombre ha recibido el poder de perdonar los pecados y antes de subir al cielo dice a otros hombres: "A quienes perdonareis los pecados, perdonados les serán." Serán, pues, reconciliados con Dios nuestros penitentes en virtud de ese perdón sobrenatural; y el paralítico que levantó fácilmente su camilla y la llevó a la espalda como trofeo de su curación es figura del pecador a quien la Iglesia de Jesucristo en virtud del poder divino de las llaves ha perdonado sus pecados.

En el siglo III del cristianismo Novaciano hereje osó enseñar que la Iglesia no tenía poder para perdonar los pecados cometidos después del bautismo. Este error fue proscrito por los concilios y santos doctores; y para mostrar a los ojos de los fieles el poder que el Hijo del hombre ha recibido para purificar toda el alma penitente, pintaron en los sitios en que se congregaban los cristianos al paralítico de nuestro Evangelio yendo libre y desembarazado con la camilla a cuestas. Se halla con frecuencia esta imagen en las Catacumbas de Roma contemporáneas de la época de los mártires. Vemos clara en estos monumentos la intención que ha tenido la Iglesia con la lectura de este Evangelio, señalado desde hace tantos siglos para el presente día.

EL AGUA DEL BAUTISMO. — El agua de la piscina Probática, es también un símbolo; destinado por el contrario a la instrucción de los catecúmenos: Por el agua habían de ser curados, y por agua divinamente fecundada de lo alto. Este milagro con que Dios favorecía aún a la Sinagoga, curaba entre los judíos solamente el cuerpo y a un solo hombre y a raros intervalos. Pero después de que el Ángel del gran Consejo bajó del cielo y santificó el agua del Jordán, la piscina se halla por doquier y a cada instante su agua sana las almas desde el niño recién nacido hasta el viejo decrépito. El hombre es el ministro de esta gracia, pero es el Hijo de Dios hecho hijo del hombre quien la opera. Digamos algo también de los enfermos que el Evangelio nos representa juntos en espera de curación. Es imagen de la sociedad cristiana de nuestros días. Hay lánguidos, hombres tibios que jamás rompen francamente las amarras del mal; ciegos en que el ojo del alma está muerto; cojos cuyo andar por la senda de la salvación es vacilante; hay enfermos cuyos miembros están atrofiados, impotentes para todo género de bien; aguardan el instante propicio; Jesús se va a acercar a ellos; les va a preguntar como al paralítico: "¿queréis ser sanos"? ¡Pregunta henchida de caridad divina! Contesten, pues, con amor y confianza y serán curados.

ORACIÓN

Humillad vuestras cabezas a Dios.

Óyenos, oh Dios misericordioso, y muestra a nuestras mentes la luz de tu divina gracia. Por el Señor.


26 de febrero SAN LEANDRO DE SEVILLA, OBISPO

   SAN LEANDRO DE SEVILLA, OBISPO - Vidas de los Santos de A. Butler

Bartolomé Esteban Murillo, San Leandro, 1655, Catedral de Sevilla

 

Los godos o visigodos, que reinaron en España durante cuatro siglos, se convirtieron del arrianismo gracias sobre todo a los esfuerzos de San Leandro. El padre del santo era Severiano, duque de Cartagena, ciudad en la que Leandro nació. Su madre era hija de Teodorico, rey de los ostrogodos. Sus hermanos fueron San Fulgencio, obispo de Écija, y San Isidoro, quien le sucedió en la sede de Sevilla. Tenía también una hermana, Santa Florentina y la tradición afirma que otra de sus hermanas se casó con el rey Leovigildo. Pero este último dato no es seguro y, en caso de ser cierto, debió crear muchas dificultades al santo, pues Leovigildo era un ferviente arriano.

Desde niño, se distinguió Leandro por su elocuencia y su fascinante personalidad. Siendo muy joven, entró en un convento de Sevilla, donde se entregó durante tres años a la oración y el estudio. A la muerte del obispo de Sevilla fue elegido unánimemente para sucederle; pero su nueva dignidad no le hizo cambiar de costumbres. El santo se dedicó inmediatamente a combatir el arrianismo, que había hecho grandes progresos, y con su oración y predicación obtuvo numerosas conversiones, entre otras la de Hermenegildo, el hijo mayor del rey Leovigildo. El año 583, San Leandro fue a Constantinopla al frente de una embajada; en esa ciudad conoció a San Gregorio Magno, que aun no era papa, y había ido allí como legado del papa Pelagio II. Una gran amistad les unió desde entonces, y San Gregorio escribió su comentario sobre el libro de Job («Moralia in Iob»), a instancias de San Leandro.

Al regresar a España, San Leandro continuó luchando por la fe; pero en el 586 Leovigildo condenó a muerte a su propio hijo, San Hermenegildo, por haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, y al mismo tiempo desterró a varios prelados católicos, entre los que se contaba a San Leandro y a su hermano San Fulgencio. El santo obispo continuó su tarea desde el destierro, escribiendo dos libros contra el arrianismo y otro más para responder a las objeciones que se habían hecho a los dos primeros. Leovigildo levantó la pena de destierro poco después y, ya en su lecho de muerte, confió a San Leandro a su hijo Recaredo para que le instruyese en la verdadera fe. Sin embargo, el propio Leovigildo murió sin reconciliarse con la Iglesia, por miedo de ofender al pueblo, según cuenta San Gregorio. Bajo la dirección de San Leandro, Recaredo llegó a ser un fervoroso católico, bien instruido en la fe. San Leandro demostró tal sabiduría en sus discusiones con los obispos arrianos, que acabó por ganarles a su doctrina, más con sus argumentos que con su autoridad. Esto produjo la conversión de todo el pueblo visigodo. Igual éxito tuvo el santo con los suevos, otro pueblo de España pervertido por Leovigildo. Nadie se regocijó más de los triunfos del santo obispo que San Gregorio Magno, quien le escribió una afectuosa carta de felicitación y le envió un palio.

En el 589, San Leandro presidió el tercer Concilio de Toledo, que redactó una solemne declaración de la consustancialidad de las tres Personas divinas y votó veintitrés cánones disciplinares. Como se ve, San Leandro no se preocupaba menos de la pureza de la fe que de las buenas costumbres. Al año siguiente, tuvo lugar en Sevilla otro concilio con el fin de confirmar y sellar la conversión del pueblo a la verdadera fe. San Leandro conocía, por experiencia, el poder de la oración y trabajó por fomentar la verdadera devoción en todos los fieles, pero sobre todo en los que se habían consagrado a Dios en la vida religiosa. Su carta a Santa Florentina, documento conocido con el nombre de «Regla de la Vida Monástica», tiene por tema principal el desprecio del mundo y la oración. Una de las obras más importantes de San Leandro fue la reforma de la liturgia. Siguiendo la práctica de las iglesias orientales, el tercer Concilio de Toledo introdujo en la misa el Credo de Nicea, que repudiaba la herejía arriana. Más tarde, otras Iglesias de Occidente y la misma Iglesia de Roma adoptaron esa práctica.

San Leandro se vio frecuentemente atacado por las enfermedades, particularmente por la gota. San Gregorio, que sufría también de ese mal, alude a ello en una de sus cartas. Según una antigua tradición española, la famosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe del Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe en Cáceres, Extremadura, fue un regalo del Papa San Gregorio a su amigo San Leandro. De los numerosos escritos del santo, los únicos que han llegado hasta nosotros son la «Regla de la Vida Monástica» y una homilía de acción de gracias por la conversión del pueblo godo. San Leandro murió hacia el año 600. Sus reliquias se conservan en la catedral de Sevilla. La liturgia española celebra la memoria de San Leandro el 13 de noviembre.

 


miércoles, 24 de febrero de 2021

JUEVES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

 MARTES DE LA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA - Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger

La Estación se celebra hoy en la Iglesia de San Lorenzo in Panisperna, una de las que la piedad romana erigió en honor del más célebre mártir de la Ciudad Eterna.

COLECTA

Te suplicamos, Señor, mires benigno la devoción de tu pueblo; para que los que maceran el cuerpo con la abstinencia, alimenten el espíritu con el fruto de las buenas obras. Por el Señor.

EPÍSTOLA

Lección del Profeta Ezequiel.

En aquellos días me habló el Señor, diciendo: ¿Por qué entre vosotros, en la tierra de Israel, habéis convertido en proverbio aquel dicho: "Los padres comieron las uvas agraces, y sus hijos sufren la dentera?" Vivo yo, dice el Señor, que nunca más será para vosotros ese dicho un proverbio en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, ésa morirá. Y el hombre que fuere justo, e hiciere juicio y justicia, y no comiere en los montes, y no alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; y no violare la mujer de su prójimo, y no se acercare a la mujer menstruosa; y no contristare a nadie; y devolviere al deudor su fianza; y no arrebatare nada por fuerza; y diere su pan al hambriento, y vistiere al desnudo; y no fuere usurero, y no recibiere más de lo justo: y apartare su mano de la iniquidad, e hiciere verdadero juicio entre hombre y hombre; y caminare en mis preceptos, y guardare mis mandamientos, para obrar la verdad; éste es justo, y vivirá, dice el Señor omnipotente.

CONVERSIÓN DE LOS PUEBLOS. — El paso del profeta que acabamos de leer nos hace apreciar la misericordia de Dios para con los gentiles que pronto van a pasar de las tinieblas a la luz, por la gracia del santo bautismo. En vano pretende el proverbio judío afirmar que "los dientes de los hijos sufren dentera porque los padres comieron uvas agraces". Dios ya en el Antiguo Testamento declara que los pecados son personales, y que el hijo del impío, si quiere vivir justamente, hallará misericordia y vida. La predicación del Evangelio por los Apóstoles y varones apostólicos fue un pregón que resonó en toda la gentilidad; presto se vieron los hijos de razas idólatras acudir presurosos cabe la piscina de salvación, abjurar las malas obras de sus padres y atraerse las complacencias del Señor. Idéntica maravilla aconteció en la conversión de los bárbaros de occidente; la misma se perpetúa hoy en el seno de pueblos infieles y numerosos catecúmenos recibirán este mismo año la regeneración espiritual en el día de Pascua.

LA JUSTICIA DE DIOS. — Castiga a menudo Dios en el orden temporal la maldad de los padres en los hijos; esta disposición de su Providencia es útil para aleccionar a los hombres que reciben por esa vía saludables instrucciones; en el orden moral, empero, cada quien es tratado conforme a sus méritos; y así como no imputa Dios al hijo virtuoso la maldad del padre, tampoco la virtud del padre resarcirá la maldad del hijo. San Luis fue abuelo de Felipe el Hermoso y Luis XVI era nieto de Luis XV; tales contrastes se hallan en muchas familias. "Dios ha dejado al hombre a disposición de su albedrío y el hombre tiene ante sí la vida y la muerte, el bien y el mal; se le dará lo que prefiera". Pero tal es la misericordia del Señor, Dios nuestro, que tras haber hecho el hombre fatal elección, si llega a rechazar el mal que por de pronto escogió y se vuelve hacia el bien, también él vivirá la vida y la penitencia le restituirá lo que había perdido.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo.

En aquel tiempo, saliendo Jesús, se retiró a las regiones de Tiro y Sidón. Y he aquí que una mujer cananea, venida de aquellas tierras, clamó, diciéndole: Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es muy atormentada por el demonio. Pero Él no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban diciendo: Despídela, porque grita detrás de nosotros. Y Él, respondiendo, dijo: No he sido enviado más que a las ovejas que perecieron de la casa de Israel. Pero ella se acercó, y le adoró, diciendo: Señor, ayúdame. Él, respondiendo, dijo: No es bueno tomar el pan de los hijos, y darlo a los perros. Y ella dijo: Cierto Señor; pero también los perritos comen las migas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús, respondiendo, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como lo quieres. Y sanó su hija en aquel instante.

LA ORACIÓN INTENSA Y PERSEVERANTE. — Jesús admira la fe de esta mujer, la alaba y recomienda que la imitemos. Con todo era de raza pagana y acaso hasta entonces había adorado a los ídolos; pero se llegó al Señor; el amor maternal le guía a los pies de Jesús; alcanza la curación de su hija y sin duda también la de su alma. Es la aplicación de la verdad consoladora que hallamos antes en el profeta: los elegidos salen de toda raza, aún de la maldita de Canaán. Trata el Señor a esta mujer con aparente dureza, aunque tiene resuelto favorecerla; quiere se eleve su fe y sea digna de ser atendida, recompensada. Roguemos, pues, instantemente en estos días de misericordia. La hija de la cananea era atormentada por el demonio en su cuerpo; ¡Cuántas almas en la Iglesia entera son presa de ese infernal espíritu por el pecado mortal que en ellos mora! ¿Sienten ellas por ventura su mal? ¿Piensan clamar a su libertador? Y si de intento se hace esperar la gracia del perdón, ¿saben humillarse, como la mujer del evangelio, que con tanta sencillez acepta el menosprecio que el Salvador aparenta tener de ella? Ovejas descarriadas de la casa de Israel, aprovechad el tiempo en que con vosotras está todavía el Pastor. Antes de cuarenta días le darán muerte y "el pueblo que le habrá negado no será ya su pueblo". También antes de cuarenta días celebraremos el aniversario de ese gran sacrificio; y todo pecador que no se haya llegado a Jesús con la humildad de la Cananea, habrá merecido ser desechado sin remedio. Apresurémonos, pues, a hacernos dignos de la reconciliación. La mesa de los hijos de Dios está ya puesta; y tal y tan grande es la generosidad del padre de familia, que si queremos volver a Él desde el fondo de nuestro corazón, nos permitirá recoger, no ya tan sólo las migajas caídas de la mesa, sino que nos dará a Jesús, Pan de vida, en prenda de reconciliación eterna.

ORACIÓN

Humillad vuestras cabezas a Dios.

Te suplicamos, Señor, concedas a los pueblos cristianos la gracia de conocer lo que profesan y de amar el celeste don que frecuentan. Por el Señor.


Sede Vacante desde 1958

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