(677 d. C.) - San Germán fue educado casi desde la cuna por
Modoardo, obispo de Tréveris. A los diecisiete años pidió permiso para
retirarse del mundo, pero Modoardo vacilaba en concedérselo y le decía que, si
sus padres habían muerto, era necesario recabar la licencia del rey. Entonces
el joven decidió por sí mismo; repartió sus bienes entre los pobres y
partió con algunos compañeros en busca de San Arnulfo, cuyo ejemplo le había
conquistado. Este hombre de Dios había renunciado al obispado de Metz para
llevar vida de ermitaño. Arnulfo recibió amablemente a los jóvenes, los guardó
consigo algún tiempo, y finalmente les sugirió que ingresaran en el monasterio
que había fundado con San Romarico. Germán envió a dos de sus compañeros a
buscar a su hermano Numeriano, que era todavía niño, y juntos ingresaron en el
monasterio, que se hallaba en los Vosgos y recibió posteriormente el nombre de
Remiremont.
Más tarde, San Germán pasó con su hermano y otros monjes a
la abadía de Luxeuil, gobernada por San Walberto. Cuando el duque Gondo fundó
el monasterio de Granfel, en Val Moutier, Walberto no encontró entre sus monjes
ninguno más preparado que San Germán para el cargo de abad.
Münsterthal o Val Moutier era un paraje montañoso atravesado por la
carretera romana; pero en aquella época los derrumbamientos de rocas habían
cortado el paso. San Germán abrió nuevamente la carretera y la ensanchó.
Más tarde, gobernó también otros dos monasterios, el de San Ursitz y el de
San Pablo Zu-Werd, pero su residencia principal siguió siendo Granfel. El
duque Cático o Bonifacio, que sucedió a Gondo, no heredó nada del espíritu
religioso de su predecesor y oprimió a los monjes y a los pobres habitantes de
la región con impuestos exorbitantes y actos de violencia. Un día en
que el duque saqueaba el caserío a la cabeza de un grupo de soldados, San
Germán salió a defender a su pueblo; el duque le escuchó y le prometió
corregirse; pero, mientras el abad oraba en la iglesia de San Mauricio, los
soldados recomenzaron el saqueo. Viendo San Germán que era inútil
insistir, emprendió el regreso al monasterio acompañado por el prior
Randoaldo; pero los soldados cayeron sobre ellos, les golpearon y les mataron.
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