domingo, 31 de octubre de 2021

Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo Rey


 FIESTA DE CRISTO REY

                                                           I clase, blanco

Gloria, Credo y prefacio de Cristo Rey

Se omite el domingo correspondiente.

 

Al instituir la fiesta de Cristo Rey, el Papa Pio XI quiso proclamar solemnemente la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo sobre el mundo. Rey de las almas y de las conciencias, de las inteligencias y de las voluntades, Cristo lo es también de las familias y de las ciudades, de los pueblos y de las naciones; en una palabra, Rey de todo el Universo. Como lo ha demostrado S.S. Pio XI en la encíclica Quas primas del 11 de de diciembre de 1925, el laicismo es la negación radical de esta realeza de Cristo; al organizar la vida social como si Dios no existiese, engendra la apostasía de las masas y conduce a la ruina de la sociedad.

Toda la misa y el oficio de la fiesta de Cristo Rey son una proclamación solemne de la realeza universal de Cristo. "Sí, Yo soy Rey -dijo Jesús a Pilatos-, para eso precisamente he nacido y venido a este mundo: para dar testimonio de la Verdad". Su reino no es de este mundo, es decir, no es un reino temporal; "es el reino de la Verdad y de la vida, el reino de la gracia y de la santidad, el reino de la justicia, del amor y de la paz". (Prefacio). Es el reino divino de la Santa Iglesia, en el que se proporciona la salud a los enfermos, la luz a los ciegos, la libertad a los cautivos. Sus habitantes tienen poder para hacerse hijos de Dios, para vivir una vida divina, para gozar de la libertad; aparta del yugo de Satanás y nos comunica los bienes divinos.

Todo ello, en virtud de nuestra unión vital, de nuestra unidad de ser con Cristo, que es nuestra Cabeza, el Fundador de este reino, el que lo constituyó con sus enseñanzas, con sus ejemplos y, sobre todo, con su muerte de cruz. "Adquirió la Iglesia con su sangre". "Digno es el Cordero que fue inmolado, de recibir poder y riqueza, y sabiduría y fortaleza, y honor. A Él la gloria y el imperio por todos los siglos de los siglos amén."

Este debe ser un día de acción de gracias al Padre, por haber constituido Rey y Señor de todo a su divino Hijo; un día de homenaje y acatamiento y de acción de gracias al Hombre-Dios, que se dignó trasladarnos a su reino. Y, con la Redención, con la liberación del dominio del pecado, poseemos también la vida de la gracia, la filiación divina, el poderío sobre el mundo, sobre la carne, y sobre el poder de las malas pasiones y, con todo esto, la esperanza de ser admitidos un día en el futuro reino de la bienaventuranza eterna.

Debemos, por tanto, decir con San Pablo: "Damos gracias a Dios Padre, que nos hizo dignos de participar  de la herencia de los santos en la luz. Él nos arrancó de la potestad de las tinieblas, y nos trasladó el reino de su amado Hijo".

 

INTROITO Apocalipsis 5,12; 1.6; Salmo 71,1

Dignus est agnus qui occísus est accípere virtútem, et divinitátem, et sapiéntiam, et fortitúdinem, et honórem. Ipsi glória et impérium in sǽcula sæculórum. V/.  Deus judícium tuum Regi da: et justítiam tuam Fílio Regis. V/. Glória Patri et Filio et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio et nunc et semper, et in saecula saeculorum. Amén

Digno es el Cordero, que ha sido degollado de recibir la potencia, la divinidad, la sabiduría la fortaleza y el honor. A él gloria y poder por los siglos de los siglos. V/.  Oh Dios, da tu equidad al Rey; y tu justicia al Hijo del Rey. V/.  Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre,  por los siglos de los siglos. Amén.

 

COLECTA

Omnípotens sempitérne Deus, qui in dilécto Fílio tuo universórum Rege, ómnia instauráre voluísti: concéde propítius; ut cunctæ famíliæ Géntium, peccáti vúlnere disgregáte, ejus suavíssimo subdántur império: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amén.

Omnipotente y sempiterno Dios, que has querido reunirlo todo en tu amado Hijo, Rey del universo; concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio. El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

EPÍSTOLA Colosenses 1,12-20

Cristo es el primero en todas las cosas, en el orden de la creación como en el de la salvación. Es el principio de unidad en la Iglesia e instrumento de reconciliación entre Dios y los hombres por su muerte sobre la cruz.

Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Colossénses.

Gratias ágimus Deo Patri qui dignos nos fecit in partem sortis sanctórum in lúmine, qui erípuit nos de potestáte tenebrárum, et tránstulit in regnum Fílii dilectiónis suæ, in quo habémus redemptiónem per sánguinem ejus, remissiónem peccatórum: qui est imágo Dei invisíbilis, primogénitus omnis creatúræ: quóniam in ipso cóndita sunt univérsa in cælis et in terra, visibilia et invisíbilia, sive throni, sive dominatiónes, sive principátus, sive potestátes: ómnia per ipsum et in ipso creáta sunt: et ipse est ante omnes, et ómnia in ipso constant. Et ipse est caput córporis Ecclésiæ, qui est princípium, primogénitus ex mórtuis: ut sit in ómnibus ipse primátum tenens: quia in ipso conplácuit omnem plenitúdinem inhabitáre: et per eum reconciliáre ómnia in ipsum, pacíficans per sánguinem crucis eius, sive quæ in terris, sive quæ in cælis sunt, in Christo Jesu Dómino nostro.

Lección de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses
Hermanos: Damos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,  y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres,  visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones,  Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

 

GRADUAL Salmo 71, 8.11

Dominábitur a mari usque ad mare et a flúmine usque ad términos orbis terrárum. V/. Et adorabunt eum omnes reges terræ: omnes Gentes servient ei.

Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. V/. Todos los reyes se prosternarán ante él, y le servirán todas las naciones.

 

ALELUYA Daniel 7, 14

Allelúja, allelúja. V/. Potéstas ejus, potéstas ætérna, quæ non auferétur: et regnum ejus, quod non corrumpétur. Allelúja.

Aleluya, aleluya. V/.  Su dominación es una dominación eterna, que no pasará; y su reino, un reino que jamás será destruido. Aleluya.

 

EVANGELIO Juan 18, 33-37

“Mi reino no es de este mundo.» La realeza mesiánica de Jesús no tiene nada que ver con las realezas de la tierra; es de un orden espiritual. Mas, con ello, no se niegan los derechos que tiene Cristo a reinar ya desde ahora sobre los hombres.

Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem.

In illo témpore: Dixit Pilátus ad Jesum: «Tu es rex Judæórum?" Respóndit Jesus: «A temetipso hoc dicis, an álii tibi dixerunt de me?» Respóndit Pilatus: «Numquid ego Judǽus sum? Gens tua et pontífices tradidérunt te mihi: quid fecísti?" Respóndit Jesus: «Regnum meum non est de hoc mundo. Si ex hoc mundo esset regnum meum, minístri mei decertárent ut non tráderer Judǽis: nunc autem meum regnum non est hinc.» Dixit ítaque ei Pilátus: «Ergo rex es tu?» Respóndit Jesus: «Tu dicis, quia Rex sum ego. Ego in hoc natus sum et ad hoc veni in mundum, ut testimónium perhíbeam veritáti: omnis qui est ex veritáte audit vocem meam.»

Continuación del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo: Dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?». Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Se dice Credo

 

OFERTORIO Salmo 2,8

Póstula a me et dabo tibi gentes hereditátem tuam et possessiónem tuam términos terræ.

Pídeme, y te daré las naciones por herencia y en posesión los confines de la tierra.

 

SECRETA

Hóstiam tibi, Dómine, humánæ reconcilliatiónis offérimus: præsta, quǽsumus; ut quem sacrifíciis præséntibus immolámus, Ipse cunctis Géntibus unitátis et pacis dona concédat, Jesus Christus Fílius tuus Dóminus noster: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spritus Sancti Deus,

 

Te ofrecemos, Señor, la víctima que reconcilió a los hombres con su Dios: haz que esta misma víctima, tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, a quien inmolamos en este sacrificio, otorgue a todos los pueblos los dones de la unidad y de la paz. El cual vive y reina contigo. El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios

 

PREFACIO DE CRISTO REY

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui unigénitum Fílium tuum Dóminum nostrum Jesum Christum, Sacerdótem ætérnum et universórum Regem, óleo exsultatiónis unxísti: ut, seípsum in ara crucis, hóstiam immaculátam et pacificam ófferens, redemptiónis humánæ sacrámenta perágeret: et suo subjéctis império ómnibus creatúris, æternum et universále regnum imménsæ tuæ tráderet Majestáti: regnum veritátis et vitæ, regnum sanctitátis at grátiæ: regnum justítiæ, amóris et pacis. Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia cæléstis exércitus, hymnum glóriæ tuæ cánimus, sine fine dicéntes:

En verdad es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias siempre y en todas partes, Señor, santo Padre, omnipotente y eterno Dios, que ungiste a tu unigénito Hijo y Señor nuestro Jesucristo, sacerdote eterno y rey de todos, con óleo de alegría, para que, ofreciéndose a sí mismo en el ara de la cruz, como víctima pacífica y sin tacha, obrase el misterio de la humana redención, y, una vez sometidas a su imperio todas las criaturas, entregase a tu infinita majestad un reino eterno y universal, reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz. Y por eso, con los Ángeles y .los Arcángeles, con los Tronos y las Dominaciones, y con toda la milicia del ejército celestial, cantamos un himno a tu gloria, diciendo sin cesar.

 

COMUNIÓN Salmo 28,10-11

Sedébit Dóminus Rex in ætérnum: Dóminus benedícet pópulo suo in pace.

El Señor se sienta rey por siempre; el Señor bendecirá a su pueblo en la paz.

 

POSCOMUNIÓN

Immortalitátis alimóniam consecuti, quæsumus, Dómine: ut, qui sub Christi Regis vexillis militáre gloriámur, cum ipso, in cælésti sede, jugiter regnáre possímus: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amén.

 

Alimentados con el pan que da la inmortalidad, te pedimos. Señor, que cuantos nos gloriamos de militar bajo las banderas de Cristo Rey, podamos con él mismo reinar por siempre en el cielo. El que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

 

sábado, 30 de octubre de 2021

VIGESIMOTERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 



VIGESIMOTERCER DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 

Los años en que el número de Domingos después de Pentecostés no pasa de veintitrés, se toma hoy la Misa del veinticuatro y último Domingo, y la señalada para el veintitrés se dice el Sábado de la semana anterior o el día más próximo que se halla impedido por alguna fiesta doble o semidoble.

Pero, en todo caso, el Antifonario se termina hoy; el Introito, el Gradual, el Ofertorio y la Comunión que van a continuación, se deberán repetir todos los Domingos sucesivos, más o menos numerosos, según los años, hasta Adviento. En tiempo de San Gregorio el Adviento era más largo que hoy y, por eso, sus semanas se anticipaban a parte del Ciclo ocupada ahora por los últimos Domingos después de Pentecostés. Así se explica la penuria de formularios para las misas dominicales después del Domingo vigésimotercero.

LA ANTIGUA MISA DEL DOMINGO VEINTITRÉS.—La Iglesia, sin perder de vista antiguamente, aun en este Domingo, el desenlace final de la historia del mundo, volvía su pensamiento hacia la llegada ya próxima del tiempo consagrado a preparar a sus hijos a la gran fiesta de Navidad. Para Epístola, se leía el pasaje siguiente de Jeremías, que más tarde sirvió en diversos lugares para la Misa del primer Domingo de Adviento: "He aquí que el día llega, dice el Señor, y suscitaré a David una raza justa. Reinará un Rey que será sabio y hará justicia y juicio en la tierra. En estos días Judá será salvo e Israel habitará en paz; el nombre que darán a este Rey será: Señor, nuestra justicia. Por lo cual llega el tiempo, dice el Señor, en que ya no se dirá: Vive el Señor, que sacó de la tierra de Egipto a los Hijos de Israel, sino: Vive el Señor, que sacó y llevó al linaje de Israel de la tierra del aquilón y de todas las otras a que los arrojó y los hizo habitar en su propia tierra.

LA CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS. — Este pasaje, como se ve, se aplica muy bien y por igual a la conversión de los Judíos y a la restauración de Israel anunciada para los últimos tiempos. A su luz explican toda la Misa del Domingo vigésimotercero después de Pentecostés los liturgistas más ilustres de la Edad Media. Mas, para comprenderlos bien, hay que considerar que el Evangelio del Domingo vigésimotercero fué primitivamente el de la multiplicación de los cinco panes. Cedamos la palabra al piadoso y profundo Abad Ruperto, quien nos enseñará mejor que nadie el misterio de este día, en que terminan los acentos, tan variados hasta ahora, de las melodías gregorianas.

"La santa Iglesia, dice, pone tanto celo en hacer súplicas, oraciones y acciones de gracias por todos los hombres, como pide el Apóstol, que se la ve dar gracias también por la salvación futura de los hijos de Israel, los cuales sabe ella tendrán un día que unirse a su cuerpo. Y, en efecto, como al fin del mundo se salvará el resto de ese pueblo, la Iglesia se felicita de ello como de futuros miembros. Recordando las profecías que a ellos se refieren, canta en el Introito todos los años: El Señor dice: Mis pensamientos son pensamientos de paz y no de aflicción. Y, en efecto, todos sus pensamientos son pensamientos de paz, puesto que promete admitir al banquete de su gracia a los Judíos hermanos suyos según la carne, realizando lo que había sido figura en la historia del patriarca José. Los hermanos de éste, que le habían vendido, vinieron a él, acosados por el hambre, cuando ya sus dominios se extendían por toda la tierra de Egipto; los reconoció y recibió e hizo con ellos un gran banquete: del mismo modo Nuestro Señor, al reinar sobre todo el mundo y alimentar con abundancia del pan de vida a los Egipcios, es decir, a los Gentiles, verá que los que quedan de los hijos de Israel vuelven a El; recibidos en la gracia de Aquel a quien ellos negaron y dieron muerte, los sentará a su mesa, y el verdadero José beberá en abundancia y con gozo entre sus hermanos.

"El beneficio de esta mesa divina se significa en el Evangelio del Oficio del Domingo, en aquel paso que cuenta cómo el Señor alimentó a la multitud con cinco panes. Entonces, en efecto, abrirá Jesús para los Judíos los cinco libros de Moisés, llevados ahora como panes enteros y aún no partidos, por un niño, es decir, por este mismo pueblo que continúa todavía en la pobreza de espíritu de la infancia.

"Entonces se cumplirá el oráculo de Jeremías, tan a propósito puesto antes de este Evangelio; ya no se dirá más: Vive el Señor, que ha sacado a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, sino: Vive el Señor, que los ha traído de la tierra del aquilón y de todas en las que estaban dispersos.

"Libertados, pues, de la cautividad espiritual en que ahora yacen, del fondo del alma cantarán la acción de gracias señalada en el Gradual: Tú, oh Señor, nos has libertado de los que los que nos perseguían.

"La súplica del Ofertorio en la que decimos: Del fondo del abismo he clamado a Ti, Señor, responde manifiestamente también a las mismas circunstancias. Pues, en ese día, sus hermanos dirán al grande y verdadero José: Te conjuramos que olvides el crimen de tus hermanos.

"La Comunión: En verdad, os lo digo, todo cuanto pidiereis en vuestras oraciones, y lo demás que sigue, que es la respuesta de este mismo José, que decía, como antiguamente el primero =: "No temáis. Vosotros habíais pensado hacerme daño, pero Dios lo convirtió en bien, a fln de encumbrarme como lo estáis viendo y salvar a muchos pueblos. No temáis, pues: yo os alimentaré a vosotros y a vuestros hijos".

MISA

El Abad Ruperto nos acaba de explicar el Introito. Está tomado de Jeremías como la antigua Epístola de este Domingo.

INTROITO

Dice el Señor: Yo pienso pensamientos de paz y no de añicción: me invocaréis, y yo os escucharé: y os haré volver de vuestra cautividad en todos los lugares.— Salmo: Bendijiste, Señor, tu tierra: redimiste la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.

La petición del perdón se repite de continuo en la boca del pueblo cristiano, porque la fragilidad de la naturaleza hasta tal justo le arrastra continuamente en este mundo. Dios conoce nuestra miseria; su perdón no tiene fln, pero a condición de la humilde confesión de nuestras faltas y de la confianza en su bondad. Tales son los sentimientos que expresa la Iglesia en la Colecta del día.

COLECTA

Suplicárnoste, Señor, perdones los delitos de tus pueblos: para que, por tu benignidad, nos libremos de los lazos de los pecados, que hemos contraído por nuestra fragilidad. Por Nuestro Señor Jesucristo.

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Filipenses (Flp., III, 17-21; IV, 1-3).

Hermanos: Sed imitadores míos, y contemplad a los que caminan conforme al modelo que tenéis de mí. Porque hay muchos, de quienes os hablé muchas veces (y ahora lo repito llorando), que caminan como enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin será la muerte: cuyo Dios es el vientre: y su gloria será su confusión, porque sólo aman lo terreno. En cambio, nuestra conversación está en los cielos: de donde esperamos al Salvador, a Nuestro Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro humilde cuerpo, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, por el poder que tiene de someter a sí todas las cosas. Por tanto, hermanos míos carísimos y deseadísimos, gozo mío, y corona mía: permaneced así en el Señor, carísimos. Ruego a Evodia y suplico a Síntique que sientan lo mismo en el Señor. También te ruego a ti, fiel hermano, las ayudes a ellas, pues trabajaron conmigo en el Evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

EL BUEN EJEMPLO.— La Iglesia es un templo admirable que se levanta a gloria del Altísimo con el concurso de las piedras vivas que han de entrar en sus muros. La construcción de estas murallas sagradas según un plan preconcebido por el Hombre-Dios, es obra de todos. Lo que uno hace por medio de la palabra, otro lo hace con el ejemplo; pero los dos construyen, los dos edifican la ciudad santa; y del mismo modo que en tiempo de los Apóstoles, la edificación por el ejemplo gana a la otra en eficacia si la palabra no se apoya en la autoridad de una vida conforme al Evangelio. Pero, como el edificar a los que le rodean es para el cristiano una obligación que se funda a la vez en la caridad hacia el prójimo y en el celo de la casa de Dios, así tiene que buscar en otro, si no quiere pecar de presumido, la edificación para sí mismo. La lectura de libros buenos, el estudio de la vida de los santos, la observación, según la expresión de nuestra Epístola, la observación respetuosa de los buenos cristianos que viven a su lado, le servirán de mucha ayuda en la obra de la santificación personal y en el cumplimiento de los designios que Dios tiene sobre él.

Esta relación de pensamientos con los elegidos de la tierra y del cielo nos apartará de los malos que rechazan la cruz de Jesucristo y sólo piensan en las satisfacciones vergonzosas de los sentidos. Ella, en verdad, centrará nuestra conversación en los cielos. Y esperando el día, que ya está próximo, de la venida del Señor, "permaneceremos firmes en él, a pesar del mal ejemplo de tantos desgraciados arrastrados por la corriente que lleva al mundo a su perdición. La angustia y los padecimientos de los últimos tiempos sólo conseguirán aumentar en nosotros la santa esperanza; pues despertarán cada vez más en nosotros el deseo del momento solemne en que el Señor se aparecerá para terminar la obra de la salvación de los suyos, revistiendo también nuestra carne del resplandor de su cuerpo divino. Estemos unidos, como lo pide el Apóstol, y en lo demás: Regocijaos siempre en el Señor, escribe a sus queridos Filipenses; "otra vez os lo digo, regocijaos: el Señor está cerca"'.

GRADUAL

Nos libraste, Señor, de los que nos afligían: y confundiste a los que nos odiaron. V. Nos gloriaremos en Dios todo el día, y alabaremos tu nombre por los siglos.

Aleluya, aleluya. V. Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración, Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo <Mt„ IX, 18-26).

En aquel tiempo, hablando Jesús a las turbas, he aquí que se acercó un príncipe, y le adoró, diciendo: Señor, mi hija acaba de morir: pero ven, pon sobre ella tu mano, y vivirá. Y, levantándose Jesús, le siguió, y también sus discípulos. Y he aquí que una mujer, que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se acercó por detrás, y tocó la orla de su vestido. Porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su vestidura, sanaré. Pero Jesús, volviéndose, y viéndola, dijo: Confía, hija, tu fe te ha salvado. Y sanó la mujer desde aquel instante. Y, habiendo llegado Jesús a la casa del príncipe, cuando vió a los flautistas, y a la multitud agrupada, dijo: Apartaos: porque la niña no esta muerta, sino que duerme. Y se burlaron de El. Y, arrojada la muchedumbre, entró, y tomó su mano. Y resucitó la niña. Y se divulgó la nueva por toda aquella región.

Aunque la elección de este Evangelio para hoy no remonta en todas partes a gran antigüedad, cuadra bien con la economía general de la santa Liturgia y confirma lo que dijimos del carácter de esta parte del año. San Jerónimo nos enseña, en la Homilía del día, que la hemorroísa que curó el Salvador figuró a la gentilidad, y que la nación judía está representada en la hija del príncipe de la sinagoga. Esta no debia volver a la vida hasta el restablecimiento de la primera; y tal es precisamente el misterio que celebramos estos días, en que la totalidad de las naciones reconocen al médico celestial, y la ceguera que padeció Israel cesa también al fln.

LOS CAMINOS DE DIOS. — Qué misteriosos y a la vez qué suaves y fuertes se nos presentan los designios de la Sabiduría Eterna, desde esta altura en que nos hallamos, desde este punto en que el mundo, llegado al término de su destino, parece que sólo va a zozobrar un instante para desprenderse de los impíos y desplegarse de nuevo transformado en luz y amor. El pecado, desde un principio, rompió la armonía del mundo arrojando al hombre fuera de su camino. Una sola nación había atraído sobre sí la misericordia, mas, al aparecer sobre ella como sobre una privilegiada la luz, se advirtió mejor la oscuridad de la noche en que el género humano se hallaba. Las naciones, abandonadas a su agotadora miseria, veían que las atenciones divinas eran para Israel, a la vez que sentían sobre sí cada vez más gravoso el olvido. Al cumplirse los tiempos en que el pecado original iba a ser reparado, pareció que también entonces se iba a consumar la reprobación de los gentiles; pues se vió a la salvación, bajada del cielo en la persona del Hombre-Dios, dirigirse exclusivamente hacia los Judíos y las ovejas perdidas de la casa de Israel.

LA SALVACIÓN DE LOS GENTILES. — Con todo, la raza generosamente afortunada, cuyos padres y príncipes primeros con tanto ardor habían solicitado la llegada del Mesías, no se encontraba ya a la altura en que la habían colocado los patriarcas y santos profetas. Su religión tan bella, fundada en el deseo y la esperanza, ya no era más que una expectación estéril que la incapacitaba para dar un paso adelante en busca del Salvador; su ley muy incomprendida, después de tenerla inmovilizada, terminaba por asfixiarla con las ataduras de un formalismo sectario. Ahora bien, mientras ella, a pesar de su culpable indolencia, se figuraba en su orgullo celoso conservar la herencia exclusiva de los favores de lo alto, la gentilidad, cuyo mal siempre en aumento la inducía a buscar un libertador, la gentilidad, digo, reconoció en Jesús al Salvador del mundo, y la confianza con que se adelantó la valió ser curada la primera. El desprecio aparente del Señor sólo sirvió para fortalecerla en la humildad, cuyo poder penetra los cielos

LA SALVACIÓN DE LOS JUDÍOS. — Israel tenía también que esperar. Como lo cantaba en el Salmo: Etiopía se había adelantado a tender sus manos la primera hacía Dios En los padecimientos de un abandono prolongado, tuvo Israel que volver a encontrar la humildad, gracias a la cual merecieron sus padres las promesas divinas y podía él mismo merecer su cumplimiento. Pero hoy, la palabra de salvación ha resonado por todas las naciones, salvando a cuantos debían serlo. Jesús, retrasado en su camino, llega al fln a la casa a la que se dirigen sus pasos, a esta casa de Judá, donde perdura aún la apatía de la hija de Sión. Su omnipotencia misericordiosa aparta de la pobre abandonada a aquella turba confusa de los falsos doctores y a los profetas de la mentira que la tenían adormecida con los acentos de sus palabras vanas; arroja lejos de ella para siempre a esos insultadores de Cristo que pretendían retenerla muerta. Tomando la mano de la enferma, la devuelve a la vida con todo el esplendor de su primera juventud; así prueba de modo bien claro que su muerte aparente sólo era un sueño, y que la sucesión de los siglos no podía prevalecer contra la palabra dada por Dios a Abraham, su servidor.

OFERTORIO

Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi oración: desde lo profundo clamo a ti. Señor.

El cumplimiento del servicio que debemos a Dios es, en sí, muy inferior a la Majestad soberana; pero el Sacrificio que diariamente forma parte de él, le ennoblece hasta el infinito y suple a los méritos que nos faltan, como lo expresa la Secreta de este Domingo.

SECRETA

Ofrecérnoste, Señor, este sacrificio de alabanza para corroborar nuestra servidumbre: a fln de que, lo que has concedido a los indignos, lo completes propicio. Por Nuestro Señor Jesucristo.

COMUNIÓN

En verdad os digo: Todo lo que pidiereis en la oración, creed que lo recibiréis, y se os concederá. Admitidos a participar de la vida divina en los Misterios sagrados, pedimos al Señor que no nos veamos expuestos a los peligros de este mundo. Digamos con la Iglesia:

POSCOMUNIÓN

Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, no permitas que sigan espuestos a los peligros humanos aquellos a quienes haces gozar de tu divina participación. Por Nuestro Señor Jesucristo.

31 de octubre SAN QUINTÍN, MÁRTIR



 Jacobo Carrucci (El Pontormo)


(Fecha desconocida)) - San Quintín era romano. Según la historia, partió a la Galia en compañía de San Luciano de Beauvais. Ambos predicaron juntos en ese país, y no se separaron sino hasta llegar a Amiens. San Quintín se quedó ahí, para hacer el intento de ganar a Cristo esa región-con el trabajo y la oración. Su premio fue la corona del martirio. El prefecto Ricciovaro, habiendo tenido noticias de los progresos del cristianismo en Amiens, mandó aprehender a San Quintín. Al día siguiente, el santo misionero compareció ante el prefecto, que trató en vano de doblegarle con promesas y amenazas. Como no lo lograse, le mandó azotar y le encerró en una mazmorra, a donde los cristianos no podían i r a visitarle. El relato del martirio de San Quintín está formado por una serie de torturas y milagros. Se cuenta que se le atormentó en el potro hasta descoyuntarle todos los huesos; después se le desgarró con garfios, se le virtió aceite hirviente en la espalda y se le aplicaron a los costados antorchas encendidas. Con la ayuda de un ángel, Quintín escapó de la prisión, pero los guardias le arrestaron nuevamente cuando predicaba en la plaza pública. Al partir de Amiens, Ricciovaro mandó que Quintín fuese conducido a Augusta Veromanduorum (actualmente Saint Quentin) y ahí trató de doblegarle otra vez. Finalmente, avergonzado al verse vencido por el santo, Ricciovaro mandó torturarle de nuevo y degollarle. En el momento de la ejecución, una paloma salió del cuello cercenado y se perdió en el cielo. El cadáver fue arrojado al río Somme, pero los cristianos lo recuperaron y lo sepultaron cerca de la ciudad.

30 de octubre SAN SERAPION, OBISPO DE ANTIOQUÍA


  

(212 p.C.) - El documento conocido con el nombre de "Doctrina de Addai", que data de fines del siglo IV, refiere que San Serapión fue consagrado por Ceferino, obispo de Roma; sin embargo, parece que San Serapión ocupó la sede de Antioquía varios años antes de que comenzase el pontificado de San Ceferino. El Martirologio Romano dice que era famoso por su ciencia. En todo caso, la historia le recuerda por sus escritos teológicos. Eusebio cita el resumen de una carta íntima que San Serapión escribió a Cárico y Poncio, en la que condena el montanismo, que había alcanzado cierta popularidad gracias a las pseudo-profecías de dos mujeres histéricas. El santo escribió también una exhortación a un tal Domnino, quien había apostatado durante la persecución y practicaba el "voluntarismo" judío.

   Durante el episcopado de Serapión hubo una controversia en Rhossos de Cilicia acerca de la lectura pública del llamado "Evangelio de Pedro", que era un escrito apócrifo de origen gnóstico. Al principio, Serapión, que no había leído el libro y tenía confianza en la ortodoxia de su grey, permitió que se leyera en público. Más tarde, pidió una copia de la obra a la secta que lo propagaba "a los que solemos llamar Docetas" (es decir, ilusionistas, porque sostenían que la humanidad de Cristo era aparente y no real). Tras de leer el libro, el santo escribió a la Iglesia de Rhossos para prohibir que se siguiese leyendo, porque había descubierto en él "ciertas adiciones a la verdadera doctrina del Salvador", En esa carta San Serapión anunciaba a los cristianos de Rhossos que pronto iría a exponerles la verdadera fe.

   En el oriente no se venera a San Serapión. En cambio, su nombre figura en el Martirologio Romano. Los carmelitas le tributan culto especial, pues, por extraño que parezca, pretenden que el santo perteneció a su orden.

viernes, 29 de octubre de 2021

29 de octubre SAN NARCISO, OBISPO DE JERUSALÉN



 (215 p.C.) - San Narciso era ya muy anciano cuando fue elegido obispo de Jerusalén. Eusebio cuenta que, en su tiempo, los cristianos de Jerusalén recordaban todavía algunos milagros del santo obispo. Por ejemplo, como los diáconos no tuviesen aceite para las lámparas la víspera de la Pascua, Narciso pidió que trajesen agua, se puso en oración y después mandó que la vertiesen en las lámparas. Así lo hicieron, y el agua se transformó en aceite. La veneración que los buenos profesaban a San Narciso, no le libró de los ataques de los malos. En efecto, algunos de ellos, molestos por la severidad con que el santo exigía el cumplimiento de la disciplina, le acusaron de cierto crimen, que Eusebio no especifica. Sin embargo, por más que confirmaron su testimonio pidiendo al cielo que los castigase si no decían la verdad, nadie les creyó; pero San Narciso se sirvió de la calumnia como excusa para retirarse algún tiempo a la soledad, como tanto lo había deseado. Así pues, vivió varios años alejado de su diócesis e ignorado del mundo. A fin de que ésta no sufriese detrimento, los obispos de los alrededores pusieron al frente de ella a Dio, a quien sucedieron Germánico y Gordio. Durante el gobierno de Gordio, se presentó nuevamente San Narciso, como si hubiese resucitado de entre los muertos. Los fieles, muy contentos de que su pastor hubiese regresado, le persuadieron de que tomase de nuevo las riendas de la diócesis, y así lo hizo el santo; pero, sintiéndose ya muy anciano, nombró a San Alejandro por coadjutor suyo (cf. nuestro artículo sobre San Alejandro, 18 de marzo). En una carta que éste escribió poco después del año 212, dice que San Narciso tenía 116 años.

jueves, 28 de octubre de 2021

28 de octubre SANTOS SIMÓN y JUDAS TADEO, APÓSTOLES




 (Siglo I p.C.) - La Sagrada Escritura llama a San Simón, "el cananeo" y el "zelotes", palabras que significan "el hombre lleno de celo", por más que algunos autores cometan la equivocación de creer que el primero de esos sobrenombres indica que Simón nació en Caná de Galilea. El sobrenombre de "cananeo" alude al celo del apóstol por la ley judía antes de su conversión, lo mismo que el de "zelotes", el cual no significa necesariamente que haya pertenecido al partido judío de los "zelotes". Lo único que el Evangelio nos dice sobre él es que fue elegido por Cristo entre los doce, con los cuales recibió al Espíritu Santo en Pentecostés. No sabemos nada más sobre su vida posterior, y las diversas versiones se contradicen entre sí. El Menologio de Basilio afirma que San Simón murió apaciblemente en Edessa. En cambio la tradición occidental, tal como aparece en la liturgia romana, sostiene que después de predicar en Egipto fue a reunirse con San Judas en Mesopotamia, que ambos predicaron varios años en Persia y que fueron martirizados ahí. Por ello, la Iglesia de occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente separa sus respectivas fiestas.

El Apóstol Judas Tadeo (o Lebeo), "el hermano de Santiago", era probablemente hermano de Santiago el Menor. No sabemos cómo ni cuándo entró a formar parte de los discípulos de Cristo, pues la primera vez que el Evangelio le menciona es en la lista de los doce. Después de la Ultima Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas le preguntó por qué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que El y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, XIV, 22-23). Como en el caso de San Simón, no sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo. Se atribuye a San Judas una de las epístolas canónicas, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular y exhorta a los cristianos a "luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo".

miércoles, 27 de octubre de 2021

27 de octubre SAN FRUMENCIO, OBISPO DE AKSUM

 


(380 p.C.) - Hacia el año 330, cierto filósofo de Tiro, llamado Meropio, deseoso de ver el mundo y aumentar sus conocimientos, emprendió un viaje a las costas de Arabia. Le acompañaron en ese viaje dos discípulos: Frumencio y Edesio. Al regresar, el navío en que iban tocó un puerto de Etiopía. Los nativos del país atacaron a los marineros y ejecutaron a todos los pasajeros, excepto a los dos jóvenes, quienes estudiaban bajo un árbol, a cierta distancia. Cuando los nativos los descubrieron, los llevaron a la presencia del rey, el cual residía en Aksum, en la región de Tigre. El monarca se sintió atraído por los modales y la ciencia de los jóvenes cristianos y al poco tiempo, nombró a Frumencio, que era el mayor, secretario suyo, e hizo a Edesio copero de palacio. Poco antes de morir, el rey agradeció a los dos jóvenes sus servicios y les devolvió la libertad. La reina, que ocupó la regencia durante la minoría de su hijo mayor, pidió a Frumencio y Edesio que se quedasen a su servicio.

Frumencio, que tenía a su cargo la administración, persuadió a ciertos mercaderes cristianos para que se estableciesen en el país; no sólo obtuvo permiso de la reina para que practicasen libremente su religión, sino que, con el ejemplo de su propio fervor, era un modelo viviente para los infieles. Cuando los dos hijos del rey tomaron en sus manos las riendas del gobierno, Frumencio y Edesio renunciaron a sus cargos, a pesar de los ruegos de los monarcas. Edesio volvió a Tiro; ahí recibió la ordenación sacerdotal y refirió sus aventuras a Rufino, quien las consignó en su "Historia de la Iglesia". Por su parte, Frumencio, cuyo principal deseo consistía en convertir a los etíopes, fue a Alejandría a pedir al obispo San Atanasio que enviase un pastor a los etíopes. San Atanasio, juzgando que Frumencio era el más capacitado para llevar a cabo la obra que había comenzado, le consagró obispo. Tal fue el principio de las relaciones de los cristianos de Etiopía con la Iglesia de Alejandría, que persisten aún en nuestros días.

Probablemente, la consagración de San Frumencio tuvo lugar en 340 o inmediatamente después de 346 (o tal vez entre los años 355 y 356). El santo volvió a Aksum, donde con su predicación y milagros obró numerosas conversiones. Se cuenta que consiguió ganar al cristianismo a los dos reyes, Abreha y Asbeha, cuyos nombres figuran en el santoral etíope. Pero el emperador Constancio, que era arriano, concibió un odio implacable por San Frumencio, porque estaba unido con San Atanasio por los lazos de la fe y el cariño. Viendo que no podía atraerle a la herejía, Constancio escribió a los dos reyes etíopes que enviasen a San Frumencio a Jorge, el obispo instruso de Alejandría, quien se encargaría de velar por "su bienestar". En la misma carta, el emperador los prevenía contra Atanasio "por sus muchos crímenes". Lo único que consiguió Constancio con su carta fue que ésta cayese en manos de San Atanasio, quien la incluyó en su "Apología". San Frumencio murió antes de convertir a todos los aksumitas. Después de su muerte, se le dieron los títulos de "Abuna" (nuestro padre) y "Aba salama" (padre de la paz). El primado de la Iglesia disidente de Etiopía lleva todavía hoy el título de "Abuna".

lunes, 25 de octubre de 2021

26 de octubre SAN EVARISTO, PAPA Y MÁRTIR


 Al dar a los Papas santos una Misa propia y señalar para dicha Misa el Prefacio de los Apóstoles, S. S. el Papa Pío XII quiso recordar a los fieles la devoción especial que deben tener a los que Dios se dignó confiar en otro tiempo su Iglesia

Como acogimos con alborozo en 1951 la beatificación y en 1954 la canonización de Pío X, de quien somos contemporáneos, cuya vida y obras nos son tan conocidas, cuya fotografía hemos visto tantas veces y de cuyas reliquias repartidas a millares hacemos tanto aprecio; como nos alegró la beatificación y la canonización de Pío X, a quien muchos de los que todavía viven hoy, vieron en Roma, a cuyas enseñanzas asentimos filialmente y cuya muerte sentimos todos, al comenzar la guerra mundial, cual si fuese la de un familiar nuestro; así:

No debemos olvidar el agradecimiento que debemos a sus lejanos predecesores, a todos los Papas y sobre todo a los que honra la Iglesia con un culto especial por razón de su santidad y a veces de su martirio.

Honor singular es para un hombre verse elevado a la Silla de San Pedro; es, sobre todo, un peso aplastante el aceptar el cuidado de todas las Iglesias del mundo; es temible la responsabilidad de llevar a Dios las almas de todos los hombres que viven en la tierra. Aceptar esta carga implicó a veces de un modo infalible aceptar de antemano el martirio. Era, al menos, aceptar el dolor y el sacrificio y, a pesar de lo alto de esa dignidad, "hacerse el siervo de los siervos de Dios."

De suerte que, si debemos celebrar y amar a todos los santos, sepamos dar una preferencia y profesar una devoción especial a los Papas santos que la Iglesia propone a nuestro culto. Hoy en particular, sepamos honrar al que gobernó la Iglesia en los días en que murió el último Apóstol; él, por decirlo así, la preparó a emprender la larga peregrinación que no terminará hasta el último día. La fe y la confianza de Evaristo merecieron pronto para la Iglesia las gracias de que tenía necesidad, las cuales nunca la faltaron en el curso de su historia.

VIDA. — Nacido en Grecia de padre judío, Evaristo llegó a ser Papa en el consulado de Valente el año 96, y murió el año 108. El Líber Pontificalis no nos dice que dió su sangre por Jesucristo; señala únicamente que fué enterrado junto a San Pedro en el Vaticano. Es, con todo, honrado como mártir, de igual modo que todos los primeros Papas. A él se debe la distribución de los títulos de la ciudad entre los sacerdotes romanos: determinó que, cuando predicase el Papa, le acompañasen siete diáconos "en atención a su elevada dignidad". Dispuso ademáis que el matrimonio se celebrase públicamente y fuese bendecido por un sacerdote.

PLEGARIA. — Fuiste el primer Pontífice a quien la Iglesia se vio confiada al desaparecer los últimos que conocieron al Señor. El mundo podía decir ahora en cierto sentido: Aun cuando hemos conocido según la carne a Cristo, ahora ya no lo conocemos así". El destierro era cada vez más absoluto para la Esposa; y en aquella hora en que no faltaban ni peligros ni dolores, el Esposo se dignaba encargarte de enseñarla a continuar sola su camino de fe, de esperanza y de amor. Supiste justificar la esperanza del Hombre- Dios. Vela siempre sobre Roma y sobre la Iglesia. Enséñanos que es necesario saber ayunar aquí en este mundo, resignarse a la ausencia del Esposo cuando se oculta a nuestra vista y servirle y amarle con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente, en lo que dure este mundo y le plazca tenernos en él.

25 de octubre SANTOS CRISANTO y DARÍA, MÁRTIRES



 El culto de estos mártires en Roma, que data de muy antiguo, prueba que existieron realmente y que dieron su vida por Cristo. Crisanto era hijo de un patricio llamado Polemio, quien se trasladó, con su hijo, de Alejandría a Roma, durante el reinado de Numeriano. Un sacerdote llamado Carpóforo, instruyó y bautizó a Crisanto. Al enterarse, Polemio se indignó en extremo y con objeto de que Crisanto renunciase a la castidad y a su nueva religión, introdujo en su habitación a cinco mujeres de mala vida. Como la estratagema no diese resultado, Polemio propuso a su hijo que contrajese matrimonio con una sacerdotisa de Minerva, llamada Daría. No sabemos cómo ni por qué, Crisanto aceptó la proposición de su padre, convirtió a Daría al cristianismo y ambos guardaron la virginidad en el matrimonio. Juntos convirtieron a muchos personajes de la sociedad romana. Finalmente, fueron denunciados y comparecieron ante el tribuno Claudio. Este entregó a Crisanto a un pelotón «le soldados, con la orden de-obligarle por todos los medios a ofrecer sacrificios a Hércules. Los soldados sometieron a Crisanto a diferentes torturas, pero la firmeza del mártir fue tal que el propio tribuno, su esposa Hilaria y sus dos hijos confesaron a Cristo. También los soldados siguieron su ejemplo. El emperador mandó asesinarlos a todos. Hilaria consiguió escapar, pero fue capturada más tarde, cuando se hallaba orando ante el sepulcro de los mártires. El Martirologio Romano conmemora a San Claudio y sus compañeros el 3 de diciembre. Entre tanto, Daría había sido enviada a una casa de prostitución, donde la defendió un león que se había escapado del circo. Para acabar con la fiera, los soldados tuvieron que incendiar la casa. Daría y Crisanto comparecieron entonces ante el propio Numeriano, quien los condenó a muerte. Fueron primero apedreados y después, enterrados vivos en una antigua mina de arena de la Vía Salaria Nova. El día del aniversario de la muerte de los mártires, algunos cristianos se reunieron ahí a orar junto a su sepulcro. El emperador se enteró de que los fieles se hallaban dentro y mandó tapiar la entrada de la mina con rocas y tierra, de suerte que los cristianos murieron ahí. Se trata de los santos Diodoro (sacerdote), Mariano (diácono) y sus compañeros, a quienes se conmemora el l9 de diciembre.


domingo, 24 de octubre de 2021

XXII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


 MISA

Según Honorio de Autún, la Misa del día se refiere al tiempo del Anticristo1. La Iglesia lanza su mirada en lo que está por venir, sobre el reino de este hombre de pecado 2, y como sintiendo ya los golpes de la tremenda persecución de los últimos días, toma el Introito del Salmo 129.

Si queremos una aplicación actual y siempre práctica, dada nuestra miseria, en coincidencia con el sentido profético con que hoy van revestidas las palabras de este Salmo, recordemos el Evangelio de la semana anterior, que en otro tiempo era el de este Domingo. Cada cual se reconocerá en la persona del deudor insolvente que sólo confía en la bondad de su Señor; y nosotros exclamaremos, en la confusión de nuestra alma humillada: Si escudriñases nuestras iniquidades,

INTROITO

Si escudriñares nuestras iniquidades, Señor; Señor, ¿quién podrá resistir? Pero en ti está el perdón, oh Dios de Israel. — Salmo: Desde lo profundo clamo a ti, Señor: Señor, escucha mi voz. T. Gloria al Padre.

Acabamos de dar ánimos a nuestra confianza cantando que en Dios hay misericordia. El mismo es el que da a las oraciones de su Iglesia su acento piadoso porque desea oírla. Pero se nos oirá a nosotros también con ella si rogamos como ella según la fe, es decir, conforme a las enseñanzas del Evangelio. Rezar según la fe, hoy, pues, equivale a perdonar a nuestro prójimo las deudas contraídas con nosotros, si a su vez pedimos nosotros también ser absueltos por el Señor de todos.

COLECTA

Oh Dios, refugio y fortaleza nuestra: oye las piadosas preces de tu Iglesia, tú, que eres el mismo autor de la piedad, y haz que, lo que pedimos fielmente, lo consigamos eficazmente. Por Nuestro Señor Jesucristo.

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Filipenses (Flp., I, 6-11).

Hermanos: Confiamos en el Señor Jesús que, el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Es justo que yo sienta esto de todos vosotros: porque os tengo en el corazón; y en mis cadenas, y en la defensa y confirmación del Evangelio, todos vosotros sois los compañeros de mi gozo. Porque Dios me es testigo de cuánto os amo a todos vosotros en las entrañas de Jesucristo. Y lo que pido es que vuestra caridad crezca más y más en ciencia y en todo conocimiento: para que probéis cosas mayores, para que estéis puros y sin mancha el día de Cristo, llenos de frutos de justicia, por Jesucristo, para gloria y loor de Dios.

EL ALMA DE SAN PABLO. — San Pablo, en nombre de la Iglesia, de nuevo nos advierte que se acerca el fin. Pero a este último día, que en el Domingo pasado llamaba día malo, le llama hoy por dos veces, en el corto pasaje de la Epístola a los Filipenses que acabamos de oír, el día de Cristo Jesús. La carta a los Filipenses rebosa confianza y por ella se desborda la alegría: y con todo, nos señala la cruel persecución contra la Iglesia y al enemigo que se vale de la tempestad para excitar las malas pasiones aun dentro del rebaño de Cristo. El Apóstol está encadenado; la envidia y la traición de los falsos hermanos aumenta sus males. Pero la alegría domina en su corazón por encima de los padecimientos porque ha llegado ya a la plenitud del amor, en que el dolor da vida a la divina caridad. Para él Jesucristo es su vida y la muerte una ganancia; entre la muerte, que respondería al más íntimo deseo de su corazón entregándole a Cristo, y la vida que multiplica sus méritos y el fruto de sus obras, no sabe qué escoger. Y, en efecto, ¿qué pueden en él las consideraciones personales? Su actual alegría, su alegría futura, consiste en que Cristo sea conocido y glorificado, y poco le importa de qué manera. No se equivocará en su esperanza, ya que la vida y la muerte terminarán por glorificar a Cristo en su carne., 1

LA ORACIÓN DE SAN PABLO. — Así se explica la indiferencia sublime en que está el alma de San Pablo, indiferencia que es la cumbre de la vida cristiana, y que no se parece nada, claro está, al nirvana fatal en el que pretendieron los falsos místicos del siglo xvn encerrar el amor. A pesar de la altura a que ha llegado en el camino de la perfección, ¡qué ternura prodiga a sus hermanos el convertido de Damasco! Dios es testigo, dice, de la ternura con que os amo a todos en las entrañas de Jesucristo. La aspiración que le llena y absorbe es que Dios, que ha comenzado en ellos la obra buena por excelencia, la obra de la perfección del cristiano que tiene su fin en el Apóstol, la continúe y la termine en todos para el día en que aparezca Cristo en su gloria. Ruega para que la caridad, esta veste nupcial de los benditos del Padre que él ha desposado con el único Esposo, los rodee de resplandor sin igual en el gran día de las bodas eternas.

EL LIBERALISMO. — Ahora bien, el medio de que se desarrolle en ellos la caridad de un modo seguro, consiste en que crezca en la inteligencia y en la ciencia de la salvación, es decir, en la fe; la fe, en efecto, es la que pone la base de toda justicia sobrenatural. Una fe menguada, desde luego, sólo puede producir una caridad limitada. ¡Cuánto se engañan, por tanto, los hombres que no se cuidan de que la verdad revelada vaya a la par con el amor! Su cristianismo se reduce a creer lo menos posible, a proclamar lo inoportuno de nuevas definiciones, a reducir constante y científicamente el horizonte sobrenatural por miramientos con el error. La caridad, dicen, es la reina de las virtudes; ella les sugiere hasta el modo de manejar la mentira; reconocer para el error iguales derechos que para la verdad, es para ellos la última palabra de la civilización cristiana, que se funda en el amor. Y pierden de vista que el primer objeto de la caridad es Dios, verdad sustancial, y olvidan también que no se hace acto de amor colocando a igual nivel el objeto amado y a su enemigo mortal.

INTEGRIDAD DE LA FE. — No lo entendían así los Apóstoles: para hacer germinar la caridad en el mundo, sembraban en él la verdad. Todo nuevo rayo de luz servía en el alma de sus discípulos para el amor; y estos discípulos, al convertirse ellos también en luz en el santo bautismo en nada ponían tanto empeño como en no hacer pacto con las tinieblas. Renegar de la verdad, en esos tiempos, era el crimen más grande; exponerse por descuido a menguar sus derechos en lo más mínimo, era una suma imprudencia. El cristianismo había encontrado al error dueño del mundo; ante la noche que inmovilizaba en la muerte a la raza humana, el único procedimiento de salvación que conoció fué hacer brillar la luz; ni tuvo más política que la de proclamar el poder de la verdad sola para salvar al hombre y de afirmar sus derechos exclusivos a reinar en el mundo. Este fué el triunfo del Evangelio después de tres siglos de lucha encarnizada y violenta de parte de las tinieblas, que se creían soberanas y que como tales querían continuar; de lucha serena y radiante de parte de los cristianos, cuya sangre derramada hacía crecer el contento, consolidando en el mundo el reino simultáneo del amor y de la verdad.

Hoy, por la convivencia de los bautizados, el error vuelve a sus pretendidos derechos y la caridad de muchísimos, por lo mismo, ha disminuido; la noche se extiende otra vez sobre un mundo glacial y agonizante. La línea de conducta de los hijos de la luz sigue siendo la misma que en los días primeros. Sin inquietudes ni temores, contentos de sufrir por Jesucristo, como sus mayores y como los apóstoles, conservan como algo muy querido la palabra de vida pues saben que, mientras en el mundo exista un rayo de esperanza, emanará de la verdad.

Canta el Gradual la dulce y fuerte unidad que reina y se conservará en la Iglesia hasta el fin mediante el amor; a su aumento nos exhorta la Epístola, como lo recomendaba cual único medio de salvación para el día del juicio, el Evangelio que antiguamente se leía en este Domingo.

GRADUAL

Qué bueno y deleitoso es habitar como hermanos unidos! V. Como el ungüento en la cabeza, que se escurre hasta la barba, hasta la barba de Aarón.

Aleluya, aleluya. V. Los que temen al Señor, esperan en El, que es su ayudador y su protector, Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo (Mt„ XXII, 15-21).

En aquel tiempo, yendo los fariseos, tuvieron consejo para sorprender a Jesús en sus palabras. Y le enviaron sus discípulos, con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas de veras el camino de Dios y no te preocupas de nadie: porque no miras la persona de los hombres: dinos, pues, qué te parece: ¿es lícito dar tributo al César, o no? Pero Jesús, conocida la maldad de ellos, dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. Y díjoles Jesús: ¿De quién es esta imagen, y esta inscripción? Dijéronle: Del César. Entonces les dijo El: Dad, pues, al César lo que es del César; y a Dios, lo que es de Dios.

LECCIONES DE PRUDENCIA. — Se diría que la penuria de las verdades ha de ser el peligro más especial de los últimos tiempos, ya que la Iglesia, en estas semanas que tienen por fln hacernos presentes los últimos días del mundo, nos encamina continuamente hacia la prudencia del entendimiento como a la gran virtud que entonces debe resguardar a sus hijos. El Domingo volvía a poner en sus manos como arma defensiva el escudo de la fe, y como arma ofensiva la palabra de Dios; ocho días antes se les recomendaba la circunspección de la inteligencia para conservar, en los días malos, su santidad fundada en la verdad y su riqueza apoyada en la ciencia. Hoy, en la Epístola, se les proponían una vez más la inteligencia y la ciencia, como suficientes por sí mismas para aumentar su amor y perfeccionar la obra de su santificación para el día de Cristo. El Evangelio concluye oportunamente estas lecciones del Apóstol con el relato de un hecho sacado de la historia del Salvador, y las da la autoridad que lleva siempre consigo todo ejemplo que procede de la vida del divino modelo de la Iglesia. Y, en efecto, Jesucristo se nos manifiesta aquí como ejemplo de los suyos en los lazos que las intrigas de los malvados tienden a su buena fe.

EL TRIBUTO AL CÉSAR. — Era el último día de las enseñanzas públicas del Hombre Dios, la víspera casi de su salida de este mundo. Sus enemigos, tantas veces desenmascarados en sus astucias, intentaron un esfuerzo supremo. Los Fariseos, que no reconocían el poder del César y su derecho al tributo, se unieron con sus adversarios, los partidarios de Herodes y de Roma, para poner a Jesús la cuestión insidiosa: ¿Está, o no, permitido pagar el tributo al César? Si la respuesta del Salvador era negativa, incurría en la cólera del príncipe; si afirmativa, perdía todo crédito en el ánimo del pueblo. Jesús, con su divina prudencia, desconcertó sus ardides. Los dos partidos, unidos tan extrañamente por la pasión, se negaron a entender el oráculo que podía unirlos en la verdad, y sin duda ninguna, al poco tiempo volvieron a sus querellas. Pero la coalición que contra el Justo se formó, se había roto; el esfuerzo del error, como siempre, se había vuelto contra ella; y la palabra que esa coalición había suscitado pasando de los labios del Esposo a los de la Esposa, no dejaría ya de resonar en este mundo, en el que esa palabra forma la base del derecho social entre las naciones.

LA AUTORIDAD VIENE DE DIOS. — Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios, repetían los Apóstoles; y, al proclamar muy alto que hay que obedecer a Dios antes que a los nombres, añadían: "Sométase toda alma a los poderes superiores; pues no hay poder que no derive de Dios, y los que existen, Dios los ha establecido. Por consiguiente, el que resiste al poder, resiste al orden establecido por Dios, y se atrae la condenación. Sed, pues, sumisos, porque es necesario, sumisos no sólo por el sentimiento del temor, sino también por el deber de la conciencia. Por la misma razón pagáis los tributos a los príncipes, porque son los ministros de Dios."

La voluntad de Dios esa es la fuente y la verdadera grandeza de toda autoridad entre los hombres. El hombre, por sí mismo, no tiene derecho a mandar a su semejante. El número no altera en nada esta impotencia de los hombres sobre mi conciencia, ya que, muchos o pocos, por naturaleza soy igual a cada uno de ellos, y añadir los derechos que cada uno tiene sobre mí, es lo mismo que añadir la nada. Pero Dios, al querer que los hombres vivan en sociedad, por lo mismo quiso también que al frente hubiese un poder encargado de reducir las múltiples voluntades a la unidad del fin social. Da también a los acontecimientos que su providencia dirige, y hasta a los hombres en los orígenes de las sociedades, una gran amplitud para determinar la forma en que se debe ejercer el poder civil y su modo de transmisión. Pero, una vez investidos regularmente, los depositarios soberanos del poder sólo dependen de Dios en la esfera de las atribuciones legítimas, porque de él solo les viene el poder y no de sus pueblos, que no se le podrían otorgar porque ellos tampoco le poseen. Mientras cumplan las condiciones del pacto social, o no conviertan en ruina de la sociedad el poder que recibieron para su bien, el derecho que tienen a la obediencia es el mismo de Dios: ya recauden los tributos necesarios a su gobierno, ya restrinjan con las leyes que dan ellos en el comercio ordinario de la vida la libertad que permite el derecho natural, ya también publiquen edictos que lanzan al soldado en defensa de la patria a una muerte segura. En todos estos casos, es el mismo Dios quien manda por ellos y quiere ser obedecido: desde este mundo pone la espada en sus manos para castigo de los rebeldes; El mismo castigará eternamente en el otro a los que no se hayan corregido.

LA LEY OBLIGA.— ¡Cuán grande es, pues, esta dignidad de la ley humana, que hace del legislador el vicario mismo de Dios, a la vez que evita al súbdito la humillación de rebajarse ante otro hombre! Mas, para que la ley obligue y sea verdaderamente ley, es natural que ante todo debe conformarse con las prescripciones y prohibiciones del Ser supremo, cuya sola voluntad puede darle su carácter augusto, haciéndola entrar en el dominio de la conciencia. Por esta razón no puede existir en el mundo una ley contra Dios, contra su Ungido o su Iglesia. Desde el momento en que Dios no esté con el hombre que manda, el poder de ese hombre sólo es una fuerza brutal. El príncipe o la asamblea que pretenda reglamentar las costumbres, la vida moral de un país en contra de Dios, merece la oposición y el desprecio de las personas valientes; llamar con el nombre sagrado de ley a esas lucubraciones tiránicas es una profanación indigna de un cristiano y de todo hombre libre.

La Antífona del Ofertorio y sus antiguos versículos hacen referencia, igual que el Introito, al tiempo de la última persecución. Las palabras están tomadas de la oración de Ester en el momento de presentarse ante Asuéro para luchar contra Amán, figura del Anticristo. Ester es figura de la Iglesia.

OFERTORIO

Acuérdate de mí, Señor, que dominas sobre todo poder: y pon en mi boca la palabra justa, para que agraden mis palabras al príncipe. V. — Acuérdate que me he presentado ante ti.

V. — Convierte su corazón en odio de nuestros enemigos y de sus cómplices; y líbranos por tu poderosa mano, tú. que eres nuestro Dios para siempre.

V. — Rey de Israel, escúchanos, tú, que guías a José como a una oveja.

—Acuérdate de mí, Señor.

La garantía más segura contra la adversidad es la ausencia del pecado en las almas, pues el pecado despierta la cólera de Dios y pide venganza. Digamos con la Iglesia en la Secreta:

SECRETA

Haz, oh Dios misericordioso, que esta saludable oblación nos libre incesantemente de nuestras culpas, y nos proteja contra toda adversidad. Por Nuestro Señor Jesucristo.

La Antífona de la Comunión nos hace notar, para después imitar, la perseverancia y la solicitud de las súplicas de la Santa Madre Iglesia.

COMUNIÓN

Clamo porque tú me oyes, oh Dios: inclina tu oído, y escucha mis palabras.

Al celebrar en los Misterios la memoria del Salvador según recomendación suya, no debemos perder de vista que estos Misterios sagrados son también el refugio de nuestra miseria. Sería una presunción o una locura no pensar utilizarlos en la oración, como en la Poscomunión hace la Iglesia.

POSCOMUNIÓN

Hemos recibido, Señor, los dones de tu sagrado Misterio, suplicándote humildemente hagas que, lo que nos mandaste celebrar en recuerdo tuyo, se convierta en remedio de nuestra enfermedad. Tú, que vives.

Sede Vacante desde 1958

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