lunes, 21 de marzo de 2022

21 de Marzo: SAN BENITO, Abad

 


SAN BENITO, Abad
n. hacia el año 480 en Nursia, Italia;
† hacia el año 547 en Montecasino, Italia
Patrono de monjes; personas en órdenes religiosas; ingenieros civiles; trabajadores agrícolas; granjeros; espeleólogos; niños escolares; personas en trance de muerte. Protector contra la hechicería; brujería; veneno; fiebre; urticaria; erisipela; enfermedades inflamatorias; enfermedades renales. Se lo invoca en las tentaciones y cuando se ha roto alguna pertenencia de un superior.
Dichosos los siervos a los cuales el amo al venir encuentra velando. (Lucas 12, 37)
+ En Monte Casino, el tránsito de san Benito, Abad, el cual restableció la disciplina Monástica, muy decaída en Occidente, y la propagó de un modo extraordinario; cuya vida, gloriosa en virtudes y milagros, escribió san Gregorio Papa.
+ En Catania de Sicilia, san Birilo, el cual, ordenado Obispo por san Pedro, habiendo convertido a la fe muchos gentiles, allí mismo, en muy avanzada ancianidad, descansó en paz.
+ En Alejandría, la conmemoración de los santos Mártires, que en tiempo, del Emperador Constancio y del Prefecto Filagrio, invadiendo los templos los Arrianos y Gentiles un día de Viernes Santo fueron asesinados.
+ En el mismo día, los santos Mártires Filemón y Domnino.
 
+ En Alejandría, san Serapión, Anacoreta y Obispo de Thmuis, varón de grandes virtudes, que, desterrado por el furor de los Arrianos, Confesor, pasó al Señor.
+ En territorio de Lyon, san Lupicino, Abad, cuya vida fue ilustre por la santidad y por la gloria de los milagros.
+ En el lugar de Ranft, cerca de Sachseln, en Suiza, san Nicolás de Flüe, padre de familia, después Anacoreta, insigne por su asperísima penitencia, apellidado por los Suizos padre de la patria, al cual el Papa Pío XII inscribió en el catálogo de los Santos.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
SAN BENITO, Abad
San Benito abandonó el mundo a la edad de 14 años para retirarse al desierto. Esforzose el demonio por encender en su corazón el fuego de las pasiones impuras. Para vencer, San Benito revolcábase entre espinas y zarzas. Su fama de santidad extendiose a lo lejos y le atrajo una multitud de discípulos. Hizo muchos milagros que lo han hecho célebre; mas el mayor de los prodigios fue el establecimiento de su orden, que ha dado un sinnúmero de santos a la Iglesia. Murió hacia la mitad del siglo VI.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE DE SAN BENITO
I. Desde que hubo comprendido la vanidad del mundo, retirose San Benito a la soledad, y allí mortificó su cuerpo mediante continuas austeridades. ¡Hace ya tanto tiempo que tú conoces los peligros del mundo, y lo amas todavía! ¡Sabes que es infiel, y en él te fías! ¡Estás persuadido de que no hay recompensa para sus adoradores, y ansiosamente buscas sus favores! Engañó ya a muchos otros con sus falsos bienes; mas, los que antes lo honraban lo desprecian ahora. ¿Por qué no lo dejas? Apenas si tiene el mundo lo que es preciso para engañar; carece de bienes, hasta de bienes frágiles (San Euquerio).
II. San Benito despreció al mundo, y el mundo le honra; los reyes, los príncipes, numerosos fieles acuden a verlo en la soledad, para encomendarse a sus oraciones o para imitar su género de vida. Tú amas al mundo y él te desprecia; lo desprecias y él te prodiga sus alabanzas. Pareciera que Dios, impaciente por recompensar a sus servidores, no puede esperar la vida futura para hacerlo. ¡Cuán apurada estáis, oh bondad divina, en glorificar a vuestros santos! (San Eusebio).
III. San Benito, vencedor del mundo, lo abandona y muere en una iglesia en medio de sus religiosos, advertidos por él de la hora de su muerte. ¿Te ha sido revelado cuándo y cómo morirás? Mantente siempre preparado. Los religiosos de este santo son sus hijos y su corona. Tus hijos y tu corona son tus obras: ellas te seguirán hasta el trono de Dios, para acusarte o defenderte.
El amor de la soledad.
Orad por la Orden de San Benito.
ORACIÓN
Haced, os lo rogamos, Señor, que la intercesión de San Benito, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, y que obtengamos por sus oraciones lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S.

sábado, 19 de marzo de 2022

19 de Marzo: SAN JOSÉ, Esposo de la Santísima Virgen, y Patrono de la Iglesia Universal

 



SAN JOSÉ, Esposo de la Santísima Virgen,

y Patrono de la Iglesia Universal.

Protector de la Virginidad de María

Una alegría nos llega dentro de Cuaresma: José, el Esposo de María, el Padre adoptivo del Hijo de Dios, viene a consolarnos con su querida presencia.
El Hijo de Dios, al descender a la tierra para tomar la humanidad, necesitaba una Madre; esta Madre no podía ser otra que la más pura de las vírgenes; la maternidad divina no debia alterar en nada su incomparable virginidad. Hasta tanto que el Hijo de María fuera reconocido por Hijo de Dios, el honor de su Madre requería un protector: un hombre, pues, debía ser llamado a la gloria de ser el Esposo de María. Este fué José el más casto de todos los hombres.


Padre Adoptivo de Jesús

Y no sólo consiste su gloria., en haber sido escogido para proteger a la Madre del Verbo encarnado, sino también fue llamado a ejercer una paternidad adoptiva sobre el Hijo de Dios. Los Judíos llamaban a Jesús hijo de José. En el templo, en presencia de los doctores a quienes el divino Niño acababa de llenar de admiración por la sabiduría de sus preguntas y respuestas, dirigía así María la palabra a su Hijo: “Tu Padre y yo doloridos te buscábamos”; y el Santo Evangelio añade que Jesús estaba sujeto tanto a José como a Maria.


Grandeza de San José

¿Quién podrá concebir y expresar dignamente los sentimientos que llenaron el corazón de este hombre, que el Evangelio nos pinta con una sola palabra, llamándole hombre justo? Un afecto conyugal, que tenía por objeto la más santa y la más perfecta de las criaturas de Dios; el anuncio celestial, hecho por el ángel, que le reveló que su esposa lleva en su seno el fruto de salvación, y le asocia, como testigo único en la tierra, a la obra divina de la encarnación; las alegrías de Belén, cuando asistió al nacimiento del Niño, cuando custodió a la Virgen Madre y escucho los cantos angélicos, cuando vio llegar ante el recién nacido a los pastores, y poco después a los Magos; las inquietudes que vienen en seguida a interrumpir tanta dicha, cuando, en medio de la noche, tiene que huir a Egipto con el Niño y la Madre; los rigores de este destierro, la pobreza, desnudez a que fueron expuestos el Dios escondido, cuyo protector era, y la Esposa virginal, cuya dignidad comprendía cada vez mejor; la vuelta a Nazaret, la vida humilde y laboriosa que llevó en aquella aldea, donde tantas veces sus tiernos ojos contemplaron al Creador del mundo, llevando con él un trabajo humilde; y, en fin, las delicias de esta existencia sin igual en la casa que embellecía la presencia de la Reina de los ángeles, y santificaba la majestad del Hijo eterno de Dios; ambos a una dieron a José el honor de presidir aquella familia, que agrupaba con lazos más queridos al Verbo encarnado, Sabiduría del Padre y a la Virgen, incomparable obra maestra del poder y santidad de Dios.

El Primer José

No, nunca hombre alguno, en este mundo podrá penetrar todas las grandezas de José. Para comprenderlas, se necesita abrazar toda la extensión del misterio con el que su misión en la tierra está unido, como un instrumento necesario. No nos extraña, pues, que este Padre nutricio del Hijo de Dios, haya sido figurado en la Antigua Alianza, bajo las facciones de un Patriarca del pueblo escogido. San Bernardo ha expresado magníficamente esta idea: “El primer José, dice, vendido por sus hermanos, y, en esto, figuraba Cristo, fue llevado a Egipto; el segundo, huyendo de la envidia de Herodes, llevó a Cristo a Egipto. El primer José, guardando la fidelidad a su señor, respetó a su ama; el segundo, no menos casto, fue guardián de su Señora, de la Madre de su Señor, y el testigo de su virginidad. Al primero le fué dado el comprender los secretos revelados por los sueños; el segundo recibió la confidencia del mismo cielo. El primero conservó las cosechas de trigo, no para él, sino para el pueblo; al segundo se le confirió el cuidado del Pan vivo que descendió del cielo, para él y para el mundo entero.”


Muerte de San José

Una vida tan llena de maravillas, no podía acabar de otro modo que por una muerte digna de ella. El momento llega cuando Jesús debía salir de la oscuridad de Nazaret y manifestarse al mundo. En adelante sus obras darían testimonio de su origen celestial; el ministerio de José estaba, pues, cumplido. Le había llegado la hora de partir de este mundo, par ir a esperar, en el descanso del seno de Abrahán, el día en que la puerta de los cielos se abriese a los justos. Junto a su lecho de muerte velaba el dueño de la vida; su postrer suspiro fué recibido por la más pura de las vírgenes, su Esposa. En medio de los suyos y asistido por ellos, José se durmió en un sueño de paz. Ahora el Esposo de María, el Padre putativo de Jesús, reina en el cielo con una gloria, inferior, sin duda, a la de María, pero adornada de prerrogativas a las cuales nadie puede ser admitido.


Protector de la Iglesia

Desde allí derrama una protección poderosa sobre los que le invocan. Escuchad la palabra inspirada de la Iglesia en la Liturgia: “Oh, José, honor de los habitantes del cielo, esperanza de nuestra vida terrena y sostén de este mundo'”. ¡Qué poder en un hombre! Mas buscad también un hombre que haya tenido tratos tan íntimos con el Hijo de Dios, como José. Jesús se dignó someterse a él en la tierra; en el cielo tiene la dicha de glorificar a aquel del que quiso depender, a quien confió su infancia junto con el honor de su Madre.
Así, pues, no tiene límites el poder de San José; y la santa Iglesia nos invita hoy a recorrer con absoluta confianza a este Protector omnipotente. En medio de las terribles agitaciones de las que el mundo es víctima, invóquenle los fieles con fe y serán socorridos. En todas las necesidades del alma y del cuerpo, en todas las pruebas y en todas las crisis, tanto en el orden temporal como en el espiritual, que el cristiano puede encontrar en el camino, tiene una ayuda en San José, y su confianza no será defraudada. El rey de Egipto decía a sus pueblos hambrientos: “Id a José”; el Rey del cíelo nos hace la misma invitación; y el fiel custodio de María tiene ante El mayores créditos que el hijo de Jacob, intendente de los graneros de Menfis, tuvo ante el Faraón. La revelación de este nuevo refugio, preparado para estos últimos tiempos, fué comunicado hace tiempo según el modo ordinario de proceder de Dios, a las almas privilegiadas a las cuales era confiada como germen precioso; como sucedió con la fiesta del Santísimo Sacramento, con la del Sagrado Corazón y con otras varias. En el siglo xvi, Santa Teresa de Jesús, cuyos escritos estaban llamados a extenderse por el mundo entero, recibió en un grado extraordinario las comunicaciones divinas a este respecto y dejó impresos sus sentimientos y sus deseos en su Autobiografía.


Santa Teresa y San José

He aquí cómo se expresa Santa Teresa: “Tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores de honra y pérdida de alma, este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía pedir. No me acuerdo, hasta ahora, haberle suplicado cosa, que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dió el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fué sujeto en la tierra, que como tenía nombre de padre siendo ayo le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Esto han visto otras muchas personas, a quien yo decía se encomendasen a él, también por experiencia; y aún hay muchas personas que le son devotas de nuevo experimentando esta verdad'”.


Fiestas de San José

Pío IX para responder a los numerosos deseos y a la devoción del pueblo cristiano, el 10 de septiembre de 1847, extendió a toda la Iglesia la fiesta del Patrocinio de San José, que estaba concedida a la Orden del Carmen y a algunas iglesias particulares. Más tarde Pío X la elevó a la categoría de las mayores solemnidades dotándola de una octava.

viernes, 18 de marzo de 2022

18 de Marzo: SAN CIRILO, Obispo y Confesor



SAN CIRILO,
Obispo y Confesor

n. hacia el año 315;
† hacia el año 387

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (Mateo 5, 7)

+ En Jerusalén, san Cirilo, Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia, el cual padeció de parte de los Arrianos muchas injurias por defender la fe, y desterrado muchas veces de su Iglesia, al fin, esclarecido en santidad, murió en paz. De la pureza de su fe dio preclaro testimonio el primer Concilio ecuménico de Constantinopla escribiendo al Papa san Dámaso.

+ En Cesarea de Palestina, el triunfo de san Alejandro, Obispo, el cual yendo de una ciudad de Capadocia, de que era Obispo, a visitar los Santos Lugares, y llegado a Jerusalén, en cuya Iglesia era a la sazón Obispo Narciso, ya anciano, por revelación divina le sustituyó en el gobierno. Más tarde, en la persecución de Decio, siendo él ya muy anciano y respetado por sus venerables canas, fue conducido a Cesárea, y encerrado en una cárcel por confesar a Cristo, consumó el martirio.

+ En Augsburgo, san Narciso, Obispo, el primero que predicó el Evangelio a los pueblos de Recia; pasó después a España, y convertidos en Gerona muchos infieles a la fe de Cristo, allí mismo, en la persecución del Emperador Diocleciano, juntamente con el diácono Félix, recibió la palma del martirio.

+ En Nicomedia, diez mil santos Mártires, que por la confesión de Cristo fueron pasados a cuchillo.

+ Allí mismo, los santos Mártires Trófimo y Eucarpio.

+ En Inglaterra, san Eduardo Rey, que, muerto por los engaños de su madrastra, resplandeció en muchos milagros.

+ En Luca de Toscana, la dichosa muerte de san Frigidiano, Obispo, ilustre por la virtud de los milagros.

+ En Mantua, san Anselmo, Obispo de Luca, y Confesor.

+ En Cagliari de Cerdeña, san Salvador de Horta, Confesor, de la Orden de los Frailes Menores, que resplandeció en virtudes y con singular don de milagros, y fue contado por el Papa Pío XI en el número de los Santos.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

SAN CIRILO,
Obispo y Confesor

San Cirilo era obispo de Jerusalén cuando Juliano el Apóstata, por odio al cristianismo, quiso restablecer el templo de Jerusalén. Predíjole este santo que no quedaría piedra sobre piedra. En efecto, el rayo y los temblores derribaron lo que el apóstata había hecho edificar. Era San Cirilo tan caritativo que los arrianos, para arrebatarle su episcopado, lo acusaron de haber vendido los ornamentos de la iglesia y distribuido su precio entre los pobres. Murió en el año 387.

MEDITACIÓN SOBRE LA MISERICORDIA

I. Debes compadecer los sufrimientos del prójimo, provengan de enfermedad o de pobreza. Esta compasión debe excitar en ti el deseo de aliviarlos, y este deseo debe ser efectivo. ¡Cuántas ocasiones pierdes de hacer el bien a los desgraciados! Nada hay que te haga más semejante a Dios como la caridad para con los pobres. Si no estás en condición como para socorrerlos, ruega a Dios que lo haga Él y agradécele el que te haya librado de las miserias que hacen gemir a tu prójimo. Nunca se parece tanto el hombre a la Divinidad como cuando hace el bien a sus semejantes; sé providencia para los desventurados, imitando la misericordia de Dios (San Gregorio).

II. Ten compasión de los pecadores; por ricos y felices que sean en apariencia, su suerte es mucho más digna de compasión que de envidia. Son tanto más dignos de lástima, cuanto que no conocen su mal estado y no quieren ponerle remedio. Adviérteles, si lo puedes, hazles conocer el lastimoso estado de su alma; ruega a Dios por ellos; apártalos de las ocasiones peligrosas; emplea para esto, tu solvencia, tus riquezas: bien que quiso dar su vida por ellos Jesucristo. No envidies a los malos, antes bien compadécelos (San Pedro Damián).

III. ¿Acaso tú mismo no eres digno de compasión, a causa de tus miserias o de tus pecados? Si es a causa de tus miserias, ten paciencia: Jesús vivió en el dolor, los santos pasaron su vida en las lágrimas. Si tus pecados te hacen digno de compasión, ten piedad de ti mismo; sal, lo más pronto posible, de ese funesto estado.

La caridad.

Orad por los afligidos.

ORACIÓN
Dios todopoderoso, haced, os lo suplicamos, que la solemnidad del bienaventurado Cirilo, vuestro confesor y pontífice, acreciente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra salvación. Por J. C. N. S.

jueves, 17 de marzo de 2022

17 de marzo SANTA GERTRUDIS, VIRGEN



Santa Gertrudis, hija menor de Pipino de Landen y de Itta, Ida o Iduberga, nació en Landen en 626. Tenía un hermano, Grimoaldo, quien sucedió a su padre y una hermana, Santa Begga, quien se casó con el hijo de San Arnulfo de Metz. Gertrudis fue educada muy esmeradamente por sus padres, quienes pronto descubrieron su inclinación por la vida religiosa. Cuando tenía cerca de 10 años, su padre dio una fiesta a la que asistió el rey Dagoberto y los nobles más prominentes de Austrasia. Uno de los nobles pidió al rey que le otorgara la mano de Gertrudis para uno de sus hijos ahí presentes. Dagoberto, pensando halagar a la niña, la mandó llamar y señalando hacia el apuesto joven le preguntó si deseaba casarse con él. Para sorpresa suya, Gertrudis le contestó que ella nunca tomaría esposo y que deseaba tener a Cristo Jesús por su único amo y Señor. Nadie se opuso a la determinación de la niña, antes bien fue elogiada por el rey y los cortesanos. Al quedar viuda, Itta consultó a San Amando, obispo de Maestricht, sobre cuál sería la mejor forma de que ella y su hija sirvieran a Dios. Siguiendo el consejo del obispo, comenzó a construir un monasterio en Nivelles. Para evitar toda tentación en contra de la vocación de Gertrudis, su madre le cortó el pelo y afeitó su cabeza. Cuando la nueva fundación fue terminada, madre e hija ingresaron a ella. Itta insistió en que su hija fuera superiora, aunque de vez en cuando la asistiría con su consejo. La joven abadesa probó ser capaz de desempeñar atinadamente su cargo. No sólo se ganó el respeto de las religiosas, sino también el de muchos peregrinos de categoría que visitaban la casa.

Itta murió en 625; Santa Gertrudis encomendó entonces muchas de las labores de la administración externa a otras personas. Esto le permitió dedicar más tiempo al estudio de las Sagradas Escrituras, así como imponerse mayores mortificaciones. Tan severamente había tratado su cuerpo, que a la edad de 30 años estaba completamente extenuada por el continuo ayuno y falta de sueño. Decidió dejar el cargo a su sobrina Wulfetrudis, a la que había preparado y sólo contaba 20 años de edad. La santa se dedicó entonces a prepararse para la muerte, aumentando sus devociones y disciplinas. Sus biógrafos cuentan que una vez, cuando Gertrudis estaba en la iglesia, una esfera de fuego apareció sobre su cabeza y alumbró el recinto durante media hora. A pesar de su santidad, cuando llegó su hora, tenía miedo de haber sido indigna y entonces envió recado a San Ultan, que estaba en Fosses, para saber si había tenido alguna revelación que se refiriera a ella. El santo hombre mandó decirle que moriría al día siguiente, mientras se celebraba la Santa Misa, pero que no tuviera miedo, porque San Patricio, junto con muchos ángeles y santos, la esperaban para recibir su alma. Santa Gertrudis acogió con regocijo el mensaje y el 17 de marzo, mientras el sacerdote estaba diciendo las oraciones que preceden al prefacio, entregó su alma a Dios. Siguiendo sus deseos, fue enterrada con su cilicio puesto, sin sudario o mortaja, y su cabeza fue envuelta en un velo viejo que una religiosa había dejado allí, a su paso por el convento.

Santa Gertrudis ha sido invocada como la patrona de los viajeros, probablemente debido al interés que mostraba por los peregrinos y también por el rescate milagroso de unos monjes que la invocaron durante un gran peligro en el mar. Existía la costumbre de tomar una copa de despedida en su honor, antes de comenzar un viaje. Se conserva aún una copa que se usaba con este propósito en Nivelles, junto con algunas otras reliquias. El pueblo la veneraba como la patrona de las almas que iban de viaje al otro mundo; decían que las almas viajaban por tres días y se hospedaban la primera noche con ella y la segunda con San Miguel. El símbolo con el que la suelen representar es un ratón. Suelen pintar uno o dos ratones subiendo a su bastón pastoral o jugando sobre su rueca. Nunca se ha dado una explicación satisfactoria a este simbolismo, aunque se han hecho muchas conjeturas: una de ellas es que el diablo en forma de ratón, solía enredarle el hilo mientras hilaba para hacerle perder la paciencia. Ha sido muy invocada contra plagas de ratones y en 1822, durante una de estas plagas de ratón de campo, los campesinos de la zona del bajo Rin llevaron a su altar en Colonia una ofrenda de plata en forma de ratón. También se invoca a Santa Gertrudis para obtener buen alojamiento durante un viaje. Si el día de su fiesta hay buen tiempo, se considera como buen augurio; en muchos sitios ese día marca el comienzo del trabajo en el campo.

17 de marzo SAN PATRICIO, CONFESOR, OBISPO Y APÓSTOL DE IRLANDA





San Patricio, apóstol de Irlanda, nació en Escocia en el territorio de la ciudad de Aclud, hoy Dumbrinton, hacia el año 377 del nacimiento de Cristo. Se llamaba su padre Calfurnio, y su madre Conquesa, pariente de San Martin, arzobispo de Tours, los cuales le criaron con tanta piedad, y le educaron tan desde pequeño en los principios de la religión, así con su doctrina como con sus ejemplos, que el niño Patricio en nada hallaba gusto sino en la oración.

A los dieciséis años de su edad le secuestraron unos salteadores de caminos, irlandeses, juntamente con una hermana suya llamada Lupita, y le llevaron cautivo a Irlanda. Lo vendieron a un ciudadano, y en los cinco o seis años que duró su cautiverio aprendió la lengua y las costumbres del país.

Por las muchas visiones que tuvo en este tiempo, conoció que le llamaba Dios a trabajar en la conversión de los pueblos de Irlanda, y desde entonces hizo ánimo de dedicarse a ella. Después de mil vicisitudes que se le presentaron, fue ordenado de sacerdote por el obispo de Pisa, quien le aconsejó que se fuese a echar a los pies del papa Celestino I, para recibir de su mano el destino de aquella misión. Le recibió el Pontífice con mucha benignidad, alabó su celo, aprobó su ánimo; pero, como acababa de enviar a San Paladio a aquel país, le pareció conveniente suspender la ejecución, y así le mandó que esperase.

Volvió por Auxerre el nuevo apóstol, y, recibiendo allí las saludables instrucciones que le dio San Germán para desempeñar felizmente su misión, pasó a Irlanda el año 432. Las milagrosas conversiones que hizo desde entonces en el país de Cambra y Cornuaille le determinaron a entrar en la provincia de Lagenia, donde San Paladio no había hecho fruto alguno. Apenas predicó en ella la fe, cuando tuvo el consuelo de ver convertidas en menos de un año más de las dos terceras partes de la provincia.

Aumentándose la mies, fue preciso que se aumentasen los obreros. Jamás ha habido nación que mostrase mayor ardor por abrazar la fe de Jesucristo. Apenas se dejaba Patricio ver en alguna ciudad o en algún pueblo, cuando los mismos gentiles se daban prisa a echar por tierra los templos que ellos mismos habían levantado, compitiéndose  a porfía en hacer pedazos los ídolos.

Leogar, el príncipe más poderoso del país, y el más encaprichado en las supersticiones paganas, empleó todas sus fuerzas y se valió de todos los artificios de los magos para detener los rápidos progresos de la fe, y para poner límites a las victorias que nuestro Santo conseguía cada día del paganismo; pero todos sus artificios no sirvieron más que para hacer más floreciente la religión cristiana, y más célebre el nombre de San Patricio. Un numeroso ejército de gentiles, que venía a echarse sobre los cristianos congregados por el Santo en una espaciosa llanura, fue enteramente disipado por los truenos y por los rayos que cayeron sobre él, estando el cielo muy sereno. Deshizo todos los embustes y prestigios de los hechiceros; obedecían a su voz los vientos y las tempestades; se desvanecían las dolencias haciendo sobre los enfermos la señal de la cruz, y sus discípulos gozaban el mismo don: para Patricio no había cosa secreta; y hasta la misma muerte soltaba la presa a la voz de su oración.

Pero, creciendo cada día inmensamente el número de los fieles, era menester proveer de nuevos pastores al nuevo rebaño; lo que obligó al Santo a hacer otro viaje á Roma el año 444. Le recibió el gran pontífice San León como lo merecía un apóstol.

Vuelto a Irlanda con la recluta de nuevos operarios, los distribuyó en las provincias de Langenia, de Media, de Connacia, de Momonia, y ordenó gran número de obispos para las nuevas diócesis de Laghlin, de Fernes, de Douna, de Kilmor, de Gallovay, de Limerik, de Media, de Cashel, de Toam, de Wateford, y, volviendo a Ultonia, levantó la célebre iglesia de Armagh, erigiéndola en Silla metropolitana y primada de toda Irlanda. Pasó después a las islas adyacentes, y todas las conquistó para Jesucristo. Hizo un cuarto viaje a Roma para obtener de la Silla Apostólica la confirmación y distribución de los obispos que había erigido, y los títulos y privilegios de las iglesias como los había arreglado; a su vuelta de este viaje celebró en Armagh el primer Concilio.

Apenas sería creíble que nuestro Santo pudiese obrar tantas maravillas, o no rendirse al peso de tantos trabajos, si no se supiera que para los hombres apostólicos están reservadas gracias muy particulares y auxilios muy extraordinarios. Pero lo que se hace más inverosímil, siendo con todo eso muy verdadero, es que tantas y tan portentosas fatigas no bastaron a saciar el ardiente deseo que tenía de padecer por Jesucristo, ni pudieron satisfacer la amorosa ansia que tenía por la penitencia.

Traía siempre un áspero cilicio, ayunaba rigurosamente todo el año, hacía a pie todos los viajes; y, aunque oprimido de la solicitud pastoral y del gobierno de todas las iglesias de Irlanda, todos los días rezaba el Salterio entero con más de doscientas oraciones, y se postraba trescientas veces cada día para adorar a Dios, haciendo cien veces la señal de la cruz en cada hora canónica. Tenía distribuida la noche en tres tiempos diferentes. El primero le empleaba en rezar cien salmos y en hacer doscientas genuflexiones. El segundo le ocupaba en rezar cincuenta salmos metido en un estanque de agua helada hasta la garganta, y lo restante estaba destinado para tomar un poco de reposo sobre una dura piedra. Estos fueron los principales medios de que se valió San Patricio para ganar a Jesucristo tantos pueblos, y para convertir los pecadores y los idólatras.

Pero no sólo convirtió a la fe a aquellos pueblos, sino que también los cultivó, los pulió, los civilizó. Halló Patricio en aquella isla unos pueblos tan necios y tan groseros, que apenas sabían hablar, y ninguno de ellos sabía escribir; el Santo los enseñó, los industrió, y en poco tiempo los hizo capaces de aprender, no solamente las más bellas artes, sino también las más elevadas ciencias.

En fin, colmado de merecimientos, respetado aun de los mismos gentiles, y lleno de alegría, viendo el floreciente estado en que dejaba en Irlanda el Reino de Jesucristo, a los ochenta y cuatro años de su edad (aunque algunos historiadores le dan ciento treinta), pasó a recibir en el Cielo la corona de sus trabajos el año 460 o 461. Murió en su monasterio de Saball, habiendo edificado trescientas sesenta y cinco iglesias, consagrado otros tantos obispos en los veinticinco o treinta años que él lo fue, y ordenado casi tres mil presbíteros. Fue sepultado en la iglesia de la ciudad de Douna, donde fue honrado de los pueblos que concurrían en tropas a venerar su sepulcro, haciéndole muy célebre el Señor con innumerables milagros; hasta que en tiempo de Enrique VIII, rey de Inglaterra, fue destruida la iglesia de Douna por Leonardo Grey, marqués de Dorset y virrey de Irlanda, el cual pagó el delito de su sacrilegio sobre un cadalso, en que le cortaron la cabeza el año 1541.

En la Misa en honra de San Patricio, la oración es la que sigue:

¡Oh Dios, que te dignaste enviar al bienaventurado Patricio, tu confesor y pontífice, para que anunciase tu gloria a los gentiles! Concédenos que con tu gracia, y por su intercesión y merecimientos, cumplamos fielmente todo lo que Tú nos mandas. Por Nuestro Señor Jesucristo, etc.

La Epístola es de los capítulos XLIV y XLV del Libro de la Sabiduría.

REFLEXIONES

Ves aquí un gran sacerdote. Ni los grandes títulos, ni las gruesas rentas forman los grandes prelados. La grandeza de los ministros de Jesucristo tiene origen más noble y nace de otros principios. Agradó a Dios mientras vivió; fue justo, y ninguno observó con mayor exactitud la ley del Altísimo. Ésta es la base, éste el cimiento de la verdadera grandeza; agradar a Dios sin interrupción; cumplir dignamente todas las obligaciones de la justicia; obedecer con la más exacta fidelidad los preceptos del Altísimo. Busca otros títulos, ni más completos, ni más antiguos, de una nobleza más sólida y más real. Esta es la única nobleza que pasa en la otra vida. Ostentoso aparato de títulos y de grandes nombres, puestos elevados, dignidades eminentes, vosotros brilláis, no hay duda. Pero ¿cómo? Como relámpagos fugitivos, que apenas lucen cuando desaparecen. La muerte pone de nivel a todos los hombres. Todo se entierra con nosotros, menos la santidad. Las más bellas prendas de cuerpo y alma sin virtud, son nombres vacíos; las que sólo se fundan en fortuna estruendosa y rentas crecidas, son poco respetables; muchas veces sólo sirven de hacer más visible la pobreza de la persona. Sola la virtud vale más que todos los títulos; y ¿qué son todos los títulos sin la virtud?

El Evangelio es del capítulo XXV de San Mateo.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Un hombre que debía ir muy lejos de su país, llamó a sus criados y les entregó sus bienes. Y a uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno, a cada cual según sus fuerzas, y se partió al punto. Fue, pues, el que había recibido los cinco talentos a comerciar con ellos, y ganó otros cinco; igualmente, el que había recibido dos, ganó otros dos; pero el que había recibido uno hizo un hoyo en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Mas después de mucho tiempo vino el señor de aquellos criados, les tomó cuentas, y, llegando el que había recibido cinco talentos, le ofreció otros cinco, diciendo:

Señorcinco talentos me entregaste; he aquí otros cinco que he ganado. Le dijo su señor: Bien está, siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, te daré el cuidado de lo mucho; entra en el gozo de tu señor. Llegó también el que había recibido dos talentos, y dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí otros dos más que he granjeado. Le dijo su señor: Bien está, siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, te daré el cuidado de lo mucho; entra en el gozo de tu señor.

MEDITACIÓN

De los medios que tenemos para salvarnos.

Punto primero.— Considera que uno de los más crueles, de los más desesperados tormentos de los condenados, es la viva y eterna memoria, es la clara, la menuda representación de los medios fáciles y seguros que tuvieron para salvarse. ¡Pude ser santo, Dios lo quería, pero a mí no me dio gana de serlo! Comprende bien toda la fuerza de esta reflexión; pero considera también todo el acíbar de su amargura.

No hay ni una sola criatura que, mirada en sí misma, no nos presente, no nos sirva de medio para conocer a Dios y para amarle; si alguna nos sirve de estorbo, es precisamente porque nosotros abusamos de ella. Los bienes y males de esta vida, hasta los mismos trabajos de que se vale Dios para castigar nuestras culpas, todo puede servir para nuestra salvación.

Las riquezas son como la moneda con que se compra el Cielo por medio de las limosnas; la pobreza es carta de recomendación para salvarnos. Las honras y la prosperidad pueden ofrecer grandes ocasiones para hacer grandes sacrificios; las desgracias y las adversidades abren el camino real para la gloria. Si la salud es don de Dios, no lo es menos la enfermedad; padecer mucho por Dios, aun es de mayor mérito que hacer mucho por Él. Si el ingenio es un talento, la simplicidad es una virtud; porque Dios tiene gusto especial en comunicarse a las almas simples y sencillas.

En una palabra, se puede decir que no hay cosa que no se pueda mirar como talento. Hasta de nuestras mismas faltas, una vez cometidas, se puede y se debe sacar mucho provecho. No hay mayor enemigo de nuestra salvación que el demonio; y, con todo eso, sus mismos artificios, sus mismas tentaciones pueden conducir para conseguirla. ¡Qué abundancia de medios, qué multitud de tantas industrias! Todas las cosas, dice el Apóstol, cooperan al mayor bien de los que aman a Dios.

Punto segundo.— Considera que, además de los medios comunes a todos los cristianos, cada cual encuentra en su propio estado y en su misma condición medios particulares para ser santo. Ha dispuesto de tal manera todas las cosas la Divina Providencia y tiene arregladas todas las condiciones con tal economía, que todos son caminos derechos para llegar con seguridad a nuestro último fin.

No hay que envidiar ni el retiro de los unos ni la tranquilidad de los otros; cada uno de nosotros, dentro de su propio estado, puede recoger los mismos frutos, o, al menos, otros equivalentes y tan buenos. No seamos siervos inútiles ni obreros ociosos; y pocas tierras habrá que no puedan rendir ciento por uno, pocos talentos que no puedan duplicarse y multiplicarse, como se sepa emplearlos y manejarlos bien.

No hay estado, no hay condición en el mundo, no hay edad en la vida, de la cual no haya habido grandes santos; y estos santos de nuestra misma edad y de nuestro mismo estado no fueron a buscar otros medios para serlo que aquellos que nos ofrece a nosotros nuestro estado y nuestra edad. Y aun nosotros tenemos más medios que ellos; porque al fin logramos el de los buenos ejemplos que ellos mismos nos dejaron. ¡Será posible, Dios mío, que todas las cosas me prediquen y me faciliten mi salvación, y que al mismo tiempo todas ellas me reprendan mi irresolución y aun mi insensibilidad!

JACULATORIAS

Ya no viviré, Señor, sino para emplearme en tus alabanzas; por­que hallo mi fuerza y mi socorro en todo lo que has hecho por mí.— Salmo CXVIII.

Siempre estás cerca de mí, y todos los estados de la vida pueden ser caminos seguros que me conduzcan á Ti.— Salmo CXVIII.

 

PROPÓSITOS

1. Todos los  estados son otros tantos caminos diferentes que, según el orden de la Divina Providencia, nos guían a nuestro último fin. Es tentación imaginar que se viviría mejor en otro estado que en el que cada uno profesa. Pernicioso error ocupar el pensamiento en lo que se haría en otra profesión y no pensar en cumplir con las obligaciones de aquella en que se está. Pocos artificios hay que le salgan mejor al enemigo de nuestra salvación que el de esta engañosa inquietud. Por ahora sólo te quiere Dios en el estado de vida en que te hallas; conque sólo has de pensar en desempeñar bien sus obligaciones. Desprecia como ilusión perniciosísima todas esas inconstancias del corazón y del ánimo que consume inútilmente el alma con vanos arrepentimientos y con frívolos deseos, una vez que ya abrazaste un estado. Aplícate únicamente a dar el debido lleno a sus obligaciones, examinando hoy en particular cuáles son éstas, y cuáles son también aquellas en que tú te descuidaste más.

2. Es devoción utilísima la de rezar todas las mañanas alguna oración particular, pidiendo a Dios gracia para cumplir con las obligaciones del estado de cada uno; y es admirable para este efecto la oración siguiente, que decía Santo Tomás:

«Oh Dios lleno de misericordia, dame gracia para que examine diligentemente, conozca verdaderamente, desee ardientemente y cumpla perfectamente todo lo que a Ti te agrada, y que todo sea para mayor honra y gloria tuya. Dispón todas las cosas en el estado en que me has puesto, y dame a conocer aquello que quieres que yo haga, ayudándome a cumplirlo como conviene para el mayor bien de mi alma. Concédeme, Dios y Señor mío, que ni las prosperidades me envanezcan, ni las adversidades me acobarden, y que ni unas ni otras me atropellen, no alegrándome sino de lo que me acerca a Ti, no entristeciéndome sino de lo que de Ti me aparta, no permitas que aspire a complacer, ni que tema desagradar a otro más que a Ti sólo. Sean despreciables para mí todas las cosas caducas, y solamente las ame todas por Ti; pero a Ti sobre todas. Que me cause tedio toda alegría que sea sin Ti, y fuera de Ti nada apetezca. Finalmente, Dios y Señor mío, concédeme que de tal manera me aproveche en esta vida de tus beneficios por tu gracia, que merezca gozar en la Patria celestial las delicias de la gloria. Por Nuestro Señor Jesucristo...

domingo, 13 de marzo de 2022

13 de Marzo SANTA EUFRASIA, Virgen

 




SANTA EUFRASIA,
Virgen

† hacia el año 412 en Tebaida

Cuando ayunéis no os pongáis caritristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su galardón. (Mateo, 6, 16).

+ En Nicomedia, el tránsito de los santos Macedonio y Patricia su mujer y Modesta su hija, mártires.

+ En Nicea, los santos Teusetas y Horres su hijo, Teodora, Ninfodora, Marcos y Arabia, mártires, los cuales fueron quemados por confesar a Jesucristo.

+ En Hermiopolis de Egipto, san Sabino, mártir, el cual después de muchos tormentos consumó el martirio, habiéndole ahogado en un río.

+ En Persia, santa Cristina, virgen y mártir.

+ En Córdoba, los santos Rodrigo Presbítero Salomón, mártires.

+ En Constantinopla san Nicéforo obispo, el cual defendiendo acérrimamente la tradición de los Santos Padres y oponiéndose a León el Armenio, emperador iconoclasta en defensa del culto de las santas imágenes, fue desterrado por dicho emperador y al cabo de catorce años de martirio en el destierro murió en el Señor.

+ En Camorino, san Ansovino, obispo y confesor.

+ En la Tebaida de Egipto, la gloriosa muerte de santa Eufrasia, virgen.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

SANTA EUFRASIA
virgen

Esta santa despreció un brillante casamiento que el emperador le ofrecía, para consagrarse a Jesús en el claustro. Comía sólo una vez al día, y con frecuencia permanecía toda una semana sin tomar ningún alimento. Pidió a Dios que con un año de anticipación le hiciese conocer el día de su muerte; pero Dios, que la veía presta en todo tiempo, le advirtió sólo quince días antes de llevarla al cielo.

MEDITACIÓN
SOBRE EL AYUNO

I. La vida de Santa Eufrasia, llamada también Eufrosina, fue un ayuno perpetuo y riguroso. Jesucristo y todos los santos han ayunado; debes imitarlos en la medida en que tus fuerzas lo permitan, a fin de expiar, mediante esta mortificación, tu sensualidad en el beber y en el comer. ¿Eres más delicado que un niño de siete años? A esta edad, la santa comenzó su penitencia. No son las fuerzas corporales sino la buena voluntad y el valor los que te faltan.

II. Debes ayunar para impedir que la carne se rebele contra el espíritu; la virtud se fortifica a medida que el cuerpo se debilita. Tu mayor enemigo es tu cuerpo; no podrías tratarlo tan duramente como se merece. Si los santos, después de haber castigado sus cuerpos por medio del ayuno, la disciplina y el cilicio, experimentaron sin embargo las rebeliones de la carne, ¿qué será de ti que la tratas con tanta molicie?

III. Si tu salud no te permite ayunar, puedes, por lo menos, mortificar tus ojos y tu lengua; ello contribuirá grandemente a tu santificación, sin dañar en nada tu salud. ¡Cosa extraña! ¡los santos que son inocentes, hacen crueles penitencias, y nosotros que somos pecadores, no queremos hacerlas! Que los enfermos busquen los remedios que emplean los sanos, y que viendo a los santos llorar sobre sus imperfecciones, lloren los pecadores sobre sus crímenes. (San Eusebio).

La mortificación corporal

Orad por los enemigos de la Iglesia.

ORACIÓN

Oh Dios, Nuestro Señor. escuchadnos y haced que la solemnidad de Santa Eufrasia. regocijando nuestra alma. desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción.
Por J. C. N. S. Amén.

sábado, 12 de marzo de 2022

12 de Marzo: SAN GREGORIO MAGNO, Papa, Confesor y Doctor de la Iglesia

 

12 de Marzo: SAN GREGORIO MAGNO, Papa, Confesor y Doctor de la Iglesia



SAN GREGORIO
MAGNO,
Papa, Confesor y Doctor de la Iglesia

n. hacia el año 540 en Roma, Italia;
† 12 de marzo de 604 en Roma, Italia

Patrono de coros; músicos; cantantes; Papas y Papado; estudiantes; maestros; educadores; albañiles. Protector contra las plagas y la gota.

El que los guardare y enseñare (a los mandamientos), ese será tenido por grande en el reino de los cielos. (Mateo 5, 19)

+ En Roma, san Gregorio I, Papa, Confesor y Doctor eximio de la Iglesia; el cual por sus esclarecidos hechos y por haber convertido los Ingleses a la fe de Cristo, es llamado Magno y apellidado Apóstol de Inglaterra.

+ Allí mismo, el tránsito de san Inocencio I, Papa y Confesor. Su fiesta se celebra el 28 de Julio.

+ En Roma igualmente, san Mamiliano, Mártir.

+ En Nicomedia, los santos Egduno, Presbítero, y otros siete, que fueron ahogados, uno cada día, para infundir terror a los restantes.

+ En el mismo lugar, el triunfo de san Pedro, Mártir que, siendo camarero del Emperador Diocleciano, y quejándose libremente de los atroces suplicios de los Mártires, por orden del mismo fue llevado a su presencia, y primeramente colgado y por mucho tiempo cruelísimamente azotado; luego, rociado el cuerpo con sal y vinagre, y, por último, asado a fuego lento en unas parrillas, y de esta suerte llegó a ser, en verdad, heredero de la fe y del nombre de Pedro.

+ En Constantinopla, san Teófanes, el cual, habiéndose hecho, de muy rico, pobre Monje, por el culto de las sagradas Imágenes fue detenido por el impío León Armenio dos años en una cárcel, y, deportado de allí a Samotracia, donde murió consumido de trabajos, y resplandeció con muchos milagros.

+ En Capua, san Bernardo, Obispo y Confesor.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

SAN GREGORIO MAGNO,
Papa, Confesor y Doctor de la Iglesia

La ciencia sublime y las heroicas virtudes de San Gregorio Magno inspiraron al Papa Pelagio II la idea de sacarlo del monasterio para hacerlo cardenal y, más tarde, al clero y al pueblo de Roma la de elevarlo al trono pontificio. Ocultose a fin de evitar esta dignidad; pero una columna de fuego reveló el lugar de su retiro y puso en evidencia la voluntad de Dios a su respecto. En esta alta dignidad hizo brillar su profunda humildad, su admirable ciencia y tantas otras virtudes que verdaderamente lo han hecho magno ante Dios y ante los hombres. Murió en el año 604.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN GREGORIO MAGNO

I. Grandes cosas ha hecho San Gregorio. Abandonó el mundo para hacerse religioso; hizo cesar la peste que asolaba a Roma; envió misioneros que convirtieron a Inglaterra; dictó gran número de decretos para el bien común de la Iglesia. ¿Qué has hecho tú hasta ahora por Dios que sea semejante? ¿Te has privado de algún gusto? ¿Has convertido a algún pecador? ¡Pluguiera a Dios que por lo menos a ti mismo te hubieras convertido del todo! Por ahí debes comenzar.

II. San Gregorio ha sido grande por su ciencia; prueba de ello son sus doctos escritos; la doctrina que contienen es toda celestial; esto no debe asombrarnos, puesto que el Espíritu Santo se le aparecía a menudo, bajo forma de paloma, y le dictaba lo que debía escribir. No puedes escribir libros como los de este santo, pero puedes leerlos y extraer de ellos la ciencia de la salvación; puedes instruir a tus subordinados y enseñarles los misterios de nuestra fe; puedes consolar a los enfermos y a los afligidos. ¿Lo haces tú?

III. Este santo Papa nunca se manifestó más grande que en los sufrimientos y en las humillaciones. Soportaba los crueles dolores de la gota con paciencia admirable. Rechazaba las alabanzas y se hacía llamar siervo de los siervos de Dios, y daba de comer a los pobres. Durante mucho tiempo rehusó el soberano pontificado. ¿No es ser grande pisotear lo más elevado que hay en el mundo? Es una grande y rara virtud hacer cosas grandes e ignorar su mérito (San Bernardo).

Orad por la humildad.

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis concedido al alma de vuestro siervo San Gregorio las recompensas de la beatitud eterna, haced, benignamente, que sus oraciones junto a Vos nos libren del peso abrumador de nuestros pecados. Por J. C. N. S.

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