viernes, 12 de febrero de 2021

13 de febrero SAN BENIGNO DE TODI, MÁRTIR

 SAN BENIGNODE TODI, MÁRTIR

En Tuderto, una de las ciudades antiquísimas de Hungría, donde, según tradición inmemorial, resonó la voz del Evangelio en los principios de su promulgación, vivió a fines del siglo tercero san Benigno, uno de los mas esclarecidos defensores de la religión cristiana en tiempo de la hostilidad de los gentiles. Educado en la fe de Jesucristo desde su infancia, y haciendo en ella maravillosos progresos según crecía en edad, fue dedicado al servicio de la Iglesia desde sus tiernos años. Conociendo San Ponciano, obispo de aquella catedral, y después ilustre mártir de Cristo, la utilidad que resultaría a los fieles de un ministro tan celoso como Benigno, le ascendió a la dignidad sacerdotal, por el orden prescripto en los sagrados cánones. No salieron frustradas las esperanzas del santo prelado, pues apenas estuvo revestido Benigno con aquel carácter que infunde gracia para ejercer las funciones más sagradas, además de darle honor con su inculpable vida, se portó como fidelísimo ministro de Jesucristo, en promover y defender nuestra santa fe contra el poder del abismo.

Suscitaron, en vida de nuestro santo, los emperadores Diocleciano y Maximiano una de las más crueles persecuciones que padeció la Iglesia en tiempo de los gentiles, que fue, por decirlo así, como un diluvio que llenó de sangre el oriente y occidente, llegando a tal extremo la preocupación de estos príncipes, que los ministros y oficiales no podían hacerles mayor servicio, que discurrir muchos géneros de suplicios para atormentar a los mártires de Jesucristo. Uno de los teatros donde derramaron los paganos con inhumanidad la inocente sangre de los fieles que rehusaban ofrecer sacrificio a los falsos dioses del imperio, fue Tuderto. Y conociendo Benigno ser esta la ocasión más a propósito de manifestar el espíritu de un valeroso soldado de Cristo, se declaró acérrimo defensor de su religión, sin temor de los bandos terribles ni de las tiranías con que los gentiles atormentaban a los cristianos. No satisfecho con socorrer a los gloriosos confesores de que estaban llenos los calabozos y cárceles, con alentar a muchos que titubeaban en los tormentos, con esforzar a no pocos que desfallecían a vista de los suplicios, y con exponer su vida cada día acompañándoles a los cadalsos, sin perdonar trabajos ni fatigas que pudiesen contribuir a dar valor a los perseguidos, principió a predicar públicamente contra la impiedad de los paganos y los necios delirios de la idolatría, manifestándoles que sólo en la religión de Jesucristo podían los hombres conseguir su salvación. Tuvieron los gentiles por enorme atentado tan generosa resolución, le prendieron al momento, y procuraron amilanar su espíritu con diferentes géneros de castigos; pero viendo frustradas todas sus tentativas, las que solo sirvieron para aumentar sus triunfos y dar mayor testimonio de su constancia, y continuando en la necia porfía de querer rendirle, mereció Benigno la gloria del martirio en el día 13 de febrero, por los años 303. No nos consta las clases de tormentos que padeció; pero podemos discurrir fueron de los más crueles, mediante el furor que concibieron los paganos al ver despreciados a sus dioses y los edictos de sus príncipes, por un esforzado militar de Jesucristo.

Su cuerpo fue sepultado en el lugar donde, luego que se sosegó la tempestad, edificaron los fieles una iglesia dedicada a su nombre, de la que restan algunos vestigios. Después de destruida, se trasladó el cuerpo con pompa célebre al templo de las religiosas benedictinas, sito en la misma ciudad, llamado de las milicias, en el que sucedió el siguiente prodigio. Había robado un monje la cabeza del santo de la urna de plata en que se custodiaba, pero no le fue posible encontrar las puertas para salir de la iglesia, por más exquisitas diligencias que para ello hizo. Por lo que, reconociendo su yerro, volvió a su lugar la preciosa reliquia.


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