(303 d. C.) El Martirologio Romano menciona el 7 de febrero
a San Adauco de la siguiente manera: "En Frigia, San Adauco, mártir, de
noble familia italiana, fue honrado por el emperador con todo género de
dignidades hasta que, ejerciendo el oficio de "quæstor," se hizo
merecedor de la corona del martirio por su defensa de la fe. En el mismo
lugar, otros muchos santos mártires, vecinos de la misma ciudad, gobernada
por este mismo Adauco, fueron quemados por el emperador Galerio Maximiano, por
permanecer constantes en confesar la fe." La narración se basa
en la gran autoridad del historiador eclesiástico Eusebio, que fue
contemporáneo de los hechos, pero aunque él menciona el martirio de San
Adauc(t)s y la quema de los habitantes de la población en un
mismo capítulo, no une los dos sucesos; no obstante, en la primera
traducción de Rufino sí se relacionan ambos hechos. Eusebio los presenta en
esta forma:
Un pequeño poblado de Frigia, habitado únicamente por
cristianos, fue rodeado por los soldados mientras los habitantes se encontraban
dentro. Prendiéndole fuego, lo redujeron todo a cenizas, incluyendo a las
mujeres y niños que clamaban a Cristo. Hicieron esto porque todos los
habitantes de la ciudad, inclusive el mismo guardián del pueblo, el gobernador
con todos los que tenían algún cargo, y el populacho en masa, confesaron ser
cristianos y se negaron abiertamente a obedecer la orden de adorar a los
ídolos.
Había en la ciudad otro funcionario romano llamado Adaucus,
de noble familia italiana, que había obtenido todos los honores que concedían
los emperadores, por haber desempeñado sin tacha aun los altos cargos de magistrado
y de ministro de asuntos financieros. Además de todo esto, sobresalía en obras
de piedad y en la confesión de Cristo y fue adornado con la corona del
martirio. Sufrió éste por la fe cuando todavía desempeñaba el cargo de ministro
de asuntos financieros.
El hecho de que estos dos incidentes hayan ocurrido en el
mismo lugar y de que Adauco fuera un ejemplo para sus conciudadanos, ha
presentado alguna dificultad para explicar cómo fue posible darle un cargo
oficial en una pequeña población de Frigia a un natural de Italia, con una
carrera tan distinguida. Sin embargo Rufino, que vivía en el mismo siglo y
había viajado tanto, aparentemente no vio nada sorprendente en tal arreglo.
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