sábado, 30 de enero de 2021

HISTORIA DEL TIEMPO DE SEPTUAGÉSIMA

 


HISTORIA DEL TIEMPO DE SEPTUAGÉSIMA

SU IMPORTANCIA. — El tiempo de Septuagésima abarca las tres semanas que preceden inmediatamente a la Cuaresma. Constituye una de las principales divisiones del Año Litúrgico, y se desarrolla en tres secciones semanales, de las que la primera se llama propiamente Septuagésima, la segunda Sexagésima y la tercera Quincuagésima.

Es evidente que estos nombres expresan mera relación numérica con la palabra Cuadragésima de la que se deriva la palabra española Cuaresma. Ahora bien, la palabra Cuadragésima señala la serie de cuarenta días que hay que recorrer para llegar a la solemnidad de la Pascua. Las palabras Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima nos anuncian la misma solemnidad en una lejanía más acentuada; mas no por eso la Pascua deja de ser el gran asunto que empieza a considerar la Santa Madre Iglesia y que ésta propone a sus hijos como fin a que desde luego han de enderezar todos sus deseos y esfuerzos.

Exige, pues, la Pascua como preparación cuarenta días de recogimiento y penitencia; este tiempo es la palanca más potente de que echa mano la Iglesia para remover en el corazón y en el espíritu de los fieles el vivo sentimiento de su vocación. Asunto de capital importancia para ellos es no dejar que este período de gracias transcurra sin provecho en el mejoramiento, en la renovación de toda su vida. Era, por tanto, conveniente disponerlos a este tiempo de salud, ya de suyo una preparación, a fin de que, amortiguándose poco a poco en sus corazones las algazaras mundanales, escuchasen con atención el grave aviso que la misma Iglesia les dará al imponerles la ceniza en la cabeza.

ORIGEN. — La historia de la Septuagésima se halla íntimamente ligada con la de Cuaresma. En efecto, en pleno siglo v, la Cuaresma comenzaba el domingo VI antes de Pascua (actual domingo I de Cuaresma), y comprendía los cuarenta días finalizados el Jueves Santo, considerado en la antigüedad cristiana como el primer día del Misterio Pascual. No se ayunaba el domingo; y, por consiguiente, no había, hablando con exactitud, más que 34 días de ayuno efectivo (36 con el Viernes y Sábado Santo). El deseo de imitar el ayuno del Señor, indujo a algunas almas más fervorosas a comenzarle algunos días antes.

QUINCUAGÉSIMA. — Vemos aparecer por primera vez esta observancia completa en el siglo V. San Máximo de Turín, en su Sermón 26 predicado hacia el año 451, la reprueba y advierte que la Cuaresma empieza el domingo de Cuadragésima; pero en el Sermón 36 del año 465 la autoriza, considerándola muy generalizada entre los fieles.

En el siglo VI escribe San Cesáreo de Arlés, en su Regla a las Vírgenes, que se ha de empezar el ayuno una semana antes de la Cuaresma. Desde entonces, pues, existe la Quincuagésima, al menos en los monasterios. El primer concilio de Orleans, celebrado el año 511, ordena que antes de Pascua observen los fieles la Cuadragésima y no la Quincuagésima, a fin de "mantener —dice el canon 26— la unidad de los usos". Los concilios de Orange, de 511 y 541 respectivamente, censuran el mismo abuso y prohíben ayunar antes de Cuadragésima. Hacia el año 520 señala el autor del Liber Pontificalis la costumbre de anticipar una semana la Cuaresma; mas parece que esta costumbre estaba aún poco extendida.

SEXAGÉSIMA. — Pronto se amplió el período consagrado al ayuno, y una nueva semana vino a sumarse a la Quincuagésima. Hallamos mencionada por primera vez la Sexagésima en la Regla de San Cesáreo para Monjes, antes de 542. El IV concilio de Orleans, en 541, la menciona en son de defensa del ayuno anticipado.

SEPTUAGÉSIMA. — Viene finalmente en Roma la Septuagésima al terminar el siglo VI o al empezar el VII. La menciona San Gregorio Magno (papado 590-604) en sus homilías. Poco a poco se extendieron los usos litúrgicos a la Italia septentrional con Milán a la cabeza, y después, merced a la acción de los carolingios, a toda Europa occidental. Inglaterra los aceptó al fin del siglo VII e Irlanda después del siglo IX. Aunque se observaba el ayuno en Quincuagésima y Sexagésima, parece ser que Septuagésima consistía en sus comienzos en la mera celebración litúrgica, sin ayuno, hasta que le impusieron en el siglo IX los concilios francos.

SUPRESIÓN DEL ALELUYA. — Vemos por Amalarlo que a principios del siglo IX se suspendía el Aleluya y el Gloria in excelsis Deo en Septuagésima. Se avinieron los monjes a esta costumbre aunque San Benito disponía lo contrario. Algunos son de parecer que San Gregorio VII (1073-1085) suprimió el oficio aleluyático, en uso hasta entonces en el domingo de Septuagésima. Se trata de las antífonas aleluyáticas de Laudes. San Gregorio VII, al parecer, las reemplazó por las del oficio de Sexagésima y dotó a este último de nuevas antífonas. Da testimonio del hecho el Ordo Ecclesiae Lateranensis del siglo XII. Gregorio VII fue, quizás, quien anticipó la supresión del Aleluya al sábado anterior a Septuagésima.

Así llegó a fijarse definitivamente, tras varios tanteos, este tiempo del Año Litúrgico. Dependiente de la fecha de Pascua, está sujeto, por tanto, al avance o retroceso consiguiente a la movilidad de dicha fiesta. Se suelen llamar el 18 de enero y el 22 de febrero Llaves de Septuagésima porque el domingo de este nombre no puede caer ni antes de la primera fecha ni después de la segunda.


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