Como lo
declaró Pío XI, quien llamó al Beato Vicente Pallotti «prefundador» de la
Acción Católica, éste se adelantó un siglo a su época en materia de ideas de
apostolado. En un mundo que consideraba toda forma de apostolado activo como propia
y exclusiva del clero, el Beato Vicente concibió un triple programa: La
participación de todos los católicos en el apostolado entre los paganos; la
participación de todos los católicos en el trabajo de confirmación y
profundización de la fe entre los que ya la poseían; la participación de todos
los católicos en las obras de misericordia, así espirituales como temporales.
La contribución del Beato Vicente a la realización de este programa consistió,
ante todo, en su propia vida. En segundo lugar, en la difusión de sus ideas y
aspiraciones. Finalmente, en la fundación de una congregación de sacerdotes y
hermanos legos que vivían en comunidad sin hacer votos, ayudados por un
instituto femenino y por los clérigos y laicos afiliados a la fundación. El
Beato Vicente llamó a esta organización la «Sociedad
del Apostolado Católico» (Debido a algunas objeciones, dicho nombre
fue cambiado por el de "Piadosa Sociedad de Misiones", pero en 1947
recobró su forma original. El trabajo de los "pallottini" entre los
emigrantes es digno de mención. Los "pallottini" atienden la iglesia
de San Silvestre. De todos modos popularmente se los llama «Palotinos»).
Vicente
Pallotti había nacido en Roma, en 1795. Su padre era un tendero acomodado. La
vocación de Vicente al sacerdocio se manifestó desde muy temprana edad. Sus
comienzos en la escuela fueron poco brillantes. Su maestro, el padre Ferrari,
decía: «Vicente es un santo
en miniatura, pero tiene una cabeza de burro». Sin embargo, el
talento de Vicente se desarrolló con el tiempo, y fue ordenado sacerdote cuando
sólo tenía veintitrés años. Poco después, obtuvo el diploma de doctor en
teología, y fue nombrado profesor auxiliar en la Sapienza. La amistad del Beato
Vicente con San Gaspar del Búfalo no hizo sino aumentar su celo
apostólico, y el santo renunció pronto a la cátedra para consagrarse al trabajo
pastoral activo.
La fama
del Beato Vicente como confesor se extendió pronto. El beato desempeñó este
oficio en algunos de los colegios de Roma, entre los que se contaban al escocés,
el irlandés y el inglés, donde se hizo gran amigo del rector, Nicolás Wiseman.
Pero no todos apreciaban igualmente al sacerdote. Cuando fue nombrado para
ocupar un puesto en la iglesia napolitana de Roma, encontró una increíble
oposición por parte del clero. Lo más sorprendente es que tal oposición se
prolongó diez años, antes de que las autoridades competentes cayesen en la
cuenta y pusiesen fin al escándalo. El más implacable de los enemigos de Vicente,
el primer vicario de dicha iglesia, vivió lo suficiente para dar testimonio en
su favor durante su proceso de beatificación. «El Padre Pallotti no dio jamás el menor motivo que le
mereciese el mal trato que recibió —declaró el vicario—; a mí me dio siempre las mayores
muestras de respeto; se descubría la cabeza siempre que me hablaba, y en varias
ocasiones intentó besarme la mano».
El
Beato Vicente inauguró su trabajo por la conversión y la justicia social con un
grupo de clérigos y laicos. Este fue el núcleo, a partir del cual, la Sociedad
del Apostolado Católico tomó forma definitiva en 1835. El fundador escribía a
un joven profesor: «Ud. no
está hecho para el silencio y las austeridades de los trapenses y los
ermitaños. Santifíquese en el mundo, en su vida social, en su trabajo, en su
descanso, en sus deberes de profesor y en sus contactos con los publicanos y
pecadores. La santidad consiste simplemente en hacer siempre y en todas partes
la voluntad de Dios». El Beato Vicente organizó escuelas para los
zapateros, los sastres, los empleados de transportes, los ebanistas y los
vendedores de legumbres, a fin de completar su educación y desarrollar en ellos
el legítimo orgullo por su trabajo. Igualmente, estableció cursos nocturnos
para los trabajadores jóvenes, y un instituto para mejorar los métodos de los
agricultores. Todo ello no le hizo perder de vista el aspecto más profundo de
su misión. En 1836, inauguró la práctica de celebrar la misa de cada día de la
octava de la Epifanía, según un rito diferente, para orar especialmente por la
reunión de los orientales disidentes con Roma. La práctica se estableció en
1847, en la iglesia de Sant' Andrea delle Valle, y desde entonces, ha
continuado hasta nuestros días.
Se ha
dicho con razón que Roma tuvo un segundo San Felipe Neri en el Beato Vicente
Pallotti. ¡Cuántas veces volvió el santo a casa medio desnudo, después de haber
regalado sus vestidos! ¡Cuántos pecadores fueron reconciliados por él! En
cierta ocasión, el santo se disfrazó de mujer para ir a visitar a un enfermo
que había prometido matar al primer sacerdote que se le acercase. Su fama de
exorcista era muy grande. Poseía el don de leer en los corazones y de predecir
el futuro, y curaba a los enfermos con la bendición o con unas palabras de
aliento. Según dijo Pío XI, el Beato Vicente Pallotti previó todo lo que se
refiere a la Acción Católica, sin excluir el nombre. Y el cardenal
Pellegrinetti añadió: «Hizo
todo lo que pudo y aun mucho de lo que no podía».
El
beato Vicente murió a los cincuenta y cinco años de edad, el 22 de enero de
1850. Tal vez atrapó un resfriado que se convirtió en pleuresía, por haber
regalado su abrigo antes de una larga sesión en un frío confesionario. Cuando
le llevaron el viático, el santo tendió los brazos y murmuró: «Jesús, bendice a la congregación con
una bendición de bondad, con una bendición de sabiduría...» Las
fuerzas le faltaron para concluir: «...
con una bendición de poder». El Papa Pío XII lo beatificó en 1950.
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