(856 P.C.) - El Santo
nació de una noble familia de ascendencia, en parte sajona, y en parte bávara,
hacia el año 800. A los doce años su padre le envió a la corte de Carlomagno,
donde formó parte de la servidumbre de Luis el Piadoso y se ganó la estima de
todos. Hacia el año 821 pasó de Aquisgrán a Metz, para ingresar en la escuela
episcopal y recibió la tonsura clerical. Después de su ordenación, el emperador
Luis le llamó de nuevo a la corte, y le nombró capellán y confesor suyo. El año
832, San Aldrico fue elegido Obispo de Le Mans. Empleó toda su fortuna y sus
fuerzas en socorrer a los pobres, mejorar los servicios públicos, construir
iglesias y monasterios y promover la religión. Su fidelidad a Luis el Piadoso y
a Carlos el Calvo permaneció inalterable durante casi un año, por haber
declarado a los monjes de Saint-Calais que estaban sujetos a su jurisdicción.
Tal pretensión del santo obispo no estaba en realidad justificada, pues se
apoyaba en documentos falsificados, aunque no nos consta que el prelado haya
sido personalmente responsable de tal falsificación.
Han llegado hasta
nosotros algunos fragmentos del reglamento que San Aldrico redactó para su
catedral. En él ordena que se enciendan diez cirios y noventa lámparas en todas
las grandes fiestas. También nos son conocidos tres testamentos del santo
prelado. El último de ellos es un edificante testimonio de piedad. En los dos
primeros cede tierras y posesiones a muchas iglesias de su diócesis, y da
prudentes consejos y reglas para mantener el orden y el espíritu de caridad.
Aldrico quedó paralítico dos años antes de su muerte. Confinado al lecho,
redobló su fervor y su asiduidad a la oración. Murió el 7 de enero del año 856,
y fue sepultado en la iglesia de San Vicente, de la que había sido un gran bienhechor.
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