La Sagrada Familia es el modelo de familia cristiana, cuyos valores se desprenden de las escrituras, y cuyo ejemplo práctico puede verse en la vida que llevó en el pequeño pueblo de Nazareth.
Demos un vistazo a lo que era Nazareth en aquella época y al estilo de vida que llevaron Jesús, María y José en aquel siglo I de nuestra era.
EL PUEBLITO DE NAZARET
Nazaret es hoy en día la ciudad árabe más importante de Israel con sus 60.000 habitantes, de los cuales entre 30% y 35 % son cristianos. Gracias a los textos del Evangelio, donde se la menciona por primera vez a propósito de la Anunciación a María por el Ángel Gabriel, la pequeña ciudad pasó a la posteridad con un renombre universal.
Los testimonios arqueológicos indican que se trataba en ese entonces de una aldea agrícola de unos doscientos habitantes solamente. Esto explica por qué no existen referencias anteriores y por qué Nazaret no aparece en la lista de las cuarenta y cinco ciudades de Galilea enumeradas por el historiador judío de la época, Flavio Josefo, como tampoco entre las sesenta y tres mencionadas por el Talmud.
Sin embargo no es por el tamaño insignificante de Nazaret que Natanael de Caná le dirige al apóstol Felipe la célebre frase: “Algo bueno puede salir de Nazaret…” (Juan 1, 46)
En efecto, por modesto que fuera el pueblito, en él vivieron seguramente algunas grandes familias pues se notan dos particularidades:
- la presencia de la “Tumba del Justo” en el estilo de las tumbas de las familias nobles de la época : esto indica que la ciudad no estaba habitada únicamente por agricultores;
- la presencia de vestigios considerados como la “Casa de María” : en efecto, la casa conservada en Loreto -que parece corresponder a la de Nazaret- es una casa de piedra de muy buena calidad que no podían poseer los habitantes más modestos.
¿A quién podrían pertenecer esa casa y esa tumba, si no era a gente de cierto linaje?
Hay que saber que en el idioma arameo “nazor” o “nazir”, significa “príncipe”, “corona” o “tonsura” y que los nazarenos eran entonces gente de noble linaje o gente dedicada a Dios (tonsurados que sólo conservaban una corona de cabello). Ahora bien, en Nazaret vivían los descendientes de la rama del norte, de la ilustre familia del rey David, (entre ellos José y María). Se sabe también que esta rama, que había reinado en Israel en siglos pasados, había sido apartada del poder en la época de los Macabeos, pues se dejó de escoger a los dirigentes de la Nación Hebrea entre los miembros de esta Casa. El lugar al que se retiraron los miembros de esta familia de nobles sería Nazaret.
La frase de Natanael (Juan 1, 46) es ahora más clara: no aludía a la insignificancia del pueblo, sino a la caída de sus ilustres habitantes, salidos del linaje del Rey David, caído en el olvido y retirada de los corredores del poder : … entonces…, ¿qué bueno podía salir de Nazaret?
SITUACIÓN DE NAZARET EN EL SIGLO PRIMERO
En el Antiguo Testamento no se habla de Nazaret. Sin embargo, fue en ese pequeño pueblo galileo de Palestina donde Jesús pasó su infancia junto a sus padres, María y José. En aquel entonces Nazaret era una aldea sin fama y estaba, como el resto de Palestina, bajo el dominio romano que siguió a la dominación de los generales del famoso emperador griego, Alejandro Magno. Los Romanos, entonces, estaban presentes en Galilea en la época de la Anunciación a María por el Arcángel Gabriel; y ahí permanecieron, como en el resto de Palestina, hasta la mitad del siglo tercero. Los judíos de Palestina, también llamados los Hebreos, es el pueblo que la Biblia designa como Israel, el que las Escrituras llamarán, a partir del siglo sexto antes de Cristo, el “pueblo elegido”.
En la época de Jesús, hay en Palestina, y particularmente en Nazaret, en esta Galilea llamada también “encrucijada de las naciones”, una sociedad mezclada, en la cual conviven ante todo Hebreos, Griegos, Romanos e incluso “galo-romanos” y otros ciudadanos de los pueblos sometidos a Roma. Estas culturas se yuxtaponen y se interrelacionan, sin mezclarse realmente.
La ciudad de Nazaret, también denominada el “jardín de Galilea”, está asentada en las faldas de una colina, algo así como la “guardiana” (“Nasar”, “En Nasirah” en árabe) de la región. Rodeada por otras colinas, se encuentra en medio de un país que reverdece. En su borde oeste, un arroyo hoy en día seco, delimitaba el pequeño pueblo.
El nombre de Nazaret aparece por primera vez en una placa del siglo cuarto o tercero antes de Cristo, hallada entre fragmentos cerca de Cesárea (ciudad edificada en Palestina por el rey judío Herodes el magno). La población de aquel entonces seguramente no sobrepasaba los 150 habitantes; entre ellos María, José, la parentela de Jesús. La gente vivía del cultivo (vid, olivos, cebada, trigo, legumbres) y de la artesanía. Según los descubrimientos arqueológicos, parece que en la época de Jesús las habitaciones de las ciudades palestinas, y en particular en Nazaret, eran construidas como extensiones de grutas naturales.
La casa de la Anunciación a María fue, según los vestigios arqueológicos, una de esas grutas naturales acondicionadas. En particular, el descubrimiento de silos domésticos donde las familias conservaban los productos alimenticios, el recubrimiento de los aljibes, las lámparas pequeñas utilizadas para iluminar el fondo de las casas, el recubrimiento de las cerámicas en el lugar correspondiente a la cocina, huellas de hogares encontradas al pie de las paredes, dieron algunas justificaciones para probar la autenticidad de la “Casa de María” (cf. el libro de Antonio Olivan, “En el país natal de la Santísima Virgen”, ediciones Comisaría de Tierra Santa, Ottawa), en el cual el autor, muy documentado acerca de las excavaciones en Tierra Santa, también demuestra que la “casa de Loreto” podría realmente ser esta “Casa de María”, abandonada después de la toma de Nazaret y la masacre que perpetuó allá el Emir Alah ed-Dine, en 1263, y “transportada” en aquel entonces de manera milagrosa a Loreto.
En todo caso, fue en Nazaret donde María escuchó la llamada de Dios. Luego, después de su compromiso con José, siempre en Nazaret fue donde se instaló la Santa Familia y donde Jesús pasó su infancia, su adolescencia, su juventud y la mayor parte de su vida de adulto (alrededor del 90% de su vida terrestre). El hecho de que María, comprometida, haya vivido la Anunciación en el mismo lugar donde vivía antes de vivir con José (cuando el ángel le dice a José “no tengas ningún reparo en recibir en tu casa a María, tu mujer”, Mt 1, 20) no solo es conforme con el relato evangélico sino también con los descubrimientos arqueológicos realizados hasta ahora en Nazaret.
Durante su vida pública, Jesús volverá a Nazaret e interviene en la sinagoga para anunciar la liberación de los oprimidos. Una parte de la población quiere darle muerte. Nadie es profeta en su tierra…
¿Por qué, entonces, Jesús vivió en Nazaret y no en las capitales, como Jerusalén y Roma?
- por una parte, porque Nazaret es la ciudad donde vive, retirada, la descendencia principesca de una rama decadente del linaje real de David, descendencia de la cual Jesús procede por sus padres
- por otra parte, porque Jesús, Cristo, Hijo de Dios y Dios mismo no recibe su trono y su renombre de otro, porque El es El mismo: “El que es, el que era y el que viene”…
Desde el acontecimiento fundador de la Anunciación a María, el pequeño pueblo de Galilea, humilde y “retranqueada” en aquella época, volvió a ser un lugar de las altas esferas universalmente reconocido como el sitio histórico en donde brotó del corazón de María el «sí» a la voluntad divina que permitió, a través de la Encarnación del Verbo de Dios, la salvación del mundo entero…
LAS FUENTES PRINCIPALES DE NUESTROS CONOCIMIENTOS
Las fuentes principales de nuestros conocimientos sobre Nazaret, su historia y las páginas principales del Evangelio sobre la vida de Cristo que ahí tuvieron lugar, son en primer lugar los escritos mismos del Nuevo Testamento, después, los numerosos relatos de peregrinos a través de los siglos y las Tradiciones locales que los confirman o matizan con detalles; luego, las excavaciones arqueológicas, iniciadas desde el siglo XIX, sobre todo, y que no hacen sino confirmar los textos del Nuevo Testamento.
Hoy día, esas excavaciones se continúan. Equipos procedentes de diversos países se interesan en la historia sepultada en Tierra Santa, pero están lejos de agotar los sitios cargados de vestigios de dar todo a luz. De manera más amplia, nuestro conocimiento de la historia del pueblo hebreo, de su primera Alianza con Dios (Antiguo Testamento) y de su Nueva Alianza (Nuevo Testamento) sellada en la Persona del Mesías, Jesucristo, el hijo de María, verdadero Dios y verdadero hombre, nos llega, aunque indirectamente, a través de un pequeño grupo de historiadores antiguos no cristianos, (uno judío, Flavius Joseph y otros romanos: Plinio, Tácito, Suetonio).
En 1947: un descubrimiento fundamental en las orillas del Mar Muerto…
Se menciona también los hallazgos célebres de Qumran. Es ahí; en la ribera noroeste del Mar Muerto que se encontraron en 1947, en las ruinas de un monasterio esenio del siglo II, los manuscritos conocidos como “del Mar Muerto” que contenían parcelas de todos los libros de la Biblia (excepto el libro de Ester), y el libro íntegro de Isaías, profeta del Antiguo Testamento, quien vivió algunos siglos antes de Cristo…
Cuando se conoce el contenido de ese libro bíblico de Isaías, quien profetizara, diez siglos antes de la Encarnación, la maternidad de la Virgen (Is 7, 106-14), entonces, se mide el peso histórico de este descubrimiento arqueológico y su poder de confirmación de las Escrituras. Confirmación de la exactitud de los textos bíblicos, en particular de su traducción griega, ya que todos los elementos encontrados en Qumran, que datan del primer siglo antes de Cristo (ningún resto del periodo de Herodes) nos presentan, con pocas variantes, el mismo texto que encontramos en las librerías actualmente.
Algunos libros antiguos del judaísmo (especialmente el Talmud) hacen alusión a Cristo el nazareno y a sus discípulos los cristianos, así como también a la colección de tradiciones orientales contemporáneas al Talmud.
LA SAGRADA FAMILIA EN EGIPTO
Cuando los magos se fueron, un ángel del Señor se apareció a José en sueños y le dijo: “ Levántate toma al niño con su madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes buscará al niño para matarlo (Mt 2,13-14).
El ángel dice a José que vaya a Egipto y no le revela el futuro. Lo deja indeterminado, “quédate hasta que yo te lo diga”
José obedece al ángel. El se levantó, tomó al niño y a su madre por la noche y partió para Egipto( Mt 2,15).
José por la noche, como hace notar el evangelista Mateo, se dirige a Egipto, dejando su hogar, a los parientes y encaminándose hacia una tierra desconocida con el niño que tenía unos dos años, como se deduce de la conversación de Herodes con los Magos.
No sabemos exactamente dónde fue José con su familia. Algunos señalan Hermópolis, según una antigua tradición del siglo quinto, pero no parece verosímil, puesto que está a trescientos cuarenta kilómetros de Judea. Parece más verosímil Leontópolis, actualmente Tell Yehudiyeh, dónde había una colonia judía, algunos comerciantes y algunos judíos huidos de Herodes.
Parece que Jesús nació a finales del año 748 de la fundación de Roma, marchó a Egipto en la primavera del año 749 y volvió a la muerte de Herodes en abril de 750.
Después de morir Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, allá en Egipto, y le dijo:” Toma al niño y a su madre y vuelve a tierra de Israel, que ya han muerto quienes lo buscaban para matarlo” (Mt 2,19-20).
LA VIDA DE LA SAGRADA FAMILIA EN NAZARET
La realidad dominante de lo que fue la vida de Jesús, María y José, en la pequeña villa de Nazaret donde José ejercía el oficio de carpintero, fue la de la simplicidad.
Aunque de descendencia ilustre por sus antepasados – pues era descendiente del rey David – la Sagrada Familia llevaba, en medio de una parentela numerosa, la vida de un hogar modesto, ni pobre ni rica, se ganaba el pan de cada día con el sudor de la frente y respetaba las leyes administrativas y sociales de su pueblo.
Organizada en torno a la oración de la sinagoga, los ritos y las numerosas fiestas religiosas del judaísmo (entre ellas el rito de la circuncisión, la fiesta de las Tiendas, la peregrinación al templo de Jerusalén) la vida de oración de la Sagrada Familia era exteriormente la de todo buen israelita practicante de la época.
Sin embargo, detrás de la modestia de su comportamiento respetuoso de usos y costumbres de su cultura, la Sagrada Familia vivía una realidad grandiosa que sólo el silencio y la discreción podían asegurar al Hogar de Nazaret la serenidad necesaria al cumplimiento del plan de Dios: darle nacimiento al Mesías tan esperado desde hacía siglos por el pueblo hebreo, Jesucristo, el Salvador del mundo, y vigilar su infancia y adolescencia hasta que alcanzara la plena madurez del hombre y pudiera comenzar su vida pública y predicar el Evangelio.
En efecto, es en la humildad de Nazaret que comenzaron a desarrollarse entre los miembros de la Sagrada Familia las primeras páginas del Nuevo Testamento que Dios en el Verbo hecho carne, vino a darle a los hombres por amor y por la salvación de todos.
El testimonio de Cristo y de sus padres muestra también la inmensa proyección que puede tener una vida familiar común, vivida en toda simplicidad con Dios y en el amor compartido.
EL MISTERIO DE LOS 30 AÑOS DE LA VIDA OCULTA DE CRISTO
Muy poco es lo que sabemos según los Evangelios sobre lo que suele llamarse la “vida oculta” de Jesús en Nazaret, es decir un periodo de treinta años sobre un total de treinta y tres que dura la vida terrestre del Salvador de la humanidad. El Evangelio de San Lucas nos ofrece la mayor información sobre esta parte de la vida de Cristo, especialmente en relación a su infancia: “Jesús crecía en sabiduría, en tamaño y en gracia bajo la mirada de Dios y de los hombres” (Lc 2, 52) Jesús entonces, vivió entre María y José, una niñez amorosa y sumisa frente a sus padres, marcada por la mansedumbre, la humildad y la obediencia.
Lo transcurrido entre la infancia y la “edad adulta” de Jesús (los treinta años) lo conocemos en parte gracias a lo que nos dejan ver indirectamente las Escrituras, pero sobre todo por el conjunto de los textos y testimonios de la Tradición de la Iglesia y por sus santos y sus Doctores. Lo que descubrimos es que antes de adentrarse por los caminos de Galilea para predicar de acuerdo con su misión divina, Jesús llevó primero en Nazaret de Galilea junto a los suyos, la vida de una familia judía piadosa y laboriosa. Hijo de carpintero, formado por su padre José, nuestro Salvador ejerce un oficio de artesano durante varios años; y sigue las costumbres y los preceptos de la religión de Israel, frecuentando la sinagoga como los fieles de su tiempo.
De esta forma, durante las nueve partes de las diez de su vida terrestre, Cristo, el Verbo de Dios, Dios El mismo, y Amo del Universo vivió sumergido, alejado de los ojos del mundo, una vida de santidad oculta en el corazón de la Sagrada Familia, una verdadera “escuela del Evangelio” ¿Esta vida de tanta sencillez de la Sagrada Familia en Nazaret no es, en efecto, para todo cristiano, una escuela de espiritualidad para la vida diaria? ¿La lección de una vida humilde y amorosa, cuyo Amo no es otro que Dios mismo hecho hombre?
MARÍA EN LA VIDA OCULTA DE JESÚS
Los evangelios ofrecen pocas y escuetas noticias sobre los años que la Sagrada Familia vivió en Nazaret. San Mateo refiere que san José, después del regreso de Egipto, tomó la decisión de establecer la morada de la Sagrada Familia en Nazaret (cf. Mt 2, 22-23), pero no da ninguna otra información, excepto que José era carpintero (cf. Mt 13, 55).
Por su parte, san Lucas habla dos veces de la vuelta de la Sagrada Familia a Nazaret (cf. Lc 2, 39 y 51) y da dos breves indicaciones sobre los años de la niñez de Jesús, antes y después del episodio de la peregrinación a Jerusalén: “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” (Lc 2, 40), y “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52).
Al hacer estas breves anotaciones sobre la vida de Jesús, san Lucas refiere probablemente los recuerdos de María acerca de ese periodo de profunda intimidad con su Hijo. La unión entre Jesús y la “llena de gracia” supera con mucho la que normalmente existe entre una madre y un hijo, porque está arraigada en una particular condición sobrenatural y está reforzada por la especial conformidad de ambos con la voluntad divina.
Así pues, podemos deducir que el clima de serenidad y paz que existía en la casa de Nazaret y la constante orientación hacia el cumplimiento del proyecto divino conferían a la unión entre la Madre y el Hijo una profundidad extraordinaria e irrepetible.
En María la conciencia de que cumplía una misión que Dios le había encomendado atribuía un significado más alto a su vida diaria. Los sencillos y humildes quehaceres de cada día asumían, a sus ojos, un valor singular, pues los vivía como servicio a la misión de Cristo.
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