(C. 179 p.c.) Claudio
Apolinar, obispo de Hierápolis de Frigia, llamado "el Apologeta", fue
un famoso profesor cristiano del siglo II. A pesar de las alabanzas que le
prodigan Eusebio, San Jerónimo, Teodoreto y otros, poco sabemos de su vida. Por
otra parte, sus escritos, que eran muy estimados, se han perdido. Focio, que
los había leído y era buen juez en la materia, los recomienda por su tema y
estilo. Claudio Apolinar escribió contra los encratitas y otros herejes, y puso
en claro los orígenes filosóficos de los errores de cada secta, según testifica
San Jerónimo. Su última obra fue un ataque contra los montanistas y sus
pretendidos profetas, que habían comenzado a aparecer en Frigia hacia el año
171. Pero la obra que le hizo famoso fue su apología de la religión cristiana,
que dedicó al emperador Marco Aurelio, poco después de que dicho príncipe había
triunfado de los cuados, gracias a las oraciones de los cristianos, como lo
mencionaba el santo.
Como las tropas de Marco
Aurelio habían luchado en vano durante largo tiempo por subyugar a los
germanos, el emperador resolvió el año 174 ponerse al frente de las
operaciones. Había cruzado ya el Danubio, cuando los cuados, un pueblo que
habitaba el territorio que más tarde se llamaría Moravia, le rodearon en una
posición muy peligrosa para él. Las tropas del emperador no tenían ninguna
posibilidad de escapar de las manos de sus enemigos, ni tampoco podían resistir
largo tiempo, por falta de agua. La duodécima legión estaba compuesta
principalmente de cristianos. Cuando el ejército se hallaba a punto de perecer
de sed, los cristianos se arrodillaron, "como acostumbraban hacerlo para
orar" —nos dice San Eusebio—, y pidieron a Dios su ayuda. Súbitamente, el
cielo se cubrió de nubes y una espesa lluvia se desató, en el momento en que
los bárbaros se lanzaban al ataque. Los romanos luchaban y, al mismo tiempo,
bebían el agua de la lluvia que recogían en sus cascos, apurándola enrojecida
por la sangre del enemigo. Los bárbaros eran más poderosos que los romanos;
pero un fuerte viento, acompañado de truenos y relámpagos, hizo que la lluvia
les azotara el rostro y les cegara, lo que les obligó a huir aterrorizados.
Tanto los autores paganos como los cristianos relatan esta victoria. Los
autores paganos la atribuyen a un poder mágico o a la intervención de sus
dioses, pero los cristianos lo cuentan como un milagro obtenido por las
oraciones de los legionarios. Parece que San Apolinar hizo alusión al hecho en
la apología que dedicó al emperador, informando que Marco Aurelio había dado a
esa legión el nombre de "la legión del trueno" en recuerdo de la
famosa batalla. Eusebio, Tertuliano, San Jerónimo y San Gregorio de Nisa
repiten el dato, tomándolo de San Apolinar.
Los cuados devolvieron
todos los prisioneros y se rindieron incondicionalmente al emperador. En
agradecimiento a sus legionarios cristianos, Marco Aurelio publicó un edicto en
el que reconocía que debía la victoria "a la tempestad que se había
desatado, tal vez, gracias a las oraciones de los cristianos". En dicho
edicto, prohibía bajo pena de muerte condenar a los cristianos a causa de su
religión. Sin embargo, muchos cristianos fueron todavía condenados a muerte
después de la publicación de tal edicto, aunque se dice que sus acusadores
recibieron la misma pena.
La "Columna
Antoniniana", que se halla en Roma, representa esta victoria del
emperador, bajo el símbolo de Júpiter Pluvio; es decir, bajo la figura de un
hombre que vuela con los brazos abiertos y una larga barba que parece perderse
en la lluvia. Los soldados parecen contentos bajo la tempestad; unos beben ávidamente,
mientras otros se baten con el enemigo; los bárbaros se hallan tendidos en el
suelo con sus caballos, y la tempestad se descarga furiosamente sobre ellos. En
la actualidad, la certeza de esta tradición, que Eusebio parece haber tomado de
la Apología de San Apolinar, es todavía materia de discusión. Por una parte, es
seguro que no fue Marco Aurelio quien dio a "la legión del trueno" el
nombre de "legio fulminata", que proviene de la época de Augusto;
pero, por otra parte, los hechos no tienen en sí mismos nada de inverosímil. Es
muy natural que los cristianos de la época hayan atribuido la sorprendente
victoria a las oraciones de sus correligionarios. No existe ningún documento
pagano que confirme la existencia del famoso edicto del emperador en favor de
los cristianos. Aun los historiadores que defienden la exactitud de los hechos
narrados admiten que el texto del edicto está interpolado.
Es posible que San
Apolinar haya compuesto su apología dedicada al emperador, hacia el año 175, a
fin de recordarle la gracia que Dios le había hecho por las oraciones de los
cristianos, e implorar al mismo tiempo su protección. No poseemos datos exactos
sobre la muerte de San Apolinar, que aconteció probablemente antes de la de
Marco Aurelio.
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