martes, 19 de enero de 2021

19 de enero SANTOS MARIO, MARTA, AUDIFAZ Y ABACUC, MÁRTIRES

 


Del mismo modo que la misteriosa estrella condujo a los Magos hasta la cuna del rey recién nacido, así el resplandor que irradia de Roma enrojecida con la sangre de los Mártires, nos lleva irresistiblemente a venerar a los santos que nos propone la Iglesia en este día. Mario, su esposa Marta y sus hijos Audifaz y Abacuc, llegados de las lejanas regiones de Persia en tiempo del Emperador Claudio, el Godo, para visitar las tumbas de los Apóstoles y de los valientes confesores de Cristo, van a merecer ser asociados a su triunfo. Van a confesar al divino Niño en medio de los más crueles tormentos, añadiendo con su victoria un nuevo florón a la corona de la ciudad madre y señora, cuyas grandezas celebrábamos ayer. En efecto, la tregua concedida a los cristianos por el edicto de Galieno no fue duradera para los fieles de Roma, y la sangre de los mártires volvió a correr en la ciudad imperial, bajo el breve reinado de Claudio II. La Pasión de estos santos peregrinos nos los presenta poniendo, desde su llegada, al servicio de los perseguidos sus personas y sus riquezas. Buscaban y visitaban en las cárceles a los que habían sufrido por la fe, y era tan grande su devoción hacia ellos, que no contentándose con lavar sus heridas, se complacían en derramar sobre sus propias cabezas el agua que había servido a tan piadosos menesteres. Con religioso celo se dedicaban a recoger los cuerpos de los valientes confesores, y a enterrar respetuosamente sus sagrados restos. Semejante celo no podía pasar mucho tiempo inadvertido: detenidos junto con otros cristianos, Mario, Marta y sus hijos obtuvieron la palma del martirio que tan ardientemente deseaban.

Según la tradición, fueron martirizados el 20 de enero del año 270. Pero la Iglesia los celebra el 19, por estar el día siguiente totalmente dedicado a la memoria de San Fabián y San Sebastián.

"Verdaderamente son hermanos, los que vencieron los crímenes del mundo; siguieron a Cristo y ahora poseen con gloria el reino de los cielos". Así canta la Iglesia un día del año al asociar al triunfo de Cristo resucitado, nuevos grupos de mártires. Pero ¿qué alabanza cuadra mejor a los ilustres soldados cuya victoria celebramos? Si es digno de admiración el espectáculo de los miembros de una misma familia bien hermanados ¿cuánto más, si esta buena armonía persevera en medio de las obras más heroicas de caridad y de las más nobles aspiraciones hacia la patria de los cielos? Haced, oh gloriosos mártires, que como vosotros alcancemos esa unión de corazones, en el amor y servicio del Verbo encarnado.

En medio de los más crueles tormentos, vuestra voluntad, ansiosa de seguir hasta el fin al maestro, hacía que os animaseis mutuamente a la perseverancia y que glorificaseis a Cristo por haberos permitido con el martirio, formar parte de sus siervos privilegiados. Pedid para nosotros aumento de la virtud de la fe, y una completa entrega a Aquel que vino a la tierra a rescatarnos, y las generosas disposiciones que nos permitan arriesgar y sufrirlo todo por su gloria.

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