Evangelio del día. Domingo de la Infraoctava de la Ascensión. Santa Misa Tradicional
Evangelio según San Juan XV
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí: y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no se tambalee vuestra fe. Os excomulgarán de la Sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte, pensará que da culto a Dios.
Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que cuando llegue a hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.
Domingo de la Infraoctava de la Ascensión. Meditación
Hoy, entre otras verdades, San Agustín nos advierte que nuestra fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, nos garantizará la persecución de los impíos. ¿Nos sorprende?
“Os enviaré al al Espíritu Santo que procede del Padre.” San Juan, XIV, 26.
Con estás sus palabras se confirma la procedencia del Espíritu Santo del padre y del Hijo; si no procediese de ambos, Jesucristo no se atrevería a decir “yo os lo enviaré”. Aquí se fundamenta el dogma de la Iglesia sobre la procedencia del Espíritu Santo: Filioque procedit. Y también en el pasaje evangélico:
“Mi Padre y yo somos una misma cosa.” San Juan, X, 30.
Los ortodoxos crean así, un cisma contra la Iglesia Católica en el siglo octavo, al no reconocer que el Espíritu Santo procede también del hijo.
Sin embargo hay muchos que ignoran la existencia de algunos Ortodoxos que sí son católicos, porque reconocieron posteriormente su error y volvieron a la Iglesia católica. Por lo que actualmente existen ortodoxos cismáticos y ortodoxos católicos. Todo esto sucedió sólo por un “Filioque” sobre el Espíritu Santo, lo cual es importante.
Ahora bien, en este mismo Evangelio Jesucristo nos anuncia que este mismo Espíritu Santo dará testimonio de Él y que nosotros también lo daremos porqué, “estáis conmigo desde el principio”. San Juan, XV, 27.
¿Qué significa ese ‘estar con Él desde el principio’? ¿Qué estamos con Dios desde el principio de su existencia? Imposible porque si así fuese seríamos entonces como Dios mismo y eso no es posible, ya que tan solo somos creatúras.
¿Significa que estamos con él desde el principio de la creación? Tampoco es posible ya que nosotros hemos sido creados posteriores a la creación del universo y empezamos a existir en un cierto momento del tiempo y no desde el principio.
¿Acaso entonces significa que estamos con Él desde el principio de nuestra propia existencia, desde nuestra concepción o desde nuestro propio nacimiento? Tampoco es posible, dado que nosotros los seres humanos, como incluso le sucedió a algunos grandes Santos, no siempre estuvimos unidos a Dios ni con Él desde el principio de nuestras vidas, sino que a partir de cierto momento experimentamos una conversión y sólo entonces ahí empezamos a estar unidos a Dios, literalmente como lo dice el Evangelio.
Por lo tanto es más posible que se refiera a que nosotros hemos estado con Él desde el principio de nuestra conversión, cuándo comenzamos a aceptar su perdón su misericordia y sobre todo sus diez mandamientos.
Y aunque sin embargo, en la historia de la Iglesia haya habido Santos que nunca se separaron de Dios porque nunca le ofendieron gravemente, cómo es el caso de Santa Teresa de Lisieux, a la cual su confesor declaró solemnemente en una de sus confesiones: “Delante de la Santísima Trinidad y de Todos los Santos, declaro, que nunca en tu vida has cometido un solo pecado mortal.”
Por lo tanto nuestro Señor Jesucristo cuando nos dice que estáis conmigo desde el principio, se refiere que cuando nuestro corazón aceptó sus diez mandamientos, su perdón y su caridad, hemos estado siempre con Él, aunque haya habido imperfecciones, infidelidades y caídas en ciertos momentos de nuestras vidas.
Aunque también es posible teológicamente, que Dios ya tenga en su corazón desde el principio de la creación a aquellos que aceptarán su caridad y sus designios en el futuro.
Ese permanecer con Dios en su ley es lo que nos garantiza la asistencia del Espíritu Santo, sí le sabemos escuchar sí le dejamos obrar en nuestras vidas y en nuestras almas.
Es por ello que aquellos que afirman que una autoridad, cualquiera que sea, un párroco, un obispo o un papa; por el sólo hecho de serlo, tiene siempre garantizada la asistencia del Espíritu Santo: está demostrando con ello, que desconoce el Evangelio y la teología más elemental; ya que la promesa de la asistencia del Espíritu Santo no es absoluta e incondicional, requiere de nuestra buena disposición, respeto de los diez mandamientos y sobre todo de la ley de la Caridad.
Ese testimonio nuestro, que procede del Espíritu Santo, es lo que provoca la ira de los que no quieren conocer a Dios, de aquellos que rechazan sus diez mandamientos y se mofan de ellos pertinazmente.
Es por ello que nos advierte que seremos perseguidos y que nos expulsaran de las sinagogas. ¿y por qué razón seremos expulsados de ellas sí nosotros no vamos a dar culto a las sinagogas sino que vamos a las iglesias? Por lo tanto se refiere a que seremos expulsados de la sociedad y de todas partes porque es la sinagoga la que controla la sociedad actual.
“Esto os harán porque no han conocido ni a mi Padre ni a mí.” San Juan, XVI, 3.
Todo aquel que rechaza los Diez Mandamientos, aquel que está lleno de odio y que no sabe lo que es la misericordia, no puede conocer ni al Padre ni al Hijo. Si alguien te dice: “yo tengo la autoridad de la Iglesia” y al mismo tiempo nunca ha sabido lo que es la caridad ni la humildad; eso, precisamente, es una prueba de que nunca ha conocido ni al Padre ni al Hijo.
Es por ello que San Juan Evangelista nos recuerda que para saber si vivimos en Dios es necesario analizarnos y constatar si estamos viviendo en la caridad.
Se narra en la vida de San Juan Bosco, como el Rector de los jesuitas de Campolide de Portugal, fue expresamente hasta Turín para consultar al Santo sobre su metodología con los niños, ya que por todas partes era conocido su gran éxito con los mismos. El rector le hacía muchas preguntas para intentar comprender sus métodos de enseñanza; pero grande fue su asombro cuando al preguntarle cómo hacía para atraer a tanto niño, San Juan Bosco respondió sencillamente: “Tratarlos de manera que se sientan amados.”
Un acto de caridad salvó a un joven muy hundido en el pecado.
Cuando estudié en Argentina, tuve la bendición de escuchar un testimonio directo de la familia García, cuya abuela había conocido al P. Beato Luis Orione cuando visitó su país. Era una madre de ocho hijos, cuyo hijo menor cayó en una vida muy desordenada y disoluta. La madre sabiendo que el beato tenía el don de ver las conciencias y cosas ocultas de las almas, le preguntó si su hijo menor quien había muerto con apenas 20 años, se había salvado o no. Don Orione sin haberlo conocido nunca, le respondió con gravedad y profundidad:
“He visto a tu hijo, como en una noche gélida de invierno, salía de un antro de perdición. Al encontrarse en la calle miró que sobre la acera, tirado en el suelo, estaba un mendigo titiritando de frío. Se compareció del mismo, se quitó su abrigo y se lo dió al pobre. Por este acto de caridad, Dios se ha compadecido de tu hijo y ¡lo ha salvado!“
¡Tan sólo un acto de caridad profunda, puede salvar nuestras almas!
“Al atardecer de la vida, seremos examinados en el amor.” San Juan de la Cruz+
Ave Maria+
P. Ricardo Ruiz Vallejo
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