Poderoso se eleva el Monte
Gargano, dominando con soberbia las colinas que le rodean. Hasta el siglo
quinto, la cima estaba recubierta de un bosque tupido e ignorada por todo el
mundo. Pero en el año 490 nació la aurora de su inmortal gloria; su fama
sobrepasó los confines de Italia, resonó en todo el mundo y comenzó a atraer a
sí Papas, Emperadores, Príncipes reinantes, nobles y pueblo de todas las
naciones. ¿Qué sucedió?
Leamos
la narración original del antiguo libro del “Liber
Pontificalis” de la Curia Romana:
Bajo el
gobierno del Papa Felice y del Emperador Zeno, un día de aquel siglo tan
lejano, a un noble y muy rico señor del Monte Gargano, que se llamaba también
Gargano y era el propietario de aquella montaña, le desapareció su toro más
bello de grandeza superior.
Después
de tres días de búsqueda, decidió ir personalmente a buscarlo. Después de
algunas horas de una búsqueda angustiosa, con gran estupor encontraron a la
bestia de rodillas en la entrada de una caverna inaccesible. El patrón, viendo
la imposibilidad de salvarlo, quiso matarlo con una flecha envenenada. Pero
ante la maravilla de todos, la flecha regresó e hirió a quien la había lanzado.
El patrón cayó sangrando al suelo y los siervos asustados lo fajaron de prisa y
lo llevaron a su casa en Siponto, que actualmente es una fracción de
Manfredonia. (8 de Mayo del año 490)
La noticia de lo ocurrido se
divulgó rápidamente en el pueblo y se convirtió en el único objeto de las
conversaciones. Bajo la impresión de este extraño hecho, todos fueron a visitar
al Obispo San Lorenzo Maiorano, primo del emperador Zanone, para consultarle.
El Santo Obispo, después de una
breve reflexión ordenó que toda la población hiciera ayuno y oraciones durante
tres días, para encontrar gracia ante Dios y para conocer el significado de
dicho prodigio. Al alba del tercer día, que fue precisamente el 8 Mayo del año
490, el santo prelado, sumergido en su oración nocturna, de repente vio ante sí
a un Ángel más esplendoroso que el Sol que iluminó el ambiente y le dijo:
“Yo soy el Arcángel Miguel que
continuamente está en presencia de Dios. Deseando que este lugar se venere en
toda la tierra y sea privilegiado, quise probar con ese acontecimiento
insólito, que todo lo que se obra en este lugar, sucede por Voluntad
Divina. Es Dios que me ha constituido Protector y Defensor de este
lugar”.
A la mañana siguiente el
Obispo comunicó el celestial mensaje a los habitantes de Siponto. El pueblo,
lleno de alegría y de gratitud por dicha aparición, bajo la guía de San Lorenzo
Maiorano se encaminó en una devota procesión hacia la cima del Gargano para
venerar la caverna milagrosa. Cuando regresaron a Siponto vieron con alegría la
prodigiosa curación del Señor Gargano y se congratularon con él por el santo
privilegio concedido por el Cielo, de tener en sus tierras el Palacio Real
terrenal del Gran Príncipe San Miguel Arcángel.
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