(¿Siglo
I?) - El culto de los Santos Nereo y Aquileo es muy antiguo, ya que data, por
lo menos, del siglo IV. En la fiesta de estos santos, que se celebraba en Roma
con cierta solemnidad, San Gregorio Magno predicó, dos siglos más tarde, su
vigésima octava homilía: "Los
santos ante los que nos hallamos reunidos despreciaron al mundo y pisotearon la
paz, las riquezas y la vida que las ofrecía." La iglesia en
que el santo pronunció esa homilía se hallaba en el cementerio de Domitila, en
la Vía Ardeatina, sobre la tumba de los mártires. Hacia el año 800, León III
construyó una nueva iglesia; el Cardenal Batonio, que fue titular de ella, la
reconstruyó y llevó de nuevo allá las reliquias de San Nereo y San Aquileo, que
habían sido trasladadas a la iglesia de San Adrián.
Nereo y
Aquileo eran soldados pretorianos, según dice la inscripción que el Papa San
Dámaso mandó poner sobre su tumba. Las actas de estos mártires dicen que eran
eunucos y estaban al servicio de Flavia Domitila, a la que siguieron al
destierro. Eusebio escribe sobre esta dama, que era sobrina nieta del emperador
Domiciano (Actualmente la opinión más común es que había dos Flavias. La mayor
era hija de una hermana de Domiciano y Tito, esposa de Flavio Clemente, que fue
desterrada a la isla de Pandatania, según escribe Dion Casio. La otra Flavia
Domitila era, por su matrimonio, sobrina de Domiciano; San Jerónimo considera
como un martirio su destierro a Ponza): "En el décimo quinto año de Domiciano, por haber dado
testimonio de Cristo, Flavia Domitila, sobrina de Flavio Clemente, uno de los
cónsules de Roma, fue desterrada con muchos otros a la isla Poncia",
es decir, Ponza. San Jerónimo describe el destierro como un largo martirio.
Probablemente Nerva y Trajano no tenían ningún empeño en llamar del destierro a
los parientes de Domiciano, cuando levantaron la pena a los otros exilados. Las
actas relatan que Nereo, Aquileo y Domitila fueron desterrados a la isla de
Terracina; los dos primeros fueron ahí decapitados durante el reinado de
Trajano, en tanto que Domitila pereció en la hoguera por haberse negado a
ofrecer sacrificios a los ídolos. Probablemente la tradición se basa en el
hecho de que los cuerpos de Nereo y Aquileo fueron quemados en un sepulcro
familiar, que se hallaba en lo que fue después el cementerio de Domitila.
Durante las excavaciones que llevó a cabo Rossi en 1874, en dicha catacumba, se
descubrió su sepulcro vacío, en la cripta de la iglesia que el Papa San Siricio
construyó el año 390.
Así pues, todo lo que podemos
afirmar acerca de los santos Nereo y Aquileo es lo que se halla consignado en
las inscripciones que San Dámaso mando colocar en su sepulcro a fines del siglo
IV. El texto ha llegado hasta nosotros a través de las citas de los viajeros
que vieron las inscripciones cuando estaban todavía enteras; pero los
fragmentos que descubrió Rossi bastan para identificar la inscripción
perfectamente. He aquí el texto, traducido al español:
"Los mártires Nereo y Aquileo habían entrado
voluntariamente en el ejército y desempeñaban el cruel oficio de poner en
práctica las órdenes del tirano. El miedo les hacía ejecutar todos los
mandatos. Pero, por milagro de Dios, los dos soldados abandonaron la violencia,
se convirtieron al cristianismo y huyeron del campamento del malvado tirano,
dejando tras de sí los escudos, las armaduras y las lanzas ensangrentadas.
Después de confesar la fe de Cristo, se regocijan ahora al dar testimonio del
triunfo del Señor. Que estas palabras de Dámaso te hagan comprender, lector,
las maravillas que es capaz de hacer la gloria de Cristo."
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