(1079 D.C.) - El culto de San
Estanislao está muy extendido en Polonia, sobre todo en la sede episcopal de
Cracovia, donde se le honra como patrono principal y se conservan sus reliquias
en la catedral. La biografía que escribió el historiador Juan Dlugosz, tutor de
San Casimiro, unos cuatrocientos años después de la muerte de San Estanislao,
parece ser una compilación de diferentes documentos antiguos y tradiciones
orales.
Estanislao Szczepanowski nació
el 26 de julio del año 1030, en Szczepanow. Sus padres, que eran nobles, habían
vivido muchos años sin hijos, hasta que el cielo les concedió a Estanislao, en
respuesta a sus oraciones. Consagraron a su hijo a Dios desde el día de su
nacimiento y fomentaron ardientemente la piedad que Estanislao mostró desde
niño. Fue ordenado sacerdote por Lamberto Zula, obispo de Cracovia, quien le
hizo canónigo de la catedral y más tarde le nombró predicador y archidiácono
suyo. La elocuencia y el ejemplo del joven sacerdote produjeron grandes frutos
de reforma de costumbres entre sus penitentes, así clérigos como laicos. El
obispo Lamberto intentó cederle el gobierno de la sede, pero San Estanislao se
negó a ello. Sin embargo, a la muerte de Lamberto, las súplicas del pueblo y
una orden del Papa Alejandro II le obligaron a aceptar la sucesión y fue
consagrado obispo en 1072. Fue un celoso apóstol, infatigable en la predicación,
estricto en el mantenimiento de la disciplina y muy cumplido en las visitas
pastorales. Los pobres invadían constantemente la casa del santo obispo, quien
tenía una lista de las viudas y de los necesitados, para socorrerles
constantemente.
En aquella época, gobernaba
Polonia el rey Boleslao II, monarca de grandes cualidades, pero extremadamente
disoluto y cruel. San Estanislao era el único que se atrevía a enfrentarse al
tirano y reprocharle el escándalo que daba. Al principio, el rey trató de defenderse,
pero finalmente dio ciertas señales de arrepentimiento. Sin embargo, pronto
olvidó los reproches del obispo y cayó nuevamente en las mismas faltas. Sus
actos de vandalismo y sus injusticias políticas le hicieron chocar repetidas
veces con San Estanislao. Pero la indignación pública llegó al colmo, cuando
Boleslao cometió uno de los actos más viles de su vida. La esposa de uno de los
nobles era extraordinariamente bella. Boleslao se dejó llevar por sus malos
deseos y trató de conquistarla; como la fiel esposa le respondiese con el
desprecio, el rey mandó raptarla y llevarla a su palacio. Los nobles polacos
convocaron al arzobispo de Gnesen y a los prelados de la corte para que
amonestasen al monarca; pero el miedo les impidió enfrentarse con el rey y el
pueblo los acusó de connivencia con Boleslao. Cuando los nobles acudieron a San
Estanislao, éste se presentó valientemente ante el rey y le echó en cara su
pecado; terminó su exhortación diciéndole que, si persistía en su crimen, la
Iglesia fulminaría contra él la pena de excomunión.
Esta amenaza enfureció al
monarca, quien declaró que una persona que se atrevía a hablar en esos términos
a su soberano, debía ser más bien pastor de puercos que de almas y puso fin a
la entrevista amenazando a San Estanislao. La primera arma que empleó contra él
fue la calumnia. San Estanislao había comprado unas tierras para la Iglesia a
un tal Pedro, quien murió poco después de la transacción. El rey hizo correr la
voz de que los sobrinos de Pedro podían recobrar las tierras, porque el obispo
no las había pagado. Cuando el caso fue llevado ante el rey, éste no quiso oír
a los testigos de la defensa. La sentencia condenatoria parecía inevitable,
cuando el santo obispo invocó al muerto, quien apareció vestido con las mismas ropas
con que fue enterrado y dio testimonio en su favor. La tradición añade que el
hecho no convirtió al rey, cuya ferocidad no hizo sino aumentar con los años.
Al ver que todos los medios
resultaban inútiles, San Estanislao excomulgó al monarca. El tirano, haciendo
caso omiso, se presentó en la catedral de Cracovia; pero el obispo mandó
interrumpir los oficios. Furioso, el rey se dirigió a la capillita de San
Miguel, en las afueras de la ciudad, donde el santo estaba celebrando la misa,
y mandó a sus guardias que entrasen a asesinarle; pero éstos volvieron a decir
a Boleslao que el santo estaba rodeado por una luz misteriosa que les impedía
darle muerte. Echándoles en cara su cobardía, el monarca entró en la capilla y
mató con su propia mano a San Estanislao. Los guardias se encargaron de
despedazar el cadáver y de esparcir los restos para que las fieras los
devorasen. Según la leyenda, las águilas protegieron los restos del santo,
hasta que, tres días más tarde, los canónigos los recogieron y les dieron
sepultura frente a la capilla de San Miguel.
Hasta aquí no hemos hecho sino
resumir la versión más conocida del martirio de San Estanislao. La obra crítica
que publicó en 1904 el profesor Wojchiechowski, fue muy discutida en Polonia.
Dicho autor sostenía que San Estanislao era reo de traición, pues había tratado
de deponer al monarca, y que por ello había sido condenado a muerte. El
profesor Miodonski y otros historiadores respondieron vigorosamente a estas
acusaciones. Sin embargo, está fuera de duda que en el asesinato de San
Estanislao intervinieron las consideraciones políticas, aunque se trata de un
punto extremadamente oscuro. Es falso que el asesinato de San Estanislao haya
provocado un levantamiento que arrojó del trono a Boleslao, aunque ciertamente
apresuró su caída. El Papa San Gregorio lanzó el entredicho contra Polonia. San
Estanislao fue canonizado casi dos siglos más tarde, en 1253, por el Papa
Inocencio IV.
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