Quirizio de Murano,S. Lucía e historia de su
vida, Pinacoteca de la Academia Concordi, Rovigo
(304
p.c.) De acuerdo con las actas de la Santa, Lucía, cuyos padres eran nobles y ricos, había nacido
en Siracusa de Sicilia. La niña fue educada en la fe cristiana. Perdió a su
padre durante la infancia y se consagró a Dios siendo muy joven. Sin embargo,
mantuvo en secreto su voto de virginidad, de suerte que su madre, que se
llamaba Eutiquia, la exhortó a contraer matrimonio con un joven pagano. Lucía
persuadió a su madre de que fuese a Catania a orar ante la tumba de Santa Ágata
para obtener la curación de unas hemorragias. Ella misma acompañó a su madre, y
Dios escuchó sus oraciones. Entonces, la santa dijo a su madre que deseaba
consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los pobres. Llena de gratitud
por el favor del cielo, Eutiquia le dio permiso de hacer lo que quisiese. El
pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como
cristiana ante el gobernador. La persecución de Diocleciano estaba entonces en
todo su furor. Como Lucía no cediese, el gobernador la condenó a perder la
virginidad en una casa de prostitución; pero Dios impidió que los guardias
pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces, los guardias
trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron. Finalmente, la
decapitaron.
Está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto
a la santa en Siracusa. En el
siglo VI, se le veneraba ya también en Roma entre las vírgenes y mártires más
ilustres. El nombre de Santa Lucía figura en el canon de la misa romana y en la
de Milán. En la Edad Media se invocaba a la santa contra las enfermedades de
los ojos, probablemente porque su nombre está relacionado con la luz. Ello dio
origen a varias tradiciones,
como la de que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos y la de
que ella misma se los arrancó para entregarlos a un pretendiente importuno que
estaba prendado de su belleza. En ambos casos, cuenta la historia que Lucía
recobró la vista y que sus ojos eran más hermosos que antes.
En el cementerio de San Juan de Siracusa se descubrió una
inscripción sobre Santa Lucía, que data del siglo IV o de principios del V;
véase sobre esto P. Orsi, en Rómische
Quartalschrift, vol. IX (1895), pp. 299-308. Por una carta de San
Gregorio Magno, sabemos que en su época se dedicaron a Santa Lucía varias
iglesias en Roma. Véase también CMH., p. 647; DAC, vol. IX, cc. 2616-2618; y G.
Goyau, Sainte Lucie (1921).
Hay muchas costumbres folklóricas relacionadas con la fiesta de la santa; véase
Bachtold-Staubli, Handwórterbuch
des deutschen Aberglaubens, vol. V, cc. 1442-1446. Suele
representarse a la santa llevando sus ojos en una bandeja. Véase Künstle, Ikonographie,
vol. II, y Drake, Saints
and their Emblems; Dunbar, A
Dictionary of Saintly Wornen, vol. I, pp.
469-470. Un testimonio curioso sobre la popularidad de Santa Lucía es el del
poema latino de Sigeberto de Gembloux (1400); dicho poema fue publicado por E.
Dümmler en 1893. La obra de San Aldelmo se titula De laudibus virginitatis;
véase Aldhelmi Opera,
ed. R. Ehwald, en MGH., Auct.
antiquiss., vol. XV (1919), pp. 293-294 (en prosa), y líneas
1779-1841 (en verso).
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