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p.c.) Santa Eulalia es una de las más célebres vírgenes y mártires españolas.
Los datos que poseemos sobre ella proceden de un himno que Prudencio escribió a
fines del siglo IV, y de las Actas del martirio, que son muy posteriores.
Cuando Eulalia tenía doce años, Diocleciano promulgó los edictos que mandaban a
todos ofrecer sacrificios a los dioses del Imperio. Al ver la madre de Eulalia
que ésta manifestaba su anhelo de sufrir el martirio, se la llevó consigo al
campo. Pero la niña se escapó durante la noche, y llegó a Mérida al amanecer.
En cuanto el tribunal abrió la sesión, Eulalia se presentó ante el juez Daciano
y le acusó de atentar contra las almas y de obligarlas a abjurar del único Dios
verdadero. Daciano intentó al principio ganarse a la niña con promesas, a fin
de que retirase sus palabras y se sometiese a los edictos imperiales. Después
pasó a las amenazas y le mostró los instrumentos de tortura, diciéndole:
"Escaparás de esto si tocas con la punta del dedo un poco de sal y de
incienso." Pero Eulalia pisoteó el pan que estaba preparado para el
sacrificio y escupió con enojo a la cara del juez. Inmediatamente, los verdugos
empezaron a desgarrarle el cuerpo con garfios de hierro y le aplicaron
antorchas encendidas en las heridas. La cabellera de Eulalia se incendió, y la
niña pereció quemada y ahogada por el humo. Prudencio cuenta que de la boca de
la niña se escapó una especie de paloma que voló hacia el cielo y que los
verdugos huyeron, presa del pánico. La nieve cubrió el cadáver y el suelo del
foro hasta que los cristianos rescataron las reliquias y les dieron sepultura
en las cercanías. En ese sitio se erigió una iglesia y un altar, antes de que
Prudencio escribiese su himno. El poeta dice que "los peregrinos acuden a
venerar sus restos y ella, que está cerca del trono de Dios, contempla y
protege a quienes entonan himnos en su honor."
El culto de Santa Eulalia se extendió al África. San Agustín
predicó una homilía el día de su fiesta. El poema francés más antiguo que
existe, la Cantilene de
Sainte Eulalie (siglo IX ), relata la vida de la santa. Beda
la menciona entre los mártires en el himno que compuso en honor de Santa
Etelreda y San Adelmo. El Martirologio Romano conmemora el 12 de febrero a
Santa Eulalia de Barcelona, a quien se venera mucho en Cataluña con los nombres
de Aularia, Aulacia, Olalla, etc.; pero casi todos los autores admiten que esta
santa se identifica con la mártir de Mérida. Dado que Prudencio y Venancio rinden
tributo a una mártir española llamada Eulalia y que menciona la ciudad de
Mérida, no se puede dudar de la autenticidad de su martirio; pero, como sucede
con frecuencia, poco a poco aparecen relatos legendarios, que dan origen a la
duplicación del personaje. Las actas (Florez, España Sagrada, vol. XIII, pp.
392-398), datan probablemente del siglo VI, pues San Gregorio de Tours las
conoció; sin embargo, no merecen crédito alguno. Probablemente los datos del
poema de Prudencio no son tampoco de fiar. Tanto Prudencio como Fortunato
mencionan la ciudad de Mérida; pero San Agustín sólo dice en su hoinilía que la
santa sufrió el martirio en España. Los historiadores de importancia están de
acuerdo en afirmar que la única Santa Eulalia es la de Mérida. La leyenda
barcelonesa es muy posterior y aprovecha muchos datos de la primitiva. Véase
sobre este punto el convincente ensayo de H. Moretus, en Revue des questions historiques,
vol. LXXXIX (1911), pp. 85-119; y cf. Poncelet, Delehaye (CMH., p. 642), y
Leclercq (DAC, vol. V, cc. 705-732). Z. García Villada (Historia eclesiástica
de España, vol. I, 1929, pp. 283-300) trata de probar, en vano, que Santa
Eulalia de Barcelona existió realmente. Dom Quentin estudió muy a fondo las
menciones de Santa Eulalia en los martirologios antiguos (Les martyrologes historiques,
pp. 71, 162-164, etc.) Véase también Acta
Sanctorum, feb., vol. II; y BHL., nn. 2693-2698.
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