(¿451? p.c.) - Un ejército de
bárbaros invadió una parte de las Galias y saqueó la ciudad de Reims. El obispo
del lugar, Nicasio, había predicho esa calamidad al pueblo, a raíz de una
visión, y le había exhortado a prepararse a ella con la penitencia. Al ver al
enemigo en las calles, el santo, olvidado de sí mismo y preocupado únicamente
por el bien de sus hijos, fue de casa en casa, alentando a todos y
exhortándolos a la paciencia y a la constancia. Cuando las gentes le
preguntaron si debían rendirse o luchar hasta morir, San Nicasio, que sabía que
la ciudad iba a caer en poder de los bárbaros, replicó: "Pongámonos en manos de Dios y oremos
por nuestros enemigos. Yo estoy pronto a dar mi vida por vosotros."
San Nicasio se colocó a la puerta de la iglesia para defender a los que estaban
dentro y los infieles le decapitaron ahí mismo. San Florencio, su diácono, y
San Jocundo, su lector, fueron asesinados al mismo tiempo. Santa Eutropia,
hermana de San Nicasio, viendo que los bárbaros no la mataban, se arrojó sobre
el asesino de su hermano, le dio de puntapiés y le rasguñó, hasta que éste se
decidió a decapitarla.
Hay
una pasión en la Historia
Remensis ecclesiae de Flodoardo (cf. MGH., Scriptores, vol. XIII, pp.
417-420), y otros textos en Analecta
Bollandiana, vol. I y vol. V. Véase también Duchesne, Fastes Episcopaux, vol.
III , p. 81. Probablemente San Nicasio murió a manos de los hunos en 451, y no
a manos de los vándalos en 407.
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