Santa Bibiana, Giovanni Lorenzo Bernini
en la iglesia de Santa Bibiana.
(Fecha desconocida) La iglesia romana de Santa Bibiana existía
ya en el siglo V. El "Líber
Pontificalis" afirma que fue dedicada por el Papa San
Simplicio y que en ella se hallaban los restos de la santa. Sin embargo, no
sabemos nada cierto acerca de la época y las circunstancias de su martirio. Los
datos que dan sobre ella y su familia el Martirologio Romano y las lecciones del
Breviario, están tomados de una tradición posterior.
Según dicha crónica,
Santa Bibiana fue martirizada en tiempos de Juliano el Apóstata. Había nacido
en Roma. Era hija de Dafrosa y Flaviano, el prefecto de la ciudad. Sus padres
eran muy buenos cristianos. Los perseguidores arrestaron a Flaviano, le
quemaron el rostro con un hierro candente y le desterraron a Acquapendente,
según se lee en el Martirologio
Romano, el 22 de este mes. Después de la muerte de Flaviano,
Dafrosa, que se mostró tan fiel a Cristo como su marido, estuvo encarcelada
algún tiempo en su propia casa y finalmente fue decapitada. Bibiana y su
hermana Demetria fueron castigadas con la confiscación de todos sus bienes, de
suerte que durante cinco meses sufrieron grandes pobrezas. Las dos vírgenes
pasaron ese tiempo en su casa, orando y ayunando. Durante el juicio, Demetria
cayó muerta delante del juez. Este confió a Bibiana al cuidado de Rufina, mujer
muy artera, para que poco a poco, la hiciese cambiar de parecer. Pero los
halagos de Rufina se estrellaron contra la constancia de Bibiana. Viendo que no
conseguía apartarla de la fe y de la práctica de la castidad, Rufina empezó a
emplear métodos brutales que resultaron igualmente infructuosos. Finalmente, la
santa falleció atada a una columna, mientras la azotaban con látigos cargados
de plomo. Los verdugos abandonaron el cuerpo para que se lo comieran los
perros. Pero al cabo de dos días, como los perros no se acercasen al cadáver,
un sacerdote llamado Juan lo
recuperó durante la noche y lo sepultó cerca del palacio de Licinio, en
la misma casa en que estaban enterradas su madre y su hermana. La tradición ha
asociado el nombre de Juan con el de San Pimenio, quien fue tutor de Juliano el
Apóstata antes de que éste abandonase la Iglesia. Cuando Juliano empezó a
perseguir a los cristianos, Pimenio huyó a Persia. Más tarde, volvió a Roma y
encontró en la calle al emperador. Este exclamó al verle: "¡Gloria sea
dada a mis dioses y diosas por veros de nuevo!" El santo replicó: "¡Gloria
sea dada a mi Señor Jesucristo, el nazareno que fue crucificado, porque no os
he visto en mucho tiempo!" Juliano mandó que le arrojasen al punto al
Tíber. Como lo ha demostrado Delehaye, esta tradición procede de crónicas hagiográficas ligeramente más antiguas,
en particular, que las relacionadas con la vida de los santos Juan y Pablo. Por
otra parte, no es imposible que el nombre de Pimenio se derive de la palabra
griega "poimén", que significa pastor; en ese caso, se trataría de la
historia de
"San Pastor".
El P. Delehaye ha estudiado muy a fondo la historia de Santa
Bibiana, en Etude sur
le légendier romain (1936), pp. 124-143; en un apéndice
publica el autor dos textos de particular importancia (pp. 259-268)
titulados Passio Sancti
Pygmenii y Vita Sancti Pastoris. En realidad, el personaje
principal de esta crónica
es Pimenio o Pigmenio, no Bibiana. El Hieronymianum menciona
a esta última. Véase también el artículo de M. E. Donckel, Studien über den Kultus der hl.
Bibiana, en Romische Quartalschrift, vol. XLIII (1935), pp. 22-33;
y Quentin, Les
martyrologes historiques, pp. 494-495. Como la tradición cuenta que
Santa Bibiana estuvo encarcelada con unos locos, antiguamente se la veneraba
mucho como patrona de los epilépticos y enfermos mentales.
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