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p.c.) San Eusebio, nació en Cerdeña. Según se dice, su padre estuvo ahí
prisionero por la fe. Cuando su madre quedó viuda, se trasladó a Roma con
Eusebio y su hermana. Eusebio se educó ahí y recibió la orden del lectorado.
Más tarde, fue enviado a Vercelli del Piamonte, donde se distinguió tanto en el
servicio de la Iglesia, que el clero y el pueblo le eligieron para gobernar la
sede. San Eusebio es el primer obispo de Vercelli de cuyo nombre queda memoria.
San Ambrosio cuenta que fue el primer personaje de occidente que unió la
disciplina monástica con la clerical, ya que vivía en comunidad con una parte
de su clero. Por ello, los canónigos regulares veneran especialmente a San
Eusebio. El santo comprendió que el primero y mejor de los medios para trabajar
eficazmente por la santificación de su grey consistía en formar personalmente a
su clero en la virtud, piedad y celo de las almas. En esa empresa tuvo tanto
éxito, que sus discípulos fueron elegidos obispos de otras diócesis, y muchos
de ellos brillaron como faros en la Iglesia de Dios. San Eusebio se ocupaba
también de la instrucción del pueblo con gran diligencia, y muchos pecadores
cambiaron de vida, gracias a la virtud de la verdad que predicaba el santo y a
su ejemplo de bondad y caridad.
El año
354, fue convocado al servicio de la Iglesia universal y, durante los diez años
siguientes, se distinguió como confesor de la fe y sufrió por ella. En efecto,
el año 354 el Papa Liberio designó a San Eusebio y a Lucifer de Cagliari para
que fuesen a pedir al emperador Constancio que reuniese un concilio y tratase
de poner fin a la contienda entre los católicos y los arríanos. Constancio
accedió, y el concilio se reunió en Milán, el año 355. Eusebio, viendo que los
arríanos, aunque eran menos numerosos que los católicos, se iban a imponer por
la fuerza, se negó a asistir al concilio hasta que Constancio le obligó. Cuando
los obispos recibieron la orden de firmar un documento que condenaba a San
Atanasio, Eusebio se rehusó a hacerlo y, poniendo sobre la mesa el Credo de
Nicea, exigió que todos lo suscribiesen antes de discutir el caso de San
Atanasio. Ello produjo un verdadero tumulto. Finalmente, el emperador mandó
llamar a San Eusebio, San Dionisio de Milán y Lucifer de Cagliari, y les exigió
que condenasen a Atanasio. Ellos insistieron en que era inocente y que no había
derecho a condenarle sin oírle, y reclamaron contra la intervención del brazo
secular en las decisiones eclesiásticas. El emperador se enfureció y los
amenazó de muerte; pero se contentó con desterrarlos. San Eusebio fue
desterrado por primera vez a Escitópolis de Palestina, donde estuvo bajo la
vigilancia de Pátrofilo, el obispo arriano.
Al
principio, se alojó en casa de San José de Palestina, cuya familia era la única
ortodoxa de la población. San Epifanio y otros distinguidos personajes le
consolaron visitándole, y unos mensajeros fueron desde Vercelli a llevarle una
ayuda pecuniaria. Pero la paciencia del santo se vio sometida a duras pruebas.
Después de la muerte del conde José, los arríanos insultaron a San Eusebio, le
arrastraron medio desnudo por las calles y durante cuatro días, le tuvieron
encerrado en una reducida habitación y le molestaron continuamente para que
aceptase los principios arrianos. Como ni sus diáconos, ni los otros cristianos
podían ir a visitarle, el santo escribió a Patrófilo una carta encabezada de la
siguiente manera: "Eusebio, siervo de Dios, y los otros siervos de Dios
que sufren con él por la fe, al perseguidor Patrófilo y sus secuaces."
Después de describir lo que había sufrido, pedía que se diese a sus diáconos el
permiso de visitarle. San Eusebio hizo una especie de "huelga de
hambre". Cuando llevaba cuatro días sin probar alimento, los arrianos le
enviaron de nuevo a su casa. Pero tres semanas más tarde, irrumpieron nuevamente
en la casa y le sacaron a rastras, después de robar sus bienes, desparramar sus
provisiones y echar fuera a su séquito. San Eusebio se las arregló para
escribir a su grey una carta en la que contaba lo sucedido. .Más tarde, fue
trasladado de Escitópolis a Capadocia, y luego a la Tebaida superior. Se
conserva una carta que escribió desde Egipto a Gregorio, obispo de Elvira, en
la que le alaba por la constancia con que había resistido a los enemigos de la
fe de la Iglesia, y expresaba su deseo de morir sufriendo por el Reino de Dios.
Constantino
murió hacia el año 361. Julián permitió que los obispos desterrados retornasen
a sus respectivas sedes. San Eusebio fue entonces a Alejandría a hablar con San
Atanasio sobre los remedios que había que aplicar a los males de la Iglesia.
Ahí tomó parte en un concilio y, después, se trasladó a Antioquía, como legado
conciliar, para hacer que se reconociese como obispo a San Melecio y para
tratar de poner fin al cisma eustaciano. Desgraciadamente, Lucifer de Cagliari
acababa de echar leña al fuego, nombrando a Paulino obispo de los eustacianos.
Eusebio le reprendió por la ligereza con que había procedido. El fogoso Lucifer
se vengó rompiendo la comunión con él y con todos aquéllos que, obedeciendo los
decretos del concilio de Alejandría, aceptaban a los obispos convertidos del
arrianismo. Tal fue el origen del cisma de Lucifer, a quien su orgullo hizo
perder el fruto del celo que había mostrado hasta entonces y de lo que había
sufrido por la fe.
No
pudiendo hacer nada en Antioquía, San Eusebio recorrió el oriente hasta la
Iliria, confirmando en la fe a los que vacilaban en ella y reconciliando a
muchos que se habían alejado de la Iglesia. En Italia encontró a San Hilario de
Poitiers y, juntos, combatieron a Auxencio de Milán, quien quería imponer el
arrianismo. San Jerónimo dice que la ciudad de Vercelli "se quitó los
vestidos de luto" cuando volvió su obispo después de tan larga ausencia.
No sabemos nada sobre los últimos años de San Eusebio. Murió el 1° de agosto,
día en que le conmemora el Martirologio Romano, que le califica de mártir; pero
el Breviario hace notar que fue mártir por sus sufrimientos y no por su muerte.
En la catedral de Vercelli hay un manuscrito de los Evangelios, escrito, según
se dice, de la propia mano del santo. El rey Berengario lo mandó cubrir con
láminas de plata hace casi mil años, porque estaba ya muy gastado. Dicho
manuscrito es el "codex" más antiguo que se conserva de la versión
latina. San Eusebio es uno de los varios personajes a los que se ha atribuido
el Credo Atanasiano.
Los
Padres de la Iglesia, que con su celo y saber mantuvieron intacta la verdad de
la fe, hicieron de la humildad el fundamento de su actividad. Sabiendo que
estaban sujetos a error, repetían con San Agustín: "Puedo errar, pero
nunca seré hereje." La prudencia y la humildad no son menos necesarias en
los estudios profanos que en los religiosos. Algunos pierden el contacto con la
realidad en sus elucubraciones y desperdician su talento dedicándose a estudios
que están por encima de sus fuerzas. Cicerón tiene razón cuando dice que no hay
doctrina, por absurda que sea, que no haya sido defendida por algún filósofo.
Por ello, el Apóstol afirma que "la ciencia hincha", no porque sea
mala en sí misma, sino porque el corazón humano es muy propenso al orgullo.
Generalmente los más ignorantes son los que caen más fácilmente en el defecto
de exagerar sus conocimientos y cualidades.
Dado que no existe ninguna biografía propiamente dicha de San
Eusebio (pues la que publicó Ughelli es muy posterior y de poco valor
histórico), las principales fuentes son las cartas del santo, un artículo de
los Viri IIlustres
de San Jerónimo, y la literatura polémica de la época. Los principales
acontecimientos de la vida de San Eusebio están relacionados con la historia
general de la Iglesia. Véase, por ejemplo, Hefele-Leclercq, Histoire des Conciles,
vol. I, pp. 872 ss. y 961 y ss.; Duchesne, Hist. ancienne de l'Eglise, vol. II, pp.
341-350; Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen Literatur, vol. III, pp.
486-487; y sobre todo Savio, Gli
antichi vescovi d'Italia, vol. I, pp. 412-420 y 514-544.
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