SIGNIFICADO DEL CULTO AL CORAZÓN EUCARISTICO
Hoy celebramos la Fiesta del Corazón Eucarístico de Jesús.
Origen de la Fiesta. El 22 de Enero de 1854, una religiosa escuchó de labios de Jesús estas palabras: “¡Cuántas almas hay que me rodean y no me consuelan! Mi Corazón ansía amor, como el pobre pide pan. Es mi Corazón Eucarístico: ¡haz que se le conozca y se le ame! ¡Extiende esta devoción!”. Benedicto XV aprobó el 9 de noviembre de 1921 Misa y Oficio propios, y asignó la fiesta del Corazón Eucarístico de Jesús, al Jueves siguiente a la Octava del Corpus.
Objeto de la Fiesta. La misma Iglesia nos indica el objeto de esta devoción: que “es la de honrar el acto de suprema dilección, por el que Nuestro Señor, prodigando todas las riquezas de su Corazón, instituyó el adorable Sacramento de la Eucaristía; para permanecer con nosotros hasta el fin de los siglos”. Mientras la devoción a la Sagrada Eucaristía se dirige al Hombre-Dios, verdaderamente presente en nuestros altares bajo los velos de las sagradas especies y tiene como objeto la misma Persona de Jesús, la devoción al Sagrado Corazón Eucarístico trata de rendir un culto de veneración y de amor agradecido a este acto particular de Jesús, que realiza y perpetúa el don de la Eucaristía. Es la devoción al Amor inspirador, creador y continuador de la Eucaristía. En tanto que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, honra, bajo el símbolo del corazón, toda la caridad del Salvador, de donde han brotado los torrentes de las gracias más preciosas, esta otra considera la caridad de Cristo sólo en la obra de amor por excelencia y rinde homenaje a este acto de amor, al cual debemos la institución de la Eucaristía, la presencia real y permanente de Jesucristo en el tabernáculo, su inmolación en el Santo Sacrificio de la Misa, su donación a cada uno de nosotros en la sagrada comunión.
La devoción al Corazón Eucarístico de Jesús. Este acto de suprema dilección, olvidado por tantos cristianos, exigía un culto especial de acción de gracias, de adoración, de reparación y de súplicas.
El Sumo Pontífice, al fijar esta fiesta en estos días, ha querido mostrarnos que la devoción al Corazón Eucarístico encierra en sí lo que tienen de más excelente las devociones al Sagrado Corazón y a la Eucaristía. Tiene el secreto de unirlas en admirable armonía, porque en la Sagrada Eucaristía nos muestra a un Dios que se da, como nadie puede darse: víctima por los pecados en el Calvario, pan de vida en la hostia; compañero de destierro en el tabernáculo: ¡que se da todo entero; con su Cuerpo, Sangre, Alma, Divinidad y su Corazón!... Y esta donación tan perfecta, al descubrirnos la esencia misma del Corazón de nuestro Dios, hace a nuestras almas cautivas del amor a Jesús, presente entre nosotros. Porque el alma cristiana quiere responder a esta inenarrable ternura del Corazón de Jesús. Dios nos amó primero, y nos amó usque in finem, hasta el exceso; tiene una ardiente sed de ser honrado en el Santísimo Sacramento. El alma se ve obligada a exclamar con San Pablo, “la caridad de Cristo nos apremia”, y con San Juan: “Amemos a Dios, porque Él se adelantó en el amor”. Este es el fruto de la devoción y fiesta del Corazón Eucarístico: persuadirnos de que Jesús nos ama, que desea ardientemente nuestro amor, que el fin de su inmolación es nuestra unión con El; y, una vez convencidos de esto, obrar en consecuencia: amarle prácticamente, uniéndonos a Él, inmolándonos con Él y anonadándonos ante Él, para que podamos decir con el Apóstol: “vivo yo, mas ya no yo, pues es Cristo quien vive en mí”.
Alabado sea el Corazón Eucarístico de Jesús
Sea por siempre Bendito y Alabado
Corazón Eucarístico de Jesús, en Vos confío
¡Gloria y Reparación al Corazón Eucarístico de Jesús!
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