SANTOS PRIMO y FELICIANO,
Mártires
Temed al que, después de
haberos quitado la vida,
tiene el poder de arrojaros al
infierno.
(Lucas, 12, 5).
San Primo y San Feliciano eran hermanos y se animaban mutuamente a
la práctica de las virtudes cristianas. Fueron encarcelados por orden de
Diocleciano y Maximiano; pero un ángel les abrió la prueba de la mazmorra.
Apresados poco después nuevamente, fueron llevados ante el pretor. Éste los
separó, esperando vencer así más fácilmente su constancia. Probó primeramente a
Feliciano, pero sin éxito. En seguida, llamando a Primo, le dijo: "Imita
la prudencia de tu hermano: ha obedecido a los emperadores, y ahora está
colmado de honores”. “Un ángel, -respondió Feliciano-, me ha hecho saber lo que
le ha sucedido a mi hermano. ¡Ojalá sea yo digno de participar de su
martirio!" Irritado, el pretor los condenó a los dos a ser arrojados a los
leones; pero éstos, olvidando su ferocidad natural, vinieron a hacerles
fiestas. Finalmente los hizo decapitar; y estos dos hermanos, a quienes los
tormentos no habían podido separar, fueron a gozar de la misma gloria en el cielo,
alrededor del año 297.
MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES DE TEMOR
I. El temor de Dios es el principio de la sabiduría. Teme a Dios,
porque es omnipotente, ve todo y es soberanamente justo. Te juzgará con
justicia; y habrá de castigarte inapelablemente si incurriste en pecado. Temes
a los hombres, no te atreverías a cometer un crimen en su presencia. ¡Cuán
ciego eres! ¿No ves que a Dios es a quien has de temer? El temor es la base de
la salvación. (Tertuliano).
II. Teme el infierno y no digas que este temor conviene a los
grandes pecadores, puesto que Jesucristo te lo propone como medio de excitarte
a la virtud, y los santos, estimulados por él, han avanzado rápidamente en el
camino de la salvación. El temor del infierno es el que los desapegó del mundo
y los condujo a la soledad. ¡Oh infierno, si a menudo se pensase en ti, cuán
rápido se poblaría el Paraíso! Después de todo, por santo que seas al presente,
puedes caer en el pecado. Teme siempre hasta que estés en el cielo.
III. Teme el pecado, puesto que él te hace enemigo de Dios y
víctima del infierno. Los santos habrían más bien elegido la pérdida de sus
bienes, de la vida y hasta el infierno, si ello fuera posible, antes que el
pecado. Es que aun el menor pecado es un mal más grande que los más espantosos
entre todos los tormentos, puesto que esa falta leve ofende a un Dios infinito.
¿Posees estos sentimientos? Vuelve tu temor para el lado de Dios; todo temor
que no tiene a Dios por objeto es temor malo. (San Bernardo).
La fidelidad a Dios
Orad por la conversión
de los pecadores.
ORACIÓN
Señor, dignaos concedernos la gracia de celebrar siempre la fiesta
de vuestros santos mártires Primo y Feliciano, de tal manera que sus sufragios
nos aseguren los efectos de vuestra protección. Por J. C. N. S. Amén
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