CONMEMORACIÓN DE SAN PABLO,
Apóstol
He peleado el buen combate, he
terminado la carrera,
he guardado la fe. No me queda sino
esperar
la corona de justicia que me está
reservada,
y que el Señor, justo Juez, me dará
en el gran día,
a mí y a todos los que aman su
venida.
(2 Timoteo, 4, 7.8).
¿Quién podría enumerar los trabajos emprendidos por San Pablo, los
peligros que ha afrontado, los países que ha recorrido, los pueblos que ha
conquistado para la verdad? Nada asusta a su flaqueza: sabe que todo lo puede
en Aquél que lo conforta; nada detiene ni cansa a su celo; sabe que tendrá la
eternidad para descansar; nada calma la sed que tiene de sufrir: sabe que los
sufrimientos de aquí abajo nada son comparados con el peso de eterna gloria que
será su recompensa en el cielo.
MEDITACIÓN: NUESTRAS BUENAS OBRAS
NOS SIGUEN AL OTRO MUNDO
I. Tener fervor en el servicio de Dios, es hacer todo lo que Dios
nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí
donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su
amor; no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que
ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la
gloria de Jesucristo. ¿Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas,
¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de
fervor del que te relajaste.
II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las
tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un
cristiano que está animado de este hermoso fuego: todo incomoda a un cristiano
frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre
feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones
celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el
cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo
suficientemente fiel a Dios como para merecerlos.
III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer
lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar
el poco bien que ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil.
Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En
segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué
harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?
El fervor
Orad por los que trabajan
en la salvación de las almas.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado
Roberto, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos
por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.
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