SANTOS PEDRO y PABLO,
Apóstoles
A ti te daré las llaves del
reino de los cielos;
todo lo que atares sobre la
tierra,
será atado también en los
cielos.
(Mateo, 16, 19).
San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, y San Pablo, el Doctor de
las gentes, cementaron con su sangre los cimientos de la Iglesia romana. San
Pedro murió crucificado. A San Pablo se lo decapitó, el año 69. Los dos
tuvieron la dicha de confirmar, con la efusión de su sangre, la doctrina que
habían predicado con tanta elocuencia y confirmado con tantos milagros. Nerón,
no te imagines haber triunfado: para siempre permanece la gloria del combate a
favor de estos ilustres mártires, y muy pronto depondrán a tus sucesores de su
trono; los césares abandonarán el Capitolio y cederán su lugar a los sucesores
de San Pedro.
MEDITACIÓN SOBRE SAN PEDRO Y SAN
PABLO
I. San Pedro había sido testigo ocular de la mayoría de los
milagros de Jesucristo, y, con todo, lo negó tres veces en la noche misma de su
Pasión. ¡Cuánta es la fragilidad del hombre abandonado a su propia miseria!
Humillémonos, trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor. Pero no
desesperemos: basta una sola mirada de Jesús para sacarnos del pecado.
Lloremos, pues, a ejemplo de San Pedro, que derramaba un torrente continuo de
lágrimas al solo recuerdo de su perfidia. ¡Que tus lágrimas sean como la sangre
que brota de las heridas de tu corazón! (San Agustín).
II. San Pablo, de perseguidor de Jesucristo, llegó a ser el
Apóstol de las gentes. ¿Qué somos nosotros? ¿Qué hemos hecho? Si nos hemos
convertido como él, mantengámonos firmes en la virtud, y muramos antes que
perder la gracia de Dios. Imitemos su paciencia en los sufrimientos, su celo
por la salvación de las almas, su humildad, su amor por Jesucristo. Escuchemos
lo que él nos dice: Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo.
III. Considera la honra que al presente reciben en la tierra estos
dos Apóstoles. Los reyes, los emperadores y los papas se consideran dichosos de
poder prosternarse ante las sagradas cenizas de un pescador y de un artesano,
porque la santidad los ha hecho omnipotentes en el cielo. Ambiciosos: ¿qué son
los honores del mundo, comparados a estos? Regocijémonos de que Dios haya
honrado tanto a sus servidores. Pero si los santos son así honrados en la
tierra, ¿qué honores no recibirán en el cielo? Humillémonos, imitemos sus
ejemplos y compartiremos su gloria.
La penitencia
Orad por el Sumo Pontificado.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis consagrado este día con el martirio de
vuestros Apóstoles San Pedro y San Pablo, haced que vuestra Iglesia sea fiel en
la observancia de los preceptos de los que han sido los primeros ministros de
la santa Religión que ella profesa. Por J. C. N. S. Amén
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