SAN GREGORIO BARBARIGO,
Obispo y Confesor
Gregorio nació en Venecia el 16 de septiembre de 1625 de noble
familia originaria de Istria. Su padre, Gianfrancesco, fue para él un auténtico
maestro de vida y de ciencia y hasta de espiritualidad, y de él aprendió la
costumbre de rezar todos los días el oficio de la Virgen.
Después de haberse graduado en Padua el 25 de septiembre de 1655,
fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre siguiente, y a los dos meses se
trasladó a Roma por invitación de Alejandro VII, que lo había conocido en
Münster, a donde Barbarigo había ido como secretario del embajador de Venecia
para el congreso de paz de Westfalia. Quería una comida sobria, pero muchos
libros para alimentarse intelectualmente. En Roma lo sorprendió la epidemia de
la peste: "Al principio sentía tanto miedo que me parecía morir";
pero aceptó el puesto de organizador de sanidad pública, y se demostró
activísimo y valiente.
Cuando lo nombraron obispo de Bérgamo, hizo su entrada en privado
el 27 de marzo de 1658. Puso su esmero sobre todo en las escuelas cristianas y
en la formación de los candidatos al sacerdocio. En 1660 fue nombrado cardenal,
y a los cuatro años elegido para la importante sede episcopal de Padua.
Concluía un programa pastoral así: "El ver ciertas ocasiones de
escándalos, de pecados, sin saber qué camino coger: estos, hermanos, son mis
angustias, mis males, estas mis lágrimas".
En las frecuentes visitas pastorales a las 320 parroquias, el
infatigable obispo se mezclaba con los bulliciosos niños para explicarles el
catecismo. Su preocupación principal fue la formación de los seminaristas.
Vendió todos los objetos de plata del palacio y compró un viejo monasterio que
transformó en seminario; después no ahorró gastos con tal de llevar profesores
de Milán y hasta del extranjero.
Todos los días iba a estar con los alumnos, porque, como le
escribió al gran duque Cósimo III, "el seminario es un poco de descanso, o
por decir mejor el único descanso que encuentro entre las espinas del gobierno
episcopal". En los dos últimos conclaves en los que participó casi resulta
elegido Papa. A fines de mayo de 1697 salió para su última visita pastoral.
Murió el 18 de junio de ese mismo año, con merecida fama de Santo.
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