NATIVIDAD DE
SAN JUAN BAUTISTA
En verdad, os digo, ninguno de
entre los hijos
de mujer ha sido mayor que Juan
Bautista.
(Mateo, 11, 11).
Toda la tierra se alegra del nacimiento de San Juan; pero, ¿no
debemos nosotros afligirnos al comparar lo que él ha hecho con lo que hacemos
nosotros? Él deja el mundo y se retira al desierto para hacer penitencia; su
alimento es un poco de miel silvestre con langostas; su vestidura, la piel de
un camello. Sus ejemplos, más aun que sus palabras, son una exhortación a la
penitencia. Viendo a Jesucristo, exclama: He ahí el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo; y el Salvador quiere ser bautizado por él.
MEDITACIÓN SOBRE SAN JUAN
BAUTISTA
I. He aquí un penitente que no es culpable de pecado alguno, y a
quien la presencia de Jesús, oculto en el seno de su Madre, ha purificado
antes de su nacimiento hasta de la mancha original. ¿Qué falta había cometido
él cuando se retiró al desierto a hacer penitencia? Nos enseña con ello que el
hombre, aun el más inocente, debe hacer penitencia. ¿Comenzaste tú este
ejercicio? Te parece muy penoso, y he aquí un niño que lo hace como juego. Pon
manos a la obra, y pronto experimentarás cuán indecible satisfacción reserva
Dios a los que renuncian al placer para darse a Él. ¡Cuán instantáneamente
pareció dulce a mi corazón privarse de las dulzuras de las vanidades del mundo!
Temía perderlas, y dejarlas llegó a ser para mí la fuente de la dicha. (San
Agustín).
II. Temprano comienza este santo su penitencia y la prolonga hasta
el fin de su vida. No basta que te mortifiques por algún tiempo, hay que hacerlo
hasta la muerte. Siempre tienes contra ti a tu cuerpo, al demonio y al mundo.
El único medio para triunfar de estos tres enemigos es combatirlos sin descanso
hasta el fin. Piensa en el infierno que debes evitar, en el paraíso que debes
ganar, y nunca te cansarás de hacer penitencia.
III. Si la humildad no las acompaña, tus austeridades no te
servirán sino para atormentarte. San Juan rechaza los honores que le rinden los
judíos llamándole Profeta y Mesías; se humilla delante de Jesucristo. Humíllate
tú ante Dios y los hombres. Lo que haces, lo que sufres, nada es comparado con
los trabajos y sufrimientos de los santos. ¿De qué sirve mortificar el cuerpo
por la paciencia, si el espíritu está hinchado de orgullo? (San Jerónimo).
La humildad
Orad por la conversión
de los pecadores
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis solemnizado este día con el nacimiento
de San Juan Bautista, conceded a vuestro pueblo la gracia de los gozos
espirituales, y dirigid las almas de los fieles por el camino de la salvación
eterna. Por J. C. N. S. Amén.
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