(C. 180 D.C.) San
Dionisio, obispo de Corinto durante el reinado del emperador Marco Aurelio, fue
uno de los más distinguidos hombres de Iglesia del siglo II. Además de instruir
y guiar a su grey, escribió cartas a las Iglesias de Atenas, Lacedemonia,
Nicomedia, Knosos y Roma, a los cristianos de Sortina y Amastris y a una dama
llamada Crisófora. Los escasos fragmentos de las obras de San Dionisio que han
llegado hasta nosotros, se hallan en la "Historia Eclesiástica" de
Eusebio. En una carta en que agradece a la Iglesia de Roma, entonces gobernada
por San Sotero, las limosnas que no dejó de enviarle, escribe San Dionisio:
"Desde los primeros tiempos habéis practicado la limosna y ayudado a las
Iglesias necesitadas. Siguiendo el ejemplo de vuestros padres, socorréis a los
pobres, especialmente a los que trabajan en las minas. Vuestro santo obispo
Sotero no cede en nada a sus predecesores, sino que les aventaja. La paternal solicitud
con que consuela y aconseja a cuantos se acercan a él, es de todos conocida.
Esta mañana celebramos en comunidad el día del Señor y leímos vuestra carta,
así como la que antes nos había escrito Clemente". Esto significa que en
la Iglesia de Corinto se leyó aquella carta de instrucción, después de leerse
la Sagrada Escritura y de celebrarse los sagrados misterios. Casi todas las
herejías de los tres primeros siglos provenían de los principios de la
filosofía pagana. San Dionisio se dedicó a hacerlo notar y a descubrir la
escuela filosófica que había dado origen a cada herejía. Al hablar de la
escuela de los marcionitas, dice: "Nada tiene de extraño que hayan llegado
incluso a falsificar el texto de la Sagrada Escritura, puesto que estaban
acostumbrados a falsificarlos todos". Aunque es probable que Dionisio haya
muerto naturalmente, los griegos le veneran como mártir, por lo mucho que
sufrió por la fe.
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