Domenichino: Martirio de San Pedro de Verona
(1626) Pinacoteca Nacional de Bolonia
(1252 D.C.) - Pedro nació en
Verona, en 1205. Sus padres pertenecían a la secta de los cátaros, una herejía
muy semejante a la de los albigenses, que negaba, entre otras cosas, que Dios
hubiese creado la materia. Pedro asistió a una escuela católica, no obstante la
indignación de un tío suyo, cuando supo que el niño no sólo había aprendido el
Símbolo de los Apóstoles, sino que defendía el artículo "Creador del cielo
y de la tierra". En la Universidad de Bolonia Pedro tuvo que hacer frente
a todas las tentaciones, pues sus compañeros eran muy licenciosos. Pronto
decidió solicitar la admisión en la Orden de Santo Domingo y, en cuanto tomó el
hábito, el joven novicio se entregó ardientemente a las prácticas de la vida
religiosa, que comprendían el estudio, la lectura, la oración, el cuidado de
los enfermos y la limpieza de la casa.
Más tarde, le encontramos
dedicado a la actividad de predicar en Lombardía. Una de sus mayores pruebas
fue que se le prohibiese enseñar y se le enviase a un remoto convento, pues
había sido falsamente acusado de recibir extraños y aun mujeres en su celda. Un
día, arrodillado ante el crucifijo, exclamó: "Señor, Tú sabes que no soy
culpable. ¿Por qué permites que me calumnien?" La respuesta del crucifijo
no se hizo esperar: "¿Y qué hice yo, Pedro, para merecer la pasión y la
muerte?" Avergonzado y consolado a la vez, el fraile recuperó el valor y,
poco después, su inocencia quedó probada. A partir de entonces, su predicación
tuvo más éxito. Pedro iba de pueblo en pueblo para sacudir a los negligentes,
convertir a los pecadores y reconquistar a los que habían abandonado la
religión. A la fama de su elocuencia se añadió pronto la reputación de sus
milagros. En cuanto aparecía en público, la multitud se apretujaba junto a él
para pedirle la bendición, para presentarle a los enfermos y para oír la
Palabra de Dios.
Hacia el año 1234, el Papa
Gregorio IX nombró a Pedro, inquisidor general pura los territorios milaneses.
El santo desempeñó su oficio con tal celo y eficacia —en Cremona, Ravena, Génova,
Venecia y aun en la Marca de Ancona, predicó la fe— que su jurisdicción llegó a
extenderse a casi todo el norte de Italia. En Bolonia discutió con los herejes,
desenmascaró los errores y reconcilió con la Iglesia a quienes la habían
abandonado. Sin embargo, Pedro sabía perfectamente que sus éxitos le habían
ganado también muchos enemigos y, frecuentemente, pedía a Dios la gracia del
martirio. En un sermón que predicó el Domingo de Ramos de 1252, anunció
públicamente que se estaba tramando una conspiración contra él y que su cabeza
había sido puesta a precio. "Dejadles tranquilos —añadió—; después de
muerto seré todavía más poderoso."
Dos semanas después, cuando
viajaba de Como a Milán, dos asesinos cayeron sobre él, en un bosque de los
alrededores de Barlassina. Uno de ellos, llamado Carino, le golpeó en la cabeza
y después se lanzó sobre su acompañante, un fraile llamado Domingo. Aunque
herido muy gravemente, el santo no perdió el conocimiento y aún tuvo tiempo de
encomendarse a sí mismo y a su asesino a Dios, usando las palabras de San
Esteban. Después, según la tradición, mojó un dedo en su propia sangre y empezó
a escribir las palabras "Credo in Deum". En ese momento, uno de los
asesinos le remató con otro golpe en la cabeza. Era el 6 de abril de 1252. El
mártir acababa de cumplir cuarenta y seis años. El hermano Domingo sólo le
sobrevivió unos cuantos días.
El Papa Inocencio IV canonizó a
San Pedro de Verona al año siguiente de su muerte. Carino huyó a Forli, donde
se arrepintió de su crimen, abjuró de la herejía, entró en la Orden de Santo
Domingo y murió tan santamente, que el pueblo empezó a venerarle. En 1934, los
restos de Carino fueron trasladados de Forli a Balsamo, su pueblo natal, en las
cercanías de Milán, donde se le tributa cierto culto.
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