La Estación se celebra hoy en
la iglesia de San Vidal Mártir, consagrada por Inocencio I (401-471).
COLECTA
Te suplicamos, oh Dios
omnipotente, hagas que, purificados con el santo ayuno, lleguemos a las futuras
fiestas con corazones sinceros. Por el Señor.
EPÍSTOLA
Lección del libro del
Génesis.
Oíd el sueño que yo vi: me
parecía que atábamos gavillas en el campo, y que mi gavilla se levantaba, y se
tenía derecha, y vuestras gavillas estaban en torno de ella, como adorándola.
Respondieron sus hermanos: ¿Serás acaso nuestro rey? ¿O nos someteremos a tu
dominio? Esta cuestión de los sueños y de las conversaciones fomentó entre
ellos la envidia y el odio. Vio también otro sueño, que contó a sus hermanos,
diciendo: Vi en sueños al sol, y a la luna, y a once estrellas como adorándome.
Habiendo referido esto a su padre y a sus hermanos, le reprendió su padre, y
dijo: ¿Qué significa ese sueño que has visto? ¿Acaso yo y tu madre y tus
hermanos te hemos de adorar sobre la tierra? Le envidiaban, pues, sus hermanos:
pero el padre meditaba el asunto en silencio. Y, estando sus hermanos en Siquem,
apacentando los ganados de su padre, le dijo Israel: Tus hermanos apacientan
las ovejas en Siquem; ven, te enviaré a ellos. Respondió él: Presto estoy; le
dijo: Vete, y ve si están bien tus hermanos y los ganados; y dime lo que hacen.
Enviado desde el valle Hebrón, vino a Siquem; y le encontró un hombre vagando
por el campo, y le preguntó qué buscaba. Y él respondió: Busco a mis hermanos;
dime dónde apacientan el ganado. Y le dijo el hombre: Marcharon de este lugar;
pero les oí decir: Vayamos a Dotain. Continuó, pues, José en busca de sus hermanos,
y los encontró en Dotain. Ellos, cuando le vieron a lo lejos, antes que se
acercase a ellos, pensaron matarle, y decían entre sí: allí viene el soñador;
venid, matémosle, y arrojémosle en una cisterna vieja, y diremos: Le devoró una
fiera salvaje: y entonces se verá de qué le aprovecharon sus sueños. Pero al
oír esto Rubén, procuraba librarle de sus manos, y decía: No matéis su alma, ni
derraméis su sangre, sino arrojadle en esta cisterna que hay en el desierto, y
conservad limpias vuestras manos; pero esto lo decía, queriendo arrancarlo de
sus manos y devolverlo a su padre.
JOSÉ,
FIGURA DEL MESÍAS. — La Santa Iglesia nos trae a la
memoria el recuerdo de la prevaricación de los Judíos y de sus consecuencias
para la vocación de los Gentiles; edifiquémonos también nosotros con esta
instrucción dirigida a los Catecúmenos. Primero tomemos una figura del Antiguo
Testamento, que nos da una idea de la que vamos a ver cumplida en nuestro
evangelio. José es el mimado de su padre Jacob, que ve en él al Hijo de Raquel,
su esposa predilecta a quien ama por su sencillez. Sueños proféticos han
anunciado la futura grandeza de este niño; mas tiene hermanos, y estos
hermanos, impulsados por la envidia han resuelto perderle. No han ejecutado
totalmente su intención, sólo la han cumplido en parte; José ya no verá más la
tierra que le vio nacer. Lo han vendido a unos mercaderes extranjeros y pronto
su morada será un calabozo. Sale para legislar; mas no en la tierra de Canaán,
que le ha expulsado, sino en el corazón del pagano Egipto. Esta región gentil,
entregada al hambre más espantosa, recobra la abundancia y paz mediante su
persona; y para no perecer también ellos mismos en el país de donde le
desterraron, los hermanos de José se ven obligados a bajar a Egipto a implorar
la misericordia de aquel que un día fue su víctima. ¿Quién no ve en esta
maravillosa historia la figura de Nuestro Redentor, blanco de la envidia de su
propia nación a pesar de las señales proféticas que en Él se realizan, incluso
las más insignificantes? Su muerte se desarrolló como la de José; también fue vendido
como él. Traspasa las sombras de la muerte para reaparecer después lleno de
gloria y de poder. No sólo es Israel con quien tiene estas deferencias de
predilección; vino a los gentiles y, en adelante, se queda con ellos. Al final
Israel vendrá a buscarle, cuando ansiosos de saciar el hambre que le devora, le
reconozca por el verdadero Mesías a este Jesús de Nazaret, su Rey, a quien
ellos crucificaron.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo.
En aquel tiempo dijo Jesús a
las turbas de los judíos, y a los príncipes de los sacerdotes, esta parábola:
Hubo un hombre, padre de familias, que plantó una viña, y la cercó, y cavó en
ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos obreros, y se marchó
lejos. Mas, cuando se acercó el tiempo de la vendimia, envió sus siervos a los
obreros, para recoger los frutos. Y los trabajadores, prendiendo a los siervos,
a uno le hirieron, a otro lo mataron, y a otro lo apedrearon. Otra vez envió
nuevos siervos, más numerosos que los primeros, e hicieron lo mismo con ellos.
Finalmente les envió a su hijo, diciendo: Respetarán a mi hijo. Mas los
trabajadores, al ver al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero, venid,
matémosle, y tendremos su herencia. Y, habiéndole prendido, lo sacaron fuera de
la viña y lo mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con
aquellos trabajadores? Le dijeron: A los malos los hará matar miserablemente, y
arrendará su viña a otros obreros, que le paguen la renta a su debido tiempo. Les
dijo Jesús: ¿No leísteis nunca en las Escrituras: La piedra que desecharon los
constructores, se convirtió en clave del ángulo? Por el Señor fue hecho esto, y
es maravilloso a nuestros ojos. Por eso os digo, que se os quitará a vosotros
el reino de Dios, y será dado a la gente que rinda sus frutos. Y el que cayere
sobre esta piedra, se estrellará; y ella hará añicos a aquel sobre quien
cayere. Y cuando oyeron sus parábolas los príncipes de los sacerdotes y los
fariseos, conocieron que lo decía por ellos. Y, queriendo prenderle, temieron a
las turbas, porque le tenían por un profeta.
LA SINAGOGA REPROBADA. — Ya no
son los hombres y figuras de la antigua alianza, que nos mostraban a nuestro
Redentor de lejos y con rasgos indefinidos; estamos frente a la misma realidad.
Un poco más de tiempo y la víctima tres veces santa sucumbirá bajo los golpes
de sus émulos. ¡Qué terrible y solemne es la palabra de Jesús en estos últimos
momentos! Sus enemigos sienten toda la gravedad de su peso; mas, obcecados por
el orgullo, quieren luchar hasta el fin con aquel que es la sabiduría del
Padre, obstinándose en no reconocer en Él esta Piedra terrible que hace añicos
a aquel que la resiste, y aplasta a aquel sobre quien cae. Esta Viña es la
Verdad revelada, la norma de fe y costumbres, la esperanza del Mesías Redentor,
el compendio de los medios de salvación; es también la familia de los hijos de
Dios, su herencia, su Iglesia. Dios había escogido a la Sinagoga para que fuera
la depositaria de tal tesoro; quería que su Viña fuese guardada fielmente, que
fructificase en las manos de los viñadores, que la reconociesen siempre como su
bien, fin de sus complacencias. Mas la Sinagoga de corazón sediento y avaro
quiso apropiarse la Viña del Señor. Inútilmente envió en diversas ocasiones a
sus Profetas para reivindicar sus derechos: los viñadores infieles los mataron.
El mismo Hijo de Dios, el heredero viene en persona. ¿Le recibirán al menos con
honor y deferencia? ¿Honrarán siquiera su carácter divino? No; han pensado
matarle y después de haberle arrojado como un extranjero sacrílego, lo matarán.
EL NUEVO PUEBLO ELEGIDO. —
¡Daos prisa, Gentiles!, venid a cumplir el castigo del Padre; no dejéis piedra
sobre piedra en esta ciudad deicida que un día gritó: "¡Que su sangre
caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" Pero no sólo seréis
ministros de la justicia celestial sino los predilectos del Señor. La
reprobación de este pueblo ingrato os abre las puertas de la salvación. Sed en
adelante los custodios de la Viña hasta el fin de los siglos; alimentaos de sus
frutos pues son vuestros. Gentes de Oriente al Occidente, del Mediodía al
Aquilón venid a la Pascua, para todos hay lugar. Arrójate a la piscina salvífica,
pueblo nuevo formado de todos los pueblos que existen bajo el cielo. Sé la
alegría de la Iglesia tu Madre, que no cesa de alimentar hasta que se complete
el número de los elegidos; su Esposo viene como un juez para condenar "a
los que no conocieron el ¡tiempo de la visita!"
ORACIÓN
Humillad vuestras
cabezas a Dios.
Te Suplicamos, Señor,
des a tu pueblo la salud del alma y del cuerpo, para que, practicando las
buenas obras, merezca ser protegido siempre con el amparo de tu poder. Por el
Señor.
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