(284) - Hilario de Aquilea fue
educado desde su infancia en el cristianismo. Renunció al comercio con el mundo
para dedicarse al estudio de las Sagradas Escrituras.
Fue ordenado
diácono y, más tarde, a instancias de sus compatriotas cristianos, fue
consagrado obispo. Gobernó con sabiduría y prudencia a su rebaño. Él fue quien
ordenó diácono a un discípulo suyo, por nombre Taciano, para que le ayudara en
su ministerio.
El césar
Numeriano promulgó un edicto que obligaba a los cristianos a adorar a los
ídolos. Estuvo encargado de su ejecución Beronio, prefecto de la ciudad. A
instigación de un tal Monofanto, sacerdote de los ídolos, Hilario y su diácono
Taciano fueron los primeros que comparecieron ante el prefecto. Se les hizo
saber que debían obedecer a las órdenes del emperador.
—"Desde mi
infancia, dijo Hilario a Beronio, he aprendido a sacrificar al Señor, al Dios
Vivo y adoro sin cesar a Jesucristo su Hijo. Pero a los demonios vanos y
ridículos que llamáis dioses y no lo son, no les ofrezco sacrificio
alguno".
En vano trató
Beronio de dominarlo con amenazas; no surtieron éstas el menor efecto. Sin
ningún resultado tampoco, condujo a Hilario ante la estatua de Hércules en su
templo suntuoso. El obispo no tuvo más que desprecio y desdén por esos dioses
hechos por mano de hombres y que no podían hablar ni caminar.
Entonces, Beronio
lo hizo despojar de sus ropas y azotar con varas. Después mandó que lo extendieran
en el caballete y que destrozaran sus costados con garfios hasta que
aparecieran las entrañas. Hilario no cesaba de cantar himnos al Señor en medio
del suplicio. Beronio ordenó que se multiplicaran y variaran los suplicios.
Después lo encerró en una prisión para aplicarle más tormentos aún.
Al día siguiente,
denunciaron ante el prefecto a Taciano, el diácono del obispo Hilario. Taciano
tuvo que comparecer ante Beronio, pero todas las tentativas para hacerle
sacrificar a los dioses fueron igualmente infructuosas. Los mismos tormentos
aplicados a Hilario, fueron renovados en su persona. Cuando se reunió con
Hilario en la prisión, éste le saludó con alegría y los dos oraban juntamente
al Señor para que confundiera a los que adoraban a los ídolos.
Una terrible
tormenta se desencadenó en la ciudad e infundió espanto a los paganos de
Aquilea. Muchos murieron de la sola impresión. El templo de Hércules se
derrumbó hasta los cimientos. Beronio dio orden de decapitar a Hilario y a
Taciano, a petición de los sacerdotes de los ídolos. Con ellos fueron inmolados
otros cristianos que también habían sido detenidos por el nombre de Cristo. Se
llamaban, Félix, Largo y Dionisio. Todos murieron el 16 de marzo.
Al día siguiente,
el clero y los fieles consiguieron autorización para recoger sus cuerpos y
enterrarlos con honores fuera de los muros de la ciudad.
En los manuscritos
del Martirologio Jeronimiano se encuentran sólo los nombres de Hilario y
Taciano. Este último nombre se encuentra en diversas formas: Taciano, Casiano,
Daciano.
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