La Beata Inés de Bohemia o
"de Praga", a quien Santa Clara llama "la mitad de su
corazón", fundó el primer convento de Clarisas al norte de los Alpes. Era
descendiente de San Wenceslao ("el buen Rey Wenceslao"); su padre era
Ottokar I, que ocupó el trono de Bohemia en 1197, su madre, la hermana de
Andrés II de Hungría. Santa Isabel de Hungría era prima carnal de la beata y
sólo dos años más joven que ella. A los tres años de edad, en 1208, Inés fue
prometida en matrimonio a Boleslao, hijo del duque Enrique de Silesia y de
Santa Eduviges. Inmediatamente fue enviada con su nodriza y un ejército de
criados al monasterio de Trebnitz, en Silesia, fundado por la madre de su
prometido. Según un documento latino del siglo XIV, que se halla en la
biblioteca de Bamberga, "una religiosa de Santa Eduviges enseñó ahí a Inés
los primeros rudimentos de la fe y la moral". Dicha religiosa era
probablemente la abadesa Gertrudis. Dos años más tarde, Inés volvió a la corte de
su padre. A los nueve años de edad, fue de nuevo prometida en matrimonio, esta
vez a Enrique, hijo del emperador Federico II, y partió a la corte de Austria
para aprender el alemán y familiarizarse con las costumbres germánicas. Debe
advertirse que Boleslao, a quien Inés había sido prometida primeramente, había
muerto cuando la niña tenía seis años; por ello había vuelto ésta a Bohemia, al
convento premonstratense de Doxan. La corte de Austria no deslumbró a Inés,
quien se sentía cada vez más atraída por Dios y practicaba severos ayunos y
otras austeridades. Comprendiendo que el Señor la llamaba a una vida de
virginidad, la beata le pedía ardientemente que la pusiese en condiciones de
seguir su vocación. Inés debió sufrir mucho en aquella época, pues el duque
Leopoldo de Austria, a cuyo cuidado había sido confiada, tenía intenciones de
casar a su propia hija con el prometido de Inés. Los planes del duque tuvieron
éxito e Isabel retornó nuevamente a su país, probablemente llena de gozo,
porque sus oraciones habían sido escuchadas.
Pero su contento no duró mucho:
Enrique III de Inglaterra y el emperador Federico II, que había enviudado, le
hicieron proposiciones de matrimonio y, a pesar de las objeciones de Inés, su
hermano, el rey Wenceslao, prometió su mano al emperador. La beata redobló sus
oraciones y penitencias; sus ricos vestidos ocultaban una camisa de pelo y un
cilicio de acero. Con frecuencia se levantaba antes del alba, y descalza y mal
abrigada, partía con sus más devotas doncellas a visitar las iglesias. Al
volver, lavaba sus pies, lacerados por la caminata, revestía sus ropajes
principescos y empezaba su jornada palaciega y sus visitas a los enfermos. En
1235, cuando Inés tenía veintiocho años y se hallaba en la plenitud de su
hermosura, el emperador envió a Praga a un embajador para que la escoltase a
Alemania. Wenceslao se negó a oír las objeciones de su hermana; pero Inés logró
demorar la partida y escribió al Papa Gregorio IX, rogándole que impidiese el
matrimonio, pues ella jamás había consentido en casarse y deseaba consagrarse a
Dios en la vida religiosa. Aunque el Papa acababa de hacer la paz con el
emperador, conocía suficientemente a Federico para comprender la actitud de
Inés; así pues, envió un legado a Praga para que defendiese a la joven y escribió
personalmente a Inés. Ésta mostró la carta del Pontífice a su hermano
Wenceslao, quien se alarmó mucho; por una parte temía la ira del emperador,
pero, por otra, no quería enajenarse con el Papa ni forzar a su hermana a
casarse contra su voluntad. Finalmente, decidió poner al tanto de todo a
Federico. El emperador tuvo en esta ocasión uno de esos raros accesos de
magnanimidad en su complejo carácter que le hicieron una figura fascinante de
la historia. Cuando comprendió que no se trataba de una medida política del rey
de Bohemia, sino de un verdadero deseo de Inés, rescindió su compromiso con
estas palabras: "Si me hubiese dejado por un hombre mortal, habría yo
dejado sentir el peso de mi venganza; pero no puedo sentirme ofendido porque
haya preferido al Rey del cielo".
Viéndose por fin libre, Inés
empezó a pensar en la manera de consagrar a Dios su propia persona y sus
posesiones. Su padre había llevado a Praga a los franciscanos, probablemente a
instancias de la beata; Inés acabó de construirles el convento. Igualmente, con
la ayuda de su hermano, fundó un hospital para los pobres y llamó a Praga a los
Caballeros Hospitalarios de la Cruz y de la Estrella, cuya iglesia y monasterio
se conservan aún. Inés y Wenceslao construyeron también un monasterio para las
Clarisas Pobres. El pueblo de Bohemia quería participar en los gastos de la
construcción, pero el rey y su hermana rehusaron la ayuda. Sin embargo, se
cuenta que los albañiles, decididos a poner algo de su parte, se iban a
hurtadillas al término de la jornada para evitar que les pagasen. En cuanto el
convento quedó terminado, Santa Clara envió a cinco religiosas. La Beata Inés
tomó ahí el velo, en Pentecostés de 1236. El hecho impresionó grandemente a la
población; un centenar de doncellas de buena familia ingresó en el convento
mientras que en toda Europa, las princesas y las damas nobles siguieron su
ejemplo y los conventos de Clarisas Pobres se multiplicaron. Inés fue digna
hija de San Francisco; buscaba en todo el sitio más humilde y los trabajos más
duros. No sin dificultad, tuvo que aceptar el cargo de abadesa, por lo menos
temporalmente, cuando recibió el nombramiento del Papa Gregorio IX. Después de
muchos esfuerzos, obtuvo finalmente que las Damas Pobres de Praga pudiesen
renunciar a todas las rentas y posesiones, que hasta entonces tenían en común,
como lo había hecho Santa Clara en el convento de San Damián, en 1238. Las
cuatro cartas que se conservan de Santa Clara a la beata, muestran el tierno
afecto que le profesaba. La santa envió igualmente a Inés una cruz de madera,
un velo pardo y la vasija de barro en que acostumbraba beber. Inés vivió hasta
los setenta y siete años de edad y murió el 2 de marzo de 1282. Su culto fue
confirmado por San Pío X. Los franciscanos celebran su fiesta el 8 de junio,
junto con la de las Beatas Isabel de Francia y Bautista Varani.
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