(1183) - Santa Eusebia era la
hija mayor de San Adalbaldo de Ostrevant y Santa Rita. Después del asesinato de
su esposo, Rita se retiró al convento de Marchinnes con sus dos hijos menores y
envió a Eusebia a la abadía de Hamage donde su bisabuela Santa Gertrudis era la
abadesa. Eusebia tenía solamente doce años de edad cuando Santa Gertrudis
murió, pero fue elegida sucesora de ésta, de acuerdo con los deseos de la
finada y también porque era costumbre de aquel tiempo que, de ser posible, la
superiora de una comunidad fuera de noble cuna para contar con el apoyo de una
familia poderosa en tiempos difíciles.
Santa Rita, que
era ya abadesa de Marchinnes, consideró que Eusebia era demasiado joven para
tener a su cargo la comunidad y le ordenó venir a Marchinnes con todas sus
religiosas. La joven abadesa, no dada a quejarse, se fue a Marchinnes con toda
la comunidad, llevando el cuerpo de Santa Gertrudis.
Las dos comunidades
se fundieron en una, con lo que todo quedó felizmente arreglado, excepto para
Eusebia. El recuerdo de Hamage la perseguía.
Así, una noche,
ella y algunas de las religiosas salieron a escondidas hacia la abandonada
abadía, donde rezaron el oficio y se lamentaron de no haber cumplido los
mandatos de Santa Gertrudis. Aunque este acto no quedó sin castigo, viendo que
su hija anhelaba estar en Hamage, Santa Rita consultó el caso con el obispo,
así como con otros hombres piadosos, quienes le aconsejaron condescendiera con
los deseos de Eusebia.
No tuvo que
arrepentirse Rita de su acción, pues la joven abadesa probó ser capaz y
juiciosa para restablecer en la comunidad la disciplina de los días de Santa
Gertrudis, a quien se esforzó en imitar en todo.
Ninguna incidencia
especial parece haber marcado la vida posterior de Eusebia. Contaba solamente
cuarenta años de edad, cuando tuvo el presentimiento de su inminente fin.
Reunió a las religiosas y les dio sus últimas recomendaciones y bendiciones. Al
terminar de hablar, un resplandor iluminó su celda y casi inmediatamente
después su alma voló al cielo.
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