domingo, 22 de agosto de 2021

22 de agosto. Inmaculado Corazón de María.


22 de agosto
Inmaculado Corazón de  María
II clase, blanco
Primeros sábados mes, votiva de III clase


Los Corazones de Jesús y de María están maravillosamente unidos en el tiempo
 y la eternidad desde el momento de la Encarnación. Al venerar el Inmaculado 
Corazón de María, reverenciamos no sólo el corazón físico, real, de nuestra 
Santísima Madre, sino también su persona como fuente y fundamento de todas 
sus virtudes. Honramos expresamente su Corazón como símbolo de su amor a
 Dios y a los demás. Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María 
sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón
 se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud 
maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la 
alabamos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda 
maternal en nuestro camino a su Hijo. La Iglesia nos enseña que el modo más 
seguro de llegar a Jesús es por medio de María; por eso hemos de acudir a 
María diciendo: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, 
hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de 
María, sed la salvación mía!"

INTROITO Hbr 4,16. Sal 44,2 

ADEAMUS CUM FIDUCIA ad thronum gratiae ut misericordiam consequamur, et gratiam inveniamus in auxilio opportuno.  V/. Eructavit cor meum verbum bonum: dico ego opera mea Regi. V/. Gloria Patri.  Adeamus
ACUDAMOS CONFIADOS al trono de la gracia a fin de alcanzar misericordia y encontrar la gracia de una oportuna protección. Mi corazón exulta en un poema bello, recito mis versos al Rey. Gloria al Padre. Acudamos.

ORACIÓN
Omnípotens sempitérne Deus, qui in Corde beátæ Maríæ Vírginis dignum Spíritus Sancti habitáculum preparásti: concéde propítius; ut ejúsdem immaculáti Cordis festivitátem devóta mente recoléntes secúndum Cor tuum vívere valeámus. Per Dóminum nóstrum.
Oh Dios, Tú que has preparado en el Corazón de la Virgen María una digna morada al Espíritu Santo, concédenos en tu bondad que celebrando devotamente la festividad de su Inmaculado Corazón, podamos vivir según el tuyo. Por nuestro Señor Jesucristo.

EPÍSTOLA  Eclo. 24,23-31

LÉCTIO LIBRI SAPIENTIAE    

Ego quasi vitis fructificávi suavitátem odóris: et flores mei, fructus honóris et honestátis. Ego mater pulchræ dilectiónis, et timóris, et agnitiónis, et sanctæ spei. In me grátia omnes viæ et veritátis: in me omnes spes vitæ et virtútis. Transíte ad me omnes qui concupíscitis me, et a generatiónibus meis implémini. Spíritus enim meus super mel dulcis, et heréditas mea super mel et favum. Memória mea in generatiónes sæculórum. Qui edunt me adhuc esúrient: et qui bibunt me adhuc sítient. Qui audit me, non confundétur: et qui operántur in me, non peccábunt. Qui elúcidant me, vitam ætérnum habébunt.
LECTURA DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA.
HE DADO, como la vid, graciosos retoños y mis flores han dado frutos de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del amor puro, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. En mí se halla toda la gracia de la doctrina y de la verdad, toda la esperanza de la vida y de la virtud. Venid a mí los que deseáis y hartaos de mis frutos, porque pensar en mí es más dulce que la miel y poseerme, más que el panal de miel. Mi memoria vivirá de generación en generación. Los que me coman tendrán aún hambre, y quienes me beban tendrán aún sed. El que me escucha no sufrirá decepción y los que obran por mí, no pecarán. Los que me dan a conocer, tendrán la vida eterna.


GRADUAL Sal 12,6; 44,18
Durante el tiempo después de Pentecostés hasta 
septuagésima se canta el gradual y el aleluya

MI CORAZÓN exulta por tu salvación: cantaré al Señor por los bienes que me ha dado: y alabaré el nombre del Altísimo. V/. Recordarán tu nombre de generación en generación; te alabarán eternamente los pueblos. 

ALELUYA. ALELUYA. V/. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador. Aleluya.
EXSULTAVIT COR meum in salutari tuo: cantabo Domino, qui bona tribuit mihi: et psallam nomini Domini altissimi. V/. Memores erunt nominis tui in omni generatione et generationem: propterea populi confitebuntur tibi in aeternum.
ALLELUJA, ALLELUJA. V/.  Luc. 1, 46  Magníficat ánima mea Dómino: et exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo. Allelúja.

TRACTO Prov. 8, 32-35.
En septuagésima se omite el alleluia, y se canta el tracto:
NUNC ERGO, fílii, audíte me: Beáti, qui custódiunt vias meas. V/. Audíte disciplínam, et estóte sapiéntes, et nolíte abjícere eam. V/..Beátus homo, qui audit me, et qui vígilat ad fores meas quotídie, et obsérvat ad postes óstii mei. V/. Qui me invénerit, invéniet vitam, et háuriet salútem a Dómino.
AHORA HIJOS míos, escuchadme. Dichosos los que guardan mis caminos. Escuchas mis instrucciones para ser cuerdos y no queráis rechazarlas. Dichoso el hombre que me oye y vela a mis puertas diariamente, y está de acecho en los postigos de mi puerta. Quien me halle, ha hallado la vida y alcanza la protección del Señor.

ALELUYA PASCUAL Lc 1, 46
Durante el tiempo de pascua se dice el doble aleluya:
ALLELÚIA, allelúia. V/. Magníficat ánima mea Dómino: et exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo. Allelúja. V/. Beátam me dicent omnes generatiónes, quia ancíllam húmilem respéxit Deus. Allelúja.

ALELUYA, aleluya. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Aleluya. Me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque Dios ha puesto sus ojos en su humilde esclava. Aleluya.

EVANGELIO Jn 19, 26-27
SEQUENTIA SANCTI EVANGELII SECUNDUM IOANNEM                          
In illo témpore: Stabant juxta crucem Jesu mater ejus, et soror matris ejus María Cléophæ, et María Magdaléne. Cum vidísset ergo Jesus matrem, et discípulum stantem, quem diligébat, dicit matri suæ: «Múlier, ecce fílius tuus.» Deínde dicit discípulo: «Ecce mater tua.» Et ex ílla hora accépit eam discípulus in sua.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
En aquel tiempo: Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Viendo pues Jesús a su madre y junto a ella al discípulo amado, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.


OFERTORIO Lc 1, 47.49
EXSULTÁVIT SPÍRITUS meus in Deo salutári meo; quia fecit mihi magna qui potens est, et sanctum nomen ejus.
MI ESPÍRITU se regocija en Dios, mi Salvador, porque ha hecho por mí grandes cosas el Poderoso. Su nombre es santo.


SECRETA
MAJESTÁTI TUÆ, Dómine, Agnum immaculátum offerentes, quǽsumus: ut corda nostra ignis ille divínus accéndat, qui Cor beátæ Maríæ Vírginis ineffabíliter inflammávit. Per eundem Dóminum nóstrum Iesum Chrístum.
AL OFRECER, Señor, a tu divina majestad el Cordero inmaculado, te pedimos que inflame nuestro corazón aquel divino amor que abrasó de un modo inefable el Corazón de la Santísima Virgen. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo.

PREFACIO DE LA VIRGEN MARÍA
VERE DIGNUM et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Et te in veneratione beátæ Maríæ semper Vírginis collaudáre, benedícere, et predicáre. Quæ et Unigénitum tuum Sancti Spíritus obumbratióne concépit: et virginitátis glória permanénte lumen ætérnum mundo effúdit, Jesum Christum Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Cæli cælorúmque Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admítti júbeas deprecámur, súpplici confessióne dicéntes:
EN VERDAD es digno y justo, equitativo y saludable que en todo tiempo y lugar demos gracias, Señor Santo, Padre omnipotente, Dios eterno y alabarte y bendecirte y glorificarte en la veneración de la bienaventurada siempre Virgen María que concibió a tu Unigénito Hijo por obra del Espíritu Santo y permaneciendo intacta la gloria de su virginidad dio al mundo la luz eterna, Jesucristo Nuestro Señor. Por quien los Ángeles alaban a tu majestad, las dominaciones la adoran, tiemblan las potestades, los cielos y las virtudes de los cielos, y los bienaventurados serafines la celebran con igual júbilo. Te rogamos que con sus alabanzas recibas también las nuestras cuando te decimos con humilde confesión:

ANTÍFONA DE COMUNIÓN    Jn 19,26-27
DIXIT JESUS matri suæ: «Múlier, ecce fílius tuus.» Deínde dicit discípulo: «Ecce mater tua.» Et ex ílla hora accépit eam discípulus in sua.
DIJO JESÚS a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

ORACIÓN POSTCOMUNIÓN
Divinis refécti munéribus te, Dómine, supplíciter exorámus: ut beátæ Maríæ semper Vírginis intercessióne, cujus immaculáti Cordis solémnia venerándo égimus, a præséntibus perículis liberáti, ætérnæ vitæ gáudia consequámur. Per Dóminum nóstrum.
Confortados con tus divinos dones te suplicamos, Señor, encarecidamente que, por la intercesión de la bienaventurada Virgen María, de cuyo inmaculado Corazón hemos celebrado piadosamente la festividad, libres de los peligros de la vida presente, consigamos los gozos de la eterna. Por nuestro Señor Jesucristo


¿Por que el cielo ha hecho tanto hincapié en que seamos devotos del Corazón Inmaculado de María? ¿En qué radica la importancia de esta devoción? Y, ¿cuál es la relación entre el Corazón Inmaculado y el Rosario? A continuación, intentaremos responder sencillamente a estas preguntas. 

“María guardaba todas estas cosas en su Corazón, y las meditaba” Lucas 2:19.

El 22 de agosto es el día en que la Iglesia celebra la fiesta del Corazón Inmaculado y Doloroso de María. El origen de esta devoción se remonta a principios del siglo XVII con San Juan Eudes, llamado por San Pío X "El apóstol de la devoción a los Sagrados Corazones", quien la propagó en diversas partes del mundo. El día en que celebramos la fiesta actualmente fue instituido por el Papa Pío XII el 4 de mayo de 1944. Esta fecha se conservó hasta que tuvieron lugar los cambios en la Iglesia, luego de los cuales se movió el día, y se le restó importancia a esta fiesta.

Como podemos ver, la devoción al Corazón de María no es reciente, ni tampoco fue dada a conocer al mundo a partir de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima. Éstas últimas fueron una confirmación de la aprobación celestial de la práctica de esta devoción, así como también un mensaje en donde Nuestra Señora nos dio a conocer que el cielo nos hacía entrega de los dos últimos medios para ayudarnos en nuestra salvación: su Corazón Inmaculado y el Rosario.

Nos dice San Luis María de Montfort que el alma del Rosario es la meditación de los principales misterios de la vida de Nuestro Señor y de su Madre Santísima. No podemos meditar, imitar, ni mucho menos amar aquello que no conocemos. Y, ¿qué forma más excelente de conocer a Jesús que a través del Corazón de su Madre, donde, como veremos a continuación, se encuentran contenidos todos los misterios y pasajes de su vida pública e íntima?

El Corazón de María en las Sagradas Escrituras 

De los 27 libros que conforman el Nuevo Testamento, únicamente en 5 se hace mención explícita de la Santísima Virgen. Uno de estos es el Evangelio de San Lucas, quien es conocido como el evangelista de la Virgen María, pues fue él quien, por inspiración divina, escribió los pasajes de su vida que Dios quiso darnos a conocer y, sin ser casualidad, en casi todos estos pasajes está presente su Corazón y la forma estrechísima en que se encuentra vinculado al de su Hijo Jesús. 

La primera vez que San Lucas nos habla del Corazón de la Virgen es durante la noche del nacimiento de nuestro Redentor. Ese momento de intimidad celestial, esa primera vez que se cruzaron las miradas de amor infinito del hijo con la madre, así como la posterior adoración de los ángeles y los pastores al Dios hecho hombre; todo quedó impreso en Nuestra Señora, quien como tesoro valiosísimo “guardó todas estas cosas en su corazón para meditarlas.” (Lc. 2:19). Queda claro, pues, que si queremos acceder de manera realmente profunda al inicio del misterio de nuestra Redención y llegar al nivel en donde únicamente se encuentra Dios, tenemos que hacerlo forzosamente a través del Corazón Inmaculado de María, pues sólo ahí se encuentran estos misterios. 

San Lucas nos habla a continuación de un pasaje dolorosísimo en la vida de Nuestra Señora: la profecía del Santo Simeón. Es aquí donde, nuevamente, se vuelve a mencionar su Corazón, ahora en boca del anciano profeta, quien después de alabar al niño que la madre llevaba en brazos y reconocerlo como el Hijo de Dios, le profetiza que por ese mismo niño su Corazón sería traspasado por una espada de dolor. ¿Cuál es esa espada de dolor? No es otra más que la Pasión y Muerte de su Hijo tan amado. Mucho antes de que llegara el momento de la Pasión, ella ya sufría interiormente la agonía terrible de saber que un día la violencia del dolor le arrancaría de los brazos al que era su vida, su amor, su todo; en pocas palabras, a Aquel que era su corazón.

Nuevamente, queda claro que Dios nos quiere dar a conocer el misterio de la Pasión de su Hijo sólo y únicamente a través del Corazón de María, pues es precisamente por medio de él que sabemos y conocemos que un día ese Dios hecho niño va a sufrir hasta la muerte y va a entregar su vida por salvar a sus criaturas. Comprobamos, una vez más, que los misterios más íntimos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo se encuentran atesorados en el Corazón de su Madre. Tenemos por fuerza que acudir a él si es que queremos conocer realmente en todo su esplendor al que es nuestro Redentor, y llegar a decir con el Apóstol San Pablo: “No me precio de conocer otra cosa más que a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1 Cor. 2:2).

Por último, San Lucas nos habla de la pérdida del Niño Jesús. Después de tres días de angustiosa búsqueda, San José y la Virgen encuentran al Niño en el templo, en medio de los doctores. Movida por el profundo dolor que le habían ocasionado esos tres días de soledad, Nuestra Señora le hace un reproche amorosísimo: “Hijo, ¿por qué te has portados así con nosotros?”  Y la respuesta que recibe podría sonarnos a primera vista un poco dura: “¿Por qué me buscabas? ¿No sabías que es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre?” Pero lo que nos dice a continuación San Lucas es que al no comprender del todo esta respuesta, la Madre guardó estas palabras en su corazón para meditarlas. Y es aquí donde entendemos por qué Nuestro Señor responde así.

Todo se reduce nuevamente al Corazón de María. Es a través de él que Jesús nos hace saber que Él es el hijo de Dios, que ha venido aquí a llevar a cabo una misión redentora, que lo único importante es cumplir la voluntad de su Padre, glorificarlo y, al mismo tiempo, liberarnos de la esclavitud del demonio. Es en este Corazón donde depositó todos estos misterios y es ahí donde debemos ir para poder conocerlos.

Importancia de la Devoción al Corazón Inmaculado

Ahora bien, esto es lo que conocemos por medio de las Sagradas Escrituras, pero San Ignacio de Loyola nos dice que sólo se necesita un poco de sentido común para saber que en cada uno de los momentos de la vida de Jesús, la primera en acompañarlo y en compartir el gozo, el dolor y la gloria con Él fue, sin lugar a dudas, su Madre.

Todos esos años en que los Evangelios no nos dicen nada acerca de la vida de la Sagrada Familia, están resguardados en el Corazón de la Virgen. Cuando llegó el instante de partir a su Pasión, ¿acaso el Hijo no se despidió de su Madre pidiéndole su bendición? Al momento de la Resurrección, ¿a quién sino a Ella, que fue la única en permanecer fiel hasta la cruz, le pertenecería la primera aparición y manifestación de Cristo glorioso?  Cada segundo de la vida de nuestro Redentor está impreso indeleblemente en el Corazón Inmaculado de Nuestra Señora, que es verdaderamente casa de Dios y puerta del Cielo (Gen. 28:17).

Nos dice también San Ignacio lo siguiente:

La primera de los redimidos, María, fue también la primera en conocer el secreto divino de cada uno de los misterios de su Hijo, y la primera en conocer su Gloria. Ella es la primera porque todo lo que le pasa a la Iglesia y a sus miembros se encuentra realizado en ella.

 

De aquí se desprende la razón por la que Nuestro Señor desea establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de su Madre, pues de otra forma será imposible que lleguemos a conocerlo realmente. Y si no lo conocemos, ¿cómo podremos amarlo? ¿Cómo cumpliremos con el Primer Mandamiento de la ley divina?

Solamente ella, como tesorera de las cosas celestiales, y a través de su corazón, puede ayudarnos. Ella comparte con quien se lo pide estos misterios divinos. Lo único que tenemos que hacer es pedírselo con fe y tener una devoción tierna y filial a su Corazón Inmaculado, consolándolo en cada oportunidad que se nos presente y haciendo actos de reparación por todas las ofensas que recibe de sus hijos ingratos. Ella, como Madre bondadosa y agradecida que es, nos dará a conocer a su Hijo Divino, lo formará en nuestras almas, nos enseñará a adorarlo, nos ayudará a mantenernos firmes durante las adversidades y, finalmente, podremos compartir con ella la gloria que se nos dará en recompensa por haber permanecido fieles, a semejanza de ese Corazón fidelísimo.  



Con el decreto Cultus liturgicus, S.S. Pìo XII extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, y asignó como día propio el 22 de agosto, que es la octava de la Asunción, y la elevó a rito de segunda clase. Este 22 de agosto marca para nosotros el inicio de un año especial, enteramente consagrado al Corazón Inmaculado de María y a la preparación del centenario de las apariciones en Fátima.

De este Corazón virginal de María salió la purísima sangre con que el Espíritu Santo formó el cuerpo sacratísimo de Jesús: este Corazón maternal de María palpitó siempre de amor ardentísimo a aquel su Hijo adorable, se dilató en sus alegrías, se oprimió en sus angustias, participó de sus mismos sentimientos y deseos, y fue la más perfecta semejanza de aquel Corazón divino. ¿Cómo no había de ser purísimo sobre toda pureza creada aquel Corazón de la Hija primogénita del Padre, exenta de toda mancha de culpa e inmaculada desde el primer instante de su concepción? ¿Cómo no había de ser santísimo aquel Corazón de la Madre del Hijo de Dios, habiendo recibido en su seno virginal al mismo autor y consumador de toda santidad? ¿Cómo no había de estar lleno de la caridad divina aquel Corazón de la Esposa del Espíritu Santo, enriquecida con todos sus soberanos dones, gracias y carismas?

Recordemos además para singular consuelo de nuestras almas, que este purísimo, santísimo y preciosísimo Corazón de María es por gran dicha nuestra el Corazón de nuestra Madre, de nuestra soberana Reina y de nuestra piadosísima Corredentora: y que por esta causa no solamente nos ama con maternal cariño, sino que también puede y quiere favorecernos con grandes beneficios, y señaladamente con aquellos que más se ordenan a nuestra eterna salud y gloria perdurable. Anímense los pobres pecadores, que en este Corazón maternal de la Virgen, que nos engendró en el Calvario, y nos adoptó por hijos en la persona del discípulo amado, hallarán un piélago de bondad y ternura inefable sin mezcla de rigor ni aspereza: y si tiemblan de la divina justicia, acójanse a la Madre del supremo Juez y a la misericordia de su Corazón maternal. Consuélense los pobres hijos de Eva, que en este Corazón de María, Reina y Señora de los cielos y de la tierra encontrarán abierto el tesoro de todas las gracias para el socorro de todas sus necesidades y el alivio de todas las aflicciones del cuerpo y del espíritu. Y nadie desespere de su eterna salvación por grandes que sean sus culpas, porque en el Corazón de María, nuestra misericordiosísima Corredentora, que nos amó con tal extremo, que por nosotros ofreció su divino Hijo al Eterno Padre, hallaremos todos los méritos que nos faltan para hacernos verdaderos hijos de Dios y coherederos de su Reino. Ninguno de los que con humildad y entera confianza acuden al amor del Corazón dulcísimo, magnífico y amorosísimo de María ha de temer la muerte perdurable.

Hoy, en honor a su Corazón Inmaculado, examinemos la piedad concreta que todos debemos tener hacia María.(Las siguientes líneas se inspiran principalmente del libro “Los grados de la vida espiritual” por Mons. Saudreau, T.1. p.283 y sig.)

l.° Confianza.

Seremos tanto más devotos de María cuanta mayor fuere nuestra confianza en Ella. ¿Hemos tenido en esta buena Madre confianza verdaderamente ilimitada? ¿Hemos comprendido que el verdadero hijo de María está seguro de su salvación, seguro de su santificación? ¿Hemos mirado esta devoción como uno de los medios más poderosos para adelantar en la piedad?

¿Qué hemos hecho particularmente para aumentar nuestra confianza? Hubiéramos podido meditar sus grandezas, recordar sus beneficios, leer algún libro compuesto en su honor – las Glorias de María de San Alfonso, las obras de San Luis María–, por fin, pedir a Dios que aumentara nuestra devoción a esta celestial Madre y nuestra confianza en Ella; ¿hemos empleado alguno de estos medios? La confianza en María es una gracia muy grande que sólo se logra con oración perseverante.

2.° Afecto filial.

¿La hemos tratado como un niño a su madre, contándole cuanto nos interesa, confiándole nuestras alegrías, nuestras penas, nuestras inquietudes, nuestros deseos; hablándole de nuestros defectos para que nos ayude a corregirnos y de las virtudes que nos son necesarias para que nos las alcance? Esta intimidad de hijo, con María, es condición esencial para nuestro progreso espiritual.

3.° Devoción constante.

¿Hemos acudido a Ella en todo, no emprendiendo cosa alguna sin encomendárselo? ¿Le hemos ofrecido nuestro trabajo para que Ella misma se dignase ofrecerlo a Jesús? ¿Le hemos ofrecido, asimismo, todas las obras? San Luis María de Montfort nos aconseja vivamente que todo lo ofrezcamos a María, declarando que esta práctica es infalible para llegar a una alta perfección. ¿La hemos particularmente invocado antes de confesarnos, de comulgar, suplicándole nos lleve como por la mano en estos grandes y santos actos?

Sobre todo, ¿hemos acudido a Ella en las tentaciones? Quien deja de mirar a María, especialmente en las tentaciones de sensualidad, cae infaliblemente. Quien la mira sin cesar encuentra fortaleza y perseverancia.

4.° Prácticas piadosas en honor suyo.

¿Qué lugar hemos dado a la oración diaria hacia esta buena Madre; y cómo hemos rezado las oraciones en honor suyo, el Santo Rosario, el Acordaos, el Ángelus, etc.? ¿Todos los días? ¿Con tiempo? ¿Buscando el momento adecuado? O raras veces, a las apuradas, haciendo otra cosa, sin atención verdadera.

¿Hacemos alguna vez novenas para alcanzar las gracias que nos son necesarias, por ejemplo, alguna virtud cuya falta más vivamente hubiéremos sentido? Para hacer más eficaces estas novenas y para mejor honrar a María, ¿hemos juntado a nuestras oraciones algunas prácticas de mortificación? “Oración y sacrificio” nos repite María en Fátima.

¿No hemos sido inconstante en nuestra devoción a esta buena Madre, acudiendo a veces a Ella con fervor y olvidándola luego y descuidando por completo dirigirle nuestras súplicas?

Hagamos con regularidad este pequeño examen de nuestra devoción mariana. Este año nos ofrece una oportunidad especial de dar a nuestra Madre el lugar que Ella quiere en nuestra vida. El lugar que se merece. El lugar principal. El lugar de honor.



Después de consagrar en plena Guerra Mundial todo el género humano al Inmaculado Corazón de María, para ponerlo bajo la protección de la Madre del Salvador, decretó el Papa Pío XII, en 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente una fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María, el 22 de agosto, día de la octava de la fiesta de la Asunción.

La devoción del Corazón de María es ya antigua. San Juan Eudes la propagó en el s. XVII, uniéndola a la del Sagrado Corazón de Jesús.

En el s. XIX, Pío VII, primero, y después Pío IX concedieron a muchas iglesias particulares una fiesta del Purísimo Corazón de María, señalada primeramente para el domingo después de la Asunción, y luego para el sábado que sigue a la fiesta del Sagrado Corazón. Al fijar el 22 de agosto la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, y extenderla a toda la Iglesia, le asignó Pío XII como fin el obtener, por intercesión de la santísima Virgen, “la paz entre las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.

PLEGARIA DE CONFIANZA
AL DULCE CORAZÓN DE MARÍA

¡Oh Corazón de María!, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores; yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos a quien el Señor ha puesto todo el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros: ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llegue a mi alma: ¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones coaligadas para mi eterna perdición me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia: ¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso de que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos: ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y a ampararla. Y entonces, ahora y siempre: ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, Oh Corazón amantísimo de mi Madre, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en Vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.

ORACIÓN

Oh Dios omnipotente y eterno, que has preparado en el Corazón de la Bienaventurada Virgen María una morada digna del Espíritu Santo; concédenos en tu bondad que,
celebrando devotamente la fiesta de su Inmaculado Corazón, podamos vivir según el tuyo. Por J. C. N. S.

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