SAN OSWALDO,
Rey y Mártir
En el ocaso de nuestras vidas
seremos juzgados en el amor.
(San Juan de la Cruz)
De la familia real de Nortumbia, desterrado con los suyos cuando era niño en tierra de los escotos que había evangelizado el irlandés Columba, abrazó el cristianismo, y después de derrotar a los bretones cerca de Hexham, recobró su reino y lo puso bajo el siglo de la cruz.
Con la ayuda de san Aidán, hizo un gran esfuerzo por cristianizar la heptarquía anglosajona, que parece ser acabó reconociendo su autoridad, y el cronista nortumbrio Beda cuenta y no acaba de sus afanes caritativos ("prodigiosamente humilde, humano y generoso para con los pobres") y de su fervor. Casó con la hija del primer rey cristiano de Wessex, y aquello fue como el alborear de una gran era.
Su reinado duró sólo ocho años. Tuvo que enfrentarse con Penda, rey pagano de los mercios, y en la batalla de Maserfelth Oswaldo murió, según la tradición encomendando a Dios las almas de los que morían con él. El vencedor hincó su cabeza en un poste y allí permaneció un año entero.
Venerado como santo y mártir por el pueblo, se le atribuyeron numerosos milagros («en el lugar donde murió luchando por su patria, todavía hoy», dice Beda, «muchos enfermos se curan, y llevándose el polvo de allí lo mezclan con agua que hace sanar a quienes la beben»). Su culto se extendió por la Europa central, el sur de Alemania y el norte de Italia.
«Su piedad cristiana le valió un reino que no tiene fin», insiste su apologista, y no lo ponemos en duda.
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