domingo, 4 de octubre de 2020

Virgen del Rosario de Pompeya.




 ●Súplica a la Virgen del Rosario de Pompeya.

La oración, escrita en 1883 por Bartolo Longo con el título" Acto de amor a la Virgen ", es una respuesta a 

●La Encíclica Supremi Apostolatus officio con la que León XIII indicó la recitación del Rosario para enfrentar los males de la sociedad.

●Hace casi mil años, estando en Francia, Santo Domingo de Guzmán recibía de la Virgen María, según una piadosa creencia, la revelación del Rosario como medio seguro para convertir a los herejes albigenses que infestaban el sur de aquel país.

●Algunos siglos más tarde, el Papa San Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, en acción de gracias por el gran triunfo naval obtenido por los cristianos contra los turcos en Lepanto, en el día en que se hacían en la Cristiandad procesiones de las cofradías del Rosario con esa intención.

●Su sucesor, el Papa Gregorio XIII, cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario, confirmando el papel de esta piadosa práctica en aquella victoria. Y la fijó para el Primer Domingo de Octubre.

●En 1716 Clemente XI extendió la fiesta a toda la Iglesia, después de nuevas victorias obtenidas contra los turcos en Hungría. 

●Y en el siglo XIX, el Mes de Octubre fue dedicado al Rosario. Esta devoción se convirtió, desde entonces, en uno de los más significativos símbolos del Catolicismo.


SANTUARIO EN NUEVA POMPEYA



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Oh Augusta Reina de las Victorias, * oh Soberana del Cielo y de la Tierra, * ante cuyo nombre se alegran los cielos y tiemblan los abismos, * oh Reina gloriosa del Rosario, * nosotros, tus hijos devotos, * reunidos en tu Templo de Pompeya, (en este día solemne1), * derramamos los afectos de nuestro corazón, * y con confianza de hijos, * te manifestamos nuestras miserias. Del trono de clemencia, * donde te sientas como Reina, * vuelve, oh María, * tu mirada piadosa * sobre nosotros, sobre nuestras familias, * sobre Italia, Europa, el mundo entero. * Ten compasión * de nuestras penas y trabajos que amargan nuestra vida. * Mira, oh María, * cuántos peligros en el alma y en el cuerpo, * cuántas calamidades y afflicciones nos oprimen. Oh Madre, * implora para nosotros de tu divino Hijo, la misericordia * y vence con la clemencia el corazón de los pecadores. * Son nuestros hermanos e hijos tuyos * que cuestan la sangre al dulce Jesús * y entristecen tu sensibilísimo corazón. * Muéstrate a todos come eres, * Reina de paz y de perdón.


Dios te salve, María.

(1) Sólo el 8 de mayo y el 1er. domingo de octubre.

Es verdad * que nosotros, que somos tus hijos, somos los primeros, * con nuestros pecados, en volver a crucificar a Jesús * en nuestro corazón * y en traspasar nuevamente tu corazón. Lo confesamos: * somos merecedores de los más duros castigos, * sin embargo, recuérdate * que en el Gólgota * recogiste, con la Sangre divina, * el testamento del Redentor moribundo, * que te declaraba Madre nuestra, * Madre de los pecadores. Tú, por lo tanto, * como Madre nuestra, * eres nuestra Abogada, * nuestra Esperanza. * Y nosotros, gimiendo, * extendemos hacia ti nuestras manos suplicantes, * gritando: ¡Misericordia! Oh Madre Buena, * ten piedad de nosotros, * de nuestras almas, * de nuestras familias, * de nuestros parientes, * de nuestros amigos, * de nuestros difuntos, * sobre todo de nuestros enemigos * y de tantos que se dicen cristianos * y ofenden, no obstante, el Corazón amable de tu Hijo. * Hoy te imploramos piedad * por las naciones en lucha, * por toda Europa, * por todo el mundo, * para que arrepentido, vuelva a tu corazón. ¡Misericordia para todos, * oh Madre de Misericordia!

Dios te salve, María.

¡Dígnate, oh María, * de escucharnos con benevolencia! * Jesús ha puesto en tus manos * todos los tesoros de sus gracias y de sus misericordias.
Tú estás, * Reina coronada, * a la derecha de tu Hijo, * resplandeciente de gloria inmortal, * por encima de todos los coros de los ángeles. * Tú extiendes tus dominios * por toda la extensión de los cielos * y a ti han sido sometidas la tierra y todas sus criaturas. * Tú eres, por gracia, omnipotente. * Tú, por tanto, puedes ayudarnos. * Si tú no nos quisieras ayudar, porque somos hijos ingratos y no mercedores de tu protección, * no sabríamos a quién dirigirnos. Tu corazón de Madre * no permitirá ver que nosotros, * que somos tus hijos, nos perdamos. * El niño que vemos en tus rodillas * y la mística corona que contemplamos en tu mano, * nos inspiran confianza en que seremos escuchados. * Y nosotros confiamos plenamente en ti, * nos abandonamos como hijos débiles * entre los brazos de la más tierna de las madres, * y, hoy mismo, * esperamos de ti las deseadas gracias.

Dios te salve, María.
 
Pidamos la bendicion a Maria

Una última gracia * te pedimos, oh Reina, * que no puedes negarnos (en este día solemnísimo1): concéde a todos nosotros * tu amor celestial * y en modo especial tu bendición materna. No te dejaremos * hasta que no nos hayas bendecido. * Bendice, oh María, en este momento * al Sumo Pontífice. * A los antiguos esplendores de tu Corona, * a los triunfos de tu Rosario, * por lo que te llamamos Reina de las Victorias, * agrega todavía este, oh Madre: * concede el triunfo a la Religión * y la paz a la Sociedad humana. * Bendice a nuestros Obispos, * a los Sacerdotes * y particularmente a todos aquellos * que celan el honor de tu Santuario. * Bendice, finalmente, a todos los asociados al Templo de Pompeya * y a cuantos cultivan y promueven * la devoción del Santo Rosario. Oh Rosario bendito de María, * dulce cadena que nos une a Dios, * vínculo de amor que nos une a los Angeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el naufragio común, * nosotros no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía; * para ti, pues, el último beso de la vida que se apaga. Y la última mención de nuestros labios será tu dulce nombre, * oh Reina del Rosario de Pompeya, * oh Madre nuestra querida, * oh Refugio de los pecadores, oh Soberana, consoladora de los tristes. Te bendigan en todas partes, * hoy y siempre, * en la tierra y en el cielo. * Amén. Dios te salve, Reina y Madre.

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