San Remigio bautizando a Clodoveo I
(Maître de Saint-Gilles)
LA ELECCIÓN DE SAN REMIGIO. — El año 486 Siagrio fué derrotado junto a Soissons por los Francos de Clodoveo. Era el derrumbamiento definitivo de un mundo que ya de mucho tiempo atrás venía arruinándose, consumido a la vez por sus propios vicios y por las invasiones de los bárbaros. Visigodos, Burgondios, Alamanes y Francos ocupan las Galias; no queda ya casi nada del poder romano, que hasta ahora hacía esfuerzos por sobrevivir, en la persona de algunos señores galo-romanos de las milicias.
La Iglesia sola resiste. Defensores de la ciudad y custodios de la civilización, sus obispos, en medio de las invasiones con el séquito de todas las miserias, son la única fuerza moral y social. Germán de Auxerre, Lope de Troyes, Aniano de Orleans, gozan ya del descanso eterno y protegen a su pueblo desde lo alto de la gloria. En Reims, en la capital de la Galia Belga, el obispo Remigio es una de las figuras más grandes de su tiempo, el principal personaje del Noreste. Lo debe a la importancia de su sede episcopal, y más todavía a sus cualidades personales y a sus relaciones.
Por su nacimiento pertenece a una de las familias más poderosas, cuyos dominios se extienden a una gran parte de las regiones francesas del Laonnois y del Porcien. Recibió una educación muy esmerada: desde Auvergne, Sidonio Apolinar saluda en él a un maestro de la retórica; pero la virtud y la santidad de la vida están por encima de su ciencia y de su elocuencia. Se pondera la gravedad de sus costumbres, la madurez de su espíritu. Apenas cuenta veintidós años, y ya da muestras seguras de sentido práctico, de habilidad, de autoridad, pues es elegido obispo de Reims.
Esta elección tan extraordinaria iba contra todas las reglas eclesiásticas. Si el clero y el pueblo de Reims escogieron a un hombre joven, es que su persona se imponía tanto por sus cualidades como por razón de las circunstancias. Remigio es el hombre providencial que va a poner remedio a una perturbación tremenda: bien le cae su nombre de salvador y guía. Ante la descomposición del Imperio Romano, muchas mentes se vuelven hacia los bárbaros, prepárase un mundo nuevo y hacia él se orientan los realistas enfrentándose con lo porvenir a pesar de serles desconocido. Las gentes de Reims siempre fueron prácticas y el primero entre ellas es el obispo Bennado. Pero los partidarios de lo pasado se sienten con alguna fuerza todavía y Egidio, el padre de Siagrio, con ayuda de los Francos, impone su autoridad y reprime duramente cualquier rebelión y tentativa separatista. La situación entre el señor de las milicias y el obispo era muy tensa cuando murió el último en 458 ó 459. Las graves dificultades presentes y una gran inquietud por lo futuro han otorgado los votos a Remigio.
El elegido declarará más tarde en una carta el obispo Fulco de Tongres, que aceptó e báculo contra su voluntad. Y se muestra merecedor de las esperanzas que sus compatriotas tienen fundadas en él, pues sabe a la vez llevar bien las circunstancias presentes y mirar a lo porvenir. Y para prueba nos basta la ausencia de toda clase de conflictos con el señor de las milicias y la actitud que observó con los Francos, a los que tuvo siempre vecinos. Nos queda el testimonio de una carta rebosante de dignidad paternal, que el obispo de Reims dirige al joven Clodoveo, cuando a los quince años escasos fué elevado al trono el rey de Tournai en el otoño del 482.
BAUTISMO DE CLODOVEO. — Cuatro años más tarde los Francos son dueños de toda la Galia Belga. El famoso episodio del vaso de Soissons nos dice que había armonía de relaciones entre el ilustre prelado y el joven rey. Lo futuro sigue tan inquietante para toda alma católica. El señor del país no deja de ser un bárbaro y Clodoveo no es el más fuerte ni mucho menos, y, cualquiera que sea el vencedor definitivo, habrá que aguantar el yugo o bien de un pagano idólatra, o bien de un hereje arriano que niega la divinidad de Jesucristo. Comienza un drama punzante, cada una de cuyas fases deja profundas huellas en el alma de Clodoveo; mientras dura, se echa de ver la acción vigilante de Remigio.
Y primeramente, en el matrimonio de Clodoveo con la burgonda Clotilde, la única princesa católica. No se conoce el papel que el obispo desempañó en el proyecto de esta unión, pero le admite la tradición como muy probable. Mejor podemos seguir su acción discreta en el asunto delicado de la conversión del rey. La reina se convierte en catequista de su marido.- La tarea de hacer penetrar la luz del Evangelio en este espíritu pagano, se presenta sumamente difícil. Los arríanos le buscan también con mucho interés. Estos últimos conquistaron ya a una - hermana del rey. En el alma de Clodoveo presentan batalla el Dios de Clotilde, los dioses de los Francos y el dios de los arríanos; pero en ese combate los hechos tienen mucha más fuerza que los argumentos teológicos. La providencia, con su mano poderosa y a veces fuerte, gobierna los acontecimientos. Para el rey, el Dios de Clotilde es el sostén seguro del episcopado en todas las Galias; pero es también la humillación de su raza, la oposición de sus guerreros, las hostilidad de los Godos. El bárbaro vacila; no consiguen decidirle ni las instancias de la reina ni las exhortaciones del obispo.
Y un día nace un hijo a la pareja real. Sel le bautiza en una ceremonia espléndida que impresiona a Clodoveo. El catolicismo tiene un porvenir seguro. Pero a los ocho días el niño sel muere; es una venganza de los dioses Francos. Nace un segundo hijo, que cae enfermo al día siguiente de su bautizo. Las oraciones de su madre le consiguen la salud. El rey continúa resistiendo. Y sale para la guerra contra los Alamanos que amenazan a su reino. Se ha empezado ¡a lucha. El enemigo es formidable; el ejército franco afloja; todo está perdido.
Entonces Clodoveo levanta al cielo los ojos y exclama: "Jesucristo, a quien Clotilde confiesa como Hijo de Dios vivo..., si me concedes la victoria..., creeré en ti y seré bautizado en tu nombre...; líbrame de mis adversarios." El voto fué oído.
Entonces Remigio comienza el catecumenado de Clodoveo, pero en secreto, pues el rey teme a sus guerreros que son paganos: en ello le va la corona y la vida. Por eso tiene sus dudas todavía sobre recibir, o no, el bautismo. En la primavera del 498 sale de nuevo a la guerra y lleva sus armas hasta Burdeos. El 11 de noviembre se encuentra en Tours: asiste a las solemnidades de San Martín. Los milagros obrados a su vista y la protección del santo le conmueven: cae de rodillas y promete bautizarse sin más tardar.
Se presenta la última objección: ¿Cómo reaccionará el pueblo franco? Cuando el rey hace pública su decisión, responden sus guerreros que ellos están decididos a seguir al Dios que Remigio llama inmortal. Y es que el obispo ha trabajado en la conversión del pueblo al mismo tiempo que en la del rey.
En Reims, rebosante de júbilo, se prepara en seguida la ceremonia: en la noche de Navidad se realiza la maravilla espléndida del bautizo del bárbaro Clodoveo y de sus guerreros: el pueblo franco nace para Jesucristo.
Quedará para siempre como una fecha de las más memorables el 25 de diciembre del 498.
"La conversión de Clodoveo al catolicismo es un acontecimiento que hace época en la historia del mundo. Sus consecuencias propasan, efectivamente, los límites del pequeño reino franco, en el cual, al ñn del siglo V, reinaba el hijo de Childerico, y se dejan sentir hasta nuestros días.
"El bautizo de Clodoveo dió origen al primer estado bárbaro católico que se fundó sobre las ruinas del Imperio Romano. La adhesión del joven rey franco a la fe romana consolidó la victoria del catolicismo sobre el paganismo y el arrianismo en Occidente... y selló, por decirlo así, la alianza del trono y del altar... El día de Navidad nació Clodoveo para Cristo, y el mismo día la Iglesia de Francia...". Contribuyeron a este hecho las oraciones y los padecimientos calladamente sufridos de Remigio y Clotilde y de muchos más.
LA TUMBA DE SAN REMIGIO. — Después del bautizo de Clodoveo, el obispo de Reims desempeña un papel menos notable; pero continúa ejerciendo gran influencia en el rey y, por eso, le trata como un padre muy cariñoso. Mientras el reino franco se va extendiendo por toda Francia, Remigio se ocupa principalmente de su diócesis y de sus vasta provincia. Procura a las sedes episcopales los titulares, consagra obispos, administra las posesiones de su iglesia, defiende la fe, gobierna los fieles y rige una población muy heterogénea y, por tanto, no siempre fácil. Forma con esmero a los discípulos que tendrán que continuar la labor, en particular a su sobrino el sacerdote Agrícola y a Teodorico, abad del Monte de Hor. Por fin, se duerme en la paz del Señor alrededor de los noventa y tres años de edad y cerca de los setenta y cuatro pasados en el ministerio episcopal.
Conforme a su última voluntad, sus restos descansan en la minúscula pero antiquísima basílica cementerial de San Clemente y San Cristóbal, modesto oratorio que en adelante se convierte en uno de los santuarios más célebres y tendrá anexo un monasterio de los más importantes: la reina Gerberga le llamará "el primero de Francia". En espléndido sepulcro se conservan las preciosas reliquias y también "la santa ampolla", símbolo de la continuidad de la tradición entre una consagración y otra y de la fidelidad de los reyes de Francia a su oficio, cuando iban a Reims a consagrarse y a recibir la corona en la catedral en que fué bautizado Clodoveo.
LECCIÓN DE SAN REMIGIO. — El pueblo sencillo de Bourg Saint-Remy ha permanecido siempre ingenuamente devoto a su patrón, cuya gloria en el correr de los siglos se aureola con todos la piedad y del arte... Oigan siempre Francia y todas las naciones católicas la lección de Remigio al joven Clodoveo: "Lo más necesario de todo es que vigiles para no apartarte de los designios de Dios... Debes rodearte de consejeros que hagan honor a tu fama; administrar con honradez e integridad; respetar a los sacerdotes de tus Estados, consultar siempre su parecer... Consuela a tus conciudadanos... De tu boca salga la justicia... Si alguien se llega a ti, no se sienta extraño ante ti...".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario