MADRE DE PUEBLOS. — En el origen de toda vida hay un acto generador, y este hecho, que cada cual puede comprobar en el plan natural, obedece a leyes idénticas en el orden espiritual. De una parte y de otra, el proceso es el mismo; se necesita el concurso de dos elementos; y el término logrado sigue a un alumbramiento doloroso que después del pecado original es condición de todo nacimiento.
Para realizar esta maternidad espiritual, Dios obra con plena libertad y escoge lo que quiere; pero, como respeta las normas que un día fijó, casi siempre se contenta con utilizar lo que ya existe en la naturaleza de las cosas, elevándolo hasta lo sobrenatural.
Y así vemos en los orígenes de tantos países cristianos a la que sus mismas funciones convertían ya en la madre de la gran familia nacional: a la reina que da la vida a todo un pueblo en las aguas del bautismo, como ocurre en el caso de Clotilde; a la reina que forja el alma de su país para luchas futuras, como vemos a Eduvigis, Duquesa de Polonia.
Estas santas princesas fueron madres de la patria y lo continúan siendo después de morir. El lazo espiritual que las unía a su pueblo perdura intacto y su protección tutelar se va confirmando a través de los siglos con toda la fuerza que un amor maternal sabe sacar del corazón de Dios.
HISTORIA. — Nació hacia 1174. Eduvigis era hija del marqués de Moravia y tia de Santa Isabel de Hungría. Muy joven aún, se casó con Enrique, Duque de Polonia y de él tuvo seis hijos. Hizo después, a una con su marido, voto de continencia. Al morir éste, ella se retiró al monasterio cisterciense de Trebnitz, en Silesia, donde recibió el hábito y en adelante llevó una vida totalmente dedicada a la contemplación, a la penitencia y a la limosna.
Supo, por revelación, tres años antes, la suerte que iba a correr su hijo el Duque Enrique el Piadoso, que pereció defendiendo la religión contra los tártaros en el campo de batalla de Liegnitza; ofreció su sacrificio a Dios y le dió gracias por haberla concedido tal hijo. Muerta el 15 de octubre de 1243, Clemente IV la canonizó y declaró Patrona de Polonia.
ORACIÓN POR POLONIA. — Hoy elevamos, oh Eduvigis, nuestra oración suplicante en favor de tus hijos. Desde que nació al sol de la gracia, han corrido siglos en los que ha merecido Polonia el título de "tierra de mártires", y su alma, que tú diste a luz a costa del holocausto heroico de toda tu vida, ha salido siempre cada vez más grande de la prueba. Pero desborda la copa de sus dolores. Ya no sólo derrama, como antiguamente, la sangre de sus venas por la defensa de su fe. El antiguo enemigo sabe desde hace mucho tiempo que la sangre de los mártires es semilla de cristianos; y cansado ya de torturar en su cuerpo a un pueblo que se hace fuerte con las nuevas heridas, se ceba ahora en su alma.
Socorre a la desventurada Polonia y, si es cierto que el grito de las madres siempre es escuchado, el que tú lances a Dios obtendrá la salvación de tus hijos.
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