lunes, 9 de noviembre de 2020

9 de noviembre DEDICACIÓN DE LA ARCHIBASILICA DEL SANTÍSIMO SALVADOR, COMÚNMENTE LLAMADA SAN JUAN DE LETRAN

 DEDICACIÓN DE LA ARCHIBASILICA DEL SANTÍSIMO SALVADOR, COMÚNMENTE LLAMADA SAN JUAN DE LETRAN - Vidas de los Santos de A. Butler

Toda la Iglesia de occidente celebra en esta fecha el aniversario de la consagración de la basílica de San Juan de Letrán, en cuya fachada se halla grabada la siguiente inscripción: "Omnium Urbis et Orbis Ecclesiamm Mater et Capul (Madre y Cabeza de todas las iglesias de la Ciudad y del Mundo). En efecto, dicha iglesia es la catedral de Roma y en ella se halla la cátedra permanente del Sumo Pontífice. Es superior en dignidad a la basílica de San Pedro y, en cierto modo, puede considerársela como la catedral del mundo.

En los primeros días del cristianismo, el culto se celebraba en casas particulares y se ofrecía el santo sacrificio en una mesa ordinaria (aunque sin duda alguna esa mesa no se empleaba para otros usos). Pero, a principios del siglo III, se habla ya de un edificio de Roma destinado al culto cristiano y, a principios del siglo IV, existían muchos más. Naturalmente, a raíz del decreto de Constantino que concedía la libertad al cristianismo, se construyeron muchas otras iglesias. De acuerdo con los usos del Templo de los judíos y de los templos paganos, se solían consagrar las iglesias al servicio del Todopoderoso mediante una ceremonia de dedicación. Eusebio describe en su Historia Ecclesiástica la solemne dedicación de la iglesia de Tiro el año 314, y varios historiadores hablan de las magníficas ceremonias que se llevaron a cabo el año 335, con motivo de la dedicación de la basílica constantiniana de Jerusalén, en el aniversario de la invención de la Cruz. Durante mucho tiempo, el rito de dedicación consistía simplemente en la consagración del altar mediante la solemne celebración de la misa y se hacía también el depósito de las reliquias, si las había. Más tarde, cuando se empezaron a consagrar al culto cristiano los templos paganos, se introdujeron ciertos ritos purificatorios, consistentes en oraciones, abluciones y unciones. Pero el desarrollo de la ceremonia actual de dedicación, tan imponente y complicada, tal como la describe el Pontificale Romanum, no comenzó sino hasta el siglo VIII.

Probablemente, la celebración anual del aniversario de la dedicación de una iglesia es tan antigua como la dedicación misma; en todo caso, es mucho más antigua que el rito actual de la consagración. Se trata, indudablemente, de una práctica de origen judío, puesto que fue instituida por Judas Macabeo el año 164 A.C. para conmemorar la purificación del Templo, después de la profanación de Antíoco Epifanes. San Juan cuenta en su Evangelio (X, 22) que el Señor estuvo en el pórtico de Salomón durante la celebración de esa fiesta. Los judíos la observaban y todavía la celebran con una octava. La ceremonia no sólo tenía lugar en el Templo de Jerusalén, sino en todas las sinagogas, lo mismo que la celebración de la dedicación de San Juan de Letrán se lleva a cabo en todas las iglesias católicas. La sexta lección de maitines del oficio del común de la dedicación de una iglesia, que, según se afirma, está tomada de una carta del Papa San Félix IV (III), quien murió el año 530, habla de todo esto. Pero, en realidad, dicha lección data apenas del siglo IX, aunque ciertamente describe usos mucho mas antiguos. En la época de Sozomeno, o sea en los primeros años del siglo V, el aniversario de la dedicación de la basílica constantiniana de Jerusalén de la que hablamos antes, se celebraba con una octava y otras solemnidades. A la costumbre de conmemorar la fecha de la dedicación de las iglesias se debe la existencia de varias de las fiestas del calendario eclesiástico, y sirve también para determinar con exactitud la fecha de otras, como la de San Juan ante Portam Latinam (6 de mayo), San Pedro ad Vincula (1 de agosto), y San Miguel Arcángel (29 de septiembre).

La casa de la familia Laterani (Letrán) pasó a poder del emperador Constantino a través de su segunda esposa, Fausta y él la regaló a la Iglesia. Desde entonces hasta la época del destierro en Aviñón, a principios del siglo XIV, los Papas establecieron ahí su residencia principal. La iglesia era probablemente una adaptación del salón principal de la casa, de suerte que sólo hubo que construir el famoso bautisterio, cuyas grandes líneas correspondían al que se conserva actualmente. La basílica fue dedicada al Santísimo Salvador y el bautisterio a San Juan Bautista. Hagamos notar, de paso, que todas las iglesias están dedicadas exclusivamente a Dios. Los nombres de los santos o de los misterios cristianos indican simplemente el deseo de honrar a esos santos o a esos misterios en particular. Sin embargo, se admite ordinariamente hablar de iglesias "dedicadas" a tal o cual santo. La costumbre de dar a la iglesia el nombre de San Juan de Letrán, data de la época en que la atendían los monjes del monasterio de San Juan Bautista y de San Juan Evangelista, que estaba situado junto a ella. En sus 1500 años de historia cristiana, la basílica ha atravesado por numerosas vicisitudes, ya que fue saqueada por los bárbaros y destruida por los terremotos y los incendios; sin embargo, conservó su antigua forma basilical hasta el siglo XVII, época en que Francisco Borromini construyó la iglesia actual. En 1878, se llevó a cabo el ensanchamiento del ábside en forma de coro, cosa que la embelleció. El altar mayor, recubierto de mármol, es el único en la Iglesia de occidente que no está hecho de piedra sino de madera. Constituye una reliquia de la época de las persecuciones, y algunos autores opinan que fue empleado por San Pedro. En el cimborio que se halla sobre el altar están los supuestos cráneos de San Pedro y San Pablo. San Agustín escribe: "Cada vez que celebramos la fiesta de la dedicación de un altar o de una iglesia, con tal de que lo hagamos con fe y atención y vivamos santa y rectamente, se opera en nosotros una edificación espiritual semejante a la de los templos hechos por mano de hombres. Porque Aquél que dijo: 'Sois templos santos de Dios', no miente, como tampoco mintió al decir: '¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros?' Por consiguiente, ya que hemos sido considerados dignos de ser templos de Dios, no por lo que nosotros valemos, sino por la gracia de Dios, trabajemos intensamente, con Su ayuda, para que el Señor no encuentre en su templo, es decir, en nosotros, nada que pueda ofender a su Majestad . . . Si nadie se atreve a presentarse mal vestido para comer con un rey de la tierra, ¿cuánto más debería apartase, humilde y reverente de la mesa del Rey eterno, es decir, del altar de Dios, quien está envenenado por el odio, la envidia o devorado por una cólera injusta? Porque está escrito: 'Ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vendrás a ofrecer tu don'. Y en otro pasaje: 'Amigo, ¿cómo te has atrevido a presentarte sin la vestidura nupcial?'"

Se ha escrito mucho acerca de la basílica de Letrán y su historia, así como sobre el rilo de la consagración de iglesias. Acerca de este último punto, véase a Duchesne, Christian Worship (1919), pp. 399-418; y cf. The Month, junio de 1910, pp. 621-631. Entre las muchas obras que existen sobre la basílica de Letrán, tal vez la mejor es la de P. Lauer, Le palais du Latran, Etu.de historique et archéologique (1911). Sobre los puntos que hemos tratado en nuestro artículo, véase a Lauer, Date de la dédicace de la basilique du- Latran, en Bulletin de la Soc. nat. des antiquaires de France, 1924, pp. 261-265. H. Leclercq publicó un largo artículo y una vasta bibliografía sobre San Juan de Letrán, en DAC, vol III, cc. 1529-1887; cf. especialmente cc. 1551-1553.

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