LA MUERTE PREPARA LA COSECHA PARA EL CIELO. Si tuviésemos la vista de los Angeles, la tierra nos parecería un campo grande, sembrado para la resurrección. La muerte de Abel abrió el primer surco; después continúa sin cesar la siembra en todos los lugares. ¡Qué tesoros contiene ya en su seno esta tierra de trabajo y de flaquezas! ¡Qué mies promete al cielo cuando el Sol de justicia haga brotar de ella las espigas de la salvación, maduras para la gloria! Por eso no es de admirar que la Iglesia bendiga y dirija por sí misma la siembra del trigo precioso.
GLORIFICACIÓN DE LOS SANTOS. — Pero la Iglesia no se contenta con estar sembrando continuamente. A veces, como cansada de esperar, recoge el grano selecto que ella misma había allí depositado; su tino infalible la preserva del error, y, desprendiendo de la tierra el germen inmortal, le anuncia las magniñcencias futuras: ya le envuelva entre el oro y las telas preciosas, le lleve en triunfo y convoque a las multitudes para honrarle; ya, bautizando a templos nuevos con su nombre, le conceda el supremo honor de descansar debajo del altar en que se ofrece a Dios el santo Sacrificio: "Compréndalo así tu caridad, dice San Agustín; se sirva comprenderlo: no levantamos en este lugar un altar a Esteban, sino que de las reliquias de Esteban hacemos un altar a Dios, Dios ama estos altares; y si me preguntas por qué, te diré: es que "la muerte de los santos es preciosa ante El". Por obedecer a Dios, "el alma invisible dejó su casa visible; pero a esta casa Dios la custodia: Dios recibe gloria de los honores que tributamos nosotros a esta carne inanimada; y concediéndola la virtud de los milagros, la reviste del poder de su divinidad". De aquí vienen las peregrinaciones a los sepulcros de los Santos.
"Pueblo cristiano, dice San Gregorio Niseno, ¿quién te junta aquí? Un sepulcro no tiene atractivo; la vista de lo que encierra causa repugnancia. Y aquí tienes que se ambiciona como una bendición el acercarse a éste. Objeto de ambición, se estima como regalo de gran valor hasta el polvo que se recoge en las partes próximas a este sepulcro. Porque llegar hasta las cenizas que conserva, es rarísimo favor, pero ¡qué deseable! Lo saben los privilegiados: como si estuviese vivo este cuerpo, le abrazan, le besan, fijan sus ojos en él, derramando lágrimas de devoción y de amor. ¿Qué emperador fué honrado jamás de modo semejante"?.
"¡Los emperadores!, continúa San Juan Crisóstomo; lo que fueron los porteros de sus palacios, eso son ellos hoy con unos pescadores; el hijo del gran Constantino pensó que no podía honrarle de manera más digna, que procurándose un lugar para su sepultura en el vestíbulo del pescador de Galilea"
Y en otra parte, al terminar de explicar la admirable carta a los Romanos del Doctor de las naciones, exclama: "¿Quién me diese ahora postrarme ante el sepulcro de Pablo, contemplar las cenizas de aquel cuerpo que completaba, padeciendo por nosotros, lo que faltaba a los padecimientos de Cristo?, ¿contemplar el polvo de aquella lengua que hablaba ante los reyes sin rubor y, mostrándonos lo que era Pablo, nos daba a conocer al Señor de Pablo? ¿Contemplar también el polvo de aquel corazón, verdaderamente corazón del mundo, más alto que los cielos, más vasto que el universo, corazón de Cristo tanto como de Pablo, en el que se leía, grabado por el Espíritu Santo, el libro de la gracia? Querría ver el polvo de las manos que escribieron estas epístolas; los ojos que, ciegos en un principio, recobraron la vista para nuestra salud; los pies que recorrieron el mundo. Si; querría yo contemplar la tumba donde descansan aquel instrumento de la justicia, de la luz, aquellos miembros de Cristo, aquel templo del Espíritu Santo. Cuerpo venerado, que con el de Pedro, protege a Roma de modo más seguro que todas las fortificaciones"
DOCTRINA DE LA IGLESIA SOBRE LAS RELIQUIAS.'— A pesar de estos textos y otros muchos, la herejía, profanando en el siglo XVI las tumbas santas, no pretendió con ello precisamente hacernos volver a las costumbres de nuestros padres. Mas contra estos extraños reformadores, el Concilio de Trento se contentaba con expresar el testimonio unánime de la Tradición en la siguiente definición dogmática, en que se encuentran resumidas las razones teológicas del culto que la Iglesia tributa a las reliquias de los Santos: "Los fieles deben venerar los cuerpos de los Mártires y demás Santos que viven en Cristo. Fueron efectivamente sus miembros vivos y templo del Espíritu Santo; él los ha de resucitar para la vida eterna y para la gloria; Dios, por medio de ellos, concede a los hombres muchos beneficios. Por tanto, los que dicen que las reliquias de los Santos no merecen venerarse, y que es inútil que los fieles las honren, y vano que se hagan visitas a las memorias o monumentos de los Santos para conseguir su ayuda: a estos tales se les debe condenar de modo absoluto; y, en la forma que desde hace ya mucho tiempo los condenó la Iglesia, así ahora otra vez los condena".
LA MISA DE LAS SAGRADAS RELIQUIAS
Como la fiesta de las Sagradas Reliquias en muchos lugares se celebra en la Octava de Todos los Santos, ponemos la Misa y las Vísperas que generalmente se les dedica. Pero advertimos que las fórmulas litúrgicas no varían menos que la fecha de la fiesta.
El Introito está sacado del Salmo 33. Canta la solicitud de Dios por los suyos en la muerte y en la vida. Cualquiera que fuere la suerte que corran los justos en la prueba o en la persecución, todos sus huesos se juntarán a la voz del Hijo del hombre en el último día.
INTROITO
Muchas fueron las tribulaciones de los justos, y de todas ellas los libró el Señor: el Señor guarda todos sus huesos: ni uno de ellos será quebrantado. — Salmo: Bendeciré al Señor en todo tiempo: su alabanza estará siempre en mi boca. J. Gloria al Padre.
Los milagros que obran estos huesos secos nos hacen ver, en efecto, dice San Agustín, que en realidad no están muertos. Deben aumentar nuestra fe en la futura Resurrección y hacernos pedir como la Iglesia en la Colecta, el tener parte nosotros también, cuando Dios quiera, en la gloria, de la que es prenda segura esta virtud, que ya resplandece en ellos.
ORACION - Aumenta, Señor, en nosotros la fe en la resurrección, tú, que obras maravillas con las Reliquias de tus Santos: y haznos participantes de aquella gloria inmortal cuya garantía veneramos en sus cenizas. Por Nuestro Señor Jesucristo.
EPISTOLA Lección del libro de la Sabiduría (Ecl., XLTV, 10-15). Estos son los varones de misericordia, cuyas bondades nunca faltaron: sus bienes permanecen con su descendencia, sus nietos son una herencia santa, y su raza ha permanecido fiel a la alianza: y sus hijos permanecerán por ellos eternamente: su semilla y su gloria no perecerán. Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre vive de generación en generación. Los pueblos anunciarán su sabiduría, y la Iglesia pregonará sus alabanzas.
EL TESORO DE LOS PUEBLOS. — Para nuestros antepasados, la primera riqueza, el tesoro por excelencia de los pueblos le formaban las Sagradas Reliquias. Se diría que de los cuerpos santos emanaban el rocío del cielo y la grosura de la tierra, "bendiciones de este mundo y del otro. Su presencia infundía respeto a las tropas enemigas y otro tanto a las legiones del infierno; mantenía las buenas costumbres, conservaba la fe, incitaba a la oración en medio de las ciudades que gracias a ellas llegaban a ser el centro codiciado a donde acudían las multitudes. ¡Qué vigilancia se prodigaba al augusto depósito! Su pérdida se consideraba mayor mal que todas las calamidades públicas.
Con todo, "hermanos, dice el Cardenal Pie, tengo que declararos aquí un plan maravilloso de Dios, de quien dice la Escritura que es admirable en sus Santos. Jesucristo nuestro Señor, que dijo a sus discípulos: Id y enseñad: (Euntes ergo, docete), con frecuencia se complace en ponerlos otra vez en movimiento después de muertos, y se sirve de su apostolado de ultratumba para hacer llegar el beneficio de la gracia a otros pueblos distintos de los que ellos en vida evangelizaron. Os he destinado, les dijo, para que vayáis y déis fruto: (Posui vos ut eatis, et fructum afferatis). Sometiéndose a este designio, aun después de haber llegado al término feliz de su peregrinación terrestre, los Santos se resignan a ser de nuevo viajeros. Si tuviese tiempo de contaros el peregrinar póstumo de nuestros ilustres pontífices y taumaturgos, por ejemplo, los reiterados viajes, las idas y venidas, las marchas y contramarchas de nuestro Hilario y de nuestro Martín durante diez siglos largos, y los frutos increíbles de estos extraños desplazamientos, a la vez que cautivar vuestra atención con relatos llenos de interés, temería fatigaros por la prolijidad".
El Gradual y su versículo, tomados de los Salmos, ensalzan la gloria futura, de la cual no es más que una imagen borrosa la que rodea a los bienaventurados en su lecho de honor de este mundo.
GRADUAL
Se gozarán los Santos por su gloria, se alegrarán en sus moradas. J. Cantad al Señor un cántico nuevo: alábesele en la asamblea de los Santos. Aleluya, aleluya. J. Banqueteen y gócense los justos en la presencia de Dios: y regocíjense con alegría. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Lucas (Le., VI, 17-23).
En aquel tiempo, bajando Jesús del monte, se paró en un lugar campestre, y, con El, la compañía de sus discípulos y una gran muchedumbre de gente de la Judea, y de Jerusalén, y de la región marítima, y de Tiro y de Sidón, que habían venido a oírle y a ser curados de sus dolencias. Y, los que eran molestados por los espíritus inmundos, fueron curados. Y toda la turba quería tocarle: porque salía de El una virtud, que curaba a todos. Y El, alzando los ojos hacia sus discípulos, dijo: Bienaventurados los pobres: porque es vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora padecéis hambre: porque seréis hartos. Bienaventurados los que ahora lloráis: porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando os odiaren los hombres, y os separaren e injuriaren, y proscribieren vuestro nombre como un mal, por el Hijo del hombre. Gozaos en ese día, y alegraos: porque he aquí que vuestra recompensa será muy grande en el cielo.
PODER DE LOS SANTOS.— "En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, hará las obras que yo hago, y aún mayores". Esta palabra del Hombre-Dios se refería a los Santos, a los discípulos de Jesús que habían de creer en él hasta llegar a hacer consistir la felicidad de este mundo en la pobreza, el hambre, las lágrimas y la persecución. Esa palabra la verían cumplida ya en su vida mortal; y la verían ratificada siempre y a veces con más frecuencia por el poder que tendrían sus despojos exánimes para expulsar los demonios, curar todos los males y conseguir toda clase de gracias; las turbas se pondrían en movimiento, no ya sólo la reducida provincia de Judea, sino los confines de toda la tierra, para ir a escuchar a los Santos en el silencio elocuente de sus sepulcros, para sentir la virtud que saldría de ellos. Paulino de Ñola nos dice también: "Dios compasivo dispuso la distribución de los Santos entre las naciones, de tal forma que no pudiese faltar su ayuda a los achacosos mortales Aunque destinase como morada para los más grandes Santos las ciudades principales, la gracia de que están dotados en favor nuestro no se percibe allí solamente donde yacen sus cuerpos íntegros: doquiera que haya una partecilla del cuerpo de un santo, allí se siente su mano y su poder; de esta manera da Dios testimonio del crédito que tienen en el cielo. Del venerando depósito se desprenden, como semillas de vida, las cenizas sagradas; una gota minúscula que salta de la fuente, se convierte ella misma en fuente y en ríos de gracia y de amor"
Alabemos, pues, al Señor en sus Santos; de él les viene toda virtud, como lo dice el Ofertorio.
OFERTORIO
Admirable es Dios en sus Santos: el Dios de Israel dará El mismo poder y fortaleza a su pueblo: bendito sea Dios, aleluya. "¿Quién adoró jamás a los Mártires?
¿Quién tuvo a un hombre por Dios?", decía San Jerónimo defendiendo el culto que se tributa a los huesos sagrados. Y, en efecto, en la Secreta, la Iglesia profesa esta fe: así como el culto de esas cenizas venerables va de ellas a los mismos Santos, de igual modo el poder de los Santos no es más que un poder de intercesión cerca del padre de la augusta Victima, de donde nos viene toda salvación.
SECRETA
Imploramos, Señor, tu clemencia: para que, mediante los méritos de tus Santos, cuyas Reliquias veneramos, sea esta hostia que te ofrecemos, expiación de nuestros pecados. Por Nuestro Señor Jesucristo.
"Al que come mi carne y bebe mi sangre, dijo el Hombre-Dios, le resucitaré en el último día" La Comunión, que deposita en nuestros cuerpos el germen de la inmortalidad gloriosa, justifica el objeto de esta fiesta y explica su alegría.
COMUNION
Alegráos justos en el Señor, a los rectos conviene la alabanza.
¿Qué conclusión sacaremos fe nuestra oración de este día, sino desear vivir eternamente con los bienaventurados que nos alegran con la presencia de sus Sagradas Reliquias? Es lo que hace la Iglesia en la Poscomunión.
POSCOMUNION
Suplicárnoste, Señor, multipliques sobre nosotros, por estas santas cosas que hemos tomado, tu misericordia: para que, así como nos alegramos con piadosa devoción en la fiesta de tus Santos, cuyas Reliquias veneramos, así gocemos, por tu gracia, de su eterna compañía. Por Nuestro Señor Jesucristo.
Nos figuramos que no estará de más poner aquí la bella fórmula del Pontifical romano para la bendición de las urnas y relicarios.
PREFACIO
Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que siempre y en todas partes te demos gracias a ti, Señor santo, Padre todopoderoso, Dios eterno, Dios inefable, Dios de misericordia y de toda consolación. Mandaste a tu siervo Moisés hacer, conforme al ejemplar que le mostraste en el monte, un arca de madera incorruptible y forrarla de oro purísimo, para que fuese digna de guardar, como testimonio para las generaciones futuras, la urna de oro llena del maná de los cielos, y las tablas de la Ley escritas por el mismo dedo de tu Majestad. Luego, en nuestros tiempos, revelaste el sentido de estos augustos misterios, al llenar de toda la plenitud de la divinidad el cuerpo de tu único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo de una Virgen purísima y vivificado por un alma racional. Te imploramos y te suplicamos, pues, Dios omnipotente, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, de quien deriva toda paternidad en el cielo y en la tierra: dígnate, a ruegos de sus Santos, derramar la bendición del cielo sobre estos relicarios preparados para sus sagrados restos; de modo que, los que recurran a ellos, merezcan por su intercesión vencer todo mal con tu ayuda, y conseguir bienestar y toda clase de bienes del tesoro de tu largueza infinita. Lograron, Señor, sirviéndoles tú de guía interior, evitar las emboscadas de los espíritus del mal; y, confortados por Jesucristo, no sólo despreciaron los refinados tormentos de los hombres, sino que triunfaron completamente de ellos. Haz que también los fieles que honran los méritos de esos Santos y besando con humildad sus reliquias, se vean protegidos contra el demonio y sus ángeles, contra el rayo y las tempestades, contra el granizo y demás calamidades, contra la corrupción del aire y la mortandad de los hombres y de los animales, contra los ladrones, los asesinos, las incursiones enemigas, contra los animales nocivos, las serpientes y reptiles de diversas clases, contra la maldad humana y sus intrigas, que son peores que las demás calamidades. Aplacado por los ruegos de tus bienaventurados siervos, sé propicio a sus devotos clientes, extiende sobre ellos siempre y en todo lugar la diestra de tu poder invencible para alejar los males y derramar los bienes.
Por el mismo Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, que como Dios vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
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