viernes, 20 de noviembre de 2020

20 de noviembre SAN FÉLIX DE VALOIS, CONFESOR El Año Litúrgico - Dom Próspero Gueranguer

 SAN FÉLIX DE VALOIS, CONFESOR

LA LIBERTAD CRISTIANA. — Otra vez nos encontramos en el calendario litúrgico con un Santo que trabajó con ardor por libertar a sus hermanos de la servidumbre. Tal vez tendríamos motivo de sobra para hablar de la servidumbre, tan triste como la esclavitud de los tiempos paganos, que padecen muchos pueblos oprimidos por un poder despótico que hace sentir su tiranía a las almas y a los cuerpos. Pero, al fin ya del año litúrgico, preferimos recordar otra vez más la naturaleza de la libertad que consigue el hombre por su adhesión a nuestro Señor Jesucristo mediante la fe. "La vida del que fué justificado por la fe y el bautismo, lo sabemos, es paz con Dios, alegría y libertad. Libertad, dos veces libertad: por razón de lo que el bautismo destruyó en nosotros y por lo que ha edificado. Pero importa mucho definir lo que es la libertad, y su contrario, la servidumbre. "Soy siervo si vivo sujeto a la servidumbre de quien no debo, si el tirano ejerce su poder sobre mí a la fuerza y exteriormente, si me asocia contra mi voluntad a acciones viles, si una de mis partes, la más noble, protesta contra las villanías en que emplea su despótico poder. Sin duda ninguna, en esos casos existe la servidumbre. "Pero cuando estoy bajo la dependencia y en las manos de quien debo; cuando la fuerza que se emplea en mí, obra en lo íntimo, es decir, se dirige a la inteligencia y a la voluntad; cuando me hace trabajar en unión con él en obras altas y dignas; cuando me asocia al trabajo de Dios y con su influencia interior me hace colaborar en un programa de alta moralidad; cuando tengo conciencia de que no sólo Dios, sino también todas las partes superiores de mi alma aplauden a la obra que realizamos juntos, Dios y yo: llama si quieres a esto servidumbre, EL TIEMPO DESPUES de PENTECOSTES yo diría que es la libertad suma, la liberación absoluta. "No he sido creado para pertenecer al mal, ni para oscilar indefinidamente a capricho de un poder arbitrario, entre el bien y el mal. La libertad no es la volubilidad: de ningún modo. ¿No es hora ya de darse a Dios sin reservas ni rodeos? Y esto no es servidumbre, aunque los hombres lo llamen así; esto es la libertad absoluta, la exención de toda servidumbre. Es propio de la inteligencia el ser libre; y a la inteligencia de Dios corresponde la mayor libertad que existe. Y como la libertad no se me concedió para estar fluctuando eternamente, sino para adherirme al bien por un acto para mí meritorio y para Dios glorioso; para unirme al bien, a Dios por un movimiento deliberado y nacido en mí: de aquí se sigue que cuando pertenezco sin interrupción, sin reserva, sin limitación, sin rodeos a la eterna belleza; cuando estoy cautivo y preso del afecto, prendido al centro mismo de mi vida; cuando amo, cuando amo de verdad de modo que pudiesen arrancarme el alma, pero no arrancar de mi alma el amor; cuando ya no existe para mí más que un pensamiento, un querer, un deseo, un amor y he podido librarme de todo para entregarme sin límite, en el tiempo y en la eternidad al que se ha adueñado de mí: ¡oh! digamos a los cuatro vientos: ahora sí que soy libre de verdad porque soy únicamente de Dios". 

Félix pertenecía a la familia real de los Valois. Toda su vida se distingue por su amor a la contemplación, su caridad con los pobres y desgraciados. Siendo niño y adolescente, les repartía con mano generosa su fortuna. Pero la soledad le atraía, y en ella podía entregarse a la contemplación de Dios y de sus misterios. Para evitar toda pretensión al trono, quiso recibir antes las sagradas órdenes y luego se retiró al desierto donde vivió en la mayor austeridad. En él pasó muchos años en compañía de Juan de Mata que vino a juntarse con él. Por consejo de un ángel se pusieron en camino de Roma con el fin de pedir a Inocencio III que aprobase la creación de una nueva Orden religiosa, para el rescate de los cautivos cristianos, víctimas de los musulmanes y en peligro de apostatar de su fe. El Papa dió a la Orden el nombre de la Santísima Trinidad, y los dos fundadores establecieron su primer monasterio en Cerfroid, diócesis de Meaux. Félix le gobernó y propagó la Orden en las demás provincias. Consolado por los grandes favores de la Virgen María, se durmió en la paz del Señor el 4 de noviembre de 1212. EL AMANTE DE LA CARIDAD. — Félix, amante santo de la caridad, enséñanos el valor de esta reina de las virtudes y también su naturaleza. Ella te arrastró a la soledad, te hizo hallar a Dios, te le hizo ver y amar en tus hermanos. 

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