jueves, 25 de junio de 2020

JUEVES DE LA INFRAOCTAVA DEL S. C.

NECESIDAD MAS ACTUAL DE LA REPARACIÓN
Al terminar la Encíclica Miserentissimus, Pío XI hacía resaltar la gran necesidad actual del deber de la reparación, más necesario ahora que nunca para nuestro pobre mundo, "anegado en el mal"1. Pasan los años y el llamamiento del Papa conserva su actualidad. Por todas partes se escuchan los gemidos de los pueblos y se puede decir con toda verdad "que los reyes y los príncipes se unen para ir contra Dios y su Iglesia"
MALES ACTUALES DE LA IGLESIA. — Hemos contemplado en Rusia, Méjico y España, y contemplamos en la actualidad en Europa Central y en Asia, el triste espectáculo que se nos ofrece: "Los templos son demolidos y destruidos; los religiosos y sagradas vírgenes-son arrojados de sus casas y molestados con insultos, crueldades, hambre y cárceles; grupos de niños y doncellas son arrebatados del seno de la madre Iglesia, e inducidos a renegar y blasfemar de Cristo; toda la cristiandad, sobrecogida de espanto y dispersa, se encuentra en continuo peligro de apostasia, o de atrocísima muerte", o por lo menos, de crueles vejaciones. Hemos visto a numerosas naciones hacerse guerra atroz y despiadada, durante largos años, sordas a la voz del Padre común de todos los ñeles, que las invitaba a una paz justa y cristiana, que evitaría para el futuro males funestos. Los pueblos cierran sus ojos a las lecciones de pruebas tan terribles, rehusando su conversión, y se entregan ciegamente a sus ansias de goces, a sus egoísmos y a sus odios, en lugar de abrazar la ley de Cristo.
"Y es todavía más de lamentar que entre los mismos ñeles aumente la despreocupación por la disciplina eclesiástica y por las antiguas instituciones, en que se apoya toda vida cristiana, y por las que se rige la familia y defiende la santidad del matrimonio. Se descuida totalmente o se falsea por una dulzura exagerada la educación de los hijos; a la misma Iglesia se la pone en la imposibilidad de educar a la juventud cristiana; es lamentable el olvido del pudor cristiano en la vida ordinaria..., es desenfrenada la codicia de los bienes pasajeros, y desenfrenado el modo de las luchas políticas, y no se conocen leyes en los esfuerzos hechos para ganar la opinión por la propaganda. Se desacredita a la autoridad legítima y se desprecia la palabra de Dios, tanto que la fe misma se derrumba o se pone en próximo peligro. Y así, y aun a su pesar, el espíritu se siente dominado por la idea de que se acercan aprisa los tiempos de que vaticinó Nuestro Señor: "y puesto que abundó la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos".
LA PREOCUPACIÓN POR LA EXPIACIÓN. — Prosiguiendo este tema en su Encíclica: "Caritate Compulsi" del 3 de mayo de 1932, Pío XI deploraba que en nuestros días la idea y el nombre de expiación y de penitencia, para muchas almas hubiesen perdido, en gran parte, la virtud de excitar los entusiasmos del corazón y los heroísmos de sacrificios, que en tiempos pasados eran capaces de infundir, cuando, a los ojos de los hombres de fe, se presentaban como sellados con el carácter divino, que les dieron los ejemplos de Cristo y de sus santos. No faltan hoy quienes presumen dar de mano a las mortificaciones externas, motejándolas de antiguallas, sin hablar del "hombre moderno", que, invocando la autonomía de la voluntad, desprecia orgullosamente la penitencia, como un acto de índole servil.
"Y es cosa natural que, cuanto más se debilita la fe en Dios, tanto más se oscurece y desvanece la idea del pecado original y de la primitiva rebelión del hombre contra Dios, llegando, en consecuencia, hasta dejar de sentirse la necesidad de penitencia y de expiación. Mas nosotros debemos mantener bien altos estos nombres y estos conceptos y conservarlos en su verdadera significación, en su genuina nobleza y aun más en su práctica y necesaria aplicación a la vida cristiana. A esto nos impele la misma defensa de Dios y de la religión que profesamos..." Y el Padre Santo pide que "este espíritu de oración y de desagravio se mantenga en todos los fieles vivo y en plena actividad, durante toda la Octava de la fiesta del Sagrado Corazón, para que sea ésta para todos los cristianos una Octava de reparación y de santa tristeza, días de mortificanción y de plegarias."
OBRAS DE PENITENCIA. — Termina el Papa indicándonos algunos medios de penitencia y reparación: "Absténganse los fieles de todo espectáculo y de toda otra diversión aunque sea lícita; los más acomodados, cercenen voluntariamente, con espíritu de cristiana austeridad, algo siquiera de su acostumbrada manera de vivir, dispensando a los pobres generosamente el fruto de sus voluntarias privaciones, ya que la limosna es también medio excelente para satisfacer a la divina Justicia y atraer las divinas misericordias.
"Los pobres por su parte y todos los que en este tiempo están sometidos a la dura prueba de la falta de trabajo y escasez de pan, ofrezcan al Señor con igual espíritu de penitencia y la mayor resignación, las privaciones que les imponen los tiempos difíciles actuales y la condición social que la divina Providencia con inescrutable, pero siempre amoroso designio, les ha asignado, y acepten con ánimo humilde y confiado, como venidos de la mano de Dios, los efectos de la pobreza, agravados hoy por la estrechez que aflige a toda la humanidad. Elévense más generosamente hasta la divina sublimidad de la Cruz de Cristo, pensando que si el trabajo es uno de los mayores valores de la vida, ha sido más bien el amor de Dios paciente el que ha salvado al mundo. Confórtelos, por fin, la certeza de que sus sacrificios y sus penas, cristianamente sufridas, concurrirán eficazmente a acelerar la hora de la misericordia y de la paz."
ORACIÓN. — Recitemos, para terminar, la consagración de una religiosa del Buen Pastor, la Madre María del Divino Corazón. Gustábala repetir "que sin el espíritu de sacrificio, la devoción al Sagrado Corazón no es más que pura imaginación." Pidió con insistencia a León XIII, que consagrara el género humano al Sagrado Corazón, y, satisfechos sus deseos, murió en Porto el 8 de junio de 1899.
"Amabilísimo Jesús mío: me consagro hoy nuevamente y sin reserva a tu divino Corazón: Te consagro mi cuerpo con todas sus facultades y mi ser entero. Te consagro mis pensamientos, palabras y obras, todos mis padecimientos y penas, todas mis esperanzas, consuelos y alegrías, y de modo especial Te consagro mi pobre corazón, para que seas su único amor y se consuma como víctima en las llamas de tu caridad.
"Acepta, oh Jesús, mi amabilísimo Esposo, mi deseo de consolar a tu divino Corazón y pertenecerte para siempre.
"Toma posesión de mí, de suerte que, en adelante, mi única libertad sea amarte y mi única vida la de padecer y morir por Ti.
"En Ti pongo toda mi confianza, una confianza sin límites, y espero alcanzar de tu misericordia infinita, el perdón de todos mis pecados.
"En tus manos pongo mis cuidados, y sobre todo el de mi salvación eterna. Te prometo amarte y honrarte hasta el último momento de mi vida, y propongo propagar, por todos los medios posibles, el culto de tu Sagrado Corazón.
"Dispón de mí, oh Jesús mío, a tu gusto; no aspiro a otra recompensa fuera de tu mayor gloria y tu santo amor.
"Concédeme la gracia de hallar mi morada en tu divino Corazón; ahí quiero pasar todos los días de mi vida y exhalar mi último suspiro. Establece en mi corazón tu morada y el lugar de tu reposo, para que permanezcamos íntimamente unidos, para que un día pueda alabarte amarte y poseerte por toda la eternidad, allá arriba, en los cielos, donde cantaré eternamente las infinitas misericordias de tu Corazón. Así sea

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