DIVERSIDAD DE SANTOS. — En este mundo todas las cosas tienen un solo fin: procurar ya desde aquí abajo a la Iglesia las galas del cielo, disponer su aderezo para la eternidad; aderezo sublime, constituido por las virtudes de los santos, que han de hacer a la elegida del Verbo, digna de sentarse a la diestra del Esposo en lo más alto de los cielos'. El Ciclo sagrado, en su curso anual, nos proporciona la imagen del trabajo incesante por el cual, el Espíritu Santo, haciendo diversos entre si los méritos de los santos, prepara para las nupcias eternas la admirable variedad de adornos de la Iglesia, cuyos miembros son los santos. Dos mártires, purpurados por su sangre, vienen hoy a hacer resaltar la resplandeciente blancura de las obras de Norberto. Se mostraron como intrépidos apoyos de los confesores de Cristo, en medio de atroces persecuciones que se encontraron contra la Iglesia. Y un mismo combate debía también poner término a su vida en la tierra, y hacerlos nacer para el cielo.
VIDA. — De estos santos no sabemos nada de su vida ni de su muerte. Las Actas de su martirio—si fuesen auténticas—nos permitirían colocarle en la persecución de Diocleciano. La tradición nos atestigua que eran ya entrados en años cuando se convirtieron. Su santidad nos la certifica el culto de que fueron objeto desde la más remota antigüedad. Sus cuerpos reposaron en Nomentanum, hoy Mentana; mas el Papa Teodoro I (642-649) los trasladó a Roma y mandó colocarlos en la rotonda de S. Esteban en el monte Celio. Un mosaico los representa con el rollo de la ley divina.
PLEGARIA. — Veteranos de los combates del Señor, enseñadnos cuál es la fuerza que hay que desplegar en toda edad para servir a Dios. Menos favorecidos que nosotros, conocistéis tarde el Evangelio y las riquezas sin cuento que confiere al cristiano. Pero vuestra juventud se renovó, como la del águila', en el santo bautismo, y el Espíritu Santo produjo en vosotros abundantísimos frutos. Cuando por fin sonó la hora del triunfo final, vuestro valor igualó al de los combatientes más heroicos. Despertad en nosotros la fe en la palabra de Dios; sus promesas nos harán, como a vosotros, despreciar la vida presente, Haced volver la piedad a las fuentes verdaderas que fortifican al alma, al conocimiento, al uso diario de las fórmulas sagradas, que tan admirablemente unen la tierra con el cielo, del cual descendieron.
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