viernes, 5 de junio de 2020

5 de junio: SAN BONIFACIO, OBISPO Y MARTIR

SAN BONIFACIO, OBISPO Y MARTIR - El Año Litúrgico - Dom Próspero Gueranguer
Después de encomiar las excelsas virtudes del Patriarca de Occidente, y de describir los rasgos esenciales de su Regla, S. S. Pío XII, con su encíclica "Fulgens radiatur", dada con ocasión del XIV centenario de la muerte de S. Benito, pone de relieve la extraordinaria influencia de la Orden que fundó únicamente para el servicio de Dios.
INFLUENCIA DE LA ORDEN BENEDICTINA. — La historia lo atestigua. "En el curso de aquella época de tinieblas, en que reinaba la ignorancia en los hombres y el desorden en las cosas, los hijos de San Benito fueron casi los únicos que se ocuparon en conservar los monumentos doctrinales y literarios, en transmitirlos con todo cuidado, y comentarlos. Fueron los primeros que cultivaron las artes, las ciencias, la enseñanza, y las difundieron de todos los modos posibles.
Ellos fueron los enviados por los Sumos Pontífices a extender con fruto por los confines del mundo el reino de Cristo, no con la espada, ni con la violencia, ni con el exterminio, sino con la Cruz y el arado, por medio de la verdad y la caridad. Donde quiera que fuesen estas tropas sin armas, compuestas de predicadores de la religión cristiana, de artesanos, de labradores, de maestros en las ciencias divinas y humanas, la tierra hasta entonces dejada en baldío, comenzaba a ser cultivada; las artes plásticas y las bellas artes se desarrollaban; los habitantes, abandonando su vida salvaje y brutal, eran instruidos en las costumbres sociales y en la civilización. Porque ante ellos, resplandecía, como rayo luminoso, la doctrina y las virtudes evangélicas. "Multitud de apóstoles, ardiendo en celeste caridad, recorrieron todas las regiones inexploradas y bárbaras de toda Europa. Las regaron con sus sudores y su sangre generosa, y después de pacificar a los pueblos, les llevaron la luz de la doctrina católica y de la santidad...
"De hecho, no sólo Gran Bretaña, Francia, Holanda y Frigia, Dinamarca, Alemania, Pannonia y los países Escandinavos, sino también una multitud inmensa de pueblos eslavos se glorían de haber tenido como apóstoles a los monjes, a los cuales consideran como el honor de su historia y los ilustres fundadores de su civilización."
SAN BONIFACIO. — Uno de estos monjes es el santo que la Iglesia propone hoy a nuestra admiración, a nuestro culto y a nuestro agradecimiento. Monje celoso y sabio, pronto se reveló su vocación de misionero, y fueron tales sus éxitos apostólicos, que los Papas y los Reyes acudieron a él, no sólo para convertir a los pueblos paganos, sino para fundar y reformar las iglesias. Fué obispo, legado y diplomático. Con razón el Papa Gregorio II cambió su nombre de Winfrido por el de Bonifacio, esto es, Bienhechor. Fué uno de los personajes más ilustres del siglo vin, y quizás el s"anto más glorioso. Acabó su brillante carrera con el martirio, demostrando así que, siempre y en todas partes, no le había guiado más que un purísimo amor de Dios, y de los hombres.
VIDA. — S. Bonifacio nació hacia el 680 en el reino anglosajón de Wesse. A los 7 años entró en la Abadía de Exeter. Enviado a la de Nursling para que continuase sus estudios y después enseñar, se distinguió por su fidelidad a todas las observaciones de la Regla y por su celo en predicar a los grandes y pequeños de los alrededores.
Su deseo de llevar la verdad a los paganos, le obligó a partir, con tres compañeros para Frisia, donde permaneció algún tiempo. Volvió a su monasterio y partió otra vez para ir a Roma en el año 718. El Papa Gregorio XI le entregó una carta de investidura autorizándole para que predicase la fe a los idólatras de Alemania. San Bonifacio se dirigió hacia Baviera, Turingla, y finalmente se estableció en Frisia, que acababan de conquistar los francos, y donde se hallaba ya San Willibrordo. Después de tres años, se internó en el país y evangelizó la región de Hesse. En el 722, Gregorio II le consagró Obispo, pero no le dió una diócesis fija. En el 724 estaba en Turingia, luego pasó a Baviera, donde estableció numerosos obispados, de modo que al cabo de 20 años fueron evangelizadas todas las regiones de Alemania, sometidas a los francos. Después de la muerte de Carlos Martel, emprendió, con ayuda de su hijo Pipino, la reforma de la Iglesia franca, convocó concilios para extinguir la simonía e hizo que todos los obispos se sometiesen a la jurisdicción del vicario de Cristo. Puso su sede en Maguncia en el año 747, pero, cuando quiso volver a Frisia, fué martirizado en Dokkum el 5 de Junio de 754. Su cuerpo fué trasladado al Monasterio de Fulda, en el cual es venerado de toda Alemania católica, de la que es el Patrón.
PLEGARIA. — Ante el celo de tu alma, la grandeza de tus obras y la gloria de tu martirio, la admiración iguala en nosotros al reconocimiento, oh tú, a quien tantos pueblos te son deudores. Sin ti no hubiera sido posible la formación del Sacro Imperio; sin ti hubiera perecido la Iglesia franca a causa de la simonía de sus obispos; sin ti varias naciones, desde Holanda hasta el Tirol, habrían permanecido bárbaras e idólatras: Por lo cual también nosotros nos regocijamos por la gloria que el Señor te ha concedido en el cielo.
"Me alegraré en Jerusalén y me gozaré en mi pueblo; y no se oirá el grito de los llantos ni la voz de la angustia. Mis elegidos no trabajarán en vano ni engendrarán en la tribulación; porque son raza bendecida por el Señor y sus hijos son benditos con ellos." ' Ojalá estas palabras se verifiquen más y más. La herejía ha manchado el campo de tu apostolado, y después de guerras sangrientas, las naciones quieren reconstituir en Europa la unidad y la paz que tanto procuraste establecer. Dios quiera que los príncipes comprendan que no se encontrará esta unidad y esta paz, sino en el retorno a la fe que predicaste, en la obediencia a la Iglesia y al Papa como nos lo enseñaste con tu ejemplo.
Ruega por nosotros: pide a Dios que suscite en nuestro mundo moderno apóstoles poderosos en obras y en palabras, como tú lo fuiste. Ven de nuevo a salvar a Europa de la anarquía, destruyendo el reino de Satanás y devolviéndonos la fe.

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