sábado, 22 de agosto de 2020

Nuestra Señora del Escapulario Verde, Francia


Nuestra Señora del Escapulario Verde, Francia ( 28 de enero) 

Nueve años después que a Santa Catalina Labouré, se apareció la Santísima Virgen María a la Hermana Justina Bisqueyburu, en el mismo convento de la Rue du Bac, sosteniendo el Inmaculado Corazón en sus manos, resplandeciente con las más intensas y deslumbrantes llamas que salían de él, y le entregó el Escapulario Verde…


En La Rue du Bac de París se encuentra el Convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Personas de todo el mundo van a allí para orar en la Capilla y pedir la intercesión de la Virgen Inmaculada.

Su fama comenzó en 1830, cuando Santa Catalina Labouré experimentaba las visiones de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Durante el curso de estas visiones, la Virgen prometió que todos los que fueran allí con Fe recibirían inmensas gracias a través de su intercesión, a través de su Divino Hijo.

La historia del Escapulario Verde empieza en la misma Capilla, pero nueve años después, y con otra Hermana, Justina Bisqueyburu. Es a ella a quien Nuestra Señora del Escapulario Verde se le apareció.

LAS VISIONES DE LA HERMANA JUSTINA

La Hermana Justina Bisqueyburu nació el 11 de noviembre de 1817, en el pueblo de Mauleon, en los bajos Pirineos de Francia. Pasó sus primeros años con la hermana de su madre.

Su vida en ese momento era simple, como la de cualquier niña de su edad.

Cuando cumplió los 22 años, Justina se unió a las Hermanas de Caridad de San Vicente de Paúl, una Congregación muy popular y extendida en Francia, y fundada en los grandes principios de espiritualidad y caridad del gran ‘Monseñor Vicente’, que era como a él se le refería. El Convento de la Congregación estaba en la Rue du Bac, en París, una calle bulliciosa en el corazón del sector comercial de la ciudad.

Después de su llegada al Convento, Justina comenzó a experimentar gracias místicas y manifestaciones sobrenaturales.

El 28 de enero de 1840, durante su retiro de noviciado, estando orando en silencio en la Capilla del convento, se le apareció, sobresaltándola, la Santísima Virgen María. La Madre de Dios tenía un vestido largo de seda blanca dejando al descubierto sus pies. Encima del vestido tenía un manto del más pálido azul. Su cabello caía suavemente sobre sus hombros y no estaba cubierto por un velo. La Hermana observó que las manos de la Santísima Virgen estaban dobladas hacia su pecho y sosteniendo el Inmaculado Corazón, del cual salían llamas resplandecientes. La Madre de Dios no dijo nada.


Esta visión se repitió al final del retiro de la Hermana Justina y en otras cinco ocasiones durante el curso de su noviciado. En cada ocasión, la Santísima Virgen no decía nada y los detalles de cada visión eran idénticos.

Después de hacer sus primeros votos, Sor Justina fue enviada al pueblo de Blangy, para trabajar allí con las Hermanas de su Congregación. Al poco tiempo de su llegada, las Hermanas se reunieron para celebrar la fiesta del Nacimiento de la Santísima Virgen María. Sor Justina se encontraba en oración meditando en esta celebración. De pronto tuvo una nueva visión, esta vez diferente a la de ocasiones anteriores.

La Santísima Virgen se le aparece vestida igual que en las otras ocasiones: con un vestido de seda blanca cubierto por el manto azul pálido, y en sus manos sosteniendo el Inmaculado Corazón, resplandeciente con las más intensas y deslumbrantes llamas que salían de él. Pero, tenía algo diferente: en su mano izquierda sostenía lo que parecía ser un Escapulario o insignia de alguna clase.

Durante esta visión se le dio a conocer por una revelación interior el significado de esta aparición. Se le reveló que este Escapulario del Inmaculado Corazón sería un poderoso instrumento para la conversión de almas, particularmente aquellas que no tienen Fe, y que por medio de él, la Santísima Virgen obtendría para ellos, mediante su Hijo, la gracia de una muerte en ‘gracia de Dios’.

Se le hizo también saber a la religiosa el deseo de la Madre de Dios de que el escapulario fuese propagado por todas partes para que estas gracias particulares, lleguen a todas las almas que abracen esta devoción.


Siempre humilde y prudente, y desconfiada de ella misma, la Hermana Justina temía que lo que ella había experimentado fuera sólo el producto de su imaginación. Le contó estas experiencias a su Superiora, y le pidió que no dijera nada. Sin embargo, también le pidió que si ella consideraba necesario, le contaría todo lo ocurrido al Director Espiritual.
En dos ocasiones subsiguientes, se repitió esta visión del Escapulario Verde a la religiosa y comprendió que debía contarle todo a su Director Espiritual.

El Sacerdote responsable de su dirección espiritual era el Padre Aladel -a quien la Hermana Justina no conocía- que estaba involucrado íntimamente en la propagación de la Medalla Milagrosa, por ser también Director Espiritual de otra Hermana de la Orden, Catherine Labouré.

Se ejerció mucho discernimiento y prudencia necesaria, qué causó retraso en la fabricación y propagación de los Escapularios Verdes. De hecho, en visiones subsecuentes, la Santísima Virgen se quejó por la larga espera para tener el Escapulario hecho y distribuido, después de todo, cada momento de retraso, eran oportunidades de perdidas.

La Hermana Justina mantuvo un velo de silencio sobre estas manifestaciones y sólo hablo de ellas con aquéllas personas directamente responsables de su preparación espiritual. Y así, la Hermana Justina era vista únicamente como una Hermana religiosa humilde y fiel, como tantas otras, fiel a la Regla, obediente a aquellos cuya autoridad estaba por encima de ella, y compasiva con aquellos que necesitaran de su ayuda. Al finalizar su formación religiosa, la Sor Justina dedicó calladamente la mayoría de sus años en varios hospitales de la Congregación en Francia, y se le recordó después como una Hermana diligente, capaz, compasiva y gentil.

EL ESCAPULARIO VERDE

A diferencia de otros Escapularios, éste tenía un sólo cuadrado de tela en lugar de dos. El cuadrado de tela estaba atado con cordones verdes.

En él estaba una imagen de la Virgen de la misma forma en que se la había aparecido a Sor Justina en sus anteriores visiones, sosteniendo en su mano derecha su Inmaculado Corazón.
Al voltear la imagen, la religiosa vio “un Corazón ardiendo con rayos más deslumbrantes que el sol y tan transparente como el cristal.”
 El Corazón fue perforado por una espada y rodeado por una oración en forma oval, y en la parte superior de óvalo, una Cruz de oro. En la oración se lee: “Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.”

El Escapulario Verde no requiere ninguna fórmula particular de investidura sino una simple bendición de cualquier Sacerdote católico. A diferencia de otros Escapularios que hacen necesario llevarlos puestos, el Escapulario Verde puede llevarse p
uesto o estar con uno, e incluso tenerlo entre las pertenencias de uno.


La oración encontrada en el Escapulario debe orarse al menos diariamente. Si la persona para quien estas gracias se buscan no dice la oración, entonces debe hacerla la persona que le haya entregado el Escapulario o se lo haya puesto en su alcance.

Por varias razones la ejecución del plan de difusión del Escapulario sufrió largas dilaciones, por lo que la Santísima Virgen se quejó a sor Justina en varias apariciones entre los años 1840 y 1846. Por fin, vencidos todos los obstáculos, la insignia fue distribuyéndose, obteniéndose por su medio admirables conversiones y aún curaciones corporales.

Finalmente, los Escapularios se empezaron a fabricar y a ser distribuidos por las Hermanas en París, luego por toda Francia y fuera de ella. Con este fin, las Hermanas habían recibido la aprobación formal y el impulso necesario de Su Santidad, Papa Pío IX, en 1870.

LAS GRACIAS DEL ESCAPULARIO

Las gracias particulares de este Sacramental son para inducir y ahondar en la devoción al Inmaculado Corazón de María, y para la conversión de corazones y almas.

También, este Escapulario ha sido dado por Nuestra Señora, particularmente como un don para los enfermos. Se le puede poner en sus ropas, en su cama o en su habitación. Si la persona a quien se le aplica no dijera la jaculatoria, el que le haya proporcionado el escapulario, debe decirla por el enfermo.

Las maravillas que se obtienen por su medio están en proporción con la confianza de la persona que lo da, esto significa los rayos de distintos tamaños que salían de las manos de la Santísima Virgen en sus últimas apariciones.

Los prodigios que ha producido este escapulario atestiguan la bendición y el cumplimiento de la promesa de la Virgen a todos los que lo lleven y digan la jaculatoria y “Hará grandes conversiones, particularmente para alcanzar la buena muerte a los pecadores y a los que no tienen fe”.

Entre los favores obtenidos citaremos los siguientes:

Un enfermo, enemigo de toda religión, que se ponía frenético a la sola visita de un sacerdote, aceptó un Escapulario Verde el 19 de septiembre de 1842. Once días mas tarde, saliendo del comedor se retiró al cuarto contiguo, cayó de rodillas y cogiendo el Escapulario Verde, a quien llamó su “Agente intermediario”, lo besó y bañó de lagrimas, prometiendo a Nuestra Señora confesarse en el término de una semana. Este término le pareció muy largo pues al día siguiente recibió los Sacramentos.

En el año de 1844, un muchacho de 14 años, de depravadas costumbres, recibió la Insignia del Inmaculado Corazón de María y a los pocos días se efectuó su conversión.

En Constantinopla, un griego cismático se convirtió por medio de esta Insignia Verde del Inmaculado Corazón y al mismo tiempo fue curado de una horrorosa lepra.

Muchos ejemplos semejantes pueden citarse. La Insignia Verde fue aprobada en dos ocasiones por el Santo Padre, Pío IX, en 1863 y 1870. Sus palabras fueron: “Escribid a esas buenas Hermanas que yo las autorizo para hacerlos y distribuirlos”.

“Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte.”

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